Su marido era el hijo primogénito del mayor estafador de la historia, Bernard Madoff. Dos años después de que saltara el escándalo, su esposo decidió acabar con todo y se suicidó en su apartamento de Manhattan. Stephanie Madoff, su viuda, ha callado hasta ahora. Pero ha decidido contar «su verdad». Por Tony Allen

En 2001, accedió a encontrarse en una cita a ciegas con un hombre llamado Mark Madoff, divorciado, padre de dos hijos y diez años mayor que ella.

Stephanie era rubia y guapísima, había tenido idilios con algún que otro indeseable y, a los 27 años de edad, estaba empezando a pensar que jamás iba a encontrar al hombre de su vida. Por entonces, el apellido Madoff no le decía nada. Mark era el hijo de Bernie Madoff, un financiero de Wall Street fabulosamente rico, pero Stephanie asegura que nunca había oído hablar de él. «Wall Street no me interesaba. Yo trabajaba en el mundo de la moda. En la vida había oído el nombre de Madoff».

Sentada en el borde de un enorme sillón de cuero en su apartamento de Manhattan, Stephanie empieza a contar cómo fue su turbulenta historia de amor con el hijo del mayor estafador de la historia.

Stephanie relata su visión de los hechos con sorprendente efectividad en The end of normal [El fin de la normalidad], su recién publicada crónica sobre el hundimiento del imperio de Madoff y las subsiguientes presiones que llevaron a su marido al suicidio. El libro es la primera crónica escrita desde dentro. Pero el drama de esta mujer es que pocos estadounidenses creen que la familia no estuviera al corriente de la gigantesca estafa de 65 millardos de dólares puesta en práctica por su suegro. Su marido, Mark, y su cuñado, Andrew, habían estado trabajando en la compañía. Por otro lado, su lujosísima casa de vacaciones en Nantucket Island parecía señalarlos como claros beneficiarios de la estafa. Ella, sin embargo, insiste en que llevaban una vida sin ostentación. «No vivíamos a lo grande. Vestíamos con vaqueros y camiseta», señala.

En diciembre de 2010, en el segundo aniversario de la confesión de su padre, Mark esperó a que su esposa y su hija se marcharan de viaje a Disney World (era un viaje ‘solo para chicas’ que Stephanie había prometido a la pequeña tiempo atrás). Después, su marido usó la correa del perro a modo de soga y se ahorcó de una viga del salón. Mientras, su bebé de 22 meses dormía en la cuna del cuarto de al lado.

Aquella mañana, Stephanie se despertó en una habitación en Florida con vistas al castillo de Cenicienta con un correo electrónico de Mark que decía: «Por favor, envía a alguien que se ocupe de Nick»

«Mi historia no es la historia de una estafa. Es una historia de amor y una tragedia», dice Stephanie entre lágrimas cuando recuerda ese dramático día.

Su relación con Mark empezó poco a poco. Ella no tardó en comprender que su nuevo novio seguía herido por el recuerdo de su primer matrimonio, fallido. «No soy tonta, y tuve claro que su primera mujer le había hecho daño. Así que yo decidí no hablar de boda. Sin embargo, cuando llevábamos saliendo un año y medio, Mark pensó que lo mejor era aclarar las cosas de una vez». Y se sinceró en un restaurante. «Me dijo que la idea del matrimonio le ponía los pelos de punta». Mark no quería casarse en absoluto.

Los capítulos iniciales del libro están repletos de ejemplos parecidos, donde ella aparece casi como una ‘mujer felpudo’. «Me convertí en una amiguita sin voz ni voto. Tenía miedo de que Mark me abandonara si no me mostraba complaciente. Estaba decidida a ser la compañera perfecta que no pedía más que ser querida por él». Su persistencia tuvo recompensa. Mark y ella se casaron en 2004. Stephanie tenía 30 años.

«Me horroriza pensar que, mientras Bernie estaba en casa dándole el biberón a su nieta, era plenamente consciente de que iba a arruinarnos la vida a todos»

Si hubiera sabido lo que iba a pasar, ¿habría dejado plantado a Mark en el restaurante para empezar una nueva vida? «No pienso en ello», dice. «Mark era un hombre maravilloso, y tuve la suerte de compartir diez años con él. Me dio dos hijos maravillosos. Pero siempre me pregunto por qué ha tenido que pasarme todo esto. ¿Por qué a mí? Nunca he hecho daño a nadie. Soy buena persona. ¿Por qué no pude disfrutar del cuento de hadas? Y no hablo del dinero; estoy hablando de un marido, de los dos hijos, de un perro, de una vida. Y esa vida la he perdido. ¿Por qué?» .

Stephanie reconoce que, cuando conoció a su futuro suegro, le pareció encantador. «Lo que más me deprime de toda esta historia es la muerte de mi marido. Pero también que Bernie fuera adorable, un abuelo maravilloso y a la vez un tipo sin escrúpulos. Me deprime el recuerdo de que estuviera en mi casa dándole el biberón a mi hijita mientras era consciente de que un día iba a arruinarnos la vida a todos».

Meses antes de su confesión, cuando Bernie ya tenía claro que el juego se había acabado y que nunca iba a poder devolver el dinero a los inversores, el padrastro de Stephanie le preguntó si su suegro aceptaría gestionar los ahorros de su familia. Madoff, tras dudarlo un momento, aceptó: el capital no tardó en desvanecerse en el pozo sin fondo de las falsas inversiones urdidas por Madoff.

«Yo no soy médico, así que no puedo afirmar si Bernie es un sociópata o algo así. Pero ¿cómo podía estar en paz consigo mismo después de hacerle eso a mi padrastro? Creo que Bernie vivía sabiendo que todo iba a derrumbarse» .

Bernie Madoff hoy tiene 73 años y se encuentra en una prisión federal, cumpliendo una condena de 150 años de cárcel. «Me da igual si está bien o no. Si volviera a encontrarme con él, lo escupiría en la cara. No tengo nada que decirle». Sus sentimientos para con Ruth, la esposa de Bernie, resultan más complejos. «Ruth estaba en el lujoso ático donde vivían cuando Bernie lo confesó todo. Ella contempló cómo su marido le decía a sus hijos que todo el negocio era una farsa gigantesca. Vio cómo sus hijos se quedaban hundidos. Yo, en su caso, me habría marchado corriendo por la puerta con los dos chicos. No comprendo cómo pudo quedarse al lado de Bernie».

«Mark le suplicó a su madre que rompiera con su padre. Ella estaba en el apartamento cuando Bernie se lo confesó todo a a sus hijos. No entiendo cómo siguió a su lado»

Mark estaba furioso con su madre. La puntilla fue cuando supo que sus padres trataron de sacar de su piso ciertos relojes carísimos y otros regalos costosos para que no fueran requisados por las autoridades. Según Stephanie, Mark suplicó a su madre que rompiera de una vez con su padre y se sentía cada vez más deprimido por la aparente incapacidad de su madre para reconocer el daño que su esposo había infligido a la familia.

A pesar de sus compungidas palabras, hay otra versión de los hechos. En Truth and consequences, un nuevo libro escrito por el otro hijo de Madoff y la novia de este, se sugiere que el matrimonio entre Mark y Stephanie estaba en las últimas, que Stephanie había contratado a un abogado especializado en divorcios y que faltaban pocos días para que dejara a su marido cuando Mark se suicidó.Como suponer, Stephanie ofrece una visión diferente por completo.

Es verdad que estaba consultando a un abogado especializado en divorcios… Porque los abogados del propio Mark le habían aconsejado recurrir a un profesional para proteger su parte de los bienes maritales de la avalancha de denuncias judiciales puestas por los inversores que habían confiado sus ahorros a Madoff y pretendían querellarse contra todos los demás integrantes de la familia Madoff, con la esperanza de recuperar lo perdido.

«Hay quien dice que yo tenía previsto dejar a Mark , indica. Es absolutamente falso. Así se lo dije al propio Mark, e hice que mis abogados también se lo dijeran. No sé qué más podría haber hecho. Nunca me planteé separarme de él».

«Discutíamos a gritos. ¿Pero qué pareja no lo hace? Es mentira que me fuera a divorciar. Hice todo lo que pude por ayudar a mi marido. No me hubiera ido de viaje si hubiera sabido de sus ideas suicidas»

Mark ya había tratado de suicidarse con una sobredosis de medicamentos 14 meses antes. Pero Stephanie estaba segura de que ese episodio había quedado atrás. «Yo tenía claro que había hecho todo lo posible por ayudarlo. Hice que dejara de mirar los mensajes de odio hacia los Madoff que corrían por Internet. Traté de que pasara página de una vez. No se me habría ocurrido irme a Florida si hubiera pensado que mi marido tenía ideas suicidas».

Sentada en el sillón, cruza y descruza las piernas y se pasa un pañuelo por los labios. «Mark se encontraba bien. Estábamos hablando de la posibilidad de irnos de la ciudad, de tener un tercer hijo quizá. Todo el mundo creía que Mark estaba bien, tanto los médicos como los compañeros de trabajo que lo estuvieron viendo esa semana».

Sí, reconoce, es verdad que de vez en cuando discutían a gritos. «Pero ¿qué pareja no discute algunas veces, incluso si no hay un Bernie Madoff en la familia? En ningún momento pensé que nuestro matrimonio no funcionaba» .

Stephanie admite a la vez que no es fácil perdonar a un padre capaz de suicidarse dejando a su niño pequeño sin cuidados en la habitación de al lado. También reconoce que se siente presa de la rabia al pensar en buena parte de la familia. En el libro tilda a la novia de su cuñado de «una mala puta» ; la exmujer de Mark, Susan, recibe el epíteto de «zorra manipuladora».

En el libro no menciona por qué fracasó el primer matrimonio de Mark. «Para él era muy importante que sus hijos no supieran la razón del divorcio de sus padres. Pero voy a decírselo. a Mark lo traicionó su mujer», asegura.

Stephanie afirma que ha escrito el libro para superar sus sentimientos de dolor y rabia. «No puedo dejar que me amarguen la existencia. Además, quiero que mis hijos algún día puedan leer la verdad de lo que pasó».

Como por arte de magia, de la habitación vecina llega un grito de angustia y un niño pequeño y exhausto rompe a llorar con estrépito. Mamá solo tiene tiempo para una pregunta más.

¿Cuál ha sido el último paso dado por la viuda de la familia Madoff? Stephanie acaba de adoptar un nuevo apellido, Mack. ‘M’ por Madoff y ‘AC’´ en referencia al código del aeropuerto de Nantucket, donde ella y su marido fueron tan felices tiempo atrás. «Me sentía muy feliz en mi matrimonio. Me encantaba tener un compañero. Tener a alguien con quien salir a cenar. Quiero volver a tener todo eso. ¿Si hoy estoy preparada para ello? No. Pero estoy empezando a salir un poco más. Y a diferencia de Mark, el matrimonio no me pone los pelos de punta».

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