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ENTREVISTA - JOANNE CHORY

El poder de las súper plantas

La respuesta contra el cambio climático podría estar en las plantas. Esta prestigiosa botánica estadounidense, que acaba de recibir el premio Princesa de Asturias de Investigación Científica, confía en que sus plantas genéticamente modificadas puedan contribuir a combatir las emisiones de CO2 a la atmósfera.

ENTREVISTA - JOANNE CHORY El poder de las ‘superplantas’

La respuesta contra el cambio climático podría estar en las plantas. Esta prestigiosa botánica estadounidense, que acaba de recibir el premio Princesa de Asturias de Investigación Científica, confía en que sus plantas genéticamente modificadas puedan contribuir a combatir las emisiones de CO2 a la atmósfera.

Ixone Díaz Landaluce

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Hasta hace poco, Joanne Chory (Massachusetts, Estados Unidos, 1955) siempre se había dedicado a estudiar la ciencia básica de las plantas. Después de doctorarse de Microbiología y de formarse en instituciones de prestigio como Harvard, había profundizado en el conocimiento del fitocromo, una proteína vegetal sensible a la luz roja e infrarroja, y contribuido a descubrir qué genes estaban implicados en la sensibilidad a la luz desde el Salk Institute de San Diego.

Pero nunca había trabajado con la presión acuciante de encontrar la solución a un problema global. Ahora, Chory, una de las botánicas más prestigiosas del mundo, está desarrollando con su equipo plantas modificadas genéticamente que ayudarán a reducir las emisiones de CO2 a la atmósfera, el principal causante del cambio climático. Un proyecto muy ambicioso que necesita la implicación de gobiernos y agricultores de todo el mundo y que requiere superar también el estigma de las plantas genéticamente modificadas, que sobre todo en Europa tienen muy mala prensa. Chory confía que en cinco años su grupo tenga prototipos de las plantas de cultivo más comunes. Ahora que sus hijos ya son mayores, la investigadora dedica todo su tiempo a esto. Porque no hay nada más urgente que combatir la emergencia climática. Y sus plantas ideales, como ella prefiere llamarlas, podrían una parte esencial de la solución al problema.

¿Cómo empezó a interesarse por las plantas? ¿Por qué le resultan tan fascinantes?

Más que las plantas lo que realmente me fascinó fue la genética, que es la ciencia que explica por qué somos diferentes entre nosotros, qué hay en nuestros genes que hace que yo tenga el pelo rizado y blanco y que tú lo tengas liso y rubio. Luego, me di cuenta de que las plantas son maravillosas para estudiar genética porque no hace falta diseccionarlas, te lo enseñan todo: si tienen hojas o si no, si su tallo es largo o corto…

¿Qué es una súper planta y qué conexión tiene con el cambio climático?

Las plantas nunca han sido domesticadas, nadie les ha pedido que hagan nada específico, aunque sean capaces de hacerlo. Lo que nosotros queremos es que reposicionen parte del carbono que obtienen del CO2 de la atmósfera, el principal causante del cambio climático.

Necesitamos que las Gretas y los Al Gore despierten a los gobiernos

¿Y cómo se hace eso?

Gracias a la fotosíntesis, las plantas pueden absorber el CO2, que se almacena en los azúcares, que a su vez son consumidos por los microbios del suelo o se degradan cuando la planta se descompone y muere. Lo que queremos es que estas plantas reposicionen algunos de esos azúcares en la suberina, un polímero que se produce en las raíces y que almacena el carbono, de forma que permanezca en la tierra de manera estable en lugar de volver a la atmósfera.

Estas plantas tienen raíces más fuertes y profundas. ¿Por qué?

Para que se fije más carbono a ese tipo de molécula las raíces tienen que ser más grandes, pero también más profundas, para que lleguen a una parte de la tierra en la que no hay tantos microbios. Además, les pedimos a estas plantas que nos entierren el carbono, que lo almacenen en la profundidad del suelo. Otra característica que podemos potenciar es que produzcan más suberina. Desde el punto de vista científico, no tengo ninguna duda de que se puede hacer. El problema es conseguir hacerlo a gran escala.

El cambio debería ser masivo para que fuera efectivo, ¿no es así?

Exacto. Creemos que en diez años podríamos reducir ocho gigatoneladas al año de C02 con ayuda de estas plantas. Eso es la mitad del exceso de CO2 que emitimos a la atmósfera. Con eso y otras iniciativas contra el calentamiento global, podríamos alcanzar las emisiones negativas.

¿Y cómo convencemos a los agricultores?

Ese es nuestro gran reto a partir de ahora. En mi equipo hay un abogado que se encarga de hablar con los legisladores. Mientras nosotros seguimos investigando, tenemos que avanzar en ese sentido. Además, creo que a los agricultores les gustarán nuestras semillas porque harán que sus tierras sean más resilientes, igual que las plantas, que serán más resistentes a las inclemencias meteorológicas.

Las plantas genéticamente modificadas arrastran una mala reputación. ¿Cómo se combate ese estigma?

Esa es una gran preocupación, sobre todo en Europa. Sin embargo, podemos hacer súper plantas utilizando la nueva tecnología de edición genética (la conocida como CRISPR) que es muy precisa. Es bastante natural y en Estados Unidos no se considera GMO (organismos genéticamente modificados), aunque parece que Europa sí los considerará así. Y es una pena. Si pudiéramos usar esa tecnología creo que eso ayudaría a persuadir a mucha gente. Este es un asunto en el que el público y la ciencia están realmente enfrentados entre sí.

¿Por qué?

Todas las grandes asociaciones científicas, la Academia Francesa de Ciencias, la Royal Society de Londres o la Academia de Ciencias Naturales de Estados Unidos, han ratificado que no existe ninguna evidencia de que los GMO sean dañinos para las personas. Pero pese a este gran consenso académico, a la gente le sigue sin gustar la idea. Se tiende a pensar que introducir plantas genéticamente modificadas en nuestra dieta provocará enfermedades en el futuro. Pero la realidad es que los GMO están entre nosotros desde hace 30 años y no ha pasado nada.

¿Puede esa modificación genética afectar al sabor o al valor nutricional de las plantas?

No lo sabemos todavía, pero yo creo que no tiene por qué. A menos que las raíces se queden con todos los nutrientes. En cuyo caso tendríamos que ajustar eso. ¡Lo descubriremos!

¿Cómo se imagina la producción agrícola del futuro?

Para empezar, tenemos que tener en cuenta que en 2050 seremos 9.500 millones de personas. Hay que aumentar la producción de las cosechas en los lugares donde aún tenemos un buen suelo. Nuestras plantas harán que esas tierras sean más sostenibles y que retengan mejor el agua. Y eso, teniendo en cuenta las grandes sequías que vamos a sufrir, es fundamental. Estamos perdiendo cosechas enteras debido al cambio climático y los huracanes, sequías e inundaciones que provoca.

Lleva años predicando sobre la necesidad de que haya más mujeres dedicadas a la ciencia. ¿Por qué es tan crucial?

Me encanta que haya chicas en mi laboratorio porque hacen las cosas de otra manera. Necesitamos diversidad, gente con diferentes estilos y opiniones que no tengan miedo a expresarlas.

Por cierto, ¿qué le diría a un escéptico del cambio climático?

Le diría que ahora ya da igual qué o quién ha provocado esta situación, lo importante es arreglarlo. Si queremos que la vida siga pareciéndose a la que conocemos, debemos hacer algo en los próximos diez o veinte años. Sé que es un mensaje muy desolador, pero creo que las plantas pueden ayudarnos. Tienen una trayectoria histórica que ha conseguido, por ejemplo, que la atmósfera sea habitable para los seres humanos. Al fin y al cabo, el oxígeno es fotosíntesis.

Al menos, los jóvenes se han echado a la calle para luchar por su futuro. ¿Es el activismo tan importante como la ciencia?

El activismo es muy necesario. Greta (Thunberg) es capaz de tocar la fibra de la gente porque está tratando de despertar a la generación de sus padres para que no destruyan el planeta para su generación. Necesitamos que las Gretas y los Al Gore despierten a los gobiernos.

¿Y por qué no escuchamos a las Gretas y los Al Gores de hace 30 años?

No lo sé. A finales de los 70, los científicos ya nos advirtieron de lo que iba a ocurrir, pero el mensaje no caló. Quizá no eran buenos comunicadores. Eso es algo que los científicos tenemos que aprender a hacer: debemos vender nuestras ideas, ser más visibles y utilizar un lenguaje que la gente pueda entender.

Entiendo que, pese a todo, usted no pierde la esperanza.

Yo he tenido que dejarlo todo y concentrarme en esto. No tengo tiempo para nada más. Todo el mundo que entra en mi vida tiene que trabajar en el cambio climático. Es el mayor problema al que nos enfrentamos: cómo dar de comer a 11.000 millones de personas para finales de siglo, mientras entendemos cómo controlar esa población y encontramos la manera de dejar de quemar combustibles fósiles para disminuir las emisiones de CO2 a la atmósfera. Tenemos que ser amables con la naturaleza e integrarnos en ella. Es el único camino.

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