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EL BLOC DEL CARTERO

Gistau

Lorenzo Silva

Martes, 25 de Febrero 2020

Tiempo de lectura: 8 min

Quiere la casualidad, o no, que al tiempo que se nos va, prematuramente, uno de los más brillantes colaboradores que ha tenido esta revista, David Gistau, abunden en este espacio de los lectores los textos que aluden a lo esencial de la existencia, la fugacidad de la vida y la necesidad de no perder de vista lo que de veras importa de lo que somos, hacemos y queremos. Entre otras cartas en esta línea, evoca una lectora en la ausencia a su madre, fallecida. Y la forma en que lo hace es una buena manera de recordar al compañero que se fue. Quienes nos alumbraron hacen algo más que quedar en nuestro presente: nos sostienen hacia el futuro y ante el final que a todos nos aguarda. Gistau sabía desprender luz incluso cuando escribía algo con lo que no estabas de acuerdo. Ahí es nada. Aquí sigue, iluminándonos. LA CARTA DELA SEMANA

Mi último DNI

He llegado puntual a la comisaría de mi distrito para renovar el DNI. El funcionario, muy amable, ha tomado mi foto, mis doce euros, y ha pasado a registrar mis huellas dactilares no con un tampón de tinta como en tiempos remotos, sino en un aparatito electrónico. Faltaría más. Mientras se hacían las copias procedentes, le he comentado lo difícil que es conseguir una cita por teléfono, y me ha dado la razón. Pero lo mejor vino al final, con su comentario afable, propio de un buen profesional de atención al cliente: «Bueno, este ya es el último, salvo que se lo roben o lo pierda. Mire el plazo que se le da: 01/01/9999». Y efectivamente comprobé que así sería porque difícilmente me iba a mantener yo en pie hasta que llegara ese lejanísimo año. Y sentí como un gran bofetón en la zona aún consciente de mi psique. Otro empujoncito más hacia el hoyo. Lo que puede dar de sí renovar tu DNI. Me recuperé pronto porque no soy de los obsesos con ese tema. Llegará cuando llegue. «Mira lo del pobre Kobe Bryant», me dije. De todas formas, tengo que echarle una pensada a ver si dentro de un par de años 'se me pierde' el DNI. Más que nada por hacerme otro, como cuando joven. Agustín del Pino (Madrid)
Por qué la he seleccionado... Por convertir, brillantemente, el trámite administrativo en recordatorio existencial.

Mi recuerdo

Mis recuerdos para ella, hace ya un tiempo que nos dejó. Ha pasado más de un invierno y a punto de finalizar otro. Aún nos frotamos los ojos, a la vez que vuelan las hojas del calendario, pero la vida continúa, la mía un poco más lenta, pero con paso seguro, porque las vivencias y las experiencias hechas con cariño son las que nos dejan 'poso' y te enseñan que todo en esta vida tiene un sentido, y que la ilusión hay que buscarla cada mañana. La vida de nuestra familia ha dado muchas vueltas, pasando del rojo al azul, o mezclando amarillo y verde, tan compleja, que nunca llegaremos a entender por qué no se puede volver a empezar de nuevo una vez que te encuentras de vuelta en la casilla de salida, como en una partida de parchís, pero sabemos que nos guía la mejor estrella del firmamento, la que se asoma por los montes de Zubiri y se refleja en el agua helada del río bajo el puente de la Rabia, en los inviernos más fríos. Por eso, ahora, al mirar al cielo podemos esbozar una sonrisa y dibujarte entre las nubes, agradeciendo todo el amor y cariño recibidos en tantos años, y dejándonos mimar desde ahí arriba. Va por ti, un beso, mamá. Maite San Román Goñi, Pamplona (Navarra)

¿Mañana existiré?

Nos pasamos la vida planificando el futuro. «Cuando sea mayor, quiero…»; «en un futuro, me gustaría hacer...»; «cuando me jubile...». Somos tan creídos que pensamos que vamos a durar de por vida y no nos damos cuenta de que, igual, planificar para mañana ya es tarde. Hay tantos días perdidos, tanto tiempo que pasamos haciendo cosas banales simplemente por pasar el rato. A veces estamos viendo la televisión y no sabemos ni para qué. Podemos hacer cosas por pachorra, sin ningún valor, o podemos aprovechar ese tiempo para dedicarlo a algo que merezca la pena. No digo que no se pueda ver la televisión, pero solo cambiando la mentalidad de la razón por la que lo haces ya puede ser un comienzo. Si, por ejemplo, estás viendo una serie porque no se te ocurre otra cosa que hacer, es probable que sea un tiempo desperdiciado. Sin embargo, el hecho de que tu mente diga «voy a verla, voy a estar atenta y a ver qué soy capaz de aprender», ya estás haciendo algo más productivo. Puedes fijarte en cómo hacen los planos, cómo habrán hecho el montaje... No sé, algo con lo que te entre curiosidad por las cosas. De esta manera, el día a día puede ser más interesante por si acaso al siguiente faltamos. Porque no nos damos cuenta, pero es así. Puede que esta semana sea la última y no lo sepas. Por eso, en lugar de ponerte metas a muy largo plazo, empieza por cambiar ciertos aspectos de tu vida 'ahora'; para que cuando ya no estés, tu vida no haya sido tan desperdiciada. No estoy escribiendo esto porque sea perfecta ni porque lo cumpla. Todo lo contrario. Por eso escribo esto, para ver si me sirve de algo a mí y al que lo lea. Edurne Murguialday, Estella (Navarra)

La agricultura y la España vacía

Somos una sociedad que vive de espaldas al mundo rural y, sin embargo, depende totalmente de él. A menudo veo a jóvenes modernos comiendo en restaurantes veganos, con sus ensaladas y sus smoothies, con la vista perdida en sus , cuya vida se cuenta y se vive en Instagram y Twitter, para los que el campo solo es un paisaje bonito para subirlo a la Red, pero que desprecian por feos los olores de los pueblos o la rudeza de las personas de campo. Los urbanitas vivimos en un mundo virtual, en una realidad ficticia. La gente del campo vive en la realidad de lo natural, de lo esencial. Pero su vida es cada vez más difícil: aislados, sin las comodidades y posibilidades de ocio que ofrece la vida urbana, y ahora sin la posibilidad de vivir dignamente de su trabajo, porque los precios de sus productos son cada vez más baratos. ¿Cómo queremos llenar la España vacía si cada vez hacemos más difícil la vida de quienes resisten en el campo? La palabra 'resistir' no es retórica: lo suyo es un verdadero acto de heroísmo. Si no se consigue fijar la población en el campo, en unos años la España interior se quedará totalmente vacía. Entonces ¿qué haremos nosotros? ¿De qué nos alimentaremos? No se puede vivir de las fotos de comida de Instagram. Quizá sea demasiado tarde. Elena Bernabé (Málaga)

Instinto primitivo

Ha empezado mal este nuevo año. En este momento, ya son seis las mujeres que han sido asesinadas por sus parejas o exparejas, en una escalada de violencia machista que no parece tener fin. En mis cavilaciones paranoico-metafísicas, llego al convencimiento de que, enfermedades aparte, esos comportamientos irracionales pueden tener su origen en el ambiente que nos rodea: el aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que comemos o los materiales y productos químicos que utilizamos en nuestro trabajo o en nuestro propio hogar. También puede ser que no consigamos procesar la cascada de información que recibimos diariamente y se colapsen nuestros circuitos cerebrales. O que tal vez desde la más tierna infancia ya apuntábamos maneras y comportamientos violentos –'cabroncetes' potenciales– que se desarrollaron con la edad. Algo tiene que ocurrir en nuestro cerebro para que emerja ese instinto primitivo: la agresividad, que subyace latente, contenida, amortiguada. Aunque, por alguna extraña razón que desconozco, es probable que se produzca una transitoria alteración genética que provoca ese comportamiento primario. En cualquier caso, todo lo expuesto es fruto de conjeturas personales –la ignorancia es muy atrevida–, carentes de todo fundamento científico. Roberto Núñez Porto, Vilagarcía de Arousa (Pontevedra)

¡Ya basta, FMI!

Hace tiempo que el Fondo Monetario Internacional elude sus principios fundacionales y deja ver su esencia. Es sabido que sus políticas se orientan más a promover un capitalismo cercano al neoliberalismo que mime a los más ricos que a «reducir la pobreza en el mundo entero». Por eso no asombra, pero irrita, que este organismo diga que España cuenta con pensiones generosas y que debe elevar aún más la edad de jubilación. En enero, la pensión media se situó en 997 euros y la cifra de desempleados, en 3.253.000. Estos señores gozan de contratos blindados, prebendas y altos salarios que todos pagamos. Viven alejados de la realidad y de la gente corriente, y antes de lanzar sus proclamas deberían probar a llegar a fin de mes con mil euros y después hablarnos de generosidad. Y cuando haya pleno empleo, y los mayores que están en el paro tengan oportunidad de trabajar, nos vuelven a contar lo de subir la edad de jubilación para que los jóvenes no deban esperar demasiados años a que los veteranos se retiren. Miguel Fernández-Palacios Gordon (Madrid)

No es más que la vida

Camina delante de mí, asida al brazo de su hija, con ese andar pausado que ofrecen la experiencia y los muchos pasos dados. Todo a su alrededor fluye con la rapidez de la gran ciudad, ruidosa y extrañamente moderna. Despacio, avanza con la templanza y el sosiego que dan las cosas ya hechas. La blusa es la de los días de gala –holgada en hechuras por su compra en otros tiempos– y la falda plisada, la de las ocasiones especiales. El bolso cruzado, la rebeca de perlé, el fular estampado y los zapatos de medio tacón. El paseo lo merece todo. Y es que son tantas las horas en las que desde el mirador observa a los viandantes mientras se mece en la silla que espera con inquietud el día semanal en el que puede ser uno de ellos. Avanzando calle arriba –donde nació–, para girar en la esquina, y desandar lo andado hasta donde ahora vive, observa y recuerda. Cada semana, un día; cada mes, cuatro; y cada año, el múltiple de lo vivido por doce. Y así desde que algunos dieron en llamarla 'jubilada'; otros, 'mayor'; y otros, 'abuela'. Siempre pienso en adelantarlas, porque nunca creí que se pudiera aprender tanto en tan pocos pasos. Pero ahora, una vez por semana, las observo meciéndome en la silla de la memoria mientras aguardo a convertirme en uno de ellos. Desde entonces, en sus paseos y en mis recuerdos sonríe, desdibuja con el índice derecho las lágrimas que con frecuencia recorren sus mejillas, saluda a uno y otro lado y se concentra en no caerse, al tiempo que exclama: «No es más que la vida». Luis Alberto Rodríguez Arroyo, Santo Tomás de las Ollas (León)