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EL BLOC DEL CARTERO

Investidura

Lorenzo Silva

Martes, 13 de Agosto 2019

Tiempo de lectura: 8 min

Muchos españoles trabajan. No todos en lo que les gusta, incluso más de uno en algo que aborrece. Muchos españoles no trabajan, aunque quisieran hacerlo. Les falta el empleo, les falta la formación, les falta, ya sea por lo uno o por lo otro, la oportunidad adecuada a sus necesidades. Unos y otros, semanas atrás, han seguido, más o menos de cerca, lo que se debatía en el Parlamento. Al final han visto como quienes allí se reúnen, con un buen puesto retribuido con cargo a sus impuestos, no hacían el trabajo primero que se supone que les incumbe: designar un presidente que pueda nombrar un gobierno. Quizá a alguien le sorprenda, y todo, que no estén contentos. Los españoles. Quizá algunos no hayan entendido para qué se los elige, en qué tiempo y lugar están. Quizá los saquen un día del malentendido. LA CARTA DE LA SEMANA

La educación del filtro

En educación se habla a diario de 'innovar', ya casi un paso al frente vacío, lleno de pantallas y fuegos artificiales que, más que un avance, suponen lo que un filtro a una foto de Instagram. Queremos vender el tejado del edificio descuidando los cimientos, olvidando la calidad del cemento. Es la sociedad de la educación para que los padres estén contentos y los niños, tranquilos. Y si algo rompe esa ficticia armonía, la culpa siempre será del maestro, profesor o libro de texto. Lo importante es que nadie se frustre, para que así los niños crezcan ajenos a la realidad haciéndose selfis ante el espejo, incapaces de tomar un café con alguien sin mirar el móvil y, por supuesto, para que siempre puedan hallar un culpable de sus problemas y publicarlo en las redes. ¿Qué podemos esperar del futuro si en los hogares ya no se educa y en los colegios no se puede enseñar? ¿Adónde queremos llegar fabricando víctimas de la satisfacción inmediata y ajenas al esfuerzo constante? Innovar debería dejar de ser un puente entre la alfabetización tradicional y la alfabetización tecnológica. Basilio Freán Bernedo (A Coruña)
Por qué la he premiado… Por la llamada a salir de esa dinámica del trampantojo en la que a todos, no solo a los más pequeños, nos sumergen las pantallas.

Año

Durante un año escolar me he dedicado a prepararme y a estudiar para formar parte del cuerpo de maestros. Un año cargado de incertidumbres y de sinsabores que se arreglaban con el trasfondo de una ilusión desmedida. Llegó la fecha y, pese a haber realizado un muy buen examen, suspendí. La desilusión se apoderó de mí, pero supe que la vida es así y que se abría ante mí un proceso de aprendizaje y de nuevas oportunidades. Encontré trabajo en una internacional del mueble como cajero y disfruto de cada día de trabajo. Soy feliz hasta que enciendo la radio de camino al trabajo y me entero de que aquellos que diseñan mi proceso selectivo, mis impuestos y mi vida han decidido que no se van a poner de acuerdo. No jugaré con demagogias baratas, no quiero ser político ni creo que valiera para ello, pero, por favor, sabed que trabajáis para el pueblo que se levanta sábados, domingos y festivos para trabajar. Tened en cuenta que detrás de vuestros sillones y mansiones hay miles de trabajadores que han depositado en las urnas un deseo de estabilidad y de mejora. Legislad y trabajad para que los sueños de los demás se hagan realidad y para que las vidas precarias dejen de serlo, no para que vuestras cuentas sigan aumentando los ceros. Jaime Gutiérrez Vallejo (Correo electrónico)

No queremos palmeros

Hubo muchos aplausos en el debate de investidura fallido. No hubo orador que no fuera aplaudido por los suyos. Sus señorías aplaudían a rabiar. Aquello parecía más un concurso de la tele que un debate de investidura. Se escuchaban tantos aplausos cuando hablaba Pablo Iglesias, el presidente en funciones, Albert Rivera, el líder de los populares, los nacionalistas... También fue muy aplaudida la diputada canaria que se acordó de las abuelas de las Islas Afortunadas. «Estaban bonitos», decían las abuelas canarias a los niños. Una frase muy bien traída a cuento porque todos los políticos estaban bonitos en el Congreso. No podrán negar en Europa que en España se aplaude bien. Nuestros políticos no son capaces de llegar a acuerdos de investidura ni a ofrecer una abstención por el bien de esa España que Pablo Iglesias llama «Patria» y Albert Rivera dice defender oponiéndose a Sánchez y su banda con una pasión que asusta a algunos cargos de Ciudadanos que se le van. España va bien, como diría José María Aznar. Va bien en aplausos. Yo creo que tendrán como mínimo una semana de dolor de manos. Parece que piensan que les pagamos un sueldo por aplaudir en el Congreso. Vamos a tener que decirles en la próxima convocatoria electoral que no queremos palmeros. Lo que los ciudadanos y ciudadanas de este país queremos son gestores. María Rey (A Coruña)

Difusión del tabaquismo

En el número 1652 de su revista, con fecha del 28 de julio, se incluye un reportaje sobre el tabaco con el subtítulo ¿Qué hemos hecho mal? Pues bien, el tratamiento fotográfico del reportaje contribuye a la difusión del tabaquismo. Mientras que el texto analiza, parcialmente, los problemas que nos han llevado hasta la situación actual, es decir, una década perdida en la lucha contra el tabaquismo –aunque podría haber profundizado en el fraude sistemático de las terrazas, que deja en muy mal lugar a nuestras administraciones–, las imágenes parecen sacadas de una campaña para promover el uso de dispositivos de vapeo. Choca que, en la misma revista y el mismo número, el tratamiento gráfico de los sintecho sean retratos descarnados que consiguen reflejar la gravedad del problema y, sin embargo, el aumento del tabaquismo entre los adolescentes sea saludado con un tipo de fotos que parecen más bien una marquesina publicitaria. Creo que 55.000 muertos al año merecen otro tipo de retratos. Ubaldo Cuadrado (Correo electrónico)

La educación del futuro

Mi iPhone va a cumplir seis años, igual que mis alumnos de primero de primaria. Funciona bien, igual que mis alumnos. Dicen que son pequeños ordenadores potentísimos que incluso nos escuchan. Los móviles, digo. El móvil de un profesor podría haberse convertido en un magnífico ejemplar de inteligencia artificial. Todo lo tiene ahí dentro. «Ha visto rayos C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser (mi aula)». No sé si ha procesado más el aparato o el alumno de seis años. ¿Serán en el futuro más perfectos los robots transhumanos o mis alumnos? Los robots serán listos, cerebrales y eficaces. Nunca harán lo que les dé la gana, cosa habitual en un niño. No se comportarán como irracionales, frecuente en los humanos humanos. Y no se reirán sin motivo. Está claro que inteligencia y competencias son el futuro. Y que los niños libres y emotivos son difíciles de educar. Eso es la educación. Adrianey Arana Pérez (A Coruña)

Reflexión del 'jubilata'

Con la jubilación se pasa a la zona de sombra, donde se vive relegado, apartado, ignorado. De júbilo que se dice, poco o nada. Aguantar la soledad y los achaques, mal que bien ir tirando. Quiérase o no, el jubilado se ve arrastrado en un crescendo hacia la desaparición. En el entretanto sigue siendo el que fue ante todo en el recuerdo, pero la memoria le flaquea, se vuelve muy frágil a esa edad. Como decía de la vida un lector en este mismo espacio, ha completado la presentación y el nudo, y ya solo le queda el desenlace. La realidad, sea cual sea la parte de la misma que se acepte, se achica en la vejez y, aun y todo, cuesta lo suyo aceptarla. El 'jubilata' cuerdo no busca razones para morir ni para vivir y amar. Y está claro que si algo busca es la comprensión, no la compasión, tan peligrosamente cercana al desprecio. Carmelo Carrascal (San Sebastián)

El poder de los pobres

Decía Mandela que «mientras que la pobreza, la injusticia y la desigualdad existan en nuestro mundo, ninguno de nosotros podrá realmente descansar». Esto lo pude comprobar en primera persona cuando viajé de voluntariado a Gambia junto con varios amigos el pasado mes de junio para construir una escuela infantil. Sin embargo, aquello que aportamos es ridículo en relación con lo que hemos recibido. Las partes aparentemente más inhumanas del mundo me han enseñado los comportamientos más humanos de las personas: la escucha paciente, la sonrisa permanente, la ausencia de quejas, el servicio a los demás… Los principales beneficiarios del voluntariado hemos sido nosotros. África ha sido un despertador de nuestras conciencias que nos ha ayudado –por qué no decirlo así– a replantearnos la existencia, a reordenar las prioridades vitales y a tomar conciencia de que hay gente igual que nosotros que sufre de verdad. A África solo le podemos estar agradecidos. Los pobres nos han transformado con su poder: el poder de la sonrisa, de la sencillez y de la serenidad. Julio Llop Tordera (Valencia)

Del Grand Tour al selfi

La mayoría de los viajeros de este Tour eran jóvenes de clase media-alta, que se extasiaban con el luminoso sur de Europa, en contraste con atmósferas más oscuras del norte. Italia, Francia, España, Grecia... deslumbraron a jóvenes poetas, escritores y pintores que luego nos dejaron su asombro en obras que se disfrutan desde el siglo XVII. Hoy, se consumen circuitos acelerados. Se mandan con rapidez selfis para decir que has estado allí, pero nadie incluye en su mochila a aquellos viajeros pasados, ni van a 'ver', en sus breves estancias por cada ciudad, a Goethe, Gautier, Bacon, Lord Byron, Keats, poeta que encontró en la verdad belleza, cuyo nombre se escribió en el agua y que descansa bajo el cielo italiano. Leo apenada el artículo de Donna Leon sobre Venecia. Ella se ha marchado de allí porque ama la Laguna y el mercado de Rialto al que tan penosamente podía acudir ya. Mi lista de lugares por visitar, que hice con tanta ilusión de joven, está sin tocar. Circunstancias, pero sé que no quiero ser turista, quiero viajar con mi pareja y detenernos tiempo en un banco para captar la esencia del lugar o sentarnos un largo rato ante cuadros de un museo, sin comernos el tiempo, sin correr, sin prisas. Los turistas hoy consumen helados y pizzas en una Venecia que se muere, a la vez que sacan su móvil para dejar huella en redes de que han estado allí, pero nadie recuerda al culto inspector Brunetti, personaje de Leon, que seguro levanta una copa de Chianti, por su amada y moribunda Venecia, mirando uno de sus canales, mientras suena en su casa el Réquiem de Mozart. Pilar Lasheras Asensio (Alicante)
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