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EL BLOC DEL CARTERO

Autómatas

Lorenzo Silva

Martes, 27 de Febrero 2018

Tiempo de lectura: 4 min

Están ahí, aunque no seamos conscientes: cada vez hay más robots desempeñando labores que antes hacían humanos, y el horizonte cercano -como nos señala una lectora- es que empiecen a invadir esas actividades y a tomar esas decisiones que hasta ahora considerábamos reservadas a las personas. En la experiencia que de ellos se tiene en las labores industriales, donde llevan ya mucho tiempo, los robots nos superan en fiabilidad, exactitud, resistencia a la fatiga y otros muchos factores que los han llevado a prevalecer. No deberían ser capaces de desplazarnos en el análisis de problemas ética y socialmente complejos, en todo lo que exige creatividad y compromiso; pero para eso tendremos que ocuparnos de educar bien a los humanos. Y ahí, como nos recuerda un profesor, seguimos fallando.

LA CARTA DE LA SEMANA

El hogar de las musas. La vida sigue siendo eso que ocurre en una biblioteca. Pese a vivir en la sociedad del individualismo absorto en una pantalla, las bibliotecas públicas siguen repletas de gente. Aún preferimos apretujarnos ante una mesa alargada a vegetar en nuestras casas bajo la compañía del flexo. En las bibliotecas, nos sentimos seducidos por su atmósfera de metas y esperanza que nos empuja a esforzarnos y a tener paciencia: allí los sueños se forjan a fuego lento, en medio de esa paz colectiva donde la rapidez y el frenesí se detienen y las ideas salen a nuestro encuentro. Las bibliotecas son como plazas de pueblo: en ellas conviven jubilados, ojeadores de libros, gente sin techo refugiada del frío y de la soledad, adolescentes nerviosos por su examen, madres de familia que vuelven a estudiar. No hace falta recorrer la Gran Vía ni encerrarse en un cuarto para hallar inspiración: las musas habitan aún entre los temas subrayados con colores y las filas de libros. Isabel Valentín-Gamazo. Madrid
Por qué la he premiado...Por la reivindicación de la casa de los libros como lugar de vida, ciudadanía y, lo que es cada vez más importante, apartamiento del ruido y la prisa que nos acucian.

Profesores al límite

Soy un profesor granadino harto de que se produzcan agresiones a mis compañeros. La última, una profesora del instituto de Guadahortuna (Granada). Unos días después, un reportaje de XLSemanal denunciaba que los profesores están al límite. En él, maestros de varias comunidades de España revelan que se dispara el número de agresiones, amenazas, acoso y pérdida de autoridad en las clases. Estas acciones, además de atacar la dignidad personal, son una ofensa a toda la sociedad, porque es esta la que se resiente. ¿Hasta cuándo vamos a seguir así? No entiendo por qué en la educación es en lo último que se piensa. Muchos de los problemas que tiene nuestro país son consecuencia de una educación deficiente, comenzando por la que se recibe en la familia. Y no podemos mirar a otro lado. Hay que tomar medidas para que la situación no se vuelva insostenible y los maestros deban ir con protección a las clases. No se puede consentir que una minoría de alumnos y padres esté acogotando a toda la comunidad educativa. José Vaquero Sánchez. Atarfe (Granada)

El poder de Internet

El FK Panevezys de la Segunda División lituana ha sido la última víctima de Wikipedia. Barkley Miguel-Panzo se convirtió en su último fichaje del mercado de invierno. Un futbolista que, según Wikipedia, había jugado con el Queens Park Rangers e incluso algunos partidos con la selección angoleña. Todo resultó ser mentira, lo cual indica el poder de Internet en nuestra vida, no solo para conseguir que te fiche un equipo de fútbol falsificando Wikipedia, también para conseguir un buen puesto de trabajo, en el que tu currículum no tiene que ser falso. En resumen, Internet ha sido un gran avance. Nicolás García León. Aravaca (Madrid)

Volver no es tan fácil

Tengo 33 años y, hace 5, como tantos otros jóvenes, tomé la decisión de marcharme de España en busca de un trabajo y un futuro dignos. Para muchos políticos nos íbamos en busca de aventuras, cuando en verdad lo hacíamos en busca de unas puertas que en nuestro país nos habían cerrado. No me fui renegando de mi tierra y de mi cultura, todo lo contrario, pues nunca dejé de pensar en volver. Después de años de experiencias y vivencias, el verano pasado decidí regresar a la terreta, pensando que todo sería más fácil, que encontraría de nuevo mi lugar, y es que vivir fuera te hace ver las cosas desde otra perspectiva y te abre los ojos. Sin embargo, la realidad ha sido bien distinta. Ni los estudios ni la experiencia ni los idiomas son suficientes para conseguir trabajo. Me parece increíble cómo nuestros políticos se han olvidado de esta generación a la que aún hoy se ignora y apenas se valora. Nadie dijo que irse fuera el camino fácil, pero volver tampoco está siéndolo. B. H. Valencia

Justicia robótica

Las nuevas tecnologías están desarrollando con premura la creación de robots dotados de inteligencia artificial (IA): un sistema capaz de realizar tareas repetitivas con mayor rapidez y exactitud que el cerebro humano. Pero la robótica se está experimentando también en áreas antes impensables, como la Justicia. Su objetivo es agilizar los procedimientos, además de eliminar los factores humanos que puedan condicionar una sentencia. En Estados Unidos, cada vez son más los abogados y jueces que resuelven procesos a través del uso de algoritmos como Ross: un programa creado por investigadores de la Universidad de Toronto capacitado para realizar ciertas tareas mejor que un jurista humano. Los expertos 'formalistas', partidarios de la aplicación de las leyes de manera objetiva, afirman que la justicia robótica sería mucho más justa y rápida que la del modelo actual. Sin embargo, los 'realistas' opinan que la influencia de las emociones es inevitable y necesaria en un proceso judicial. ¿Podría eliminarse en un juicio el elemento humano? ¿Aceptarían las personas ser juzgadas por un robot? En los últimos años hemos creado máquinas para que nos ayuden a pensar, pero en un futuro no muy lejano serán ellas las que piensen por nosotros. Y esto no hay quien lo pare. Paula Santolaya del Burgo. Pamplona