Él estuvo allí, en el lugar y el momento precisos. Durante cuatro décadas en el Servicio Exterior, abrió la primera grieta en el Muro, le hizo de traductor a Franco, nos metió en la OTAN y gestionó lo que él llama la vanidad nacional . A 25 años de la caída del Muro, con libro de memorias bajo el brazo, nuestro último embajador en la RDA escarba entre su larga lista de recuerdos.

Aquella noche del 9 de noviembre de 1989, este diplomático abrió la primera puerta que permitió a los alemanes orientales cruzar al lado occidental.

Funcionario de exteriores entre 1957 y 1996, Alonso Álvarez de Toledo pasó por la ONU, Washington, París, México, Ginebra o Berlín, además de ejercer como jefe de protocolo del Estado o, como dice él, gestor de la vanidad nacional , ante la cantidad de políticos que lo perseguían para aparecer en la foto . Los nombres de Franco, Reagan, Honecker o los presidentes de nuestra democracia resuenan con familiaridad en boca de este jubilado de 83 años. El autor de Notas a pie de página. Memorias de un hombre con suerte [editorial Marcial Pons Historia] nos revela algunos episodios memorables de su aventura diplomática.

XLSemanal. ¿Cómo es eso de que tiró abajo el Muro de Berlín?Alonso Álvarez de Toledo. Hombre [se ríe], el Muro iba a caer igual, pero sí contribuí al primer empujón. Eso, al menos, me confesó el oficial al mando del checkpoint de Bornholmer Strasse, el primero que se abrió la noche del 9 de noviembre de 1989. Pero vamos, ¡señor embajador, no se crea usted que tiró abajo el Muro de Berlín! [Se ríe].XL. La apertura de ese paso marcó el inicio de la caída del Muro. ¿Qué hizo? A.Á.T. Nada, estar allí. La gente había oído decir en la tele a un miembro del Comité Central que las restricciones para viajar al extranjero habían sido derogadas, y muchos salieron disparados hacia el Muro. Yo andaba esos días con un equipo de Informe semanal y, al llegar, me acerqué al jefe de Policía, me identifiqué y el hombre pensó que yo quería cruzar. Para él era un papelón. Si me abría la puerta solo a mí, por ser embajador, delante de toda aquella muchedumbre, lo matan. Así que pidió instrucciones y, como ningún superior le respondía, mandó todo a hacer puñetas y dejó cruzar a la gente. Fue el primer paso fronterizo que se abrió. XL. ¿Llegó a tratar con Erich Honecker?A.Á.T. ¡Uy, sí!, y le dije algo en la Feria de Leipzig que le sentó fatal.XL. ¿No se mordía usted la lengua cuando era necesario?A.Á.T. [Se ríe]. ¡Oh, claro que sí! Ese es un principio básico de la diplomacia, pero es que tratar con los líderes de la RDA era surrealismo puro. A Honecker le dije que España estaba muy contenta con la relación de las empresas españolas con la RDA, pero que se podía mejorar. Eso fue todo. Lo juro. Pues años más tarde encontré el incidente en los papeles de la Stasi como si le hubiera hecho una crítica intolerable. Aquellos señores eran terribles, no querían que nadie se diera cuenta de cómo eran. Era una mentira continua y total.XL. ¿Se creían sus propias mentiras o decían una cosa y pensaban otra?A.Á.T. Mire, el hijo del primer ministro de Somalia, que tenía una beca allí, me dijo un día. Aquí me tratan muy bien, porque están en buenas relaciones con mi padre, pero el comunismo este ¡no se lo cree ni Honecker! [se ríe].XL. ¿Había mucha diferencia entre Berlín y el resto del país?A.Á.T. ¡Y con el resto del bloque soviético! En Berlín había rumanos, búlgaros, kazajos , y todos me decían que no había nada como la RDA, que aquello era la utopía socialista y que me fijara en los escaparates y en los enormes supermercados donde había una marca de cada cosa. Cuando la había, claro. Imagina cómo debían de ser Kazajistán, Bulgaria o Rumanía.XL. Trabajó para el régimen de Franco. ¿Qué reflexiones hacía en la época?A.Á.T. Yo tenía espíritu de servicio al Estado y, cuando llegué, el régimen ya se estaba abriendo. En Exteriores, nuestra tarea consistía en decir. Este niño será guapísimo cuando tenga 20 años. Espere usted, que pasa un mal momento . Sabía que España iba a cambiar.XL. ¿Sabía lo que pasaba en España?A.Á.T. Bueno, el mundo entero estaba poniendo verde a Franco y, oye, con razón, pero nuestro trabajo era contárselo al ministro. Y decírselo así, a pelo, no le iba a sentar muy bien. Y luego imagina la papeleta del ministro que tenía que decirle a Franco. Excelencia, no me fusile más gente ni me meta en la cárcel a un señor por escribir algo que le disgusta que en el exterior tiene una repercusión brutal .XL. ¿Trató directamente con Franco?A.Á.T. Lo veía casi siempre de lejos, aunque le hice dos veces de traductor. Primero, con el líder laborista George Brown en 1958; y 13 años después, con Sir Alec Douglas Home, titular del Foreign Office, a quien Franco dijo, al tratar de Gibraltar, que de abrir la verja ni hablar. Pero a su manera, sin estridencias.XL. ¿Qué quiere decir?A.Á.T. Que saber lo que pensaba Franco era una tarea casi imposible. Le oías hablar y no parecía muy listo, pero luego reflexionabas sobre lo que había pasado y caías en la cuenta. Pero si el tío se ha salido con la suya [se ríe]. Claro que, para ganar una guerra y quedarse 40 años, tonto no podía ser.XL. Como funcionario, más tarde sirvió al PSOE. ¿Le recriminaron su pasado?A.Á.T. Nada reseñable, pero sé que Fernando Morán no me apreciaba por mi papel en la adhesión a la OTAN.XL. Siempre se ha dicho que entramos de tapadillo. ¿Lo confirma? A.Á.T. Sí, totalmente. Se hizo en domingo y con prisas. Yo trabajaba en Washington y el 28 de mayo de 1982, un viernes, desde Madrid me ordenaron cerrar el tema del ingreso con urgencia, porque la semana siguiente el PSOE quería revisar todo el asunto en el Congreso tras el apoyo de la Alianza a los británicos en las Malvinas.XL. La adhesión se firmó el domingo 30 de mayo. ¿Se remató todo en dos días?A.Á.T. ¡Imagínese! Andaba desesperado. Por suerte, conocía a un director general en el Departamento de Estado y lo llamé. Me dijo que, obviamente, en fin de semana era imposible. Le dije que, si no conseguía formalizar todo para el domingo, adiós a mi carrera. Pues como me apreciaba, me ayudó y el domingo ingresamos en la OTAN.XL. De aquel acto con mínimo ceremonial , informó la prensa apenas dejó constancia una fotografía de usted entregando los documentos A.Á.T. Es que Para que se haga una idea, al llegar al Departamento de Estado, nadie salió a recibirnos y subimos con las señoras de la limpieza. Por suerte, no había cámaras al salir del ascensor [se ríe].XL. ¿Cuántas veces deseó soltarle a alguien cuatro frescas?A.Á.T. Muchas, sí, pero debes morderte la lengua y subordinarte a los intereses del país al que representas.XL. ¿Del país o del Gobierno de turno?A.Á.T. En España es más la segunda opción. No hay forma de mantener una posición constante en ámbito alguno. El nuevo pasa años despotricando contra el anterior y, claro, tiene que cambiarlo todo. Así nos luce el pelo.XL. No percibo de su parte mucho cariño hacia el político español A.Á.T. El problema en España es que nadie conoce a los diputados que elige. Solo al cabeza de lista. Y cuando los políticos no necesitan dar la cara. peligro. Aquí el único que se compromete es el líder y, aun así, eso no implica cumplir sus compromisos. XL. Pensando en política exterior, ¿cuál ha sido el Gobierno con más carencias?A.Á.T. El de Adolfo Suárez fue puro tercermundismo en su vertiente internacional. Es lógico. No vivió fuera de España y solo leía la prensa nacional que decía que nuestros amigos eran latinoamericanos y árabes y que el liberalismo de Francia, Alemania, Inglaterra y los Estados Unidos era antiespañol.XL. ¿Y el Gobierno con más peso?A.Á.T. Felipe González fue alguien con gran sentido de Estado. Natural, no creaba tensión ni era rebuscado ni imponía su voluntad Hay otros que enseguida muestran quién manda. Él no. Lo sé porqué ejercí bajo su gobierno de jefe de protocolo del Estado o, como yo lo llamo, de gestor de la vanidad nacional. XL. ¿Y eso? A.Á.T. Verá, era el año 92, los Reyes viajaban mucho por España y todo el mundo quería salir en la foto. Recuerdo a un subsecretario que me llamó para saber a qué hora y a qué aeropuerto llegaban al día siguiente. Pues voy a recibirlos, se abre la puerta y ahí está el sujeto, en el avión, con los Reyes. O el ministro que te decía. A ver si mañana me pones a fulanito cerca de los Reyes . En fin XL. ¿Y cómo ve a Rajoy en Exteriores?A.Á.T. No lo veo. A ver si de una vez nuestros dirigentes hablan idiomas. Recuerde aquella imagen de Zapatero en soledad en la cumbre de la OTAN. ¡Lamentable! XL. ¿Cuál ha sido su principio rector en el ejercicio de la diplomacia?A.Á.T. Lo principal es ganarte la confianza del otro Y conservarla, claro.

MOMENTOS INOLVIDABLES DE UNA VIDA DIPLOMÁTICA

Un domingo en la OTAN

En la OTAN entramos en domingo y con prisas. De hecho, al llegar al Departamento de Estado para formalizarlo, nadie nos recibió y subimos en el ascensor con el personal de limpieza. Por suerte, no había fotógrafos que inmortalizaran el momento .

Franco no hablaba inglés

Le hice dos veces de traductor. La segunda, con Alec Douglas titular del Foreign Office, me lie. hablé a Franco en inglés y a Sir Alec en español. Por suerte, se rieron. Las dos veces, Franco se quedó en silencio hasta ver que el inglés se impacientaba. Solo entonces empezaba a charlar .

Incredulidad a la alemana

Los alemanes del Oeste no se creían lo que veían. Un funcionario me dijo. ‘Nunca pensamos que el país estuviera así. ¡Si eran alemanes!’. Es decir, como tales debían trabajar, tener todo en orden, no mentir Y aquello era un desastre .

Un minuto con Ronald Reagan Una vez que pasaban los Reyes por Washington solicitamos cita con él. Nos dieron un photo opportunity. Es decir, se hizo la foto con los Reyes y dijo. ‘Me voy, que he de hacerme otra, no sé con quién’. Se decía que era un pelele. Era la fachada, el comunicador .

Berlín Año 0

El Muro de Berlín cayó la noche del 9 al 10 de noviembre de 1989. Alonso Álvarez de Toledo (derecha) contributó a la apertura del primer puesto fronterizo en el lado oriental de la capital alemana

«Lo de la RDA era puro surrealismo. A Honecker le dije una cosa de lo más inocente y se lo tomó como una crítica intolerable»

«Era casi imposible saber lo que Franco pensaba. Le oías hablar y no parecía muy listo, pero siempre se salíacon la suya»

«En el 92, todo el mundo quería salir en la foto con los Reyes. El ministro me pedía. ‘Oye, que se vea a fulanito'»

PARA SABER MÁS Notas a pie de página. Memorias de un hombre con suerte, por Alonso Álvarez de Toledo. Editorial Marcial Pons Historia.

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