Juan Postigo nació con una malformación en la pierna, pero eso nunca lo detuvo. En septiembre, logrará su sueño: enfrentarse a los mejores golfistas del mundo. Será el primer profesional con una discapacidad que juegue sin prótesis. Por Carlos Manuel Sánchez 

Juan postigo (Santander, 21 años) lo ha ganado casi todo en el golf adaptado. Campeón de España, de Europa… Y es uno de los dominadores del circuito mundial aficionado. Es el primer golfista español discapacitado -sin prótesis- que lo consigue. Hablamos con él en el campo Abra del Pas, en Mogro (Cantabria), rodeado de bosques, mar y dunas.

XLSemanal. Estamos en la tierra de Severiano Ballesteros. ¿Es su referente?

Juan Postigo. A nivel golfístico, seguro. Y como ejemplo de vida, también. Empezó desde abajo, sin medios…

XL. ¿Se ve con la chaqueta verde?

J.P. Pues mire, no.

XL. ¡Cómo que no!

J.P. Soy muy optimista. Pero llegar al nivel de luchar por un grande… De Sergio García, de Miguel Ángel Jiménez, de Jon Rahm… Ojalá. lo intentaré. Pero yo no trabajo con objetivos. Que venga lo que tenga que venir. Lo bueno y lo malo. Que lo malo también tendrá parte buena.

XL. Póngame en situación…

J.P. Soy el tercero de seis hermanos. Nací con una malformación congénita en la pierna derecha. Mucho más corta y con el pie pegado al muñón. Toda mi vida he estado yendo a hospitales. Me han operado siete veces para alargar la pierna y cosas muy locas. Yo siempre jugué al golf con prótesis, nadé, esquié, navegué… Hasta los 16 años.

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A los tres años, en casa de su abuela materna en Santander. Nació con un problema congénito en la pierna derecha, más corta

XL. ¿Y entonces?

J.P. Entonces me propusieron, en Barcelona, amputarme el pie para acoplar una prótesis un poquito mejor al muñón. Miedo tengo poco. Dije que «vale». Y fue un error muy grande, porque me dejaron un nervio tocado. Desde entonces sufro muchos dolores. Mi vida cambió. No puedo acoplar ningún tipo de prótesis a la pierna.

XL. ¿Sigue teniendo esos dolores?

J.P. Ahora menos, a momentos. He aprendido a convivir con el dolor.

XL. ¿Y eso cómo se hace?

J.P. A mí me daban medicaciones muy fuertes. Opiáceos. Y al final me trastornó. Dormía por el día, me despertaba por la noche. No salía de casa. Hasta que un día me asusté y me dije: «Joder, Juan. Estás perdiendo el norte». Había entrado en un bucle. Y un día acompañé a un amigo al campo de golf. Yo estaba escayolado. Y me retó a que pegase una bola. Y la di casi perfecta. La dejé en el green desde 230 metros. Me propuse empezar de cero. Dejé de tomar las pastillas.

«Mis padres me han ayudado, pero no me han tratado de una manera especial. Todo viene de ahí. De ese ‘búscate la vida, chaval'»

XL. ¿Cómo logró salir de ese bucle?

J.P. ¡Uf! La familia te ayuda, pero, al final, sales tú mismo. Yo convierto mis problemas en virtudes. Desde pequeño siempre he sido muy cabezota. Mis padres me han educado muy bien. Me han ayudado en todo, pero no me han tratado de una manera especial. Ni me han facilitado las cosas más de lo debido. Mis padres no me han discriminado positivamente nunca. Pero nunca, eh. Y todo viene de ahí. De ese «búscate la vida, chaval».

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Vía crucis hospitalario: con sus padres en un hospital de Barcelona, tras una de las muchas intervenciones a las que se ha sometido desde niño

XL. Qué toma ahora para el dolor?

J.P. Nada. Lo asumes. Me ha tocado, pues me ha tocado. Hay noches que me cuesta dormir. Y si un día me duele hasta el alma me tomo un ibuprofeno. Al final son drogas. Y te generan una dependencia.

«Me amputaron para ponerme una prótesis, pero fue un error. Desde entonces sufro muchos dolores y no puedo acoplar nada al muñón»

XL. ¿Y de novias, qué?

J.P. No me veo ahora con novia. No tengo una estabilidad. Si cuento las semanas que estoy en casa, 25 como mucho… Acabo el año en China.

XL. ¿Qué piensa cuando ve la caída de alguien como Tiger Woods?

J.P. Fue un ídolo para mí. Es una pena. No soy quién para criticarle.

XL. Supongo que la presión de tener que ganar siempre, los patrocinadores apretando… Al final, pasa factura.

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Empezó a jugar al golf con nueve años en el campo Abra del Pas, en Mogro (Cantabria). Le enseñó su abuelo, recién jubilado

J.P. Hombre, presión puedo tener yo, que al final me tengo que ganar la vida con esto. Pero una persona que ha ganado un montón de grandes, que tiene cientos de millones… A Tiger se le juntaron la inestabilidad mental, los líos de faldas y, cuando quiso volver, las lesiones.

XL. Supongo que, hoy, mantenerse arriba hasta los 40 o 50 años es muy difícil, cuando antes había jugadores que no se jubilaban nunca.

J.P. Dificilísimo. La cantera está trabajando muy bien. La española es buenísima. Pero al final, la ventaja competitiva te la da la cabeza. Yo he ganado muchos torneos por mi cabeza, siendo peor jugador que otros. El golf tiene tres patas. La técnica, la física y la mental. Mi parte mental es muy buena.

XL. ¿Es usted tranquilo en el campo?

J.P. Sí, porque lo disfruto. Fallas, pues fallas.

«Mi físico no me permite jugar treinta torneos al año. Una vuelta son diez kilómetros… Y los tengo que hacer con las muletas»

XL. A ver, imagine que necesita embocar a metro y medio para ganar un torneo, ¿no le tiembla todo?

J.P. Claro que me tiembla. Pero es divertidísimo. Y si fallas, te cabreas. Pero te has preparado todo el año para llegar al hoyo 18 y tener un golpe de metro y medio para ganar.

XL. ¿Se puede disfrutar cuando se está compitiendo por las lentejas?

J.P. Yo me lo paso bomba. Espero seguir igual. Si cambio la mentalidad, malo… Estoy haciendo lo que me gusta, viajando. Me siento afortunado. Sería un tonto si no lo disfruto.

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Los seis hermanos Postigo posan en un buggy en el campo de golf del Parador de Málaga, en 2015

XL. Lo veo en una nube…

J.P. Oiga, es que yo con una pierna me lo paso el doble de bien que si tuviera dos.

XL. ¡No fastidie!

J.P. En conferencias me preguntan. « No le gustaría tener dos piernas?». ¡Pues claro! No soy hipócrita. Pero he vivido muchas cosas que chavales de mi edad no. He viajado por todo el mundo. Hago lo que me gusta. Quién no ha tenido un momento duro? Todos.

XL. Al ser un problema de nacimiento, ¿es más llevadero porque no puede comparar?

J.P. Sí. Yo no sé lo que es atarse dos zapatos. Yo no sé lo que es vivir con dos piernas. Nunca he visto lo mío como un problema. Quizá, de pequeño, en el colegio, cuando me hacían putaditas… Recuerdo que un día que se burlaron de mí, al llegar a casa se lo conté a mi padre. «Papá, me han dicho esto», le dije. Y mi padre me respondió: «¿Y no lo eres? Es que lo eres. Te falta una pierna, joder. Si te llaman eso, pues es verdad». Suena fuerte. Pero en cuanto lo asumes, tu problema desaparece. La primera visión que alguien tiene de mí son las muletas y la pierna que me falta. Pero en cuanto estás conmigo un rato ves a un chaval de 21 años con una ilusión.

XL. Tengo entendido que le enseñó a jugar su abuelo.

J.P. Sí, se jubiló en el 96, el año que yo nací. Tenía una agencia de transportes. Y el día que cerró la oficina se encontró unos palos de golf. Y de ahí le vino la afición.

XL. ¿No había jugado nunca?

J.P. No, empezó con 65 años. Y como nadie iba con él a jugar, me empezó a llevar. Yo tenía nueve años. Me enseñó a coger los palos, a darle a la bola… En este campo [Abra del Pas] y en Mataleñas. Jugar con mi abuelo es de los mejores recuerdos que tengo.

XL. ¡Y ahora a vivir del golf!

J.P. [Se ríe]. No va a ser fácil. Mi físico no me permite jugar treinta torneos al año. Sería una locura. Jugaré quince semanas, veinte a lo sumo.

XL. ¿Es tan determinante el físico en un deporte como el golf?

J.P. Tenga en cuenta que una vuelta son diez kilómetros… Y los tengo que hacer con las muletas.

XL. ¿No puede subirse a un cochecito eléctrico?

J.P. No debo y no quiero. A nivel profesional no está bien visto. No quiero ventajas. El golf se juega andando.

«No siempre puedo permitirme un ‘caddie’. Le pides a algún alma caritativa que te lleve la bolsa. Al final, le das un par de guantes y una gorra»

XL. Por lo menos le llevarán la bolsa con los palos…

J.P. [Se ríe]. Pues no crea que hasta ahora siempre he podido permitirme contratar a un caddie. A nivel amateur es complicado ganar dinero. Así que le pides a algún alma caritativa que te lleve la bolsa. Al final, le das un par de guantes y una gorra.

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Postigo besa la copa después de proclamarse campeón de Europa de golf adaptado el año pasado en la República Checa. «Mi mayor victoria hasta la fecha»

XL. ¿Influye también el físico en el golpeo de la bola?

J.P. Jugar con una sola pierna, por supuesto. Por eso me machaco en el gimnasio todos los días. Ahora le estoy pegando al drive 250 metros, que hace dos años para mí era impensable.

XL. ¿No le asusta fracasar?

J.P. ¡Que me quiten lo bailado! Si llego arriba, perfecto. Si no, no me voy a frustar. Es mi filosofía. No soy de ir por la vida dándome hostias. Daré clases a niños o gestionaré un campo de golf… Tengo el bachiller, pero voy a seguir estudiando. Ahora trabajo en un Decathlon.

XL. De los países donde ha jugado, ¿dónde le gusta más?

J.P. Por la calidad de los campos, en Japón. Por los paisajes, en Sudáfrica.

XL. El público del golf es igual en todas partes?

J.P. No. En el norte de Europa, Inglaterra, Escocia… el público valora al jugador. En Japón o Estados Unidos lo que les gusta es que lleves un polo bonito. Vende el márketing. Yo en Japón gusto mucho. Por mi imagen, mi forma de ser, de vestir… Voy todos los años. El golf es etiqueta.

XL. El golpe más difícil que ha dado?

J.P. Hace poco, en Colombia, en el hoyo 16 la tiré al lago. Estaba medio hundida. Me descalcé, me puse en calzoncillos. Y la golpeé desde el agua. Y la dejé muy cerquita. Me salpicó hasta las cejas. La gente se volvía loca.

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