
Bar: más que un lugar para beber, un lugar para vivir
Estos meses de confinamiento han puesto de manifiesto la íntima relación de los españoles con los bares. Puntos de encuentro y reencuentro de amigos y familia, pero también lugares para crear, trabajar y celebrar la victoria de nuestros equipos. Al final, todo lo bueno acaba en BAR

España es el tercer país del mundo, solo por detrás de China e Italia, con mayor Patrimonio reconocido. En total, 48 bienes materiales e inmateriales, desde el flamenco a la Alhambra, pasando por las Fallas o la dieta mediterránea, han llegado a ser considerados por la Unesco Patrimonio Mundial de la Humanidad. Y desde junio del pasado 2020, una iniciativa impulsada por el propio sector hostelero busca que los bares y restaurantes españoles sean los próximos en engrosar la lista de Patrimonio nacional.
Puede que alguno piense que equiparar los bares a grandes monumentos o expresiones artísticas es un disparate. Y tal vez así resulte… en otro sitio, pero no olvidemos un dato: hasta la crisis que ha traído consigo la pandemia internacional –en este momento es difícil realizar una comparativa similar–, España era el país con más bares y restaurantes por persona de todo el mundo: uno por cada 175 habitantes, sumando en total 277.539 establecimientos gastronómicos, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Además, la restauración daba trabajo a 1,7 millones de personas y suponía el 4,7% del Producto Interior Bruto (PIB). Todos estos datos dejan claro que estos negocios son mucho más para los españoles que un mero lugar en el que saciar el hambre y, sobre todo, la sed.

De hecho, el confinamiento y los cierres parciales provocados por la crisis sanitaria han alterado la relación de los ciudadanos con sus bares de referencia y eso no ha sido ninguna tontería.
Según el ‘Estudio sobre la relación de los españoles con los bares’, realizado por Ambar, el 55,8% de los ciudadanos señala los bares como el servicio que más han echado de menos durante el confinamiento. Y no era una cuestión de ir a beber, sino de socializar, de relacionarse; pero, en definitiva, de vivir, de disfrutar de la vida.
Como se desprende del citado estudio, con el que la cervecera zaragozana quiere reivindicar el papel de los bares dentro de la cultura y forma de vida españolas, al preguntar qué es lo que más echan de menos de los bares durante el confinamiento, más del 80% de los encuestados señaló los encuentros con los amigos y familiares (frente al 19,2%, que añora la oferta gastronómica).
Ya lo escribía David Trueba en Tierra de campos (2017): “Los amantes pasan, pero un buen bar es para toda la vida”. Por eso muchas personas lamentan estos días el cierre de su bar de siempre (hasta 85.000 establecimientos, según la patronal), mientras otras han unido fuerzas para ayudar a que eso no le ocurra a sus locales de referencia, a esas barras y mesas donde han compartido, y esperan seguir haciéndolo grandes momentos de risas, confesiones, lamentos y celebraciones; a veces con los amigos, a veces con la familia, y en muchas ocasiones, con esa peculiar familia de amigos que solemos llamar “los parroquianos” de cada uno de estos locales. Lo que demuestra, como reza la campaña de Ambar, que “todo lo bueno acaba en BAR”.
“A veces quieres ir / donde todos conocen tu nombre / y siempre se alegran de que hayas ido / Quieres estar donde puedes ver / que todos tenemos los mismos problemas / Quieres estar donde todos conocen tu nombre”. Con estos versos se presentaba una de las series televisivas más populares de los ochenta, protagonizada por el bar catódico más célebre: Cheers. Puede que la serie se ambientase en la ciudad estadounidense de Boston y que se hablara de béisbol en lugar de fútbol, pero es seguro que los citados versos reflejan el cariño y aprecio que buena parte de los españoles sienten por sus bares.
Mejor que en el sofá de casa
Un evento que pone de relevancia el papel de los bares como inequívoco lugar de encuentro es la celebración de partidos de fútbol. Da igual que estos sean en abierto o de pago, porque la inmensa mayoría de las personas que acuden lo hace, precisamente, para disfrutar de la velada en compañía, ya sea de los amigos con los que ha quedado o con los que espera encontrar en el local.
De hecho, unos 2,6 millones de personas veían –antes de la pandemia– cada semana en España los partidos de fútbol en bares y restaurantes, 5,2 millones una vez al mes y 15 millones al menos una vez cada temporada, según un estudio de consumo del fútbol en locales públicos que dieron a conocer, en enero de 2020, LaLiga y Mediapro. Por otro lado, la mayoría de los espectadores (75%) aseguraba acudir para ver el fútbol acompañado por sus amigos, en grupos de cinco personas de media, y únicamente un 4% prefería verlo solo. La población consultada pasaba de media dos horas y media en el establecimiento, y consumía entre dos y tres consumiciones. En definitiva, una velada ‘esférica’ tanto para el negocio como para sus clientes.
Punto de encuentro
Decía Oscar Wilde que “la vida imita al arte”, pero en el caso de los bares, basta echar un vistazo a algunas de las más célebres series de televisión para comprobar que cualquiera de nosotros ha podido vivir situaciones parecidas, tan cotidianas como compartir un rato de risas y confesiones con amigos durante los que surgen desde los temas de conversación más peregrinos a los más trascendentales. El Central Perk (Friends), el MacLaren’s (Cómo conocí a vuestra madre), el Cheesecake Factory (The Big Bang Theory), el Monk´s Cafe (Seinfeld) o incluso la taberna de Moe (Los Simpson), además, por supuesto, del genuino Cheers; estos y otros similares son nombres que suelen enumerarse cuando se habla de bares televisivos, y puede que lleve a pensar que, en realidad, reflejan una realidad más anglosajona, pero nada más castizo que el encuentro en un bar, ya sea para compartir cotilleos, intentar conquistas o incluso trazar alguna que otra estafilla.

Ilustraciones originales de Sofía Sisqués

Esto último hacían, por ejemplo, en el bar La Oficina, los protagonistas de Los ladrones van a la oficina, la serie de los 90 que reunió a más de una docena de leyendas del cine español. Como esta, muchas otras series patrias han incluido un bar entre sus escenarios habituales, porque en su intento de que el arte imite a la vida, no resultaría creíble que sus protagonistas no compartiesen unas cervezas mientras van viviendo sus aventuras. Así ocurría, por ejemplo, en Los Hermanos Serrano (Los Serrano), el Nalón (Cuéntame cómo pasó), El Pirata (Makinavaja), el Bar Reinols (Aída), el Casi Ke No (7 vidas) o el Max&Henry (La que se avecina), entre otros muchos bares que han poblado la teleficción nacional y en los que es fácil advertir la idiosincrasia tabernera española.
Punto de encuentro
En su novela 1Q84 (2009), Haruki Murakami escribe: “No había nada más relajante que aquello: comprar varias novedades en una librería, entrar en algún bar de la zona y pasar las páginas con una bebida en mano”. No son pocos los que opinan como el escritor japonés. Más habitual en el centro de las ciudades, es fácil ver en muchos bares y cafeterías a gente que se acomoda en un rincón agradable con un libro entre las manos. Y es que está demostrado que el ruido ambiente ayuda a ciertas personas a concentrarse, por eso, además de para leer, muchos apuestan por los bares para trabajar (aunque a veces esto no sea tan bueno para el local, porque siempre hay desaprensivos que echan varias horas con el ordenador por delante con una sola consumición).
En materia empresarial, no cabe duda que si muchas mesas de restaurantes han sido testigos del cierre de importantes acuerdos laborales, son las mesas y barras de los bares las que han acompañado el proceso de creación de grandes ideas. No pocos escritores, arquitectos o diseñadores han hecho los primeros bocetos de sus próximos trabajos sobre una servilleta de papel en la barra de un bar. Y durante la pandemia, el hartazgo ante tanta reunión virtual ha hecho que se hayan disparado los desayunos, aperitivos o meriendas de trabajo, porque a ninguna reunión le sienta mal una cerveza helada.