Borrar
0

Volver a San Sebastián

Lunes, 03 de Octubre 2016

Tiempo de lectura: 1 min

Hace 17 años la mejor generación de cocineros españoles de todos los tiempos aún no se había doctorado. Echaban ilusiones y horas a miles en sus fogones sin imaginar que un día sus chaquetillas tendrían tanta influencia social como las camisetas del Barça. Aquella España solo tenía tres restaurantes triestrellados por Michelin: Arzak, elBulli y el Racó de Can Fabes, del malogrado Santi Santamaria. La revolución estaba a punto de alcanzar la madurez. Había comenzado el destete de las influencias francesas y el gran público ya hablaba de la cocina moderna: para criticar sus raciones pequeñas o para maravillarse con las texturas imposibles de Adrià. En aquel 1999 la tribu de las chaquetillas encontró su Compostela particular y comenzó a peregrinar cada año a San Sebastián. El congreso de Gastronomía, un encuentro singular donde los chefs cambiaban el cucharón por el micrófono, se convirtió en la cita anual y Donosti en la riviera en la que todos se reencontraban, compartían sin tapujos sus hallazgos gastronómicos, ponían de moda el gin-tonic (a base de tomar muchos) y, en vez de cocinar, se convertían en comensales, como 'príncipes por un día'. Luego surgirían otros congresos, casi tantos como perros descalzos, buenos escaparates y algún negocio, pero ninguno ha logrado reproducir el sabor genuino del Woodstock donostiarra, ni la emoción de reencontrarse con los amigos y estrenar ponencia para ellos, los que viven de, por y para la gastronomía. Cuando hagan un remake de Casablanca habrá que cambiarle la frase a Rick. Le gustará comer bien y no le dejarán fumar, para que diga en el aeropuerto de Hondarribia: «Siempre nos quedará San Sebastián».