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Psicología Por qué dormir despierta nuestra genialidad

No hay nada absurdo en los sueños. Una nueva teoría sostiene que, al dormir, nuestro cerebro entra en una maravillosa y necesaria tormenta de ideas. Y lo hace con un único objetivo. Te lo contamos

Foto: Getty Images.

Viernes, 06 de Agosto 2021, 11:30h

Tiempo de lectura: 6 min

Los vigilantes desaparecieron durante un instante y él no dudó en aprovechar la ocasión. Antonio Zadra atravesó el patio de la prisión lo más rápido que pudo. Le disparaban, pero siguió corriendo entre las balas hasta llegar a la alambrada. Ante él se alzaba una barrera de cinco metros; sin embargo, Antonio no se echó atrás y superó la valla con un enorme salto. Cuando aterrizó sobre la nieve al otro lado, comprobó sorprendido que estaba ileso. Incluso las heridas de las manos, que hasta hace unos momentos sangraban, habían desaparecido.

Antonio se detuvo. ¿Un salto por encima de una alambrada de cinco metros de alto? ¿Heridas que se curan solas? Solo había una explicación: estaba soñando. Este extraño episodio, en el que Antonio Zadra fue consciente de que estaba soñando sucedió hace casi 40 años. A pesar de ello, Antonio sigue recordándolo perfectamente.

Aquella experiencia tan desconcertante transformó su vida, dice ahora Antonio Zadra. Hoy es profesor de Psicología en la Universidad de Montreal. Ha analizado pesadillas, estudiado a sonámbulos, elaborado más de 15.000 informes sobre todo tipo de sueños. Ahora acaba de publicar junto con el psiquiatra Robert Stickgold, de la Harvard Medical School, un libro sobre los misterios que suceden cuando dormimos (When brains dream; editorial Norton). En sus 336 páginas, la pareja de científicos presenta una novedosa teoría sobre el sueño.

En el sueño, el cerebro explora todas las conexiones posibles, hasta las menos lógicas, de los contenidos guardados en nuestra memoria

Durante el sueño, afirman los autores, el cerebro se embarca en un proceso fascinante en el que teje experiencias y aprendizajes reales con recuerdos previamente almacenados en la memoria. El cerebro entra entonces en un estado muy especial, caracterizado por una capacidad de asociación de ideas increíblemente creativa. «Las personas estamos tan acostumbradas a ese proceso que olvidamos lo extraordinario que es que nuestro cerebro cree durante la noche unos mundos de fantasía tan maravillosos», comenta Zadra.

Ambos científicos se han sumado a una fascinación que tiene miles de años de antigüedad. El ser humano siempre ha creído poder encontrar verdades profundas en los sueños: los sacerdotes aseguraban que se trataba de mensajes de la divinidad; los psicólogos, que abrían el acceso a los abismos de la psique; y los neurocientíficos esperaban encontrar en ellos la respuesta al enigma de la conciencia humana.

Por eso, aseguran Zadra y Stickgold, cuesta tanto entender por qué la investigación biológica de los sueños no arrancara hasta hace siete décadas.

¿Por qué no se mueve el cuerpo?

Una noche de diciembre de 1951, un estudiante de doctorado de 30 años de Chicago observó en su hijo pequeño un fenómeno que hasta entonces se le había escapado a la ciencia: los globos oculares del niño se movían a toda velocidad de un lado a otro bajo sus párpados cerrados, y eso a pesar de que estaba profundamente dormido.

Ahora ya se ha demostrado que los seres humanos nos sumimos en el denominado sueño REM (siglas en inglés de rapid eye movement, ‘movimiento rápido del ojo’) durante la cuarta parte de la noche. En este tipo de sueño se van intercalando otras tres fases distintas, durante las cuales los globos oculares apenas se mueven.

La persona dormida sueña en todos los estadios, solo que con una intensidad diferente.

Especialmente vívidos y extraños son los sueños que se producen durante la fase REM. Durante esta fase del sueño, la actividad cerebral registrada por los electroencefalogramas apenas se distingue de la actividad que presentan las personas despiertas. El cuerpo no se mueve porque el tronco del encéfalo impide la transmisión de las órdenes a los músculos encargados de ejecutarlas, con el fin de que la persona siga quieta y no termine haciéndose daño.

Pero todo esto no dice nada sobre la función que cumplen los sueños. ¿Por qué el cerebro de las personas dormidas representa noche tras noche su teatro de historias fantásticas?

El increíble ‘brainstorming’ nocturno le permite a nuestra mente elaborar asociaciones de ideas correctas durante el día

Los experimentos de Zadra y Stickgold apuntan a que, durante la noche, el cerebro se encuentra en un modo de pensamiento radicalmente diferente al propio del estado de vigilia. En el día a día, las personas tenemos que reaccionar constantemente a unos estímulos que nos llegan en cascada. Para ello, el cerebro elabora sin parar pronósticos sobre lo que podría ocurrir a continuación.

Sin embargo, durante el sueño sucede algo distinto. Con los ojos cerrados y la actividad cotidiana aparcada durante unas horas, el cerebro se dedica al procesamiento de datos en un plano interior. El cerebro no se limita a las asociaciones de ideas más inmediatas y a los pronósticos más posibles; explora, analiza y prueba también posibilidades menos evidentes. Solo de esa manera es posible consolidar un tejido de asociaciones versátil al que el cerebro despierto pueda recurrir para realizar sus predicciones.

Según la interpretación de Zadra y Stickgold, a lo largo de la noche tiene lugar un proceso de brainstorming, una tormenta de ideas durante la cual están permitidas todas las alternativas y son bienvenidas hasta las ocurrencias más absurdas.

Demostrar este tipo de teorías es muy complicado. El descanso nocturno como tal resulta más fácil de estudiar que los sueños. Por ejemplo, ya se da por cierto que las personas consolidan lo aprendido mientras duermen. Los científicos han realizado toda clase de experimentos para comprobarlo, han presentado a sus voluntarios listas de palabras y series de fotografías. Y todas las veces se repite lo mismo: al cabo de unas horas de sueño, el rendimiento de su memoria mejora.

Por ejemplo, a los participantes en una prueba les pidieron que adivinaran una secuencia de naipes sin que los hubieran informado de las reglas por las que se regía el orden en el que salían. Y resultó que el sueño mejoraba su intuición: nada más despertarse, su nivel de acierto aumentaba.

Los neurocientíficos creen que los hechos recientes, el contenido del almacén neuronal a corto plazo, se desplazan durante la noche a la memoria a largo plazo, donde se quedan fijados de forma permanente. El papel que los sueños desempeñan en este proceso sigue sin estar del todo claro, aunque Zadra y Stickgold recogen en su libro algunos indicios que según ellos podrían respaldar las líneas generales de su hipótesis.

Por ejemplo, señalan que el aumento de la capacidad de asociación de las redes neuronales que se da por la noche va acompañado por una alteración de la química cerebral. El efecto de la serotonina, dice Zadra, se asemeja al que se experimenta bajo el influjo de ciertas drogas, lo que lleva a que atribuyamos tanta importancia a los sueños que recordamos al despertar, igual que sucede con los viajes que provoca el LSD, alucinaciones que sus protagonistas interpretan como si fuesen una revelación cósmica.

En paralelo tiene lugar otro proceso: la inhibición del neurotransmisor noradrenalina, entre cuyas tareas se encuentra la focalización de la capacidad de atención. Zadra cree que este bloqueo es lo que hace a los sueños tan erráticos, y tan absurdas a las acciones que se suceden en ellos. Además, aumenta las ansias de exploración con las que el cerebro se lanza a probar posibles relaciones entre los contenidos almacenados en la memoria.

Del laboratorio de Stickgold procede un hallazgo más. En uno de sus experimentos, su equipo y él jugaron al Tetris con enfermos de amnesia que habían perdido totalmente la capacidad de construir recuerdos. Y aunque todos ellos olvidaban al poco tiempo que habían estado jugando, por la noche soñaban con bloques de colores cayendo: sus cerebros estaban intentando trasladar las experiencias aprendidas a la memoria a largo plazo, pero, como los dispositivos neuronales necesarios para ello estaban dañados, no lo conseguían.

A pesar de todos los hallazgos surgidos de los más recientes experimentos, la naturaleza de los sueños sigue encerrando multitud de enigmas. Antonio Zadra y Robert Stickgold confían en que la investigación consiga nuevos avances muy pronto. «El número de médicos, filósofos, psicólogos y neurocientíficos que trabajan en el cómo y el porqué del sueño es mayor que nunca», afirman en su libro.

Este prometedor escenario anima a la pareja de autores a lanzar la mirada hacia un futuro lejano en el que fuese posible registrar los sueños desde fuera. En lo que no entran es en cómo podría ser esa grabadora de sueños. En su lugar prefieren plantear otra pregunta: ¿realmente sería deseable tener una máquina como esa?

@ Der Spiegel