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EL BLOC DEL CARTERO

Decepciones

LORENZO SILVA

Martes, 07 de Mayo 2019

Tiempo de lectura: 7 min

Entre nuestras cartas de esta semana hay dos, firmadas por jóvenes lectoras, en las que se percibe la decepción. No la de aquellos que se hicieron ilusiones vanas y se confiaron a la fortuna para verlas satisfechas. Eso no sería demasiado preocupante. Sino la de esos jóvenes que creyeron en sí mismos y en su esfuerzo, se aplicaron y se formaron para alcanzar un conocimiento que reputaban valioso y que a la vuelta de los años y los afanes descubren que la sociedad en la que viven no valora o, lo que es peor, directamente desprecia. Hay que tener cuidado con decepcionar a esta gente, sobre todo mientras se premia con largueza a otros: los calculadores, los que se dejan llevar por la ola, los oportunistas. La sociedad que no sabe reconocer a quienes pueden mejorarla acaba pereciendo a manos de los truhanes. LA CARTA DE LA SEMANA 

Irreparable

He estudiado dos licenciaturas; una de ellas: Humanidades. Quizá esto haga que el incendio de Notre Dame me parezca una auténtica desgracia. Quisiera pensar que no y que todos han sentido la impotencia ante una pérdida irreparable, algo que nos hace comprender en un instante el significado de eso que llaman 'Patrimonio de la Humanidad'. Estupefacto ante el televisor, pienso en todas las personas que tardaron siglos en levantarla, en los acontecimientos de los que fueron testigos esas piedras, pero también en todo lo que desaparece sin remedio, eso 'inmaterial' que nos une a todos, más allá de creencias y nacionalidades. Hace unos domingos leía con pena en XLSemanal el reportaje Y ahora... ¿qué estudio? Una orientación para jóvenes sobre qué estudiar para trabajar. Casi todo práctico, técnico, tecnológico, económico, material, trabajo seguro. Facultades de Historia, Historia del Arte, Filosofía, Filologías... vacías. Es cierto, es real. Cuesta encontrar trabajo con estas titulaciones. Quizá en el futuro deba aconsejar a mi hijo en ese sentido. Pero querría que, si algún día ve una catedral en llamas, tenga la sensibilidad y cultura como para lamentar, al menos un minuto, lo que el humo se lleva para siempre. Irene Herrero Rodríguez (Leganés)
Por qué la he premiado… Por dar esa batalla de la que depende nuestra civilización; para que no desmaye.

Salud vs. gestión sanitaria

Esta comparación la gana por goleada la segunda. La salud de la población queda en segundo plano, aunque nos vendan siempre otro planteamiento más humano. Acudan, si no, a cualquier consulta especializada de la Seguridad Social (si llegan vivos); por ejemplo: traumatología. Si el problema está en las rodillas, prepárense para aguantar el dolor y a destrozarse el estómago con antiinflamatorios y calmantes; a no ser que lleve las rodillas en un talego, las plante sobre la mesa de la consulta y no tengan más remedio que ofrecerle el implante de una prótesis (aunque sea de los chinos). Si no, aunque su artrosis sea galopante, no hay nada que hacer. Es más rentable, para la pragmática gerencia sanitaria, que te mueras de úlcera gástrica o duodenal a que te beneficies de una prótesis de rodilla. Ajo y agua. Si tienes 'enchufe', te implantarán por la cara, en detrimento del paciente que la esperaba como agua de mayo. Jesús Sánchez-Ajofrín Reverte (Albacete)

Periodismo sin periodistas

El alivio al hacer el último examen de la carrera es una sensación que no he podido disfrutar. El pasado año, al terminar los estudios, comenzó la crisis. Para mí y para otros tantos graduados en Periodismo. Quizá no fuimos inteligentes al escoger esta profesión; no han dejado de repetirnos que la escuela es la calle, que lo de las facultades es mero trámite burocrático. No me sorprende saber así que para una amplia oferta de másteres no es requisito haber estudiado cuatro años de lo mío. Me piden un graduado en cualquier cosa. No importa si es Biología o Psicología. El mensaje es: la comunicación es para cualquiera. Mis horas con los periódicos, la radio, el ordenador, los libros y la televisión se igualan a las de otra persona que ha estado haciendo ecuaciones. Por lo tanto, la asignatura de Códigos y Valores Éticos es prescindible. Y eso explica muchas cosas. Claudia Vila Galán (Sevilla)

Con propósito de enmienda

Lo que nosotros y nuestros países hagan será lo que aparezca en los libros de Historia en el futuro. No me siento orgullosa de lo que estamos relatando. Tal vez porque me tapo los ojos y callo ante los que viven en los infiernos de la miseria. ¡Oh, sí! Los padres quieren mucho a sus hijos, los educan lo mejor posible y trabajan para que no les falte de nada y sean lo que sus antecesores no pudieron ser. Pero no intentan forjar corazones buenos, espíritus compasivos. El mundo camina, pero no mira al suelo y se desvía por rumbos equivocados. La verdad no existe o está distorsionada, y los buenos valores se han perdido. Pero las páginas de la Historia ansían palabras de esperanza. Llegará el día en que una luz nos guíe de nuevo al camino; quiero ser partícipe de él porque todos tenemos mucho que decir. Irene Taboada de la Iglesia (Burgos)

Manuel Alcántara

Con él se ha ido un buen articulista y escritor con un amplio y variado currículum, una buena persona a quien se venía echando en falta desde hace un tiempo. Buen conocedor y bebedor de martinis, de lo que alardeaba, persona culta y juiciosa, se hacía querer a través de sus artículos y conferencias, era como dialogar con un amigo o conocido, con palabras, frases ajustadas a la actualidad sin olvidar su humorismo e ironía, sin recurrir al insulto ni al desprecio, pero de algún modo poniendo las cosas en su sitio. Era sin duda el primero o uno de los primeros contactos del lector con el periódico en el que se publicara su columna diaria; un hombre que odiaba despedirse y que supo no creer en la inmortalidad, pero que seguirá entre nosotros mucho tiempo a través de sus artículos recopilados, así como de sus versos y sus de aquellas ya lejanas crónicas boxísticas. Malagueño profeta en su tierra y querido en Bilbao, como se le demostró cada vez que nos visitaba, amante del mar que admiraba cada tarde en su domicilio, la localidad de Rincón de la Victoria, tras realizar la tarea de cada día dejando testimonio de su paso por la vida; un rato, como solía expresar, afortunadamente ha sido un largo y agradable rato. Descansa en paz, maestro, te recordaremos quienes te hemos conocido. Ángel Santamaría Castro (Bilbao)

El modelo piramidal

El modelo piramidal en la ostentación de cargos de los partidos políticos españoles presenta el problema de que de esta forma los partidos, como tales partidos, pierden riqueza y pluralidad. Aunque en realidad el principal problema de los partidos españoles no es su verticalidad, sino su falta de conexión con la sociedad civil. Para estar en una lista de un partido español, hay que haberse dedicado años a vivir dentro de las formaciones. Los últimos fichajes, más deslumbrantes que efectivos cuando llega el momento de gobernar o de hacer oposición, no remedian la falta de apertura de los partidos a aquellas realidades que están construyendo ya una España mejor. El cambio que se está produciendo desde abajo, el talento, la innovación y la energía social en marcha, no inciden, a menudo, en unos partidos que parecen impermeables. Lo estamos apreciando con cierta claridad con motivo de las elecciones de abril y mayo. Jesús Domingo Martínez (Girona)

Los jóvenes políticos

España y yo tenemos algunos aspectos en común: ambos somos manifiestamente mejorables. Pero mientras que lo mío apenas tiene transcendencia, España, como sociedad, sí que la tiene. Por eso, creo que las etapas preelectorales deberían servir para reflexionar sobre nuestros defectos como tal y entender que la sociedad jamás mejorará sin el esfuerzo de todos y cada uno de los socios. Pero, para que toda nave arribe a buen puerto, es necesario un piloto curtido y una tripulación que, pintados los remos a su gusto, reme siempre esforzadamente y sepa adónde se dirige. Pues bien, por lo que parece, en este país tan sui géneris a nadie le llama la atención que entre los candidatos a primer ministro, por ejemplo, ninguno haya cumplido aún los 50 tacos; y, aunque creo que esto forma parte de una estrategia, elegir al mejor nunca fue asunto baladí. Elijamos, te dicen, jóvenes políticos; que, invertidos los términos, pasan a ser políticos jóvenes. Unos poseen vigor, ambición, audacia –«L’audace, toujours l’audace», decía Federico el Grande–, atributos propios de esta edad, algunos de ellos ciertamente estimables. Pero ¿y los segundos? Cargados de títulos, másteres e idiomas, sí; pero ¿qué experiencia vital y laboral aportan? ¿De cuántos hornos habrán comido pan? Resignémonos: patatas con carne, carne con patatas. Entre el mal gobierno y un pueblo que calla existe cierta solidaridad vergonzosa (Víctor Hugo). Enrique Javier Cavero Cubero (Zaragoza)

Trabajo y desarrollo personal

Vivimos en una sociedad impregnada de pragmatismo. Se suele valorar en exceso la dimensión técnica del trabajo, en detrimento de su dimensión humana y de su significado ético. La formación profesional se limita así muchas veces a preparar para el trabajo como un recurso de supervivencia relacionado con el beneficio económico, olvidando que es un importante medio para el desarrollo personal. Necesitamos trabajar para algo más que ganar dinero. Cuando hacemos un trabajo que nos pide dar lo mejor de nosotros, es cuando conseguimos la autorrealización y los momentos de felicidad. Para Carl Rogers, eminente psicólogo humanista, a las personas nos motiva ser parte de un equipo y el autodesarrollo personal; con el buen trabajo se logran ambos objetivos. En su obra El buen trabajo, E. F. Schumacher señala que el fin principal del trabajo humano es usar y perfeccionar nuestros talentos y habilidades naturales y servir a los demás. De los educadores (padres y profesores) se espera que promuevan esa oportunidad en la familia y en la escuela; un trabajo realizado con libertad y responsabilidad, con motivos elevados, con competencia y actitud de servicio hacia sus destinatarios. Pero eso es irrealizable desde una mentalidad pragmática o utilitarista. Xus D. Madrid, Palamós (Girona)