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ANIMALES DE COMPAÑÍA

Todos andorranos

Juan Manuel de Prada

Lunes, 08 de Febrero 2021

Tiempo de lectura: 3 min

Ha causado gran indignación el anuncio de varios youtubers, que se muestran dispuestos a instalarse en Andorra para evitar el pago de impuestos en España. Ha causado tanta indignación que entre los indignados se cuentan incluso muchas personas que, aunque no hayan fijado su residencia en Andorra, han urdido otras añagazas semejantes para defraudar al fisco. Sin ir más lejos, son muchos los ministros que cuentan con sociedades instrumentales para escamotear su patrimonio; y, en fin, no hay famosete mediático que no haya intentado maquillar sus ingresos mediante los métodos más peregrinos y ocurrentes (como disponen de asesores en birlibirloques fiscales, ni siquiera necesitan cambiar de residencia). Pues bien, muchos de estos ministros y famosetes han sido los primeros en rasgarse las vestiduras ante el anuncio de los youtubers escapistas. Y sospecho que la mayoría de la gente que se ha soliviantado al conocer los planes andorranos de los youtubers de marras lo hace movida por la envidia o el resentimiento; por todas esas pasiones de Caín, en fin, que hemos encumbrado a la categoría de virtudes cívicas. Pues lo cierto es que en las sociedades democráticas nadie cumple con sus obligaciones fiscales por amor al prójimo o a la patria, sino por miedo a la punición que conlleva el incumplimiento, si llega a conocerse. Punición que sobre nosotros, los mindundis, cae implacablemente; y que sobre los famosetes y los ministros sólo cae de guindas a brevas, cuando el incumplimiento resulta muy desinhibido u ostentoso. De hecho, me atrevería a afirmar que quienes más se rasgan las vestiduras con los planes andorranos de los youtubers lo hacen para señalar chivos expiatorios al pueblo ‘pagano’, que así se entretiene alimentando sus pasiones cainitas contra ellos, mientras deja en paz a los famosetes defraudadores y a los ministros con sociedades instrumentales. Por lo demás, que estos youtubers millonarios se dispongan a instalarse en Andorra, para sustraerse al fisco, me parece mucho menos grave que el hecho mismo de que esos youtubers sean millonarios. Antes de escribir este artículo, me tomé la molestia de ver uno de los vídeos de uno de los youtubers con planes andorranos, que en verdad me obligó a preguntarme si el hombre no procederá –como afirman los darwinistas– del mono. Todo lo que salía por la boquita del youtuber en cuestión podría haberlo formulado tranquilamente cualquier orangután o chimpancé, con tan sólo mejorar sus órganos de fonación; y, desde luego, brindaba motivos de esperanza a la ameba y el paramecio, que con un poquito de esfuerzo tal vez puedan también acabar residiendo en Andorra. Pero, más allá de la burricie presuntuosa del youtuber de marras, me acongojó la abultadísima cifra de sus seguidores, a los que imaginé al menos tan orgullosos de su vulgaridad como su ídolo (aunque, desde luego, mucho menos ‘listos’). Pero si personajes así se han encumbrado como ídolos entre una multitud de adolescentes es porque, previamente, alguien se encargó de deformar espiritualmente a esos adolescentes. Alguien se encargó de desviar sus inquietudes, de envilecer su gusto, de sofocar sus ansias de conocimiento y matar sus anhelos de belleza, hasta convertirlos en una papilla gregaria que se regocija con las sandeces de moda (y aspira incluso a acuñarlas, a imitación de sus youtubers de cabecera). Y esta exhaustiva labor de degradación no habría podido completarse si los ministros y famosetes que se rasgan las vestiduras no hubiesen envenenado concienzudamente las fuentes de las que bebían esos adolescentes. Para ello fomentaron la destrucción de sus familias y les brindaron una educación bajuna y aturdidora que, a la vez que halagaba sus bajos instintos, los privaba de una genealogía cultural, moral y espiritual; y a continuación les brindaron entretenimientos plebeyos que poco a poco fueron anulando sus resistencias, hasta convertirlos en cera moldeable para sus ingenierías sociales. Pero esa cera moldeable es también invertebrada y descree de todos los arraigos y lealtades. Desdeñosa de las cualidades espirituales, no concibe otra forma de éxito que no sea el enriquecimiento material. Si lo consigue, corre a refugiarse en Andorra; y, si no lo consigue, rabia de envidia y resentimiento. Pasiones de Caín que, por supuesto, ministros y famosetes mediáticos se encargan de disfrazar de indignación democrática, para que nadie repare en las causas profundas de los planes andorranos.

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