Borrar
MI HERMOSA LAVANDERÍA

El dinero invisible

Isabel Coixet

Martes, 27 de Agosto 2019

Tiempo de lectura: 2 min

El último informe de la revista Forbes señala que hay 25 familias en el mundo que poseen 1,7 trillones de dólares. A cada minuto que pasa, esa cifra –una cifra impensable, inabarcable, mítica– se multiplica. Esas 25 familias controlan la mitad de la riqueza terrestre. La más rica, con 190 billones de dólares, es la familia Walmart, poseedores de la cadena americana de grandes almacenes donde no se pueden comprar pistolas de juguete, pero sí armas auténticas. El número 25 es la familia Ferrero, dueños de Ferrero Rocher y Nutella, entre otras marcas, que poseen 29,8 billones de dólares. Detergentes, petróleo, maquillaje, cigarrillos, envases, chocolate, medicinas son las materias con las que se han construido esas fortunas hiperbólicas. Junto con estas dinastías que llevan amasando dinero desde tiempos inmemoriales, tenemos en el cómputo de los más ricos a hombres (todos) que han hecho su fortuna en los últimos 20 años, encabezados por el CEO de Amazon, Jeff Bezos, que posee él solo 133 billones de dólares. En esa lista están Bill Gates, Warren Buffett, Amancio Ortega, etc. No conozco a demasiada gente realmente rica. Y los que he conocido no me han parecido especialmente inteligentes o interesantes. Escuchar las declaraciones de los billonarios (especialmente los norteamericanos) y cómo se enriquecieron es lo más parecido a escuchar una sarta de banalidades sobre el esfuerzo, el trabajo, la pasión y el tesón, aderezados con alguna anécdota de la niñez sobre la venta de limonada. Creo que la capacidad de hacer dinero a mansalva está reservada a personas con una ambición desmedida y con una concentración sobrehumana en una sola cosa: en el caso de Bezos, su convencimiento de que el futuro estaba en la venta por Internet. Jeff Bezos empezó Amazon (el primer nombre de la compañía fue Cadabra) en 1994 desde su garaje, vendiendo libros, con 300.000 dólares que le dejaron sus padres. Siempre tuvo la idea de que los libros serían sólo el comienzo y que la compañía expandiría sus horizontes a otros productos. Bezos entendió muy pronto algo básico pero fundamental: el capitalismo en la era de Internet había generado un consumidor muy activo en el deseo de consumir (alimentado por el interminable despliegue de productos en las páginas expuestas en la Red) y con escasa posibilidades a la hora de proceder al consumo. Uniendo estos dos factores con la tecnología, Amazon ha experimentado en los últimos 20 años el mayor crecimiento entre las empresas de cualquier categoría del mundo, y lo ha conseguido ofreciendo un servicio que hace apenas 20 años nadie creía que pudiera necesitar, y sin inventar o producir nada, tan sólo acercando el producto al consumidor, donde quiera que este esté. Lo que me inquieta de todos estos informes sobre los más ricos del mundo es lo que no está en ellos: todo ese dinero opaco, protegido por complejos sistemas que los profanos nunca alcanzaremos a entender, todos esos clanes de billonarios que consiguen pasar bajo el radar con fortunas que no podemos siquiera imaginar. Tan sólo con que ese dinero invisible aflorara y se utilizara en buenas causas, el mundo iría algo mejor. Porque si esperamos a que Jeff Bezos y acólitos aflojen algo de lo suyo, me parece que podemos esperar sentados.