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Boris Cyrulnik Neurólogo y psiquiatra "Cuando los ciudadanos deben ser héroes, algo no funciona"

Neurólogo y psiquiatra francés, es la gran autoridad mundial en resiliencia, la capacidad del ser humano para superar la adversidad. Hijo de prisioneros asesinados por los nazis, él mismo tuvo que superar los dramáticos acontecimientos de su infancia. Ahora nos apremia a superar el trauma y cambiar las cosas. Lo escuchamos.

Jueves, 05 de Agosto 2021

Tiempo de lectura: 5 min

Es en momentos de bajón como este cuando más necesitamos apretar los dientes. Hablamos con el neurólogo y psiquiatra francés Boris Cyrulnik (Burdeos, 84 años), una autoridad mundial en resiliencia, la capacidad del ser humano para superar la adversidad, un concepto sobre el que ha escrito más de veinte libros. En el último, titulado ‘Me acuerdo’ (Gedisa), esboza su autobiografía, marcada tempranamente por la muerte de sus padres en los campos de concentración nazis.

XLSemanal. El agotamiento está pasando factura.

Boris Cyrulnik. Es normal. Hemos partido hacia una larga aventura y no sabemos a dónde nos llevará. Si el caos tiene fecha de caducidad, nos reorganizamos y la vida vuelve a ser como antes. Pero si dura mucho y no vemos que vaya a acabar pronto, hay secuelas.

XL. ¿De qué tipo?

B.C. Estrés, depresiones… La mente se adapta a los confinamientos, pero esa adaptación no siempre es positiva. Por ejemplo, se ha descrito que muchos reclusos tienen delirios y alucinaciones, los cuales son un sucedáneo psíquico de la vida en el reducido espacio de la celda.

“Los más perjudicados con esta situación van a ser los jóvenes. La madurez se retrasa en periodos de aislamiento”

XL. Hay muchos profesionales sanitarios y cuidadores que también están agotados.

B.C. Les hemos dado estatus de héroes a aquellas personas que nos cuidan, pero no los hemos protegido ni les pagamos como se merecen. Cuando una sociedad tiene la necesidad de que sus ciudadanos se conviertan en héroes, algo no funciona.

XL. ¿De dónde se sacan fuerzas en momentos así?

B.C. La resiliencia nunca es individual, es una habilidad social. No puede haber resiliencia en soledad. La neurociencia muestra que el cerebro es moldeado por el entorno y, si perdemos el contacto con el entorno o si el entorno es caótico, el cerebro funciona mal. El confinamiento nos protege contra el virus, pero es una agresión psicológica; es incluso una agresión neurológica por el aislamiento sensorial.

XL. ¿A quién le afecta más?

B.C. A los jóvenes. Estar uno o dos años en esta situación les va a hacer perder un tiempo precioso cuando el cerebro está construyendo sus circuitos. La madurez se retrasa en periodos de aislamiento. El cerebro necesita ser estimulado mediante la conversación, los gestos, la actividad física… Las pantallas solo ofrecen una compensación parcial. Y para los niños son muy tóxicas.

XL. Pero los mantienen entretenidos…

B.C. Es un error poner a los bebés delante del móvil a ver dibujos y canciones. No comprenden el mensaje, pero se quedan hipnotizados. No aprenden a decodificar el flujo de palabras del adulto ni sus expresiones faciales. Por tanto, no desarrollan la empatía.

XL. A muchos padres también les toca teletrabajar.

B.C. En Francia, las casas de campo han aumentado de precio. Muchas familias jóvenes se han ido al campo con sus ordenadores, pero trabajar delante de una pantalla causa un gran entumecimiento. Los estudiantes también lo notan. Rinden menos que en las clases presenciales. Y recuerdan mucho menos. Se necesita la emoción, la carcajada, para anclar el recuerdo.

XL. ¿Quién podía imaginar que íbamos a estar así a estas alturas?

B.C. No debería sorprendernos. La pandemia es la historia del eterno retorno. La primera muerte por epidemia fue en el Neolítico, cuando empezamos a acumular los excedentes de alimentos de la agricultura y a los graneros acudieron las ratas, cuyas pulgas transportaban el bacilo de la peste. La peste negra que mató a uno de cada dos europeos a partir de 1348 fue producto de la velocidad. Se acortó el viaje que hacían las caravanas de la Ruta de la Seda, llevando la carga en barco desde Antioquía a Marsella. Y las ratas iban en esos barcos. Hoy, la gripe la propagan las aves y los cerdos en condiciones de hacinamiento. Con la pandemia, nos hemos percatado de que el hombre no está por encima de la naturaleza. Somos parte del ecosistema, no los dueños.

“Estamos viviendo algo más que una crisis, es una catástrofe. Pero la palabra ‘catástrofe’ viene del griego. Significa ‘dar la vuelta'”

XL. ¿Y qué podemos hacer?

B.C. Tenemos tres opciones. Una es seguir como estábamos. Y entonces, cada pocos años, aparecerá una nueva combinación de genes que formará un nuevo virus. Si seguimos como hasta ahora, nos espera un siglo de epidemias. La segunda es encomendarnos a un dictador que nos prometa soluciones fáciles. La tercera es hacer cambios profundos en nuestra manera de vivir. Estamos viviendo algo más profundo que una crisis, es una catástrofe. Pero la palabra ‘catástrofe’ viene del griego. Significa ‘dar la vuelta’. Su origen es el teatro. Hacia el final de la obra, un giro inesperado sorprende al espectador. El trauma nos debería empujar a explorar caminos sorprendentes.

XL. ¿Por ejemplo?

B.C. Tenemos la oportunidad de cambiar nuestra manera de consumir. Quizá podríamos hacer una ganadería menos extensiva, comer menos carne, hacer que la economía europea sea más local. Había fábricas textiles magníficas en Francia y las hemos deslocalizado. Quizá es hora de importar menos de China y fabricar más en Europa. ¡Y hay que redescubrir la lentitud!

XL. ¿Se refiere a la movilidad?

B.C. No solo hablo de los viajes y el transporte. Hablo de realizar una producción más pausada. Hablo de que el cambio climático ha borrado las estaciones. Y la prisa ha borrado los rituales. La urgencia sanitaria eliminó el duelo. Enterrar sin un funeral provoca un gran sentimiento de culpa en los familiares. Esto aflorará tarde o temprano en forma de trastornos de la conducta. En un sentido más amplio, hablo de respetar los tiempos de maduración del ser humano.

XL. ¿Propone un nuevo modelo de enseñanza?

B.C. Sí, menos competitiva. En algunos países del norte de Europa ya no se puntúa a los alumnos antes de los 11 años. Los niños ganan en confianza y autoestima. En la cultura japonesa, sin embargo, los estudiantes están muy presionados, sobre todo los varones. Muchos abandonan la universidad. Hay una gran proporción de jóvenes adultos que renuncia incluso a la sexualidad con mujeres. Se encierran con sus pantallas. Es un fenómeno que ya empieza a verse en Francia.

XL. ¿Habrá que replantearse también las relaciones de pareja?

B.C. Cuando yo era un niño, la pareja se veía obligada a permanecer unida. No había fondos de pensiones ni seguridad social. El marido era el proveedor y la mujer lo cuidaba. Pero un joven de 20 años, en 2021, tendrá entre ocho y diez trabajos a lo largo de su vida. Y formará tres o cuatro parejas. En Francia, donde hay una alta tasa de divorcios, muchas mujeres crían solas a sus hijos. Antes las ayudaban los abuelos, ahora muchas no tienen esa ayuda y están agotadas.

XL. Hemos visto el aumento de la violencia doméstica con los confinamientos.

B.C. Hubo una generación de hombres jóvenes franceses que pasó siete años movilizada, entre el servicio militar, la Segunda Guerra Mundial y los campos de prisioneros. Solo aprendió a desfilar y a disparar. Entonces fueron las mujeres las que sostuvieron la economía. Cuando terminó la guerra, Francia no podía devolverlas a la condición de amas de casa. Se les concedió el derecho al voto. Fue una revolución que precedió a la de mayo del 68. El hombre se ha quedado atrás. Ya es hora de que colabore más y de que asuma la parte que le toca.

Etiquetas: Coronavirus