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La testosterona para mujeres Sexo: póngame lo mismo que a ella

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En Estados Unidos la testosterona está de moda entre mujeres de más de 50. Algunos expertos afirman que esta hormona soluciona la apatía sexual femenina. Pero la cosa no está tan clara.

Jueves, 03 de Febrero 2022

Tiempo de lectura: 5 min

Cuando el cantante Robbie Williams reconoció en junio de 2011 que tomaba testosterona porque su médico le había dicho que tenía «los niveles hormonales de un hombre de cien años», su revelación no causó gran impacto, más allá de la desilusión de alguna fan. Sin embargo, cuando un par de meses después otra figura del showbusiness confesó tomar testosterona para aumentar el deseo sexual, la conmoción fue mayúscula. Quien hablaba de esta necesitad por sentir el orgasmo no era un macho en horas bajas, sino una mujer de setenta y tres años. En concreto, Jane Fonda.

La pregunta es si la falta de deseo supone de verdad un problema… ¿No será una presión social?

Durante la promoción de su libro Prime time -en el que la actriz no se cortaba al hablar de sus necesidades sexuales-, Jane Fonda explicó que ese tratamiento hormonal supuso «una enorme diferencia para poder mantener la actividad sexual cuando la libido ha bajado». En aquel momento, la testosterona en mujeres era un tema muy controvertido -sigue siéndolo hoy- y reservado a casos médicos extraordinarios. La confesión de Jane Fonda tuvo un enorme impacto: movilizadora de masas, puso a muchas mujeres sobre la pista de que podía haber una solución a su falta de deseo.

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Secretos inconfesables.El de Jane Fonda es un caso excepcional. No porque haya utilizado testosterona, sino porque lo ha contado. Es un secreto a voces que en California abundan las clínicas orientadas a retrasar el envejecimiento en las que es habitual tratar con este suplemento a estrellas de Hollywood, pero ninguna lo confiesa.Foto: Getty Images.

Y el debate sobre la suplementación hormonal en la menopausia se activó. «Erróneamente se piensa que la testosterona es una hormona masculina -explica el doctor Ángel Durántez, pionero de su aplicación en España-. En realidad, las mujeres también la tienen, aunque en una cantidad diez veces menor que en los hombres».

Los efectos secundarios

La mera palabra ‘testosterona’ asociada a la mujer ya nos hace pensar en féminas musculosas y viriles. De hecho, la propia Jane Fonda aseguró que dejó la testosterona porque le provocaba acné. Pero los efectos más temidos no son unos cuantos granos, sino la virilización (voz ronca, hirsutismo…), poco apetecible cuando lo que pretende es encontrar fuego en la alcoba. «Tienen que ser dosis muy altas para que se produzca algún tipo de masculinización. Como mucho, en algunos casos sale algo de vello», continúa el doctor Durántez.

La testosterona se aplica en forma de gel en la zona interna del muslo o con un implante subcutáneo

Él se muestra partidario de la suplementación con testosterona «en aquellos casos en los que, tras hablar con la paciente de cómo se siente y cómo se quiere sentir, vemos que va a haber un beneficio. Se aplica en forma de gel, normalmente en la zona interna del muslo; otra opción es implantar un pellet subcutáneo de testosterona con una dosis personalizada para cada mujer. En la mayoría de los casos, la mejoría es notable». ¿Por qué, entonces, se habla tan poco del tema? «Muchos médicos se inhiben porque no tienen un conocimiento real de cómo se comporta esta hormona en la mujer».

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En el punto de mira. Sharon Stone nunca lo ha confirmado, pero siempre ha estado en el punto de mira.Foto: Getty Images.

Y eso a pesar de que, en estos momentos, la testosterona para la mujer es uno de los campos en los que más se está investigando. No es extraño. Tras el pelotazo de la Viagra, la industria farmacéutica se dedicó a buscar activamente un equivalente para las mujeres. «Uno de los problemas es que se suele pensar que la sexualidad femenina es un mero reflejo de la masculina -explica Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología-. En los hombres, unos niveles bajos de testosterona están claramente ligados a la falta de deseo, pero en la mujer no está demostrada esa asociación directa entre la falta de deseo y el déficit hormonal».

«No tengo ganas»

Hablamos de falta de deseo, precisamente la disfunción más conocida y estudiada del universo sexual femenino. Según indica el estudio Wishes (Women’s International Sexuality and Health Survey), el 66 por ciento de las mujeres menopáusicas presentan deseo sexual hipoactivo. «En la clínica, las mujeres suelen hablar de ‘no tengo ganas’ -señala la sexóloga clínica y ginecóloga, Francisca Molero-. Cuando investigas un poco más, te das cuenta de que ese ‘no tengo ganas’ es, en realidad, ‘tengo molestias’ o ‘no llego bien al orgasmo’. Hay más aspectos y muy complejos; por eso, la testosterona no es la panacea para la mujer».

No es una enfermedad

Pero hay una cuestión tal vez más peliaguda. En plena carrera farmacéutica para encontrar ese elixir que dispare la libido de la mujer madura, la pregunta es si la falta de deseo supone realmente un grave problema para quien lo sufre. ¿Es posible que ese ímpetu sea una presión social? Leonore Tiefer, investigadora y terapeuta sexual, se ha destacado por su activismo en contra de que se medicalice la falta de deseo en la mujer. Esta medicalización, señala, se debe a la «falta de atención a los verdaderos orígenes del problema sexual. Solo porque un fármaco produzca una respuesta no es razón para pensar que la situación previa era una enfermedad».

Y carga por igual contra la industria farmacéutica y contra una sociedad machista que presiona a la mujer para que esté siempre disponible (y deseosa).

En la mujer no está demostrada la asociación entre falta de deseo y déficit hormonal, dicen los críticos

Tiefer combatió (y perdió) contra la aprobación de la flibanserina, un fármaco destinado a potenciar el deseo sexual en la mujer. Colectivos feministas reclamaban que la FDA (el regulador norteamericano) diera luz verde al medicamento alegando discriminación: en el mercado había una panoplia de tratamientos orientados al disfrute del varón, pero no al de la mujer. Pero veamos el asunto desde otro prisma, el que nos ofrece el sexólogo Joan Vílchez cuando nos alerta de que este tipo de tratamientos puedan convertirse «en un arma arrojadiza para las mujeres que no quieren desear y que se puedan sentir coaccionadas por sus parejas para que se tomen la pastilla. Es decir, que termine siendo un elemento más de presión a la mujer».

En este sentido, la ginecóloga añade que, más allá del ámbito de la pareja, «hay una presión social hacia la mujer: tiene que desear. Estamos en una sociedad controladora en la que, a pesar de la hipersexualización del ambiente, cada vez existen menos ganas y más pereza. Y también esa sensación terrible de que ‘hay que cumplir’. Porque toca».

Para evitar presiones, el doctor Durántez apunta a la importancia de hacer una buena historia clínica y detectar qué hay detrás de la apatía sexual.