Rebajas por fin de existencias

Artículos de ocasión

Supongo que a ustedes también les pasa, prefieren con mucho los letreros de las tiendas redactados a rotulador y con ingenio que las campañas promocionales sofisticadas. A mí me encantan esos escaparates donde un ingenioso comerciante escribe cosas para atraer a los clientes. «Me lo quitan de las manos», «Últimas existencias», «Género rebajado pregunte en el interior»; suenan a títulos maravillosos de novela. Dicen que las rebajas de verdad, las de los grandes comercios, han muerto a manos de los gigantes de Internet, que poseen tanto músculo financiero para romper los precios y ofertan rebajas casi a diario. Es cierto que de tanto ser temporada de rebajas ya uno no se cree las rebajas cuando llegan. Pero todo son estrategias promocionales de venta que han alcanzado cotas de audaz psicología colectiva con el Día de la Madre, el Día del Padre, el Día de los Enamorados, el Día de los Solteros, el Día del Libro y el Viernes Negro. Vender es un arte y en los últimos tiempos lo que más se lleva es fidelizar al cliente: entras a un comercio y te quieren hacer un carnet para rebajarte un euro la décima vez que vuelvas.

Ha habido una corriente negativa contra el actor Daniel Day-Lewis por anunciar que dejaba la interpretación al mismo tiempo que estrenaba su última película. El periodismo, que vende cinismo muy necesario para una sociedad crédula, ha visto en el gesto del actor una coquetería que, entre otras cosas, le ha proporcionado una nominación al Oscar. No creo, sin embargo, que ande muy necesitado Daniel Day-Lewis de revalorizarse en el mercado. Por eso me ha parecido sincera su posición. Cualquier persona que se dedique al cine está deseando, en el fondo, dejarlo, pues el dinero casi siempre está en manos de malvados y mentecatos a los que tiene que seducir para lograr cumplir sus sueños o someterse a los deseos de esos otros. Dar un portazo es una actitud encomiable. Hace años, Lewis ya avisó de que se retiraba para aprender a hacer zapatos y lo cumplió. Aprendió a hacerlos de maravilla y eso se nota en su último papel de modisto. En una entrevista, cuando le preguntaron por los motivos de su retirada como actor, dijo: «He tomado la decisión con convencimiento absoluto, pero no siento la necesidad de explicar las razones en público». Pocas veces se puede ser tan certero y sincero en una declaración pública.

Ahora la pregunta que los cínicos dejan en el aire es si Daniel Day-Lewis se retirará para siempre o hará como tantos y tantos artistas que hicieron del retiro una oferta de negocio. Algo así como una estrategia promocional. En mi juventud, tanto Antoñete como Chavela Vargas se retiraban constantemente y luego regresaban. Pero ¿saben qué? Que era estupendo verlos faltar a su palabra y disfrutarlos en acción, uno les perdonaba la coquetería de anunciar el retiro. Tengo un amigo cantante que, como películas y series Soderbergh, desde que se retiró da más conciertos que nunca para satisfacción de sus fans. En el fondo, si admiras a alguien, qué más te da que se contradiga si luego vuelve para darte placer. ¡Anda que no hay parejas que se dejan un rato para volver después con más fuerza al cariño!

La manía contra Daniel Day-Lewis nace de su pretendida perfección, su elección de papeles desmesuradamente proclives a la sobreactuación y, sobre todo, por el momento en que uno va a ver películas como Lincoln y, cuando llega el final, las mismas voces que antes roncaban en la oscuridad afirman con convicción: «Qué gran trabajo, qué gran actor». Quizá la razón por la que Daniel Day-Lewis prefiere retirarse es igual que la de Fernán Gómez cuando dejó el teatro: oyó a un espectador decir «bien» justo al acabar uno de sus monólogos fenomenales. Cada día se retira gente y a nadie le importa un comino si volverán o no. Otra cosa son los que hacen muy bien su trabajo. Pero eso sí, a partir de ahora, a los que anuncien su retirada en público y luego regresen a la profesión se les debe exigir que nos devuelvan el dinero de la última entrada que pagamos para verlos creyendo que ya no los podríamos ver más.

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