El último asalto a la valla de Ceuta devuelve la atención sobre el modelo de gestión migratoria español ante un posible flujo de refugiados. Por V. A. 

Cortes, fracturas, angustia… Los más de 200 inmigrantes que cruzaron la valla de Ceuta hace unos días nos recuerdan que siguen ahí, esperando su oportunidad para entrar en Europa. Los saltos se habían reducido desde 2014, cuando llegaron a intentarlo en un solo día 1500 personas.

España suponía entonces el 15 por ciento de las entradas, pero el cierre de la vía balcánica y los peligros de la italiana podrían empujar a miles de africanos y asiáticos hacia la vía española. Lo advertía hace meses el ministro Jorge Fernández Díaz. «Esto son vasos comunicantes: si taponas el Mediterráneo Oriental y Central, vendrán al Occidental».

«Si taponas el Mediterráneo Oriental, vendrán al Occidental»

Lo cierto es que esta avalancha en Ceuta pone de nuevo el foco en unas rutas que parecían controladas en los últimos tiempos. Tanto que, hasta el cierre del paso por Grecia, incluso los magrebíes preferían viajar a Turquía para intentar llegar a Europa. De momento, aunque ha crecido ligeramente el flujo de refugiados sirios hacia Marruecos, la mayoría de los que esperan cruzar por Ceuta y Melilla son subsaharianos procedentes de países como Mali, Costa de Marfil o Burkina Faso.

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