
Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Martes, 04 de Junio 2024, 16:20h
Tiempo de lectura: 3 min
Imágenes como esta de una visita de Franco a Ripollet y Moncada y Reixach, en junio de 1963, son inéditas. No eran las elegidas para su publicación. Tras la muerte de Campúa, en 1975, su archivo estuvo décadas en el trastero de su hija y su yerno. Han sido su nieta y su bisnieta quienes han empezado a desempolvar los más de trescientos mil negativos conservados.
Campúa era hijo de un conocido fotógrafo, el primer Campúa, por lo que pronto tuvo acceso a personalidades de la época. Uno de sus primeros trabajos fue cubrir los viajes de Alfonso XIII, como el de la imagen. Una visita del rey a las Hurdes, Extremadura, en 1922 para conocer una de las zonas más pobres de España. Solo podía acompañarlo un fotógrafo. El elegido, pese a tener solo 22 años, fue Campúa.
Campúa salía a fotografiar todo lo noticiable, como estas colas para votar en Madrid en las elecciones del 22 de noviembre de 1933. Desde muy joven fue formado por su padre, uno de los pioneros de la fotografía en España. Campúa padre quería que su hijo fuese ingeniero, pero pronto quedó claro que el chico apuntaba hacia el periodismo.
Empezó a fotografiar a Franco durante la Guerra Civil y siguió haciéndolo después, pese a ser condenado en 1942 a cárcel e inhabilitación por vínculos con la masonería. «El problema –cuenta su bisnieta, Cristina Ruiz– es que Campúa murió meses antes que Franco y no tuvo la continuidad en democracia de otros fotógrafos de la época. Quedó vinculado para siempre al franquismo». Esta foto con las manos del Generalísimo se hizo para un estudio grafológico.
Según su bisnieta, no tuvo una relación de amistad con Franco, pero sí de respeto, porque trabajaba día a día con él, pero no hubo amistad. Sí la tuvo con Alfonso XIII y de ahí precisamente que se convirtiese en el fotógrafo de Franco. Él quería tener el mismo fotógrafo que el rey. Incluso por eso disculpó que hubiese sido condenado por masón, piensa Cristina. En esta imagen, Franco en el Azor en 1949.
Campúa alternó siempre la fotografía oficial que le encargaba El Pardo con el periodismo de calle. Realizó numerosos reportajes, como este sobre las restricciones de agua en Madrid que se publicó en el diario Informaciones en diciembre de 1950. Campúa no se jubiló nunca y siguió haciendo fotos hasta su muerte, a los 75 años.
Campúa fotografió a la familia real en el exilio. En la foto, don Juan Carlos con su madre, María de las Mercedes, en 1947. También retrató a la reina Victoria Eugenia, quien destacaba de él que «no importunaba». Pero, además, era un gran retocador de imágenes. Como ejemplo, una placa que se conserva en el archivo de la familia de Alfonso XIII. A la reina le ha afinado los tobillos y la cintura.
Paralelamente al trabajo que hacía en el exterior, como la foto de estas mujeres en el Club de Campo de Madrid, en 1950, Campúa trabajaba en su estudio (especialmente entre 1941 y 1946, cuando tuvo prohibido trabajar como periodista por su vínculo con la masonería). Su estudio, primero en la Gran Vía y luego en Bárbara de Braganza, fue un lugar de referencia para la sociedad de la época.
Campúa fue un gran innovador de la imagen también con la cámara cinematográfica. Por las mañanas rodaba partidos de fútbol o corridas de toros y por las tardes los proyectaba en cines de la Gran Vía de Madrid. Gran parte del material aún no se ha catalogado. «Campúa solo tuvo una hija –cuenta su bisnieta– y en la época era impensable que una mujer siguiese con su labor de fotógrafo. El archivo acabó en el trastero de mis abuelos. Tras diversas peripecias familiares, pasó a mi madre y hace unos años empezamos a rescatarlo. Pero solo hemos recuperado unas tres mil quinientas fotos de cientos de miles».