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EL BLOC DEL CARTERO

Apego

Lorenzo Silva

Martes, 10 de Diciembre 2019

Tiempo de lectura: 8 min

El mundo que entre todos hemos construido posterga y reduce cada vez más los instantes en los que los seres humanos se demuestran algún apego. Son muchas las horas que se nos invita a pasar en actividades que consisten en juguetear, competir o, en el peor de los casos, entrar en conflicto con nuestros semejantes. Sucede cada vez más a través de mediaciones tecnológicas, que ayudan a despersonalizar de forma casi absoluta a nuestros interlocutores, reducidos a la utilidad, la distracción o el desagrado que nos causan. Se debilitan los compromisos, se banalizan el amor y el odio y todo se diluye en un flujo de información con dueño. Y el dueño, nadie se engañe, es cada día menos quien genera o consume los datos. Convendría buscar espacios para restaurar el apego, ese calor sin el que la vida apenas es. LA CARTA DE LA SEMANA

A mis mayores

Mi hija me increpa, como si yo fuese el culpable, porque ella pertenece a la primera generación en que baje el nivel de vida en relación con la anterior. Yo solía rebatir sus argumentos, pero entrábamos en una espiral que no tenía final. Ahora solo le digo que, hasta el día de hoy, no es así. Ella comienza... Yo le mantengo la mirada y callo. Yo, en casa de mi madre, no tenía calefacción central: una estufa de butano, y en la cocina. En invierno corríamos al levantarnos. Ahora mi cuerpo aguanta bien el frío; cuando suena el despertador, me levanto sin pereza. Tampoco había ascensor, subía cuatro pisos sin esfuerzo, y en el camino hablaba con los vecinos. Hoy estoy ágil y el deporte forma parte de mi rutina y, aunque soy algo solitario, interrelaciono bien. Con mi madre iba a todos los sitios andando; y cuando había que ir a un barrio alto, cogíamos el rojo, era más barato, aunque estaba atestado de gente. Hoy intento ir a todos los sitios andando, y la gente no me molesta. Un lugar de alegría era bajar al mercado de su mano. Hoy me encanta el ruido y algarabía que se produce en ellos; y esos olores mezclados, pero a la vez simples. Sé todo lo que tengo, pero también sé a quién se lo debo. Lo mucho que sufrieron mis abuelos y lo que no gastó mi madre. Pedro García Rueda (Correo electrónico)
Por qué la he premiado… Porque nunca sobra recordar de dónde venimos, todo aquello que tampoco, bien mirado, nos queda tan lejos.

Auténtica cercanía

Nuestra amistad se había enfriado con la llegada de esa tercera persona. Ese ser robaba mi atención y recibía más amor en las pocas reuniones que esta vida acelerada nos dejaba celebrar. Recibía las caricias de mi amigo, su mirada y, lo peor, le dedicaba su tiempo a la vez que el mío se perdía en los laberintos de mi indignación. Lo que no sabía mi amigo es que un amigo de verdad es un ser único y especial y que el otro ser era una réplica de otros muchos que habían destruido numerosas relaciones. Como dijo Heidegger: «El hombre actual ha superado las distancias, pero no sabe crear auténtica cercanía». Afortunadamente, como toda amistad verdadera, recuperé a mi amigo porque el otro ser quedó relegado para casos puntuales de soledad, en los que no interfiriera en sus otras relaciones. Quedó demostrado que ese ser, aunque parecía completo, estaba totalmente vacío. No disponía de emociones, esa complejidad que nos caracteriza y nos permite conocer la vida. Esa máquina (llamemos a las cosas por su nombre) tampoco tenía ojos para ver el alma de mi amigo ni oídos para escucharlo ni brazos para consolarlo. Luchemos por las relaciones humanas y la comunicación entre las personas sin que la inteligencia artificial nos extinga como especie. Pablo Carmona Belda (Murcia)

Apego a nada

Tras leer la entrevista a Lennart Schirmer –jefazo de Tinder en Europa–, sigo igual de perdido –o más– sobre el uso de las redes sociales. Es desconcertante observar que hoy –en la era de Internet–, que tenemos muchos y rápidos medios de comunicación, se da la paradoja de que cada vez estamos más aislados, ensimismados, incomunicados. Quizá la actual velocidad de las comunicaciones nos ha contagiado la filosofía de la inmediatez, el usar y tirar; ya no tenemos apego a nada ni a nadie. No sé, supongo que hemos invertido el dicho «cuando se cierra una puerta, se abre una ventana», porque hoy, al abrir la ventana (la pantalla de nuestro móvil, PC, portátil...), cerramos nuestra puerta a nuevas relaciones. Pedro Pablo Pellón Pulido (Madrid)

Otra persona como tú

Escribo para dar las gracias a XLSemanal por su valentía para publicar el magnífico reportaje sobre el suicidio (diría que hasta se me hizo corto). En esta sociedad en la que la banalidad, la superficialidad y la falta de espíritu crítico es lo 'correcto' o lo normal, leer cada domingo esta revista reconforta y anima a no perder la esperanza en el ser humano. Escribo para solidarizarme y empatizar con la carta del número 1673 titulada Personas como yo. Yo también soy persona como tú y me ha reconfortado compartir todo lo que expresas en ella. Las personas que padecemos este tipo de enfermedades estamos muy solas. La sociedad no entiende ni quiere entender qué nos pasa. Por ello agradezco encontrar otra persona como tú. Gracias. Ana Etxeberria (Navarra)

Diferentes lógicas

Sentado ante mi televisor, estaban emitiendo uno de los capítulos de la serie Hoteles increíbles. En esta ocasión le tocaba a Kenia, donde se ha instalado algún hotel en plena sabana. Hotel para turistas del Primer Mundo, con todo despliegue de comodidades y atenciones, que prestan tres empleados por huésped. En un momento del reportaje, el conductor del programa entrevista a un joven esbelto de la tribu samburu, y la pregunta es: «¿Qué piensa de que los extranjeros vengan a recorrer la sabana, a ver leones y elefantes?». Respuesta del joven samburu: «Es extraño, pensamos que es un disparate venir a ver leones y otros animales. Sinceramente, podrían venir a ver nuestras hermosas vacas y cabras, en vez de venir a ver leones y leopardos, que son animales que no sirven para nada». Su lógica me dejó sin espacio para tratar de imponer la mía y mucho menos para pontificar nada en el futuro sobre conflictos entre culturas. Pregunta y respuesta que debieran ser de obligado cumplimiento analizar, desarrollar y ser grabadas a todo aquel que le toque o piense iniciarse en la mejora de cualquier conflicto y, concretamente, en los de Norte/Sur. Ayudaría. Josu Beaskoetxea (Correo electrónico)

Dolor de madres

«Parirás a tus hijos con dolor». Con este estigma y otros, Dios expulsó a la mujer del paraíso. Lo que nunca supe es si le explicó que el dolor la acompañaría toda la vida. Porque tras el parto vienen los verdaderos dolores, disfrazados de preocupaciones, que abarcan desde que el hijo crezca sano hasta que se convierta en una buena persona. Hago estas reflexiones cuando me vienen a la memoria dos madres muy dispares, pero las dos vinculadas a una misma tragedia: la madre de Diana Quer y la madre del asesino confeso de su hija. Y me pongo en la piel de ambas. Si fuera posible calcular la intensidad del sufrimiento, estas dos mujeres reventarían la escala, y el dolor de la madre de Diana, a quien le arrebataron un pedazo de sus entrañas, alcanzaría, si cabe, las cotas más elevadas. Pero a mí me sobrecoge todavía más la madre del asesino. Pienso en lo que barruntará al querer descubrir cómo se le maleó el hijo, o qué hizo mal para que se convirtiera en un monstruo, como ella misma verbaliza. Si me obligasen a elegir en esta macabra ruleta, nunca querría ser ella, preferiría ser la madre de Diana Quer: al menos ella podrá recordar a su hija como un ser maravilloso e incluso podrá fantasear con que su alma estará reencarnada en una estrella o en un ángel…En cambio, para la otra madre no encuentro palabras de consuelo. Que su hijo, ese ser tan abyecto, siga vivo incrementará todavía más su pena. ¡Ah! Y que conste que yo solo hablo desde el dolor de la empatía porque no he sido madre. Carmiña Vilariño (A Coruña)

Humor sin límites

Dicen que el humor es signo de inteligencia. Comparto esa opinión común. Sin embargo, cuando veo los derroteros por donde derivan muchos cómicos en la actualidad, me sorprendo al encontrar cada vez con más frecuencia los ingredientes de la necedad, la zafiedad y la insolencia. Quizá son los frutos recogidos tras décadas de un sistema educativo que deja mucho que desear. Si lo dicho hasta ahora es ya lamentable, más preocupante todavía es quizá la cantidad de aplausos que recibe este estilo de hacer comedia. Con razón dice el proverbio aquello de «la estupidez divierte al falto de inteligencia, pero el hombre prudente sigue su camino». Y es que ahora parece que todo vale y nada vale. Para hacer humor, no parece haber ya reglas de juego, y se ha confundido la libertad de expresión con decir lo que se piensa, sin pensar lo que se dice. ¿Dónde está el hombre prudente? Rubén Rodríguez Rubio (Pamplona)

¿Dónde envejeceremos?

La dependencia moderada o severa afecta al 32,2 por ciento de los mayores de 65 años y al 63,6 por ciento de los de más de 85 años. La mayoría desea vivir y morir en su casa con la máxima calidad y control de sus vidas. Para ello habría que adecuar sus viviendas para que fueran accesibles, seguras, amigables, adaptables a sus necesidades, que permitiesen la movilidad en silla de ruedas… Sin embargo, más del 50 por ciento de las viviendas tienen más de 50 años de antigüedad y el 35 por ciento no tiene, entre otras cosas, ascensor. Las administraciones deberían seguir facilitando recursos para las personas afectadas y sus cuidadoras y cuidadores, y así reducir las demandas de residencias con listas de espera excesivas: programas de servicio de atención a domicilio (SAD); ayudas técnicas; TIC (teleasistencia, domótica…); centros de día… Pero en muchas ocasiones los mayores se ven obligados a abandonar sus casas por situaciones de fragilidad, o de dependencia, o por el fallecimiento del cónyuge cuidador, o por estar atravesando dificultades económicas. Algunas alternativas podrían ser: apoyo en los descendientes (opción en franca regresión); residencias públicas (hoy insuficientes) y privadas (muy costosas); viviendas tuteladas y autogestionadas (el llamado cohousing); u otro tipo de alojamientos que ya existen y funcionan en el norte de Europa; hipotecas inversas... ¿Dónde demontre viviremos y moriremos? Fernando Serrano Echeverria, Eibar (Guipúzcoa)