¿Ayudó el Kremlin a ganar las elecciones a Donald Trump? El libro ‘Conspiración’ de Luke Harding, indaga en un aterrador dosier de espionaje que cerca cada vez más al inquilino de la Casa Blanca

Si se confirma la trama, se trataría de la mejor operación de espionaje ruso de la historia. El llamado dosier Steele consta de 17 informes redactados por Christopher Steele, de 53 años, un antiguo agente secreto del MI6 británico que puede acabar derribando a Donald Trump.

A Steele primero lo contrató uno de los rivales republicanos de Trump y más tarde trabajó para el Partido Demócrata. Muchos elementos de los informes de Steele apuntan a una conspiración entre el Kremlin y el equipo de campaña de Trump. Es más, ilustran cómo los servicios secretos rusos llevaban años acopiando información ante una posible candidatura de Trump a la Presidencia de Estados Unidos. La CIA ha reconocido la solvencia como agente de Steele, y otros 16 servicios secretos otorgan credibilidad a su dosier. El periodista Luke Harding ha investigado el informe y lo ha chequeado con sus fuentes en Moscú, donde trabajó como corresponsal del diario The Guardian hasta 2011. El resultado es ahora un libro, (Ed. Debate).

Le ofrecemos algunos extractos [el texto original ha sido resumido y editado].

¿Como empezó todo? Un espía ante una conspiración

Orbis Business Intelligence es una compañía londinense que desarrolla labores de espionaje para clientes particulares. Su presidente es Christopher Steele. En 2016, Steele recibió un encargo: destapar los más íntimos secretos de las relaciones del Kremlin con Donald Trump. Sus conclusiones acabaron provocando un terremoto político.

Los resultados de las investigaciones de Steele eran sensacionales, y el dosier elaborado a partir de ellas atribuía al presidente electo Trump el más grave de los delitos: alta traición.

Los informantes de Steele afirmaban que el equipo de Trump había llegado a un acuerdo con los rusos. A cambio del apoyo del Kremlin, Trump se comprometía a suavizar la posición del Partido Republicano sobre la intervención militar rusa en Ucrania y centraría la atención en Letonia, Estonia y Lituania, países miembros de la OTAN, situados en el patio trasero ruso, y que no cumplen sus compromisos económicos con la organización. La exigencia de Trump de que los europeos realizaran mayores aportaciones a la OTAN servía a los intereses del Kremlin.

En 2013, el espionaje ruso habría organizado a Trump un plan en Moscú para «sacar partido a sus obsesiones personales y preferencias sexuales»

Steele se había topado con una conspiración. Las fuentes de Steele aseguran que la relación existía desde hacía tiempo. Los servicios de inteligencia rusos llevaban al menos cinco años construyendo esa conexión con Trump y la operación salió mucho mejor de lo que habrían soñado.

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Steele, de 53 años, nació en lo que hoy es Yemén cuando era un protectorado británico. Fue reclutado por los servicios secretos del MI6 nada más graduarse en Cambridge. Desde 2009 dirige una empresa privada de investigación a la que se encargó el dosier sobre Trump

De creer las afirmaciones del informe de Steele, Trump colaboraba en secreto con Rusia. Steele descubrió que Trump había renunciado a «varios acuerdos muy lucrativos para desarrollar promociones inmobiliarias en Rusia», relacionadas con el Mundial de Fútbol de 2018, pero a cambio había aceptado material de inteligencia del propio Kremlin, que supuestamente se lo habrían hecho llegar a través de personas de su círculo más próximo.

Prostitutas y lluvia dorada en la cama de Obama

En el informe se aseguraba que Trump tenía preferencias sexuales poco corrientes y que eso lo hacía vulnerable a presiones y chantajes. Los informantes de Steele le facilitaron detalles escabrosos. Presuntamente, el Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) habría organizado un programa de entretenimientos durante la visita de Trump a Moscú en 2013 para «sacar partido a sus obsesiones personales y perversiones sexuales». La operación habría sido todo un éxito. El magnate reservó la suite presidencial en el Ritz-Carlton, donde sabía que también «se habían alojado el presidente Obama y su esposa (a la que él odia) durante uno de sus viajes oficiales a Rusia».

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Trump en la fiesta celebrada en Moscú tras el concurso de Miss Universo de 2013. Trump era uno de los propietarios del certamen. Su afición al sexo fue, según informes de espionaje, usada por los rusos para chantajearlo.

Allí, Trump habría «mancillado» la cama en la que durmieron los Obama. Varias prostitutas habrían «practicado una ‘lluvia dorada’ (orinado) delante de él». El informe añadía algo más: «Era un hecho sabido que el hotel estaba controlado por el FSB. En las habitaciones principales había cámaras y micrófonos ocultos que grababan todo lo que les interesaba».

Los primeros contactos de Trump con Moscú

Las relaciones de Trump con Rusia se remontan a 1987. Ese año, el embajador soviético en Estados Unidos, Yuri Dubinin, lo invitó a Moscú para ver las posibilidades de construir y gestionar un hotel allí. La invitación de Dubinin a Trump parece la clásica operación para «cultivar» a un posible informante, operación que debió de haber contado con el apoyo y la aprobación del KGB.

El 4 de julio de 1987 Trump voló por primera vez a Moscú con su mujer, Ivana. El viaje, según escribió Trump, fue «una experiencia extraordinaria». El matrmonio se alojó en la suite Lenin del Hotel National, cerca de la Plaza Roja. El hotel se encontraba bajo el control del KGB y la suite Lenin, plagada de micrófonos ocultos. De aquel viaje no salió nada, al menos nada relacionado con posibles negocios dentro de Rusia. Pero el dosier privado del KGB sobre Trump debió de ser bastante voluminoso.

Un segundo personaje entra en escena

Carter Page sirvió durante cinco años en la Marina estadounidense, fue miembro del Consejo de Relaciones Exteriores y tiene dos másteres de la Universidad de Georgetown y un doctorado por la Universidad de Londres. Su simpatía por Rusia se evidenció muy pronto. En 2004, trabajó en Moscú como asesor en temas energéticos para Merrill Lynch y estableció relación con Gazprom. Al cabo de tres años, Page regresó a Nueva York e instaló su oficina al lado de la Torre Trump, donde constituyó una empresa privada de capital riesgo, Global Energy LLC. Su socio era un ruso, un antiguo directivo de Gazprom llamado Serguéi Yatsenko.

Page se pronunció a favor de Putin en el conflicto de Ucrania y llegó a escribir que la crisis la había causado la «política de humillación» llevada a cabo por la Casa Blanca. Las marcadas posturas prorrusas de Page eran incompatibles con las de la práctica totalidad de los expertos norteamericanos en Rusia. Y entonces, en marzo de 2016, Trump anunció que su segundo asesor en materia de asuntos exteriores era «el doctor Carter Page».

Page se reunió en 2016 con un alto funcionario ruso que le habría ofrecido material comprometedor de Clinton. Y le advirtió de que también tenían de Trump

Cuatro meses después de ese nombramiento, Page regresó a Rusia con el permiso del equipo de campaña de Trump. Según el dosier de Steele, el verdadero objetivo de aquella visita (afirmación que él ha negado) tenía un carácter secreto: Page viajó a Rusia para reunirse con mandatarios del Kremlin; más concretamente, con Igor Sechin, antiguo espía y hombre de confianza de Putin, y con Igor Diveykin, alto funcionario del departamento de política interna ruso.

Según el informe de Steele, Diveykin le ofreció un dosier con material comprometedor sobre Hillary Clinton. Pero también añadió otra advertencia: el Gobierno ruso también sabía cosas sobre Trump que sería mejor que la opinión pública nunca llegara a conocer. En definitiva, un chantaje en toda regla.

Reunión en el bunker secreto de Putin

El Acuario. Por este nombre se conoce el edificio moscovita que alberga el organismo más secreto de Rusia, el GRU, el Departamento Central de Inteligencia de las Fuerzas Armadas. En 2013, el Acuario recibió una visita inusual. El invitado llevaba 33 años en los servicios de información de las Fuerzas Armadas estadounidenses. Su nombre. Michael T. Flynn. En esos momentos era director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA).

Flynn fue a Moscú para pronunciar una conferencia sobre liderazgo que «estaba plenamente autorizada». En opinión de Flynn, Moscú y Washington tenían un mismo interés. derrotar al Estado Islámico. Debían trabajar juntos. Menos claros están los motivos por los que el GRU invitó a Flynn. Quizá por eso, en agosto de 2014, Flynn tuvo que abandonar el Ejército quejándose amargamente por su despido, del que responsabilizó a Obama.

Tres años más tarde Flynn ya era partidario declarado de Trump y su asesor para política exterior. Sus críticas a Hillary Clinton a través de Twitter eran cada vez más agrias y se había convertido en habitual de los platos de televisión. En la Administración saliente y en los servicios de información norteamericanos temían que Flynn pudiera alcanzar una posición relevante en el aparato de seguridad de Estados Unidos. Afirmaban que había tenido numerosos contactos en Rusia, que había recibido dinero de fuentes extranjeras dudosas, que tenía una conducta inapropiada…

Obama expresó estos reparos durante la reunión que mantuvo con Trump en el Despacho Oval al día
siguiente de su sorprendente victoria electoral. Trump ignoró la advertencia. Tres días después anunció que Flynn era su nuevo asesor de seguridad nacional.

Durante el periodo de transición, Flynn mantuvo contactos con el embajador de Rusia, Serguéi Kislyak. Presuntamente, durante sus conversaciones con Kislyak, Flynn llegó a un acuerdo informal (algo prohibido por la legislación estadounidense). Como es natural, no hay ninguna constancia escrita de ese acuerdo, pero el 13 de febrero Trump despidió a Flynn. A regañadientes. Como de costumbre, el presidente culpó a los medios de comunicación. Flynn era «un hombre maravilloso», afirmó. Había durado 24 días en el cargo. [Ahora, Flynn puede ser clave en la causa contra Trump: hace unos días se ha declarado culpable de mentir al FBI y podría colaborar con la Fiscalía, en lo que parece un intento de llegar a un acuerdo para suavizar su posible condena].

Mucho dinero en juego

Y aún hay otro frente abierto. Según un estudio de Bloomberg, cuando se convirtió en el 45.º presidente de Estados Unidos, Trump le debía al Deutsche Bank 300 millones de dólares. Sus créditos vencen en los años 2023 y 2024. Se trata de una suma sin precedentes para un presidente y que plantea preguntas sobre sus posibles conflictos de intereses.

«La cuestión de si Trump recibió fondos rusos durante la crisis financiera de 2008 pende sobre él como una espada de Damocles», dice un exdirector del MI6

Al tiempo que concedía esos créditos, Deutsche Bank estaba llevando a cabo una serie de acciones cuestionables, que con el tiempo acabarían dando pie a una sanción: el banco estaba blanqueando dinero. Dinero ruso. De esa investigación de lavado de dinero y otras posteriores directamente relacionadas con las finanzas rusas se abren otras inquietantes cuestiones sobre Trump. ¿Aceptó Trump fondos de fuentes rusas? Richard Dearlove, antiguo director del MI6, declaró a la revista Prospect: «La cuestión de si Trump cerró acuerdos, y en qué condiciones, para recibir fondos rusos tras la crisis financiera de 2008, cuando en Occidente nadie estaba dispuesto a prestarle dinero, pende sobre él como una espada de Damocles».

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