Borrar
EL BLOC DEL CARTERO

Corrupción

Lorenzo Silva

Martes, 12 de Junio 2018

Tiempo de lectura: 4 min

Llamamos hoy 'corrupción' a la acción y el efecto de corromper o corromperse, pero en otro tiempo se utilizaba la palabra 'corrompimiento'. Un vocablo que merece la pena rescatar del desuso en que yace, porque evoca de manera simultánea dos ideas que a la postre acaban estando relacionadas: la degradación de la vida pública que provocan los corruptos y la rotura que le infligen al cuerpo social. Quienes han defraudado a sus conciudadanos y se han apropiado de los bienes comunes no solo han empobrecido a la comunidad en la misma medida en que se han enriquecido ellos: también, como nos señala una lectora, han fracturado el pacto social y la confianza en la que este se asienta. No hay otro modo de arreglar el roto que dar puerta a los corrompidos y buscar a quienes devuelvan esa confianza.

LA CARTA DE LA SEMANA

Vuelvo a tener esperanza

En dos meses me jubilo. He dedicado cuarenta años a la enseñanza y hoy vivo muchos momentos de desesperanza y pesimismo al comprobar cómo han cambiado el sistema educativo, los niños/as, los profesores/as, las familias... Y cada día intento aprovechar al máximo las experiencias que me quedan en el aula. Hoy les he pedido a mis alumnos/as que trajeran un libro de casa. Adivinando que algunos/as no llevarían ninguno, traje algunos de la biblioteca del colegio y mi libro electrónico, para muchos un 'artilugio' desconocido. Leímos las reseñas que habían hecho de algunos libros y después les di diez minutos para que leyeran libremente. Yo lo hice en mi libro electrónico y, al levantar la vista, vi a toda la clase enfrascada en la lectura, en un silencio sepulcral como no recordaba. Me quedé extasiada. Cuando rompí aquel maravilloso silencio para decir que cambiábamos de actividad y uno de aquellos que no había traído ningún libro (porque no tenía) me pidió que le dejara cinco minutos más, casi se me saltaron las lágrimas y les dije que me habían regalado uno de los momentos más bonitos de mi vida profesional. Hoy vuelvo a tener esperanza. Manuela García Ramos, Galdácano (Vizcaya)
Por qué la he premiado...  Por enseñarnos dónde empieza (o no) la cultura: en la educación.

Corrupciones históricas

Hay innumerables juicios que investigan probables casos de corrupción. No deja de sorprender que esto también se combatía en siglos anteriores de modo exigente y ejemplar. En el libro Imperiofobia y leyenda negra, de la profesora Roca Barea, se informa de un proceso judicial característico del derecho castellano e indiano: el juicio de residencia. Se puede decir que era otra forma de lucha contra la corrupción. «Cuando un funcionario público, desde virrey a alguacil, terminaba su tiempo de servicio era sometido a un juicio en el cual se escuchaban todas las acusaciones que cualquiera pudiera presentar contra él. Se analizaban tanto la honradez en el trabajo como la consecución de objetivos. Una vez absuelto, el funcionario podía seguir progresando en la Administración imperial, pero si era condenado por errores o ilegalidades se lo sancionaba con una multa, un destino inferior, e incluso la cárcel o la prohibición de tener un cargo público de por vida». Este juicio presenta un aspecto que se podría recuperar: que los políticos y los partidos se responsabilicen económicamente de «los errores y la consecución de objetivos» de sus programas electorales y del acierto en el destino del dinero público. Plácido Cabrera Ibáñez (Jaén)

¿Dónde están los honrados?

Los ciudadanos necesitamos urgentemente un poco de aire puro, un hálito de esperanza que nos permita seguir creyendo en nuestros dirigentes. No pasa un día sin que nos descubran a un nuevo corrupto, ladrón, prevaricador o blanqueador de dinero. Son muchos, demasiados, pertenecientes a todos los partidos políticos, de todas las comunidades autónomas, situados en puestos de gran responsabilidad y a los que estamos pagando unos sueldos que los demás ni los olemos. Este tormentoso bombardeo de delincuentes debe terminar para que no afecte a nuestra salud mental. Los medios han de dirigir sus miradas hacia todos esos otros políticos honestos -con sueldos mucho más razonables en algunos casos- que sí se sienten responsables de la misión que les hemos encomendado. No sería justo pensar que el virus del afán de poder y de riqueza ha picado a todos. Isabel Delgado Martínez de Iturrate (Pamplona)

Cachitólogos

Desde que en 1974 se creó la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, la atención primaria española fue mejorando hasta situarse entre las tres mejores de Europa. Y ahora parece que critican la medicina especializada. Me duele esa forma de hablar, entre bromista y despectiva, de los médicos especialistas («cachitólogos») y de la medicina especializada («tontunas clínicas»). En el fondo demuestra el complejo de inferioridad subyacente en muchos (no en todos) médicos de familia. En los últimos 10 o 15 años, el 80 por ciento de los médicos MIR que llegaban a mi unidad docente, previamente habían realizado el MIR de Medicina Familiar. La medicina requiere conocimiento y saber aplicar este con inteligencia y sentido común. Vicente C. Zanón Viguer (Correo electrónico)

Tu vocación

Me gusta la soledad, disfruto en muchas ocasiones de ella. Durante los ratos en los que tengo la fortuna de encontrarme solo, leo, estudio, descanso y a veces pienso, actividad escasa y poco valorada en los tiempos que vivimos. En este caso, mi pensamiento va dirigido a todos esos jóvenes que se acercan inexorablemente a una de las decisiones más difíciles de su vida: qué estudiar. Personalmente, tuve la mala fortuna de encontrar mi vocación demasiado tarde, y aún hoy me pregunto qué habría sucedido si hubiese elegido hacer lo que realmente me gusta, la filosofía. Por ello, exhorto a todos los adolescentes que se encuentren en esta situación a que intenten dedicarse a lo que realmente les apasiona, al margen de las opiniones exteriores y de las posibles pocas salidas que encuentren. Os lo dice un hombre de diecinueve años que cargará toda su vida con una decisión errónea que la mala suerte y la cobardía fraguaron. Alejandro J. Gomis de Francia (Zaragoza)