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EL BLOC DEL CARTERO

Totalitarios

Lorenzo Silva

Martes, 29 de Octubre 2019

Tiempo de lectura: 7 min

Hay entre nosotros personas decididas a que la normal convivencia y la dedicación de cada uno a sus quehaceres sean imposibles, en tanto no se les otorgue un deseo turbulento que padecen y que no han acertado a extender a la mayoría de sus conciudadanos ni a articularlo a través del cauce que les ofrece la ley. Dicen que esa ley es injusta, que sirve a unos poderes oscuros y que por eso debe ignorarse. El asunto es susceptible de controversia. Hoy, esa ley es la que posibilita que la gente común acceda a servicios públicos que muchos países no pueden ni soñar, que vivamos con seguridad razonable o que quien esto escribe pueda poner aquí lo que piensa. No es seguro que su proyecto, por cómo camina, propiciara nada de eso. El tufo totalitario de sus hogueras espanta. LA CARTA DE LA SEMANA

Ante la enfermedad

La envidia, reconozco, me ha acompañado siempre. Pero la vida te lleva, más rápido que despacio. Tengo dos hijas y medio siglo en mis zapatos. Desde el embarazo de la segunda me han sorprendido varias enfermedades. Doce años de artritis reumatoide, con sus secuelas; un linfoma crónico que va por el séptimo tratamiento; un cáncer de mama. Te preguntas por qué tú. Te rebelas. Te preguntas finalmente... para qué. La vida te va dando las respuestas, pero lento. Descubres a los que de verdad están contigo. Y sientes, desde fuera, que la mayoría van como pollos sin cabeza, contra reloj. Aun sin saberlo. Y, poco a poco, la enfermedad te hace ser más humilde, más paciente, te 'desempodera'. Te hace tener en cuenta que todos nos necesitamos. Enterrar tu ego para tomar conciencia de que no eres gran cosa. A veces, rezar. Y aprender a valorar mejor, aunque sea sin pelo. Puede que, después de todo, haya salido ganando. Virginia Pedauyé Ruiz (Murcia)
Por qué la he premiado…Por su humanidad, su verdad y ese neologismo, 'desempoderarse', que tanto da que pensar

Su desdentada boca

Hay ayudas para los jubilados, a través del Imserso, para ir de vacaciones, pese a que muchos cobren 2000 euros el marido y 2000 la esposa. Para ir de vacaciones cuando ya lo están todo el año. Hay ayudas para cambiar de sexo, para los migrantes, para… La lista sería interminable. No estoy en contra de esas ayudas, pero viendo a tantos viejos evitando sonreír o tapándose la boca con la mano cuando lo hacen para que no se les vea la escasez de dientes y la carencia de muelas, me pregunto: ¿qué hace un país que presume de solidario y al que se le llena la boca al pronunciar la palabra 'progresista' para que ni un solo político haya pronunciado una palabra para paliar la desnudez de las bocas que un día rieron a carcajadas y que hoy apenas pueden masticar la comida? Espero que quienes presumen de ser de un partido solidario se acuerden de los que por falta de medios no pueden sonreír a sus nietos porque les da vergüenza su desdentada boca. Concepción Pellicer (Correo electrónico)

Mi casa

Recuerdo la casa de mis abuelos, donde los veranos eran los paraísos esperados durante todo el año. Esa casa que sigue viva, pero sola, allá en el pueblo. Un pueblo manchego blanco como la esperanza de todos los que se fueron buscando 'El Dorado de las ciudades' para un día regresar. Regresos que en la mayoría de los casos no se dieron, solo en los espejismos del verano, cuando se iba a ver a los abuelos y a las fiestas de la Virgen, donde los que antes fueron paisanos ahora eran forasteros que mostraban en la procesión de las fiestas las galas traídas de las ciudades, justificando el no regreso. Allá, en mi casa está la tristeza de haber pertenecido a un sitio para luego ser arrancado como quien se lleva en la noche, a hurtadillas, la planta de un jardín. En ella se guardan los pasos de mis ancestros, mis abuelos, mis tías, mis padres, mis primos… Pasos que formaban el bullicio en el espíritu de mi casa. En ella también, como en un cofre, está el último aliento de los barros que nos moldearon, las sombras de los fantasmas que se niegan a dejarla sola. Pese a que la casa ha sido arreglada, en mis sueños aparece como siempre. Siento su pulso, su alma tranquila, sabiéndose fuerte, con la diáspora en sus ventanas y su corazón lleno de nosotros. Mi familia, que tuvo que ser parte de aquellos que vaciaron los pueblos. Mi pueblo que, aun vacío, llevo siempre en el corazón, porque los que se fueron nos enseñaron la importancia de no olvidar de dónde venimos. María José Pérez Amador (Zaragoza)

Independentistas totalitarios

En Cataluña tenemos que aguantar a una minoría independentista, que nunca ha llegado ni a la mitad de los votos, pero siempre se ha de hacer su santa voluntad y, si no, amenazan con cortar carreteras, no dejarte ir al trabajo o hacer tu vida normal. Ni demócratas ni pacíficos, son totalitarios. Antonio Peiró (Lérida)

Dejemos en paz a los demás planetas

Leo y escucho de continuo que existen muchas posibilidades de que haya vida en otros puntos del universo. Mucha gente con una inversión ingente de tiempo y dinero se dedica a buscarla. A los más de cuatro mil planetas que se han encontrado hasta hoy con posibilidad de albergar vida es casi imposible acceder porque están a distancias inimaginables. Pero supongamos que sí, que hay algún tipo de vida en otros planetas o vestigios de agua. ¿Y qué? No creo que en mucho tiempo podamos retirarnos allí para vivir.

¿Para qué queremos otros mundos, para cargárnoslos como estamos haciendo con el nuestro?

Dado que casi sabemos todo sobre nuestro planeta y que, por ahora, es el que nos ha tocado para vivir, sería mucho mejor para todos aplicar el máximo esfuerzo humano y económico a tratar de mejorarlo, ayudándolo a mantenerse, que gastarse el dinero en búsquedas que, en el mejor de los casos, solo valen para que alguien reciba el Nobel de Física. ¿Para qué queremos otros mundos, para cargárnoslos como estamos haciendo con el nuestro? Polución, basura, gases de efecto invernadero, deforestación, más asfalto y menos campo son las muestras de que de nada nos valdría encontrar un lugar alternativo para vivir, salvo que estuviera a 15 minutos de nave espacial. Vamos a aplicar, mejor, todo nuestro esfuerzo y dinero a salvar nuestro planeta y dejemos en paz a los demás, que no nos han hecho nada. Pablo Arranz Riego, Algete (Madrid)

Educar es persuadir

Hace ya mucho tiempo que el verbo 'aprender' y el verbo 'aprobar' se separaron y los profesores tenemos que volver a unirlos con el pegamento del pensamiento crítico. Estamos convirtiendo nuestros centros de enseñanza en centros de exámenes, y nuestras aulas, en espacios donde se repite más que se piensa debido a que el proceso educativo no consigue motivar al alumnado. El añorado Jorge Wagensberg decía que enseñar era llevar de la mano la conversación al borde mismo de la comprensión. Pero sin lenguaje, creatividad o pensamiento propio no sucede el paso previo de la conversación y, por supuesto, la pasión por comprender. Así, nuestros alumnos inician el curso deseando finalizarlo y asisten a los colegios e institutos con el oído puesto en el timbre salvador que marca el final del día. Se muestran desalentados con ganas de que el mal trago de las clases y los exámenes pasen pronto y si, como en Matrix, dispusiesen de una pastilla que los trasladase en el tiempo o en el espacio la tomarían sin dudarlo. Debemos seguir intentando que aprender sea, en cierto modo, volver a nacer. Últimamente, gracias a la película dirigida por Alejandro Amenábar Mientras dure la guerra, recordamos la afirmación de Miguel de Unamuno de que para convencer es necesario persuadir. Para educar también. Estoy tan convencido como persuadido. Luis Alfonso Iglesias Huelga, Logroño (La Rioja)

Usted es culpable

Tras haber leído el último reportaje sobre el cambio climático y contar con 37 primaveras a mis espaldas, puedo constatar que, sea como fuere, la sociedad vive siempre acongojada por la amenaza de un cataclismo mundial que suele presentarse como inevitable. En los años ochenta era el temor a la Tercera Guerra Mundial lo que aterrorizaba al personal. Posteriormente, el conflicto del Golfo, el famoso agujero en la capa de ozono o el temido efecto 2000 hicieron de las suyas para crear una suerte de conciencia colectiva que cristaliza con la sesuda frase «el mundo se va a la mierda». Superadas varias profecías de Nostradamus y la crisis económica cuya prima de riesgo se erigió en plato único del español de a pie, ahora es la emergencia climática la que nos hace sentirnos poco menos que autores materiales de la sexta extinción masiva. Así, al ciudadano medio al que hace cuatro días se le metía el vehículo diésel con calzador o se le atiborraba de productos desechables por la comodidad que representaban para la 'vida moderna' se le hace ahora culpable de un estilo de vida que, como tantas otras cosas de la sociedad del bienestar, no ha elegido por sí mismo. Sin negar que el cambio del clima constituye una amenaza que se debe conjurar entre todos, considero que sería positivo no descargar de nuevo en el currito de turno todo el peso de una responsabilidad que, en gran medida, corresponde asumir a unos poderes públicos y económicos fomentadores de todo aquello por lo que hoy se nos señala. Rafael G. Casero (Toledo)