Crímenes en Londres y Nueva York

Arenas movedizas

Leo una crónica de Iván Alonso en ABC en la que pormenoriza algunos datos del doble problema que ha brotado en Londres a lo largo de estos últimos meses, tal vez años: los crímenes y el conocimiento de los mismos. Para una ciudad es lamentable que muera mucha gente asesinada y, en menor medida pero no despreciable, que se sepa. De repente llega a los titulares la noticia de que la capital británica supera en número de asesinatos a Nueva York, cierto que por poco margen, pero de forma visible y contable: en 2017 perdieron la vida por actividad criminal 116 personas (para que nos hagamos una idea, en Madrid fueron aproximadamente 15), experimentando un aumento proporcional en lo que va del presente 2018, la mayoría de ellos apuñalados. En Nueva York, con libre circulación de armas de fuego, la muerte sobreviene por disparos. Esta epidemia de violencia, ni que decir tiene, causa pánico en la población, especialmente en la que mora en los barrios más peligrosos, los del Este. Pero también causa pánico en quienes tienen la responsabilidad de mercantilizar el atractivo de la capital del Támesis, los cuales saben lo terrorífico de un titular como el que ha publicado medio mundo y según el cual viajar a esa capital puede ser arriesgado. Nunca se sabe si eso puede afectar al negocio turístico, una de las patas del ingreso metropolitano: el de la City propiamente dicho está afectado por el brexit y el de los europeos atraídos para residir en ella también.

Hay un Nueva York antes y después del alcalde Giuliani y su célebre «tolerancia cero». Manhattan era una gran manzana podrida y peligrosa en la que dar un paseo de noche era arriesgarse demasiado a sufrir serios contratiempos, asaltos, violaciones o asesinatos, unos seis diarios, solo en la isla. No hablemos de barrios como Harlem o Bronx. La epidemia del crack, el vandalismo y la corrupción policial asolaban una ciudad que hoy presume de ser una de las más seguras del país. La recuperación económica de la era Clinton influyó, pero más lo hizo lo que el sociólogo Howard Wilson llamaba ‘teoría de las ventanas rotas’: si en un edificio abandonado se veía una ventana rota y no se reparaba inmediatamente, los vecinos acabarían apedreando las demás y, eventualmente, destruirían toda la propiedad. Es decir, es conveniente arreglar los problemas cuando aún son pequeños. El republicano Giuliani aseguraba que había leyes que no se aplicaban en 25 años, y así no había manera de convivir. Barrios de la isla de Manhattan en los que era imposible vivir con tranquilidad son hoy lugares seguros y cotizados. Dar un paseo por la 125 y Lennox en Harlem es hasta confortable. Así están los precios de la vivienda en Nueva York, claro.

No es el único ejemplo. En ciudades como Caracas, Río de Janeiro, San Salvador, Tegucigalpa, Guatemala City o México DF, por citar algunas americanas, deambular por sus calles es una lotería con casi todos los números para que te lleves un disgusto, como lo era hace años pasear por Bogotá. Sin embargo, la capital colombiana cambió gradualmente gracias a varios factores, a pesar de que últimamente proliferen los hurtos: la seguridad es más un problema de percepción que de realidad, especialmente comparada con los años en los que los cárteles (esencialmente Escobar) podían volar edificios enteros. Colombia, después de la presidencia de Pastrana y la posterior de Uribe, transformó buena parte de sus estructuras de Defensa y Seguridad y devolvió mucha tranquilidad a los habitantes de la capital. Uno no se olvida de aquel año en el que hube de ir a Cali por asuntos varios y escuchando el informativo local de las seis de la mañana, en el desfile de titulares, en el puesto 12 o 13 enunciaron uno que decía: «Ayer 12 muertos por violencia en la ciudad de Cali». Jerarquizar la información es darle carácter, importancia y novedad a lo que se cuenta, de lo que deduje que era una noticia bastante común. Imagínense que mañana dijera en la radio que en Valencia hubo la noche anterior 12 asesinatos y lo dijera en décima posición. Más o menos lo mismo. También en Cali las cosas han cambiado a mejor, lo que demuestra que, cuando las autoridades se quitan complejos de encima y quieren trabajar, se pueden lograr avances. Veremos cómo lo hacen los que mandan en Londres, que, como sabemos, bien merece una visita.

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