Ha sido una de las principales galeristas de nuestro país durante 27 años. Ha recibido innumerables reconocimientos; el último, el Premio de la Fundación Cultural Montblanc por su labor de mecenazgo. De arte y de la vida a los 80 años, hablamos con ella en su casa de Madrid. Por Virginia Drake

Nació en Torrelavega en plena Guerra Civil. Era la pequeña de la familia. A los 38 años, haciendo macabra gala de su nombre, Soledad era una mujer viuda que había perdido también a sus padres y a sus tres hermanos. A punto de cumplir los 80, reconoce que ha sabido manejar con acierto las riendas de su vida.

Por su galería de la calle Orfila de Madrid han desfilado las obras de Tàpies, Barceló, Uslé, Palazuelo, Badiola o Sicilia. Soledad Lorenzo también compró importantes obras, hasta lograr una de las colecciones privadas más significativas de arte moderno, con más de 400 piezas, que donó en 2014 al Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

XLSemanal. De entrada, enhorabuena por este nuevo premio de la Fundación Montblanc.

Soledad Lorenzo. Muchas gracias. Yo creo que los premios los recibes con agradecimiento, pero siempre dudando de si los mereces. Y el que no lo dude es un imbécil. Pienso que siempre hay algo injusto en ellos, porque hay más gente que también los merece y solo se premia a uno.

XL. El próximo 13 de septiembre cumple 80 años, le impresiona?

S.L. Un poco sí, aunque casi no me lo creo. Me encuentro muy bien y siento que sigo viva porque continuáis llamándome para entrevistas [;sonríe]. Yo no creo en Dios, creo en la vida, y la vida ha sido muy generosa conmigo. Seguir viviendo es un privilegio.

«Yo, de joven, criticaba mucho a España porque había vivido la dictadura. Pero en Inglaterra descubrí que era muy patriota»

XL. Cuenta que su familia tenía una próspera carnicería en Torrelavega, que su padre llegó a ser alcalde, pero que después de la guerra cambiaron las cosas.

S.L. Sí, mi padre era republicano y estuvo cinco años en la cárcel, condenado a muerte; y alguien, que nunca supimos quién fue, lo salvó de ser fusilado.

XL. Cuando su padre salió de la cárcel, vinieron a vivir a Madrid…

S.L. Sí, mi padre, que era un gran emprendedor, puso una frutería.

XL. Cuenta que entonces vivían «en la trastienda de la frutería, que era un sitio de mierda».

S.L. Era horrible, sí; pero mi padre jamás se quejó de nada. Para él lo más importante era seguir vivo y que estuviéramos todos juntos. Era siempre tan positivo que en los malos momentos también estaba contento. Yo nunca he vivido tristeza en mi casa.

XL. También vivieron en Barcelona.

S.L. Sí, mi padre puso allí un negocio de telas, con el que le fue muy bien, y nuestra vida mejoró mucho. Yo hice el bachillerato francés, pero no quise estudiar una carrera porque me gustaba trabajar; así que me sumé a él en el negocio textil. Luego, cuando me casé, me vine a Madrid, porque mi marido vivía aquí, y al poco tiempo nos fuimos a Londres, donde había creado una empresa de importación y exportación.

XL. Torrelavega, Madrid, Barcelona, Londres… Para la época, su vida era muy agitada.

S.L. [Sonríe]. Pero me adapté muy bien en todas partes. Yo creo que, si no se hubiera muerto mi marido, me hubiera quedado a vivir en Londres para siempre y no hubiese sido galerista. Londres entonces estaba mucho más vivo que Madrid.

«De pronto murieron mi marido, mi madre, nuestra tata, mi padre y mis tres hermanos. Me quedé sola, sin nadie. Fue terrible»

XL. Le costó regresar a España?

S.L. No. Yo, de joven, criticaba muchísimo a España porque había vivido la dictadura y mi padre había pagado con la cárcel el ser republicano. Pero en Inglaterra fue donde descubrí que era muy patriota y, aunque allí viví muy feliz, me di cuenta de que nunca me sentiría inglesa. Por eso, cuando me quedé sola, entendí que era en mi país donde quería seguir viviendo. Sentir que mi patria era España fue un descubrimiento muy importante.

XL. Fue entonces cuando empezó a trabajar en una galería de arte, antes de decidirse a montar la suya.

S.L. Sí, pero fue todo un azar. Mi marido trabajaba para la familia Huarte, que se portó fenomenal conmigo y me animó a poner mi propia galería en Madrid. Yo soy inteligente y sé que, salvo en tu país, es muy difícil manejar bien una galería al nivel que yo la manejé.

XL. Después hay un momento fatídico en que se queda prácticamente sola.

S.L. Prácticamente no, me quedé totalmente sola. El primero que murió fue mi marido, de cáncer; enseguida murió mi madre de repente, de un paro cardiaco, sin estar enferma. Después se murió la tata, a la que yo quería mucho. Unos años más tarde murió mi padre y, enseguida, lo hicieron mis hermanos. los tres también de cáncer y los tres se fueron en un año y medio. La muerte había dado tal giro a mi cabeza que pasé de ser la hermana pequeña, la protegida por todos, a convertirme en una persona sola sin nadie a su lado. Fue terrible para mí. Poner mi propia galería fue el principio de mi vida en soledad.

XL. Cómo se acierta en la apuesta por un pintor desconocido?

S.L. ¡Es muy fácil! Si estás en ello metida, lo reconoces sin dificultad. Yo siempre he tratado de eludir el fracaso y lo he conseguido.

XL. Usted ve la obra de un estudiante de Bellas Artes y sabe si va a ser un gran pintor?

S.L. Sí, ya te digo que es muy fácil. es cuestión de educar la mirada. Desde pequeña oía en mi casa hablar de arte y yo los escuchaba con interés. Después, siempre me gustó seguir de cerca el arte moderno.

XL. No se ha equivocado nunca al apostar por un pintor?

S.L. Una sola vez y fue al principio. Hablé con una persona a la que le pedí que hiciera varios cuadros para montarle una exposición; y, al cabo de dos o tres meses, cuando empecé a ver más obra suya, me di cuenta de que me había equivocado. Se lo dije y él lo entendió. Nunca más me ha vuelto a pasar eso.

XL. Para un pintor, exponer con Soledad Lorenzo era garantía de éxito?

S.L. Sí, porque soy muy buena vendedora. Pero es que, además, el arte moderno me ha apasionado y me ha cambiado la mente, y todo eso se transmite a la hora de vender las obras.

«Nunca he regalado un cuadro. Y tardé mucho en comprar para mí. Yo he sido galerista hasta la médula. No coleccionista»

XL. En 2012 cerró su «convento’, como usted llamaba a su galería. Le ha costado hacerse a la nueva vida?

S.L. No, creo que he sido inteligente al saber dejarla a tiempo. Ya tenía cierta edad y pensé que era el momento de cerrar y de empezar a ordenar mis cosas.

XL. Entonces, ya tenía en su colección particular más de 480 obras de arte moderno, que había ido adquiriendo poco a poco.

S.L. Sí, pero es poquísimo al lado de todo lo que ha pasado por mi mano. Yo he sido galerista hasta la médula y nunca me he sentido coleccionista, porque entonces hubiese sido una mala galerista. Cuando recibía las obras nunca pensaba en mí, sino en qué cuadros le podrían gustar a mis clientes, de los que conocía muy bien sus gustos. Y después, entre lo que no se había vendido, yo me quedaba con algo.

XL. Se quedaba con obras como pago a su labor de galerista o compraba los cuadros?

S.L. Los compraba siempre, aunque a mi precio. con el descuento del galerista [sonríe]. Al principio no compraba ningún cuadro, eso ha sido más últimamente. Yo no he ahorrado nunca, pero he vivido muy bien y siempre como he querido.

XL. Ha regalado alguna vez un cuadro?

S.L. No, nunca.

XL. Siempre tuvo la idea de donar su colección a un museo?

S.L. No, porque nunca he pensado en mi colección, yo solo he pensado en mi trabajo en la galería.

XL. Por qué lo ha hecho?

S.L. Porque yo en ciertas cosas me siento muy patriota y sé que puedo confiar en Manolo [Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía]. De hecho, cuando le hablé de la donación que quería hacer, se puso muy contento y fue mucho más expresivo de lo que pensé que podía llegar a ser.

XL. No tiene hijos, pero tiene cuatro sobrinos. No pensó en ellos antes de hacer la donación?

S.L. A mis sobrinos les he regalado dos cuadros a cada uno. Hablé con ellos y les comenté lo que quería hacer y, como somos una familia inteligente, lo comprendieron perfectamente y me dijeron que lo que yo hiciera estaba bien hecho; aunque supongo que les hubiera hecho mucha ilusión que les dejase a ellos la colección, porque les gusta mucho el arte.

XL. Con cuántos cuadros se ha quedado?

S.L. Con ninguno. Los cuadros que hay en casa no son míos. Para qué me iba a quedar con alguno? No soy ninguna niña, tengo 80 años. Estos que tengo colgados en el salón me los ha prestado el Reina Sofía, los tengo en depósito.

XL. Después de esa donación, usted ya no pagará impuestos el resto de su vida, no?

S.L. Pues los he pagado siempre y los sigo pagando como todo el mundo. No puse ninguna condición al firmar el contrato, pero tampoco sé si me lo hubieran concedido.

XL. Mejor no poner condiciones porque Picasso donó El Guernica para que estuviera en el Prado, entre los grandes pintores clásicos, y ha acabado en el Reina Sofía.

S.L. Es que eso era una tontería. Que el Reina tenga lo que tiene de Picasso es un privilegio. El Prado ya tiene una colección de arte apabullante en tamaño y en calidad. Yo no soy partidaria de meter en el Prado arte contemporáneo porque quitarían lo histórico y su papel es la Historia. Para eso tenemos el museo de arte contemporáneo y ahí es donde tiene que estar.

XL. Es una polémica que se mantiene muy encendida…

S.L. Es que hay mucha ignorancia, sobre todo en la mirada.

XL. Usted nunca ha comprado una obra clásica?

S.L. No, porque no sabría escogerla. No puedo discernir el clásico como discierno el presente. Yo voy al Prado y me quedo impresionada, pero no siento la emoción que siento con el arte contemporáneo. Soy de mi tiempo en todos los sentidos, en todos.

XL. No le gusta mirar hacia atrás ni siquiera en el arte?

S.L. Como decía un sabio cuyo nombre no recuerdo ahora, «el pasado existe en forma de posibilidad». El pasado te ayuda a ser lo que eres en el presente, nada más.


80 años y como una rosa…

«Hago una vida muy sana, como de todo y nunca engordo. No he tenido operaciones importantes y me encuentro muy bien. Así que me levanto pronto, a las ocho, y durante el día, no paro. Tengo mucha energía y una agenda bastante apretada, gracias a Dios, porque no sé estar sin hacer nada».

Entre artistas

Soledad, siempre rodeada de artistas, fue fotografiada por Helmut Newton. Ella se niega a hablar del valor de su colección. «Todas las obras son buenísimas pero nunca he calculado su valor de mercado».

Algo personal

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Soledad Lorenzo donó su colección al Reina Sofía en 2014. Se trata de 406 obras de 90 artistas, la mayoría españoles. Se podrán ver en el museo en dos exposiciones separadas. La primera, del 26 de septiembre al 27 de noviembre.

 

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