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Cuando el tren no sale Así funciona el lucrativo negocio de robo de cobre que causa cancelaciones en el AVE

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Electricidad, agua, comunicaciones, transportes… el cobre sostiene nuestra civilización. Por eso es tan cotizado. Solo en España se produce un robo cada hora. Así funciona un negocio millonario impulsado por la voracidad de la economía china. Si su tren no sale cuando debía, la respuesta puede estar en el maletero de un coche...

Lunes, 08 de Agosto 2022

Tiempo de lectura: 6 min

Cinco minutos de histeria. De lunes a viernes, entre las 12:30 y las 12:35. Son los cincos minutos que marcan el precio mundial del cobre en la Bolsa de Metales de Londres, una institución con 140 años.

Esto es la City, no Wall Street. Las reglas del decoro son decimonónicas. Los corredores no pueden mascar chicle ni quitarse la chaqueta; la camisa, abotonada; los zapatos, lustrosos… Son los señores del ‘anillo’ (The Ring), la sala circular donde se comercia. No pueden levantar el culo del sofá rojo en el que negocian sentados, bajo multa de 500 libras. Si lo hacen, la transacción no se considera válida. Si alzan la voz, tampoco. Solo les está permitido gritar las órdenes de compra en los últimos 30 segundos de esos cinco frenéticos minutos.

La cotización del cobre es un termómetro de la economía mundial. La legal y la ilegal. De sus fluctuaciones depende casi matemáticamente que los robos de esta materia prima suban o bajen en todo el planeta. Porque el cobre sostiene nuestra civilización: la electricidad, el abastecimiento de agua, los transportes y las telecomunicaciones dependen de este metal conductor. Así que el negocio global del cobre conecta Finsbury Square, sede de la Bolsa londinense, con el poblado chabolista de El Gallinero, a las afueras de Madrid, donde la guardia civil entra con caballos y helicópteros cuando hace una redada. Y cientos de kilómetros de cobre robados en las vías del AVE en Cataluña acaban en la ciudad de Guiyang, capital de la provincia más pobre de China, que Alibaba y otros gigantes tecnológicos pretenden convertir en el Silicon Valley de Asia.

El mundo consume 23 millones de toneladas de cobre al año, el doble que hace dos décadas

El precio del cobre ronda los 7 mil dólares por tonelada. Llegó a superar los 10.000 en 2011. Cayó en 2015 por las dudas sobre la economía china, que acapara un tercio de los 23 millones de toneladas que consumen el mundo, y los analistas se temían una recesión. Luego repuntó de nuevo. Y los robos también volvieron a cotizar al alza.

En España se producen 390.000 toneladas anuales. La mitad proviene de las minas de Huelva y Sevilla y el resto del reciclado, explica Diego García Carvajal, del Instituto Europeo del Cobre. Es un material estratégico, se recicla con facilidad -basta con llevarlo a una de las seis fundiciones que hay en el país- y tiene una vida ilimitada. Los españoles consumimos 310.000 toneladas. Así que sobran 80.000 toneladas, que se exportan. Hasta aquí, el negocio legal.

El ilegal va viento en popa. En 2015 [últimos datos oficiales] la policía recuperó en España 2560 toneladas, con un precio en el mercado de 15 millones de euros. Casi cada hora se produjo un robo: 8150 sustracciones en total. Hubo más de 1000 detenidos. Pero es difícil que los ladrones acaben en la cárcel. Así que les sale a cuenta. El principal peligro que corren es el de electrocutarse. Se han producido varios casos.

En los dos últimos años, los trenes españoles han sufrido 600 horas de retrasos por culpa de estos robos. Está en riesgo la seguridad de miles de viajeros

Los robos se perpetran en el tendido eléctrico, transformadores y subestaciones, huertos solares, catenarias, líneas telefónicas... Y afectan sobre todo al ámbito rural, más complejo de vigilar. De las explotaciones ganaderas se llevan los motores, los grupos electrógenos, las placas solares... Hay aldeas gallegas que se han quedado sin Internet y teléfono varios días. Y basta con tirar una farola para llevarse cientos de metros de cable.

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Un delito en alza. El robo de cobre es un delito en alza y que se extiende a nivel mundial. Sin embargo, es difícil que los ladrones acaban en la cárcel. El mayor peligro que corren es electrocutarse.efe

Para Adif, gestora de nuestra red ferroviaria, es un quebradero de cabeza. El robo de cable afecta tanto al trazado convencional como al de alta velocidad. Los trenes españoles sufrieron 600 horas de retrasos entre 2015 y 2016 por los robos.  No solo son las molestias, también se pone en peligro la seguridad de los viajeros. En esos dos años se robaron 338 kilómetros de cable, la distancia entre Madrid y Logroño.

Y el problema es mundial. Los ingleses elevaron las penas e incluso pagan recompensas por pistas sobre los delincuentes. Scotland Yard ha llegado a considerar el robo de cobre su segunda prioridad, tras el terrorismo. La policía canadiense tiene una unidad especial para combatirlo. En Estados Unidos, el FBI alertó del aumento del riesgo en sus infraestructuras críticas. Grandes ciudades de Australia y Escocia han sufrido apagones. Se han desmontado puentes enteros en Rusia y Macedonia para llevarse el cable.

La audacia de los ladrones alcanza a veces lo sacrílego. Han expoliado barcos y submarinos hundidos en el mar de Java durante la Segunda Guerra Mundial, que tienen consideración de tumbas marinas, reventados con dinamita para trapichear con el acero y el cobre.

China insaciable

La razón principal de esta codicia es China. El gigante asiático necesita levantar 140 ciudades del tamaño de Madrid antes de 2030 para alojar a su creciente población. Habrá que llevar luz y agua y habrá que comunicarlas. Los chinos han comprimido su Revolución Industrial, que a Europa le ha llevado tres siglos, en tres décadas. Tal es la demanda que la Bolsa de Futuros de Shanghái disputa a la de Londres su supremacía.

Así que la mayoría del cobre acaba en China. El que se extrae de las minas, el que se recicla y el robado. Esto ha provocado un cambio de perfil en la delincuencia. En España se limitaba a los trapicheos de cierta población marginal. Extraen el cableado, lo llevan a un descampado, le quitan el envoltorio de plástico y lo queman para no dejar rastro. El cobre pelado se vende a un chatarrero con pocos escrúpulos y este lo lleva a fundir.

Scotland Yard ha llegado a considerar el robo de cobre su segunda prioridad, tras el terrorismo. En Rusia se han desmontado puentes enteros para llevarse el cable

Ahora han irrumpido las mafias internacionales, que lo consideran un negocio menos lucrativo que el de las drogas; pero que, en una ecuación de coste y beneficios, les compensa, pues se asumen muchos menos riesgos. Alicia García-Franco, presidenta de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje, explica: «Las empresas recuperadoras son una de las principales víctimas, pues las mafias aprovechan que el reciclaje ha sido completado para robarlo durante su transporte. El modus operandi consiste en asaltar los camiones que llevan el cobre reciclado a la fundición y dirigirse a la frontera».

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Poca vigilancia. Faltan efectivos policiales para cubrir todo el territorio las 24 horas. En la foto, un guardia civil muestra el lugar por donde una banda extrajo 3500 kilos de cobre en un polígono de Numancia de la Sagra (Toledo). Lugares con escasa vigilancia en zonas rurales son el objetivo favorito de los ladrones.

La guardia civil lo confirma. Los autores de estos delitos forman grupos criminales itinerantes, bien organizados, más o menos duchos en la manipulación de elementos eléctricos -a veces, eso sí, acaban achicharrados- y con miembros sobre todo de nacionalidad rumana. Asaltar un camión tiene la ventaja de que de un golpe y sin apenas esfuerzo el botín es de varias toneladas. Con unas 25 ya les sale rentable enviar un cargamento a China, oculto en contenedores de chatarra.

Y no solo asaltan camiones. Las infraestructuras también son atacadas de forma sistemática. La Operación Cuprum, en 2015, de las más exitosas de la guardia civil, desmanteló una banda de 13 personas de origen rumano en Valencia y Madrid, autores de 24 robos en subestaciones de Adif. Al valor del cable sustraído se añaden los destrozos provocados: un millón de euros. Pero es una victoria pírrica, pues hay pocos efectivos y solo el tendido ferroviario que vigilar suma unos 15.400 kilómetros. Así que los robos solo se reducen cuando disminuye la demanda en China. O cuando baja el precio en Londres. Gajes de la globalización.