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El Códice Mendoza Los implacables mandamientos de los aztecas

La bravura era la máxima virtud. La indolencia, el adulterio y la cobardía, los peores pecados. Te contamos cómo es el Códice Mendoza, compendio de más de 1500 ilustraciones que el virrey Antonio de Mendoza ordenó elaborar para conocer mejor a los aztecas.

Lunes, 04 de Diciembre 2023

Tiempo de lectura: 5 min

Hijo mío muy amado, entiende que esta casa donde has nacido no es tu casa, solo es el nido de un pájaro que ha de volar. Porque eres soldado y sirviente... Tu oficio es dar de beber al Sol con la sangre de los enemigos». Así recibían las parteras a los recién nacidos varones en el Imperio azteca antes de cortarles el cordón umbilical y envolverlos en una faja. La comadrona gritaba; pues el parto era un combate; y el bebé, un guerrero capturado.

En cuanto a las niñas, recibían una advertencia: «Habéis venido a un lugar de cansancios, trabajos y congojas»; y su cordón umbilical era enterrado bajo las cenizas del hogar, pues su destino era que no salieran de casa.

Niños y niñas venían al mundo en una sociedad compleja y fascinante, muy militarizada, con escuelas y supermercados, reglas estrictas y castigos terribles; pero también muy avanzada, con unos conocimientos científicos de primer orden en astronomía, ingeniería, agricultura...

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El corazón del imperio en 3D. El artista holandés Thomas Kole ha reconstruido en 3D la gran Tenochtitlan, capital del imperio Azteca con tanto detalle que parece una metrópoli viva. En la imagen, el Recinto Sagrado, hogar del Templo Mayor, epicentro de la ciudad.

Todos estaban al servicio de un imperio con capital en Tenochtitlán, bien engrasado administrativamente por una eficiente burocracia, dividido en 38 regiones fiscales, donde el grano de cacao y la habichuela fueron monedas oficiales. Y donde, además de guerrear, se comerciaba y había gremios y oficios muy diversos.

La lectura de los códices se hacía en voz alta. Al que no atendía lo castigaban clavándole espinas

El Códice Mendoza, que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México acabó de digitalizar en 2015, es la mejor ventana para asomarse a aquella sociedad cohesionada por el temor a unos dioses intimidatorios y dominada por la nobleza, pero que proporcionaba la oportunidad de ascender a los que se distinguían en el combate.

Capturar enemigos era el pasaporte al éxito social. Y, viceversa, los que habían nacido nobles podían acabar convertidos en esclavos si mostraban cobardía; o incluso morir ajusticiados si eran sorprendidos en un desliz, como la ebriedad o el adulterio.

El códice nace de la curiosidad de los conquistadores españoles. Es uno de los manuscritos más raros del mundo. Y según los expertos Baltazar Brito y Gerardo Gutiérrez, «es el documento más relevante que describe el imperio controlado por Moctezuma».

La historiadora Frances Berdan –autora del estudio de referencia– lo considera «el más completo de los códices mesoamericanos, pues combina la historia de las conquistas imperiales, las cuentas de los tributos de las provincias y una crónica etnográfica de la vida cotidiana».

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El nombre del Códice. Antonio de Mendoza y Pacheco fue primer virrey de la Nueva España de 1532 a 1550 y luego, virrey del Perú hasta 1952. A él se debe el nombre del códice elaborado para comprender mejor a los aztecas. A la derecha, portada de su Códice.

Una hipótesis sostiene que entre 1541 y 1542 el virrey Antonio de Mendoza ordenó la preparación del códice a un tlacuilo, o dibujante mexica, Francisco Gualpuyoguacal, mientras que el glosado en español habría sido realizado por el canónigo Juan González.

A simple vista parece un cómic. Fue concebido como una larga tira de papel vegetal plegado a manera de biombo. Estos códices servían a los mexicas como libreto para una representación teatral.

Capturar enemigos era el pasaporte al éxito social. Un noble cobarde acababa convertido en esclavo

La lectura se hacía en voz alta y ante un público atento y respetuoso, pues en la educación azteca el alboroto o la falta de atención eran sancionados, a veces con sadismo, clavando espinas u obligando al infractor a aspirar el humo de una fogata donde se asaban chiles. Pero los españoles pensaron que sería difícil escenificarlo y decidieron rehacerlo para facilitar su lectura y añadir anotaciones a los dibujos; y les quedó un tebeo de 71 folios.

Está dividido en tres secciones. Las primeras páginas narran la historia oficial de los mexicas entre 1325 y 1521. La parte central muestra los pueblos sometidos y los tributos que debían pagar. Y la última sección (16 páginas) es una narrativa de la vida cotidiana desde el nacimiento a la muerte. Incluye la educación de los niños, los castigos y reprimendas, las ceremonias, la gastronomía, el trabajo, el matrimonio, la guerra, los sacrificios humanos, la jubilación...

Los padres aconsejaban a sus hijos que fueran virtuosos y obedientes. La holgazanería era castigada. Y acabar siendo un vagabundo o un borracho era caer en lo más bajo. Se transmitían de padres a hijos algunos oficios, como el de platero y el de pintor o tlacuilo, que debía saber de muchas materias, pues los dibujos ilustraban lecciones y representaciones teatrales sobre la historia y las costumbres.

Los hijos también aprendían a hacer los adornos con plumas en la vestimenta de los oficiales. Los trajes de los guerreros estaban acolchados con algodón remojado en salmuera para endurecerlo. Los banquetes eran amenizados por músicos y cantores. Y practicaban juegos, como la pelota o los dardos, en los que se apostaba fuerte.

Los prisioneros, por otro lado, eran usados como ofrendas a los dioses. Había 18 fiestas al año con estos rituales sangrientos. Los rivales capturados morían con el pecho abierto y los corazones pulsantes, arrancados por los sacerdotes.

Existía, sin embargo, un peculiar vínculo entre vencedor y vencido: en el banquete caníbal en el que se comía maíz y tiras de carne del cautivo, el captor renunciaba a comerse al que había sido su prisionero.

Una vez terminado, el Códice Mendoza fue enviado al rey Carlos I, pero nunca llegó a su destino, pues el barco fue asaltado por bucaneros franceses. Tras tener distintos dueños fue comprado por John Selden para su colección de manuscritos orientales, que fue adquirida por la Biblioteca Bodleiana de Oxford en 1659, donde está alojado actualmente. El redescubrimiento del Códice Mendoza se debe al excéntrico vizconde de Kingsborough, en el siglo XIX.

Los mandamientos aztecas