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EL BLOC DEL CARTERO

Dignidad

Lorenzo Silva

Martes, 16 de Junio 2020

Tiempo de lectura: 7 min

Es en los momentos en los que la adversidad se lleva casi todo lo demás cuando adquiere un valor especial el comportamiento digno y el digno trato a quienes se ven de uno u otro modo malparados por la fortuna. Es en momentos como estos, cuando tantas familias han perdido ya o van a perder sus ingresos, cuando tantos trabajadores públicos y privados han expuesto y en no pocos casos perdido su vida o su salud –o las de sus familias– para proteger o atender a otros por un sueldo que no lo compensa, cuando más cuidado debería tenerse de no incurrir en actos u omisiones que atenten contra la dignidad debida. Interpela un lector a quienes en este contexto dan en atribuirse altas ganancias particulares al calor de su currículo político. Decida cada cual cuánta dignidad les otorga esa operación. LA CARTA DE LA SEMANA

¿Un sistema agónico?

Continuamos siendo esclavos de las mismas iniquidades. Hoy vuelven a soplar los vientos cainitas que abocaron a nuestra nación a su más funesta hora: aquella guerra del 36, cuyo único resultado fue la completa desolación de España. Contemplo con pavor cómo la Comisión de Reconstrucción, supuestamente encargada de desarrollar medidas orientadas a paliar esta crisis, se ha convertido en un deprimente vodevil, interpretado por megalómanos que solo buscan el titular con hueras afirmaciones impregnadas de un falso carácter lapidario. Las interpelaciones peyorativas, la difamación y las exposiciones puramente acusatorias se han convertido en la raison d’être de la dialéctica parlamentaria, sustituyendo a la cortesía, la honestidad intelectual y la recta argumentación. La Historia juzgará severa o benignamente a los políticos de esta hecatombe sin precedentes, pero hoy, sin olvidar el pasado, la clase rectora ha de demostrar que su existencia trasciende a lo meramente ornamental. Estimados dirigentes, aspiren a la consecución de la Politeia o actúen como diques de contención ante la paulatina degeneración de nuestra democracia. Miguel López Ortiz, Sevilla
Por qué la he premiado… Por si sirve de aviso a navegantes y, sobre todo, a timoneles.

Teletrabajo, ¿nueva forma de esclavitud?

Nos intentan vender el teletrabajo como la nueva panacea. Tú trabajas en casa, la luz la pagas tú, no la empresa, igual que Internet; el local lo pones tú, no la empresa, y si tienes que imprimir, la impresora, la tinta y el papel, también los pagas. Hasta llegará el caso de que tengas que aportar el ordenador. Por tanto, una empresa de diez o cien trabajadores puede dejar de pagar el alquiler de una oficina, la luz, el material e incluso los ordenadores. El siguiente paso será pasar a todos los trabajadores de teletrabajo a autónomos, ya que no trabajan en la empresa, sino desde su casa y pueden facturar por horas. Supongamos la utopía, ¿distopía? de que un 80 por ciento de la población pudiera teletrabajar. Aquí meto que pudieras hacer las zanjas de la calle desde casa, que el súper pudiera enviar a la gente a sus hogares y desde allí servir los pedidos, y se pudieran cultivar lechugas en macetas desde las viviendas, y que, en el colmo de los colmos, el bombero se llevara el incendio a su casa para apagarlo. En este caso, la gente no compraría coches –más parados–; los autobuses, metros y similares tendrían que reducir plantillas –más parados–; la gente no saldría de su casa para trabajar –más parados–; gasolineras cerradas –más parados–… Esta panacea será para los de siempre. Francisco Melper Chamero. Mataró (Barcelona)

Indignidad

Los médicos residentes contratados por el Institut Català de Salut han visto jibarizados sus sueldos tras haberse expuesto heroicamente al contagio de la COVID-19 en una situación de emergencia sanitaria con una precaria prevención de medios de protección y con elevado riesgo letal. Tienen un sueldo base de mileurista después de haberse quemado las cejas unos catorce años de titánico esfuerzo, estudio y capacitación y las horas de guardia intersemanales se las retribuyen a los miserables 3,6 euros por hora. Un reparador a domicilio suele facturar entre 40 y 50 euros por hora. La hora de trabajo de un taller de reparación de coches oscila entre 70 y 80 euros. Enagás nombra como Consejeros a Montilla, Blanco y Gallego, respectivamente, expolíticos militantes del PSC, PSOE y Podemos, con la sarcástica etiqueta curricular de ser «independientes de reconocido prestigio», asignándoles unos emolumentos de 160.000 euros anuales más complementos en otro ejemplo paradigmático de las puertas giratorias. Por cierto, designaciones incompatibles en otros países de nuestro entorno. Los ERTE no llegan, los ICO se ralentizan en una enrevesada burocracia desesperante. La llamada 'paguita' aún no se ha implantado. La factoría de Nissan cierra. Las colas del hambre aumentan. Los responsables del ramo o carecen de vergüenza o no tienen dignidad ni conciencia. A los finiquitados aplausos solidarios sucede una atronadora indignidad. José María Torras Coll. Sabadell (Barcelona)

Patria

Hoy hemos hundido bajo tierra a la madre de mi amigo y él no ha podido estar. Me apetece contar que tuvo que emigrar para desarrollar su carrera profesional, y que por eso no ha podido despedirse de ella. Y me apetece contarlo porque forma parte de esta España en la que yo me reconozco. Alejada de histrionismos, exigencias de libertad (en libertad), enfrentamientos y exención de responsabilidades. La España que lejos de criticar todo lo que se desconoce, asume, con la sobriedad que nos caracteriza, que a veces la vida es así de jodida. Raúl Guadián Delgado, Palencia

Mi plan

Soy publicista. Primero, lo siento. Segundo, allá vamos. Las noticias estos días son repetitivas. Más allá del ajetreo en los telediarios, para mí poco. Hay un plan. Soy creativo y pienso. Hago cosas y gano premios. «Soy bueno», digo. «Eres bueno», dicen. Las horas muertas se tornaron útiles al invertirlas en terminar mi novela. Preciosa. Salinger, te voy a reventar. Solo queda la revisión ortográfica y enviarla a la editorial. La van a comprar rápido. Esto no me afecta. Lo siento. Todo sigue el plan. Pero aplaudo, eh. A veces, al menos. Nos llaman mis jefes. De pronto, hay un ERTE y estoy dentro, quizá yo sea la R o quizá la T, pero que me ha pillado está claro. Procesos. Palabras. «Lo siento». Lo sé. Pasa mucho, pero para unos pocos. Me propuso mi jefe que escribiese. «Acabo de terminar un libro», dije. Asintió. «Ten un plan». Ya lo tenía. Ya no lo hay. Fin del plan. Yo pregunto. Me responden silencios largos y algo incómodos. Al final desisto. Voy y vuelvo entre palabras. Concluyo que seré un peón. Uno con muchos premios, pero, si alguien los quiere, se los vendo. Quieren que espere. Nada de pensar en publicidad. Es como si me castigasen sin jugar a lo que más me gusta. Me corre el paro. Mi paro es Usain Bolt. Podría publicar mi libro. Es un mal momento. De enviarlo ahora, se quedaría en una pila de alguna editorial. Esperaré. Salinger, vas ganando. No soy de los que se quedan a observar. Empecé a escribir algo nuevo. Me llamará alguna editorial pronto. Alguien querrá hablar de mi libro porque habrá leído esto. Volveré a mi trabajo dentro de poco. Me ascenderán. Ganaré un Grand Prix. Me van a subir el sueldo y hasta hacerme socio. Tengo un plan, pero en realidad no. Antes sí. Ya no es más que un deseo. Es un sueño. Es una mierda. Cano Ballesteros. Madrid

Retorno a la serenidad

Los pensionistas de clase media tenemos que plantearnos  cómo estamos, qué se avecina y qué podemos hacer tras la desescalada en la que lo primero es la salud, que está solapándose con lo segundo, posiblemente, la madre de las crisis económicas. Sugerimos algunas medidas: ayudar a los allegados, ya que la situación del paro será igual o peor que la del 2008; envejecimiento activo, venciendo el 'síndrome de la cabaña', saliendo de casa para comprar y consumir localmente; participar en los movimientos para defender el poder adquisitivo de los pensionistas, ya que el Estado se está endeudando excesivamente y no habrá dinero para todos con el riesgo de subir todavía más nuestros impuestos. Las asociaciones de pensionistas se tendrán que replantear en función del contexto sus demandas y las formas de movilización para recuperar la unión del pasado y poder influir; no perder el tiempo criticando a los políticos, ya los valoraremos en las elecciones; plantearnos cómo podemos servir mejor a la sociedad; mantener los buenos hábitos adquiridos; actuar para que nos recuerden como quisiéramos… Fernando Serrano Echeverria. Eibar. (Guipúzcoa)

La opinión del odio

Una de las cosas más importantes que me ha enseñado el debate es que casi todo es defendible. Cualquier postura, sobre cualquier tema, tiene sus fortalezas y sus debilidades. Por supuesto, esto mismo ocurre en cada uno de los centenares de microdebates que surgen diariamente en medios y redes sociales y más en estos tiempos de incertidumbre. Que si un partido, que si el otro, que si Sánchez bien, que si Sánchez mal, que si Monarquía, que si República ... y qué tan incansable etcétera. Supongo que, debido a nuestras ansias de reconocernos partícipes de algo, nos sentimos automáticamente impulsados a adquirir una posición cada vez más polarizada y estricta en todos ellos. Nos casamos con una ideología (o peor, con un partido) y nos cegamos ante cualquier incongruencia en todo lo relacionado con ella. Vemos la paja en el ojo ajeno, y no vemos la viga en el nuestro, preferimos tirar piedras al contrario a ver que ni los que los que piensan como uno están tan en lo cierto ni los que discrepan están tan equivocados. Por desgracia, el odio hacia algo hace más fuerte a una idea colectiva, así que por ahora, y supongo que por siempre, nos centraremos más en ver qué nos separa del otro que lo que nos acerca. Al fin y al cabo, el odio es uno de los pilares de todo pensamiento político, ¿no? Adriana Lado López. A Coruña