Manuscritos de Cristóbal Colón, de Cortés y de Pizarro, mapas del XVIII, rutas de barcos hundidos cargados de oro, plata y piedras preciosas. En Sevilla se encuentra el sanctasanctórum de los navegantes: el Archivo General de Indias. Por Carlos Manuel Sánchez 

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Todo empezó con un cabreo. El rey Carlos III estaba molesto con la leyenda negra sobre la conquista de América que los historiadores ingleses estaban engordando y ordenó a su ministro de Indias, José de Gálvez, que la contrarrestase. Había que reunir los documentos sobre la época. El encargo recayó en el cosmógrafo Juan Bautista Muñoz, que los centralizó en un solo archivo. Como el de Simancas se había quedado pequeño, se decidió ubicarlos en Sevilla. El traslado de la primera remesa se hizo en una caravana de 24 carros tirados por mulas. Veinte toneladas de papeles embalados en 257 cajones. Corría el año 1785.

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Nacía así el Archivo General de Indias, donde fueron llegando los fondos del Consejo de Indias, la Casa de la Contratación, los virreinatos… Hoy es la fuente más exhaustiva e importante de la época colonial. Entre sus joyas están las Capitulaciones de Santa Fe, que recogen los acuerdos de 1492 entre los Reyes Católicos y Cristóbal Colón sobre la expedición a las Indias por el mar hacia Occidente; el Tratado de Tordesillas (1494), entre Isabel y Fernando, por un lado, y Juan II de Portugal, por otro, que repartió las zonas de navegación y conquista del océano Atlántico y del Nuevo Mundo; o el testamento redactado por Juan Sebastián Elcano en alta mar. Y también cartas, contratos, diarios y apuntes de Colón, Núñez de Balboa, Francisco Pizarro, Fernando de Magallanes y Hernán Cortés… Aquí también duermen las listas de carga de todos los viajes marítimos entre España y sus colonias. Sus fondos se reparten en 15 secciones: bulas de concesión de patronatos, registros de navíos, contrataciones, consulados, jurisprudencia…

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Los archivos empiezan siendo herramientas burocráticas de gobierno y administración. Con el tiempo se convierten en memoria de una época porque la burocracia posee esa cualidad perdurable de los huesos y los fósiles. Y acaban siendo máquinas del tiempo, como los define el historiador Manuel Romero Tallafigo. Prosa seca y prolija de notarios, contables y mercaderes que nos permite viajar, en este caso, por tres siglos de historia, del sur de Estados Unidos a Argentina, de Filipinas a Extremo Oriente. El lugar elegido fue la Casa Lonja, un edificio renacentista, construido sobre planos de Juan de Herrera, que estaba medio abandonado. Hubo incluso que desalojar a los ‘okupas’. El arquitecto Lucas Cintora lo adaptó para su nuevo uso. Se trajo mármol de Málaga para la escalinata y caoba de Cuba para las estanterías.

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El edificio ha sobrevivido a los incendios, como el de 1982 sofocado por los conserjes o el de 1924. El fuego devoró entonces varios legajos en la sección de Contaduría, donde aún huele a quemado. Los escritos llegan por un túnel subterráneo a los puestos de trabajo de restauradores y científicos. Pero los documentos ya no se guardan en las estanterías de caoba. Se han trasladado a la Cilla del Cabildo. Armarios de acero protegen del fuego, la luz y la humedad.

 La catedral y el alcázar reciben 1,2 millones de visitas al año; el archivo, unos 1500 investigadores. Es un lugar de peregrinación para historiadores, novelistas y también para los cazatesoros, cada vez menos desde que España le ganó el juicio a Odyssey y se quedó con el cargamento de La Mercedes. Hay documentados 1580 naufragios de la flota colonial. El valor de nuestros pecios ronda los cien mil millones de euros… Una tentación. Pero cruzar los datos para averiguar qué lista de carga corresponde a cada barco es una tarea laboriosa. Hay que consultar 43.000 legajos, 80 millones de hojas, 8000 mapas, ocho kilómetros lineales de estanterías…

Los piratas de Odyssey contrataron a tres investigadores, entre ellos a Victoria Stapells. Y les pidieron que recopilasen información para realizar documentales. Cuando Stapells se enteró de que su trabajo había sido utilizado para otros fines, colaboró con la Guardia Civil. Su declaración jurada fue un testimonio esencial para los abogados de España. Y es que los archivos son usados por los cazatesoros, pero también pueden ser su perdición. España recuperó las casi 600.000 monedas de La Mercedes gracias a una rigurosa investigación documental, no solo en Sevilla… Los archivos españoles son los grandes desconocidos de nuestro patrimonio, pese a que están entre los mejores del mundo. Aportan al PIB 677 millones de euros. Reciben cien millones de consultas a través de Internet y casi un millón in situ. El Archivo de Indias fue pionero en la informatización de sus fondos. No obstante, a los nativos digitales puede costarles entender que no todo está en la ‘nube’… aún.

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