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El bueno y el malo

Lunes, 08 de Enero 2018

Tiempo de lectura: 1 min

Nos ha tocado encontrarnos de nuevo en una fecha fatídica. Siete de enero y domingo, mil veces peor que un martes y trece. Los niveles de dominguitis, ese malestar que se manifiesta el día antes de volver al tajo, se disparan y se duerme tarde y mal. Acaban las vacaciones con su lista de intenciones navideñas, total o parcialmente incumplida, y con la de propósitos incumplibles para el nuevo año en el cabecero de la cama. Pero no se aflijan porque vengo a aliviarlos. El profesor Jorge Wagensberg me dijo una vez que «la verdad de la ciencia siempre es provisional» y yo nunca lo he olvidado, gracias a Dios. Esta vez los científicos regresan en nuestra ayuda como la Patrulla Canina. Resumo a mi manera: resulta que lo que pensábamos acerca del colesterol puede ser incorrecto. Los doctos doctores discuten ahora si lo que comemos influye tanto como se creía en la acumulación de grasa en las arterias y si lo estamos midiendo bien. Podría ser que el del colesterol malo no fuera un indicador de riesgo cardiovascular tan infalible como se creía. Un sector de la comunidad científica considera una simplificación anticuada culpabilizar a quien se come dos huevos con chorizo y decirle que esa grasa va directamente a las arterias. A ver si finalmente, como las personas, el colesterol no es ni bueno ni malo, sino regularcito, un tipo que hace lo que puede y que no es un veneno, sino un componente celular y materia prima para fabricar la bilis y algunas hormonas. No se fustiguen en enero, sean indulgentes. El perdón y no la culpa, esa sí que es la parte buena de la herencia judeocristiana. Nadie va al infierno por unos huevos con chorizo.