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Philippa Perry psicoterapeuta "Los padres no soportan ver tristes a sus hijos porque les recuerda su propia infelicidad"

Su libro se convirtió en un superventas en Gran Bretaña y Alemania. Se titula ‘El libro que ojalá tus padres hubieran leído’ y abre una nueva perspectiva en la visión de las relaciones familiares. Philippa Perry, psicoterapeuta, quiere que veamos a nuestros hijos de otra manera.

Jueves, 11 de Noviembre 2021

Tiempo de lectura: 8 min

Millones de dudas surgen respecto a nuestra relación con los hijos: cómo corregirlos, si debemos castigarlos y de qué manera; en qué debemos ser flexibles y en qué no… La británica Philippa Perry lleva décadas dando respuestas a través de su consulta -es psicoterapeuta- o en sus libros. A veces sus conclusiones -igual que ella misma- no son convencionales. Su objetivo es construir una relación de cooperación y respeto mutuo. Su voz es sabia y refrescante. Sin prejuicios.

XLSemanal. Con el confinamiento, muchos padres han pasado más tiempo que nunca con sus hijos. ¿En qué medida han cambiado las familias estos meses?

Philippa Perry. Eso ha afectado a las necesidades que los adolescentes experimentan durante su desarrollo.

XL. ¿A qué se refiere?

P.P. Están haciéndose mayores, quieren soltar amarras con la familia, conocer el mundo, ir a discotecas, tener sus primeras citas… Sus cuerpos, sus sentimientos y sus hormonas están cambiando a toda velocidad. Esa especie de turbo que tienen activado es culpable de que a muchos jóvenes estos meses de aislamiento se les hayan hecho eternos. Sienten que se los está privando de las reuniones y de las fiestas que forman parte de esa etapa de la vida. Y, cuando sus padres les responden pidiéndoles que sean más razonables, se sienten incomprendidos.

XL. ¿Qué aconseja a los padres?

P.P. Reflexionar sobre la relación que tenemos con nuestros hijos. Eso significa entender sus necesidades, mostrarse comprensivos en vez de exigirles constantemente. Y se puede aplicar a niños de todas las edades. Si lo único que hacen es quejarse y protestar, hay que preguntarse qué sentimientos pueden estar detrás. Muchas veces actuamos como si los niños fuesen algo que podemos manipular con recompensas o castigos para que así la familia pueda disfrutar de una vida diaria menos conflictiva. Pero si los padres intentan conectar con sus hijos en vez de pasarse el día corrigiendo, a la larga todos los integrantes de la familia se sentirán mejor.

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Foto: Getty Images

XL. Los padres y madres están sometidos a mucha presión. Están preocupados por su futuro laboral, durante la etapa más dura de la pandemia se han visto obligados a hacer malabares para compaginar el cuidado de la casa, el teletrabajo y la ayuda a los niños con las clases on-line durante la pandemia. No sé si es el momento adecuado para construir una mejor relación padre-hijo…

P.P. No conozco otra alternativa. Además, tampoco es tan complicado ni exige tanto. En realidad, casi cualquier situación cotidiana puede servir para ponerlo en práctica.

XL. ¿Se le ocurre algún ejemplo?

P.P. Muchos padres cuentan que no tienen la tranquilidad necesaria para teletrabajar: cuando intentan explicarles a sus hijos que ahora no se les puede molestar, los niños se sienten rechazados, sobre todo los más pequeños. No entienden que sus padres estén en casa pero no se pueda hablar con ellos durante horas. Si cuando se quejan les das un juguete o una golosina para que se callen, solo consigues un poco de calma pasajera. Y si les prometes que estarás con ellos cuando termines el trabajo, te arriesgas a que estén todo el tiempo preguntándote si has terminado ya.

XL. ¿Qué propone entonces?

P.P. Empezar el día jugando con ellos. Y cuando se hayan metido en su mundo de ninjas, coches y lápices de colores, entonces te pones a trabajar.

“Cuanto más severos se muestren los padres con las mentiras de sus hijos, mejor aprenderán los niños a mentir”

XL. Conseguir que algunos niños lleguen a ese punto puede llevar bastante tiempo.

P.P. Cuando un niño se siente atendido y sabe que sus padres están pendientes de él, tiene menos motivos para demandar atención constante, lo que al final te permite trabajar durante más tiempo sin que venga a distraerte. Además, esta conducta tiene un efecto a largo plazo: por ejemplo, los niños aprenden -porque es lo que en esos momentos les están transmitiendo sus padres- cuáles son las bases de una relación sólida: mostrar empatía, atención, interés y respeto por las necesidades del otro. Solo desde este nivel se puede empezar a hablar con ellos sobre sus sentimientos, que son la razón fundamental de una conducta difícil. Necesitan este tipo de momentos para aprender que hay una relación entre sentimientos y comportamientos. Ese conocimiento es la base de una buena salud psicológica. Pero los padres suelen huir de este tipo de conversaciones.

XL. ¿Por qué?

P.P. Los padres no soportan ver tristes a sus hijos. No es solo por el sentimiento en sí, sino porque inconscientemente esa tristeza les recuerda su propia infelicidad, que intentan ignorar.

XL. No termino de entenderlo.

P.P. El desamparo que les transmiten sus hijos les hace revivir experiencias difíciles de su infancia: la vulnerabilidad, la impotencia, la indefensión. Y, como rehúyen afrontar esos recuerdos, suelen reaccionar de forma inadecuada: no van a la raíz del dolor de sus hijos, sino que intentan consolarlos con un par de palabras vacías o distraerlos con un helado o algún comentario gracioso. Lo que hacen es apartar en cierto modo a sus hijos para mantener alejadas unas experiencias que creían olvidadas, pero que de repente vuelven a sentir inconscientemente como una amenaza. Ayuda mucho entender cómo nuestra infancia determina nuestra vida familiar actual. Todos deberíamos atrevernos a mirar a nuestro pasado desde esta perspectiva.

XL. Sin embargo, los padres de hoy en día están mucho más familiarizados con este tipo de temas que la generación anterior…

P.P. Cuando las personas se sienten bajo presión, tienden a repetir patrones de conducta conocidos por mucho que se sepan la teoría. Nada te marca de una forma tan profunda y persistente como las experiencias de la infancia. Lo veo constantemente con mis pacientes.

XL. ¿En qué casos está pensando?

P.P. Por ejemplo, en el de un hombre que abandonó a su familia cuando su hijo tenía dos años. Empezó contándome que su infancia había sido normal, pero luego resultó que sus padres se habían separado poco después de que él hubiera cumplido dos años. A raíz del divorcio perdió el contacto con su padre. Y se propuso que aquello no le afectaría.

XL. ¿Entonces por qué estaba dispuesto a poner a su hijo en una situación parecida?

P.P. Es que al principio él no lo veía así. No entendía que su hijo le recordaba su propia pérdida. Todos los hijos, da igual cuántos años tengan, recuerdan inconscientemente a sus padres los tiempos en los que ellos tenían la misma edad. Cuando mi paciente percibió esa relación y admitió lo mucho que le había dolido la marcha de su padre, se dio cuenta de que no podía hacerle lo mismo a su hijo.

XL. ¿Son normales esos patrones de comportamiento?

P.P. Totalmente. Casi nunca recordamos los sentimientos que teníamos de niños. Nos identificamos con el papel de padre que aprendimos de forma inconsciente durante la infancia. Y por eso también les trasmitimos a nuestros hijos comportamientos dañinos sin darnos cuenta. Romper con este tipo de patrones es complejo, tenemos que descubrir en qué momentos concretos es nuestro pasado quien nos dicta cómo nos comportamos. Y también tenemos que intentar entender por qué nos molestan los supuestos sentimientos negativos o imperfecciones de nuestros hijos. Si, por ejemplo, nos pone de los nervios que todavía no sepan atarse los cordones, pero entendemos que de niños probablemente nosotros nos sentíamos igual de mal que ellos por no saber hacerlo, nos resultará más fácil tener paciencia, podremos controlar mejor la forma en la que reaccionamos.

“Es importante que los padres les pidan perdón a sus hijos. Ruptura y reparación, esa es la verdadera clave de la paternidad”

XL. ¿Los buenos padres son aquellos que reflexionan sobre su vida y se reconcilian con ella?

P.P. Al menos los ayuda a construir una relación sólida con sus hijos. De todos modos rechazo totalmente que se hable de padres buenos y padres malos. Son términos extremistas que contribuyen a que los padres disimulen sus errores.

XL. ¿Qué quiere decir?

P.P. Nadie es capaz de actuar siempre de la forma correcta con sus hijos. Sin embargo, como nadie quiere que se lo considere un mal padre o una mala madre, muchas veces lo que se hace es no reconocer los errores ni las debilidades. Es importante que los padres pidan perdón a sus hijos. Los padres son los primeros modelos de los que un niño toma sus comportamientos. Ruptura y reparación, esa es la verdadera clave de la paternidad.

XL. ¿En qué sentido?

P.P. En la relación entre padres e hijos, siempre va a haber rupturas porque alguno de los actores comete un error con el otro. No es un problema mientras te esfuerces en arreglarlo rápidamente.

XL. ¿Qué errores no se pueden perdonar?

P.P. Es difícil perdonar que los padres digan que quieren lo mejor para sus hijos cuando, en realidad, solo intentan satisfacer sus propias necesidades. Eso hace mucho daño a los niños.

XL. ¿Cómo deberían reaccionar los padres cuando sus hijos les mienten?

P.P. Mentir es normal, forma parte del desarrollo infantil. Además, todo el mundo miente. Los niños se dan cuenta de que sus padres están mintiendo cuando los oyen decirle a alguien que no tienen tiempo para hacer esto o lo otro, aunque la verdad es que no les apetece hacerlo. Cuanto más severos se muestren los padres con las mentiras de sus hijos, mejor aprenderán los niños a mentir. La mejor opción es intentar entender a qué sentimiento responde la conducta del niño. Y, en vez de regañarlo, tratar de ayudarlo a expresar ese sentimiento de otra manera.

“Discutir hace que los niños aprendan flexibilidad, tolerancia, empatía. Lo que deberíamos evitar es el ‘ping-pong’ de argumentos”

XL. Los padres no suelen estar de acuerdo en lo que hay que hacer en esos casos. A veces, mientras uno se lo toma con calma, el otro se enfada más.

P.P. Es normal. Y para los niños es positivo comprobar que puede haber distintos puntos de vista sobre un mismo tema. Es más, los padres deberían dar ejemplo de cómo se discute de forma amistosa y se busca una solución aceptable, o al menos de cómo se discrepa sin enfadarse. Estas situaciones también permiten que los niños aprendan un montón de cosas útiles para la vida: flexibilidad, capacidad de resolver problemas, tolerancia a la frustración, empatía. Lo que deberíamos evitar es el ping-pong de argumentos.

XL. ¿Qué es?

P.P. Eso tan habitual de lanzarle argumentos al otro sin parar solo para ganar la discusión, para tener razón. Actúas como si fuese un contrincante y no un miembro de tu familia al que quieres. Padres y madres suelen enzarzarse en este tipo de discusiones con sus hijos adolescentes. Y es una conducta que destruye el sentimiento de tener una relación segura, en los hijos y en los padres.

@Der Spiegel