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Secuestros, torturas, encierros... El cuento de terror de las princesas de Dubai

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Princesas encerradas y torturadas, fugas, abordajes en alta mar, un padre tiránico... La vida de las hijas del emir de Dubái podría haber sido un cuento de hadas pero se ha convertido en una película de terror. Una de ellas, Latifa, ha reaparecido ahora en París. Asegura que está bien, pero su historia y la de su familia no hacen presagiar un final feliz. Te lo contamos.

Lunes, 28 de Febrero 2022, 01:03h

Tiempo de lectura: 11 min

De niños, los dos primos jugaban entre los jardines de palacio. El pequeño Markus Essabri y la princesa Shamsa vivían allí bajo la atenta mirada de Houria, madre de la niña y una de las esposas del jeque Mohammed bin Rashid al-Maktoum. Un hombre que con el tiempo se convertiría en el omnipotente gobernante de Dubái. El pequeño Essabri ni se imaginaba que, años después, su inquieta compañera de travesuras iba a ser protagonista de episodios asombrosos.

A Shamsa la han secuestrado y sacado de suelo británico clandestinamente. A su hermana menor, la princesa Latifa, la  capturaron en altamar mientras trataba de escapar de Dubái. Ambas han sido encarceladas por su padre, lo que ha provocado que otra de las mujeres del jeque Mohammed, la princesa Haya, huyera a Londres con sus dos hijos. Todos estos sucesos han suscitado el escándalo internacional y que Naciones Unidas tome cartas en el asunto.

Dubái lleva años cultivando la imagen de centro de negocios global, de deslumbrante imán para futbolistas famosos y celebrities, de país gobernado por un monarca benévolo que ha transformado un polvoriento puerto del desierto en una urbe con flamantes rascacielos. Una imagen que el drama de las princesas ha dejado por los suelos.

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Shamsa, princesa desaparecida. Shamsa es una de las hermanas de Latifa y la primera en intentar huir del país en 2000. Permaneció ocho años encerrada como castigo. Cuando salió, las personas que la vieron cuentan que estaba irreconocible. «Estaba en la piel y los huesos... No era la persona de antes». No hay fotos de ella posteriores a su secuestro; solo de cuando era una joven princesa árabe (arriba) rodeada de lujos.

Lo que podríamos llamar ‘el cuento de las tres princesas’ arranca en 1999 con una carta de Shamsa a Essabri en Londres. Ella tenía entonces 18 años. La joven explicaba que su padre se negaba a que fuera a la universidad y que estaba ansiosa de escapar de la jaula de oro en la que vivía. «Escapar» en sentido literal, precisaba.

Se dio a la fuga diez meses después.

Como todos los años, el jeque Mohammed fue a Inglaterra de vacaciones en compañía de su extensa familia (tiene seis esposas y al menos 25 hijos). Allí, Shamsa entró en contacto con un abogado especializado en inmigración. Y logró huir.

El jeque organizó su búsqueda por los alrededores de su residencia en el condado de Cambridgeshire, pero sus subalternos no encontraron otra cosa que el teléfono móvil abandonado por Shamsa.

Durante casi dos meses, la joven princesa logró dar esquinazo a sus perseguidores. Y quizá hubiera podido burlarlos definitivamente si no hubiese tenido la mala idea de telefonear a una amiga de Dubái.

La princesa Shamsa estuvo encerrada en una habitación de palacio ocho años. Cuando salió, «estaba muy mal, fatal. La tenían empastillada. Parecía una zombi», cuenta su hermana

El 19 de agosto de 2000, cuatro hombres armados que hablaban árabe la capturaron cuando salía de un bar de Cambridge y la metieron en un coche a empellones. Al día siguiente Shamsa aterrizaba en Dubái, donde permaneció encarcelada en una habitación de palacio durante ocho años.

Su hermana menor Latifa la visitó al final de ese periodo. «Estaba muy mal. Fatal -recuerda-. Teníamos que llevarla de la mano. Era incapaz de abrir los ojos, no sé bien por qué. Los que la rodeaban la tenían empastillada todo el día. Parecía una zombi».

El poder de Emiratos

Meses después del secuestro, Shamsa se las arregló para enviar un correo electrónico a su abogado en Londres. Le suplicaba que «las autoridades tomen cartas en el asunto». La prensa no tardó en enterarse del rapto, y el Gobierno de Tony Blair se encontró en una situación incómoda. Los Emiratos Árabes Unidos, de los que Dubái forma parte, es aliado británico en defensa e inteligencia. Además, el jeque es amigo de la reina y uno de los mayores terratenientes del Reino Unido; también está detrás de Emirates, la aerolínea patrocinadora del estadio del Arsenal F. C. y del campo de críquet de Old Trafford.

La Policía del condado de Cambridgeshire procedió a investigar el rapto de Shamsa, pero la Fiscalía le puso punto final rápido al denegarle la autorización para interrogar a posibles testigos en Dubái. El resultado: casi 19 años después del secuestro, el jeque se limitó a declarar ante un juzgado británico que Shamsa por entonces era una chica joven y vulnerable que, sencillamente, se sentía algo agobiada por tanta medida de seguridad.

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Latifa en París. El 18 de febrero, la princesa Latifa reapareció en París junto a Michele Bachelet, la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. El mensaje 'oficial', transmitido de una forma un tanto forzada, es que «ella está bien y desea que se respete su privacidad».

De hecho, el rapto de Shamsa podía haber caído en el olvido… De no ser por la princesa Latifa, otra de las cuatro hijas que el jeque tuvo con Houria.

Lo sucedido con Shamsa hizo que Latifa se diera cuenta de la poca libertad que ella misma tenía. Y en junio de 2002, cuando tenía 17 años, trató de escapar. «Más ingenua no podía ser», dice. Se desplazó a un puesto fronterizo con intención de salir de Dubái. Inmediatamente, la Policía la llevó de vuelta a casa. Allí la encerraron y la golpearon, según explica en un vídeo. Permaneció en cautiverio tres años y cuatro meses; su propia madre le dio la espalda. «Una tortura constante. Cuando no me golpeaban, me torturaban de otros modos. Apagaban todas las luces. Estaba sola en un cuarto sin ventanas. Cuando apagaban las luces, estaba como en boca del lobo. No sabía si era de día o de noche. Hacían ruidos para desquiciarme. Se presentaban en mitad de la noche, me sacaban de la cama y me pegaban». Sin que ningún médico la viera en ningún momento «porque les daba igual lo que pudiera pasarme. De hecho, querían verme muerta». En el cuarto no tenía más que una colchoneta y una manta. La soltaron en 2005.

«Los odiaba a todos. No me fiaba de nadie», asegura. Pero poco a poco se rehízo.

En 2010 entró en contacto a través de Facebook con la finlandesa afincada en Dubái Tiina Jauhiainen, de 34 años. La finlandesa llevaba casi una década en Dubái trabajando en el sector turístico e inmobiliario. Fueron haciéndose amigas. Tanto que tres años después los vigilantes dejaban salir a Latifa en su compañía sin el ojo atento de una carabina.

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El divorcio más caro de la historia británica. El emir de Dubai con la que entonces era su esposa, la princesa Haya Bint Al Hussein. Su divorcio se dirimió el año pasado después de un largo proceso judicial en el Reino Unido, donde ella se había refugiado. El tribunal decidió que Haya y sus dos hijos recibiesen 550 millones de libras (645 millones de euros), la cifra más alta fijada por la justicia británica en un caso de divorcio.

En 2017, Latifa reveló a Jauhiainen que quería escapar. Agregó que había estado escribiéndose con Hervé Jaubert, un antiguo oficial de la Marina francesa. Diez años atrás, Jaubert -acusado de malversación de fondos- había logrado huir de Dubái a bordo de un bote. Ahora era propietario de un yate. Esa embarcación podía ser su pasaporte hacia la libertad.

Jauhiainen se comprometió a ayudarla. «Soy la clase de persona que vive el momento con intensidad -explica-. Y cuando Latifa me pidió ayuda, ni lo pensé». Durante los meses siguientes, Tiina se encontró con Jaubert en Filipinas, Sri Lanka e Indonesia para planificar la escapada.

La operación empezó en febrero de 2018. Latifa se reunió con la finesa en su piso, donde grabó su historia personal en vídeo. Enviaron la grabación a varios contactos occidentales para que lo divulgaran si la fuga no salía según lo esperado.

A continuación, las dos mujeres fueron en coche a Omán, donde un amigo las llevó en una lancha neumática y, después, en motos de agua hasta el yate de Jaubert, fondeado a 16 millas de la costa. El barco puso rumbo a Sri Lanka. El sexto día, ya cerca del litoral indio, advirtieron que un barco los seguía y un avión sobrevolaba su posición. A las 10.00 horas del octavo día, una decena de soldados indios de élite, armados hasta los dientes, tomaron el yate, golpearon a la tripulación y se llevaron a Latifa a rastras. «Pensé que iban a matarnos a todos. Fue aterrador», cuenta la finlandesa. Lo último que vio fue a la princesa pataleando en brazos de sus captores. «¡Matadme! -gritaba-. ¡Pegadme un tiro! ¡No quiero volver!». Su sueño de encontrar asilo político en Estados Unidos había terminado.

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Una amiga valiente. Latifa es uno de los 25 hijos conocidos del jeque Mohammed. En 2018 intentó huir de Dubái ayudada por la finlandesa Tiina Jauhiainen (a la derecha), a la que conoció en unas clases de capoeira. No lo lograron. Tiina fue puesta en libertad, pero Latifa permaneció oculta durante tres años en una habitación de palacio desde la que logró enviar unos vídeos en los que denunciaba estar secuestrada y esclavizada.

Nueve meses después, Dubái comunicó que la princesa se encontraba «sana y salva, bajo los cuidados de la familia que tanto la quiere». El jeque Mohammed más tarde declaró: «Teníamos miedo de que nuestra hija estuviera en manos de un criminal decidido a exigir rescate. Montamos una operación de salvamento, y Latifa está otra vez en Dubái».

El error del jeque

La princesa Haya bint Hussein, de 46 años, es la sexta mujer del jeque Mohammed. Educada en Oxford, es hermanastra de Abdullah, el actual rey de Jordania. Haya fue jinete olímpica y embajadora de buena voluntad de la ONU.

Tras ver el vídeo de Latifa en YouTube, una semana después de su captura en marzo de 2018, Haya quiso creer las explicaciones de su marido: que la joven princesa sufría un trastorno mental y que había sido secuestrada por unos individuos con motivaciones siniestras. Pero Haya empezó a dudar. Y decidió ir a casa de Latifa, donde la joven vivía sometida a vigilancia constante.

Por entonces, el matrimonio de Haya estaba yéndose a pique. Ella había iniciado una aventura amorosa con uno de sus guardaespaldas y el 15 de abril de 2019, temerosa de perder la vida, huyó a Londres con sus dos hijos, de 7 y 11 años. El jeque Mohammed reaccionó apelando a la Sala de lo Familiar del Tribunal Supremo de Inglaterra en solicitud del regreso de los dos pequeños.

Grave error. Ante el tribunal, la estudiada imagen de gobernante árabe modernizador cayó por los suelos. El equipo de abogados de Haya sostuvo que su marido la había humillado en público y amenazado de muerte. E hicieron referencia a los raptos de Shamsa y Latifa para ilustrar que el jeque no era el más indicado para hacerse con la custodia de los hijos. El mandatario declinó prestar testimonio en persona y presentó un documento en el que se aseguraba que Latifa y Shamsa también preferían no comparecer.

El veredicto fue devastador. El juez encontraba probado que el jeque había ordenado las detenciones ilegales de Shamsa y Latifa y que había hecho lo posible por intimidar a Haya.

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Atrapada. Latifa en una imagen durante su huida y en una posterior, grabada por ella misma desde el baño del lugar donde estuvo secuestrada. La princesa reapareció el pasado verano en una foto de Instagram con una amiga en el aeropuerto de Barajas, en lo que parecían ser unas vacaciones, pero no se dio mucho crédito a la imagen. De ahí que ahora se haya fotografiado junto a Bachelet, ex presidente de Chile.

Una finlandesa con carácter

Después del rapto de la princesa Latifa en el yate de Jaubert, el francés y la finlandesa fueron encarcelados e interrogados en Dubái sin derecho a representación legal. Pero terminaron por ponerlos en libertad.

Un año después, mientras se encontraba en Finlandia, Tiina recibió el mensaje de una persona que aseguraba estar en contacto con Latifa y le pasó su número de móvil. Las jóvenes retomaron su amistad y empezaron a intercambiar mensajes de texto y vídeos. Sin embargo, el pasado mes de julio, de la noche a la mañana, Latifa cortó la comunicación. Para la finlandesa es evidente que alguien había descubierto el móvil de la princesa.

Después de unos cuantos meses, tras pensarlo todo muy bien, Tiina y Essabri decidieron hacer públicos algunos mensajes de Latifa. Sabían que ese paso podía suponer sufrimientos adicionales para ella, pero decidieron asumir el riesgo. «Quiero pensar que no se atreverán a hacerle nada; saben que los medios de comunicación internacionales ahora andan detrás del caso», argumenta la finlandesa.

Los mensajes de Latifa, unos vídeos grabados en secreto en un cuarto de baño cerrado con llave, se han convertido en el vértice del escándalo. La BBC reprodujo varios en febrero del año pasado. Pálida y enflaquecida, la princesa cuenta cómo, después de que el yate fuera tomado al asalto, los militares la drogaron y la embarcaron en el avión de regreso a Dubái. «Me tienen prisionera. Esclavizada. Sin juicio, sin acusación formal, sin nada».

Una decena de soldados armados tomaron el yate y se llevaron a Latifa a rastras. «Matadme -gritaba ella-, ¡no quiero volver a Dubái!»

Se encontraba presa en una casa con jardín «reconvertida en cárcel. Hay barrotes en todas las ventanas […]. Cinco policías varones montan guardia fuera, dentro hay dos mujeres policía. No me dejan ni salir a tomar el aire», indica. La familia real dubaití respondió con una declaración oficial: «Latifa se encuentra en su hogar, donde goza de todos los cuidados y el apoyo de su familia y profesionales de la medicina». Sin embargo, el documental emitido por la BBC contribuyó a darle un vuelco a la situación. O eso se deduce de la última aparición de la princesa.

La semana pasada la princesa Latifa pidió reunirse con Michelle Bachelet, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y expresidenta de Chile. En encuentro se produjo y ambas se fotografiaron en una calle de París, frente a Galeries Lafayette. La oficina de Bachelet difundió la imagen con el siguiente texto: «Latifa informó al Alto Comisionado que estaba bien y expresó su deseo de respetar su privacidad». Poco después, la princesa emitió un comunicado con similar mensaje. «Latifa desea aclarar que vive como quiere, que viaja como quiere, que se encuentra perfectamente bien y que le gustaría que los medios le permitieran vivir en paz». Está por verse si el emir también se lo permite.