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El olor de las enfermedades Esta mujer huele el párkinson

Joy Milne, una enfermera jubilada de 69 años, es capaz de diagnosticar ciertas dolencias solo por su olor. Distingue la diabetes, el alzhéimer, la tuberculosis… y el párkinson, la enfermedad de la que murió su marido.

Jueves, 07 de Octubre 2021

Tiempo de lectura: 8 min

Cuando el olor es muy desagradable, a Joy Milne -una jubilada escocesa de 71 años le sangra la nariz. Y se pone a temblar. Esto le pasa porque ella huele mucho más que los demás. Tiene este sentido especialmente agudizado desde que era niña. El término para la elevada capacidad perceptiva de su nariz es hiperosmia. También Joy es sinestésica: huele en colores.

«En lo que a los olores se refiere, estoy a medio camino entre el ser humano y el perro», dice. Es esa peculiaridad lo que hace que los científicos lleven unos años muy interesados en su nariz.

Porque Joy Milne es capaz de oler las enfermedades. Las personas con alzhéimer le huelen a pan de centeno. La diabetes le huele a laca de uñas dulzona; el cáncer, a setas; la tuberculosis, a cartón mojado.

Joy Milne detectó un cambio de olor en su marido 15 años antes de que le diagnosticaran párkinson. Es un olor muy particular que le recuerda al almizcle

Ha sido enfermera durante 26 años, así que conoce todos estos olores muy bien. El que mejor reconoce es el olor del párkinson porque Leslie, su marido, murió por culpa de esta enfermedad.

Cada pocas semanas, Joy se afeita los pelillos del labio superior, dice que le molestan a la hora de oler, y viaja hasta el Instituto de Biotecnología de la Universidad de Mánchester. Allí colabora con un importante proyecto científico relacionado con el párkinson. Los investigadores avisan de que nos enfrentamos a una pandemia de este mal: para 2040 podría afectar a 14 millones de personas. Con el aumento de la esperanza de vida sube también el riesgo de desarrollar esta terrible enfermedad.

El párkinson mata las neuronas. La persona enferma va perdiendo lentamente el control de su cuerpo, de sus movimientos, del habla. Es una larga despedida.

Cuando una persona sufre párkinson, la proteína alfasinucleína empieza a matar las neuronas que producen la dopamina. El párkinson progresa de forma inadvertida hasta que acaban apareciendo los síntomas motores: ralentización de los movimientos, temblores, rigidez muscular… Para cuando el médico está en condiciones de fijar el diagnóstico, entre el 50 y el 70 por ciento de las neuronas ya han resultado destruidas.

El párkinson progresa silencioso. Cuando aparecen los síntomas externos, ya ha destruido entre un 50 y un 70 por ciento de las neuronas

En Mánchester, un equipo de científicos intenta dar respuesta a la pregunta de si no sería posible detectar el párkinson antes de lo que se hace ahora. Las compañías farmacéuticas llevan años trabajando en el desarrollo de medicamentos para tratar esta enfermedad, ¿pero de qué sirven si solo es posible recetarlos cuando las neuronas ya están muertas?

El equipo que trabaja en Mánchester está dirigido por la química Perdita Barran. Quiere desarrollar con la ayuda del buen olfato de Joy Milne un test de detección precoz. El proyecto se llama NoseToDiagnose, ‘De la nariz al diagnóstico’.

Los olores, todos ellos, están formados por moléculas. Y las moléculas se pueden medir, calentar, acelerar. Así que la profesora Barran está intentando crear una máquina que huela lo mismo que Joy huele.

Pérdida del olfato

Joy detectó que su marido había cambiado de olor corporal cuando tenía treinta y tantos años. Él, sin embargo, no podía oler nada. Absolutamente nada. Perdió el sentido del olfato a finales de la veintena. No a todas las personas que pierden el sentido del olfato se les acaba diagnosticando párkinson. Pero la pérdida del olfato se considera uno de los síntomas precoces de la enfermedad. Otras señales que entonces el matrimonio Milne no identificaba eran el estreñimiento y los trastornos del sueño. Leslie los sufrió.

Las pérdida del olfato es uno de los síntomas precoces de la enfermedad. Otras señales son el estreñimiento y los trastornos del sueño

Joy cree que muchos de los detalles que transformaron a su marido fueron culpa del párkinson: su aliento, los restos de cerumen que empezó a encontrar en las almohadas, la piel grasienta de la espalda y de la cara, sus quejas de que la comida le sabía insípida… Pero en aquella época no se les ocurrió pensar en el párkinson. Siguieron adelante con su vida, tuvieron tres hijos.

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También cáncer y diabetes.Joy cuidó de su marido (en la foto, con sus hijos), paciente de párkinson. Como enfermera veterana también ha olido diabetes, cáncer y tuberculosis.

El anatomista alemán Heiko Braak deduce que «si fuese posible diagnosticar la enfermedad de párkinson en los estadios 1 y 2, todavía asintomáticos, y hubiese una terapia causal, se podría evitar la posterior destrucción de la región del cerebro fundamental para la segregación de la dopamina».

En el caso de Leslie Milne, es probable que el proceso se hubiera vuelto ya irreversible a finales de la treintena. El olor extraño para el que su mujer no encontraba explicación se le fue haciendo más intenso, más cremoso, más grasiento.

Los médicos saben que las enfermedades afectan al metabolismo y modifican olores. Hipócrates y Avicena empleaban la nariz para hacer sus diagnósticos. En el cólera, las heces tienen un olor como a pescado; y, en la diabetes, la orina huele dulce. Por suerte, los médicos de hoy ya no están obligados a oler las muestras de heces.

La enfermedades afectan al metabolismo y modifican olores. Hipócrates y Avicena ya empleaban la nariz para hacer sus diagnósticos

Joy huele el párkinson a todas horas y en todas partes: en el supermercado, la piscina, el aeropuerto… Pero no dice nada: “Deben informar los médicos”, explica

No es fácil describir un olor. Nuestra nariz es capaz de distinguir unos 400 olores distintos que describimos recurriendo a comparaciones: algo huele a jazmín o a pocilga… Nuestros receptores olfativos se encuentran en la mucosa de las fosas nasales; son estructuras proteicas responsables cada una de ellas de captar una molécula olorosa distinta. El motivo del buen olfato de los perros es que ellos tienen nada menos que 800 receptores olfativos diferentes.

Al marido de nuestra protagonista le diagnosticaron párkinson a los 45 años, cuando ya sufría temblores. La medicación los mitigó, pero no revirtió el olor ‘especial’ que emitía y solo su mujer captaba.

La enfermedad progresó y Leslie tuvo que dejar su empleo. La pareja decidió acudir a un centro en el que se ofrecían actividades para enfermos de párkinson. Cuando entraron en la sala, había docenas de pacientes. Todos olían como su marido. Así, tres lustros después de su diagnóstico, Joy por fin entendió qué era lo que había estado oliendo durante años.

A Joy Milne ya no le quedaba ninguna duda: olía el párkinson. Pero ¿a quién podía dirigirse? En una conferencia conoció a Tilo Kunath, jefe de equipo en el Centro de Medicina Regenerativa de la Universidad de Edimburgo. Pero el científico no la tomó en serio. Joy se volvió a casa y se centró en el cuidado de su marido, que ya sufría demencia. Cuando Joy se acercaba a olerlo, ya solo olía párkinson.

Olfateando camisetas

Meses después, el doctor Kunath llamó a Joy Milne. Le preguntó si no le importaría oler unas camisetas. Le dieron doce: seis de pacientes de párkinson y seis de personas sanas. La mujer identificó las de los enfermos con un acierto del 92 por ciento. Luego se demostró que había acertado al cien por cien porque uno de los que supuestamente estaba sano tenía párkinson: se lo descubrieron poco después. El doctor Kunath le habló entonces de Perdita Barran, una química que analiza las moléculas olorosas en laboratorio.

Leslie murió en junio de 2015. Poco antes, en marzo, había aparecido en una publicación de la American Chemical Society un estudio que demostraba que el olor del párkinson tenía una firma molecular propia. Entre los nombres de los doce autores figuraba también el de Joy Milne.

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Nariz artificial.Milne acude al Instituto de Biotecnología de Mánchester.. Allí se trabaja en una máquina que huela igual que ella para hacer diagnósticos precoces.

Para describir los olores, los químicos recurren a las moléculas que contienen. En el caso del párkinson aparecen cuatro compuestos orgánicos: paraldehído, ácido hipúrico, icosano y octadecanal. Son los que Joy Milne huele cuando huele el párkinson.

Para uno de los experimentos realizados en Mánchester, los investigadores tomaron muestras de sebo de la piel de la espalda de los participantes. Luego calentaron las muestras, separaron por tipos las moléculas liberadas y las hicieron llegar a través de un tubo hasta la nariz de Joy Milne, al tiempo que un dispositivo las analizaba e identificaba. Joy tenía que pulsar un botón en cuanto reconociera el olor del párkinson. Señalaba las moléculas concretas en las que tenía su origen cada olor.

En el futuro, el test del párkinson durará dos minutos, ese es el plan del equipo de científicos de Mánchester: el médico frotará la espalda del paciente con un bastoncillo y colocará la muestra en una ‘nariz electrónica’, un dispositivo que cuesta quince mil euros.

En el futuro el médico frotará la espalda del paciente con un bastoncillo y una nariz electrónica detectará párkinson en solo dos minutos

En el laboratorio de Perdita Barran en Mánchester, Joy también ha olido muestras tomadas a pacientes en fase prodrómica, esto es, con los síntomas iniciales de una enfermedad concreta. En los pacientes de párkinson en fase prodrómica no hay síntomas motrices visibles, pero se quejan de estreñimiento o de pérdida del sentido del olfato.

Las investigaciones prosiguen. La fecha prevista para la entrada en funcionamiento del test es 2022. Joy continúa inmersa en la investigación: ha viajado a un congreso mundial del párkinson; participa en simposios y charlas; el New Scientist ha escrito sobre ella.

En el supermercado

Y huele el párkinson a todas horas y en todas partes: en la cola del supermercado, en la piscina, en el aeropuerto. No dice nada. «Si hay que decirle a alguien que tiene párkinson, el que debe hacerlo es un médico, no yo», afirma.

Su decepción es que los expertos le reconocen que, de momento, la ciencia no puede curar a los pacientes. Pero ella sigue colaborando.

¿Y cómo huele el párkinson? «A almizcle, pero otro almizcle. Es como la leche cuando se agria. Sigue siendo leche, pero al mismo tiempo es algo distinto».

@Der Spiegel