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EL BLOC DEL CARTERO

Residencias

Lorenzo Silva

Martes, 12 de Mayo 2020

Tiempo de lectura: 4 min

Son, como alguien ha dicho, la zona cero de esta epidemia entre nosotros. Quizá jamás conozcamos las cifras exactas, pero hay estudios que apuntan a que en las residencias de ancianos pueden haberse producido más de la mitad de las muertes por coronavirus, es decir, más de 10.000. Para dar con un desastre de esa magnitud, hay que remontarse mucho en nuestra historia, y las referencias nos remiten a acontecimientos que sacudieron los cimientos del país. Nos tocará hacer un examen profundo de lo sucedido y fijarnos sobre todo en aquellos que en medio de la debacle supieron enfrentar el problema y salvar a sus residentes. Casos hay, como nos cuenta una lectora. Su ejemplo es inspirador y a la vez una lección: sin duda una de las primeras que nos incumbe extraer de esta desgracia. LA CARTA DE LA SEMANA

La generación del silencio y la obediencia

Se les enseñó a obedecer y callar. Y sagrada obediencia a quien ostentara autoridad. Vivieron entre leyes y Tribunales de Orden Público. Han propiciado una nueva sociedad, un régimen constitucional y nuevas relaciones familiares. Han consensuado decisiones con los hijos e incluso cedido a sus propuestas y caprichos. Su generosidad les ha hecho abrirse a nuevas formas de entender la vida. La obediencia y el silencio no los hicieron intransigentes, sino empáticos. Y con esta maldita pandemia, ya mayores y con una obediencia monacal, acatan las restricciones que nuestras autoridades exigen. Y, siendo los más expuestos a esta pandemia, son testigos de cómo alrededor de su generación se cierra el círculo del silencio en la muerte y la despedida. En el momento de la muerte, alejados de sus seres más queridos. Sin una caricia, sin un beso, sin su compañía. En el momento de la despedida, sin el generalmente numeroso grupo de familiares, amigos y amistades. Su sino ha sido el silencio. Silencio que ahora heredan sus seres queridos para que los lloren, también, en silencio. Que un silencio sea homenaje, oración y un respetuoso reconocimiento a la labor que desempeñaron… En silencio. Eloy Fernández García (Pamplona)
Por qué la he premiado… Por darle voz a ese silencio que nos interpela más que cualquier palabra.

Mañana de primavera

Mañana de domingo. La residencia tiene un olor intenso a flores. Los abuelos van llegando a la cafetería, se encuentran con sus familiares. Observo a un señor de cierta edad tratar a su madre como a una niña: la besa, le coge las manos y le dice en voz baja que la quiere; todo es cariño. Al otro lado de la sala, una señora mayor llora desconsolada: al hijo se le han olvidado los dulces, el desencuentro entre ellos es muy llamativo. Al fondo, un abuelo, con su andador, solo; su mirada es de un niño abandonado. El amor compartido ha ido envolviendo sus vidas. En estos encuentros puedo ver esos lazos que los une, que pueden ser hermosos, de colores, de cadenas pesadas o quizá estén rotos. Cuán importante es ese amor cotidiano, el de las pequeñas cosas que perdura para siempre. Pilar Díaz, Mairena de Aljarafe (Sevilla)

O simplemente desinterés

Mi padre tiene 95 años y padece desde hace tiempo una insuficiencia cardiorrespiratoria crónica que requiere a menudo oxígeno y atención en el hospital. Desde hace unos meses está en una residencia de ancianos que tiene atención sanitaria las 24 horas. Como otras que tampoco salen en televisión, esta residencia no ha tenido ni un caso de COVID-19; se han adelantado desde el principio a las indicaciones del Gobierno y siempre han tenido un plan B que nos explicaron de antemano a las familias. Tomaron muy pronto medidas respecto a trabajadores y familiares, duplicaron los turnos de comedor para guardar las distancias, contrataron a nuevo personal si tenían bajas, redistribuyeron tareas… Con frecuencia, los felicito por su gestión tan eficiente. Sería necesario que tras esta pandemia se valore la gestión de estos centros para evitar en lo sucesivo la negligencia o mala organización de algunos y se revise si ha habido falta de personal, de medios de protección o simplemente desinterés hacia este colectivo tan vulnerable. El riesgo cero no existe, pero si los ancianos han estado bien atendidos y la gestión ha sido transparente es más fácil hacer el duelo cuando hay un desenlace doloroso. Soledad Torres. L'Eliana (Valencia)

Héroes anónimos

Esta semana tuve que realizar tres transferencias para mi empresa, a Hungría y México. Telefoneé a la central de la mesa de cambio de un banco en Madrid. Una amable mujer me atendió y buscó precio para los cambios de divisa. De pronto, oí quejidos de un bebé. Ya me habían comentado que teletrabajaban. Los quejidos aumentaron y la situación se volvió tensa. Dije que podía llamar más tarde, pero la mujer me dijo que no era necesario. No sé cómo lo hizo, pero calmó al bebé, me dio los tipos de cambio y referencias de las operaciones y completó el proceso con profesionalidad encomiable. Como ella, miles de personas trabajan solas en oficinas y hogares, cuidando a la vez de sus familiares, con incertidumbre ante su futuro. Pero siguen pagando nóminas, impuestos y facturas. No importan a nadie: nadie piensa en quién hay detrás cuando recibe la transferencia de su nómina ni en el trabajo que se realiza para ello, pero ayudan a que el país siga en marcha. Hoy mi aplauso va para ellos. Roberto Rodríguez Vesga (Bilbao)

Veterinarios

Se reconoce estos días a muchos profesionales. Pero hay un colectivo importantísimo que pocas veces se menciona: los veterinarios, que velan por la salud de todas las especies, incluida la humana. Inspeccionando y detectando enfermedades antes en animales y alimentos y librándonos de muchas y su transmisión. Si en China y otros países se hubiesen dado estos controles, no estaríamos así. Veterinario es ser sanitario vocacional. Amor con mayúscula por todos los seres vivos. Sus pacientes no hablan (eso dificulta su diagnóstico) ni aplauden ni agradecen ni reconocen a veces su interés en inspecciones alimentarias, y más si van incluidas de sanción por incumplimiento. Ser veterinario es una forma de vivir y una filosofía. Son sencillos, cercanos, sin presumir de su valía. Por eso, aquí va mi reconocimiento y gratitud. María Rosa Navarro Gómez, Torres de Berrellén (Zaragoza)