Borrar
EL BLOC DEL CARTERO

¿Teleaturdidos?

Lorenzo Silva

Martes, 02 de Marzo 2021

Tiempo de lectura: 7 min

El exitoso negocio de las plataformas audiovisuales ha irrumpido en nuestras vidas para cambiar nuestros hábitos de ocio e incluso para adueñarse de buena parte de la conversación, tanto pública como privada. Hay quien ha dejado de leer –o lee menos que antes– para ver series, quien nunca leyó ni leerá pero cree que por ver la serie «inspirada en» es como si leyera, y hasta vicepresidentes del Gobierno que tiran de la serie X o la serie Z para explicarnos los conceptos, en lugar de acudir, pongamos por caso, a Sócrates, Cicerón o Montaigne. Se pregunta una lectora si la potencia del negocio, por los recursos económicos y tecnológicos que mueve, no nos estará llevando a consumir acríticamente cualquier cosa, esto es, si no habrán encontrado otra forma de exprimirnos y aturdirnos. Respóndase cada cual.

LA CARTA DE LA SEMANA

Copenhague

Pronto quise ser anestesista. Cuando jugaba a rugby, estudiando Medicina, nos hablaron de la polio. En 1952, Copenhague se vio azotada por la peor epidemia de poliomielitis de la historia. El hospital Blegdam se llenó de pacientes que se ahogaban en sus secreciones con los músculos respiratorios paralizados. Cincuenta ingresos diarios. Mortalidad, 87 por ciento; la mayoría, niños. Un hospital desbordado y una sociedad hundida necesitaban de la audacia de Björn Ibsen, anestesista que tomó una decisión polémica. Decidió que a todos los enfermos deberían hacerles una traqueotomía y por ella ventilar con una bolsa de plástico llamada 'ambú'. Todo el personal, incluidos los estudiantes, ventilaron 267 pacientes las 24 horas. La mortalidad bajó al 42 por ciento y surgió la primera Unidad de Críticos Pediátricos del mundo. Por eso quise ser anestesista y conocer Copenhague, pero el trabajo, la familia y el linfoma pospusieron el viaje. El año pasado apareció la COVID-19. Con el hospital desbordado de nuevo, los anestesistas recorrimos el camino inverso de Ibsen, habilitamos espacios insospechados y metimos en el quirófano a los enfermos críticos. Ayer fue una mala guardia. A las 5:35 oí a mi amiga María, anestesista y compañera de guardia: «¡Urgente, cama 23!». Acudí somnoliento, las enfermeras, auxiliares y celadores alrededor de la cama le susurraban con ternura al paciente: «Estaremos contigo cuando despiertes». Miré a María, nos entendimos enseguida. De repente caí en un pequeño detalle: sus manos ventilaban al paciente con un ambú y comprendí que por fin había podido llegar a Copenhague...

Antonio Abengochea Cotaina. Valencia

Por qué la he premiado… Por la lección de historia, de la medicina y de la reconfortante solidaridad humana.


Pago de deudas

Seguro que sabéis que por la crisis generada por el coronavirus hemos necesitado que la Unión Europea nos ayude; en concreto, con 140.000 millones de euros. Pero ese dinero no es un regalo, habrá que devolverlo en gran parte. Y ¿a que no sabéis quién tendrá que pagar? Pues nosotros, los que dentro de varios años nos vayamos a jubilar no a los 65, como se hace hoy, sino a los 70 como pronto. No escribo para quejarme, pues entiendo que ese dinero es muy necesario, sino para que sepáis que cuando llevéis 35 años trabajando aún os quedarán otros 5 o más. Miguel Huerta. Correo electrónico 

Problemas quijotescos

En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre prefiero no hacer mención, nos encontramos tú y yo. Mientras, te pregunto: ¿no crees que nos estamos volviendo un poco locos? Pero no por leer libros de caballerías, como le pasó al famoso hidalgo. Y tampoco se reduce a ti y a mí en tierra de Castilla. Pero ¿por qué? Resulta que, al igual que el Caballero de la Triste Figura perdió la cabeza por leer tantas historias de héroes y princesas, temo yo que el streaming nos acabe desquiciando a todos... Cada vez somos más los que dedicamos irrecuperables horas frente a una pantalla, viendo esa plataforma de series en la que decidimos malgastar nuestro tiempo. «Y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio». Y puede que el sobreconsumo de series todavía no haya conseguido que nadie luche contra un molino de viento. Pero eso no quita que la teledependencia se esté convirtiendo en un problema serio. No hace falta ser médico para saber que esa necesidad imperiosa de consumir cierto contenido, que más que honrar al séptimo arte lo degrada, no puede ser sano. En un presente donde triunfa «la pereza sobre la diligencia, la ociosidad sobre el trabajo, el vicio sobre la virtud, la arrogancia sobre la valentía»...Don Miguel, que mal presagio nos tenías preparado. Nos dedicamos a ver una teleficción que maleduca los gustos y que genera adicción a un contenido insulso. ¡Veamos menos series y dediquémonos más a la realidad, que tanto necesita de caballeros andantes que tomen la iniciativa! Tampoco es cuestión de erradicarlas... Simplemente, hagamos como Sancho, y aceptemos los consejos del sabio refranero español: «lo bueno, y breve, dos veces bueno».

Marta Mazzuchelli. Pozuelo de Alarcón (Madrid)


Casos aislados

En enero del año pasado, todos los españoles vimos la primera aparición de Fernando Simón en una rueda de prensa y empezó anunciando que el COVID-19 no tendría un impacto en la sociedad española y que serían unos casos aislados. Hoy ha vuelto a salir diciendo lo mismo de las cepas británica, sudafricana y brasileña, «unos pocos casos aislados». La cepa original contagió en España a 3.041.454 personas y causó 64.217 fallecidos. Si son aislados 3.041.454 casos, no sabemos dónde meterlos.

Javier González Marcos. Pozuelo de Alarcón (Madrid)


El primer San Valentín

Le vi entrar en el cementerio con porte digno, pero con ese arrastrar de pies que denotaba fatiga, y una gran tristeza. Su pelo blanquísimo y sus ojos, dos faros azules brillando por encima de la mascarilla, me contaban que las  décadas vividas debían de ser muchas. El precioso ramo de rosas rojas ondeaba como un tembloroso barco entre las lápidas. El hombre se detuvo casi a la entrada y lo depositó con cuidado encima de una inscripción. Le oí murmurar, quizá una oración, unas palabras, o ambas cosas, se podía tocar el amor que irradiaba. Después de un rato se fue,  y muy conmovida me acerqué a leer lo que podía en esa piedra de granito gris: «Marina Blanco, 75 años, se la llevó el covid el 30 de marzo del 2020, su amado esposo la tiene en su corazón». Entonces entendí que era el primer San Valentín que no estaban juntos, que seguro que no se habían podido despedir, y lloré. Mar Eguiluz Blanco. Madrid

Qué es la violencia

Nuestra noción de violencia ha sido modelada por lo que se nos presenta como tal en portadas de periódicos y titulares de telediario. En su forma más obvia es una rodilla clavada en el cuello, una turba que asalta el Capitolio, fuerzas del orden que arrastran manifestantes o arramblan con urnas de voto. Sin embargo, estamos rodeados de otras formas de violencia menos evidentes, casi imperceptibles debido a su diacronía, pero más perniciosas por la amplitud y duración de sus efectos. En los años sesenta, el sociólogo noruego Johan Galtung acuñó el término 'violencia estructural' para definir este fenómeno. Hace una década, Rob Nixon añadió un vocablo, slow violence. En la violencia lenta, la mella llega con los años y, si bien los autores pueden no ser evidentes, las víctimas sí se distinguen. Tiene lugar cuando una sociedad perjudica a sus ciudadanos a través de las desigualdades sociales o sanitarias, el racismo, el sexismo... El impacto es tangible, pero la culpa es difícil de atribuir. Puede etiquetarse como violencia estructural la permisividad de la legislación medioambiental, que llega a crear geografías tóxicas; la atrofia de los mecanismos de ascenso social, que lastra sanas ambiciones o impide escapar de la pobreza; el capitalismo de amiguetes, que lucra a unos pocos pero merma el potencial de creación de riqueza para el país. Aunque lo difuso de estas violencias hace que escapen al alcance del enjuiciamiento, tanto la acción política como un periodismo de menos calco y más reflexión pueden ayudar a mitigar este velado ensañamiento del sistema contra los que menos se lo pueden permitir. Jesús Manuel Suárez Liste. Crassier (Suiza)

Democracia retrógrada

Durante años, me he resistido a afirmar aquello de que «cualquier tiempo pasado fue mejor», porque no lo creía y porque puede haber algún aventajado que entienda que te refieres a los años anteriores al denominado 'régimen del 75'. Pero nuestros abuelos y padres, que vivieron los años anteriores y posteriores al mismo, nos dedican miradas de condolencia mientras sopesan nuestro futuro. Y es que, a pesar de que muchos de ellos perdieron entonces algunas o todas sus libertades, no alcanzan a entender cómo hemos podido llegar a perder las nuestras, cuando su cometido –construir una democracia– era mucho más arduo que el nuestro –mantenerla–. Pero la explicación es sencilla. Su idea de país la hemos multiplicado por diecisiete, con posibilidad de desgajes territoriales dolorosos. Sus objetivos comunes son ahora partidistas, incluso sectarios. Su patriotismo –que entonces no tenía connotaciones peyorativas– es nacionalismo exacerbado; su religión –fuera la que fuera–, ideologías radicalizadas; su bipartidismo, política fragmentada y estéril; y su parlamentarismo, un hemiciclo de mala educación y escasa preparación. Así las cosas, no es de extrañar que observen con preocupación nuestro devenir, aconsejándonos que al menos tengamos la prudencia de no volver al punto del que ellos tuvieron que partir. Luis Alberto Rodríguez. Santo Tomás de las Ollas (León)