Los delfines ‘conversan’, se comunican entre sí de una forma más sofisticada que la mayoría de los animales. ¿Pero qué se dicen? Por Carlos Manuel Sánchez

El ser humano lleva 60 años intentando traducir su complejo lenguaje. Nuevas investigaciones apuntan a que podríamos llegar a entendernos con estos cetáceos.

La historia de la biología puede estar cambiando en la isla de Roatán (Honduras). Dos delfines, bautizados Hector y Han, hacen algo que tiene pasmados a los científicos del Instituto de Ciencias Marinas.

Los delfines en cuestión han aprendido decenas de maniobras, las típicas que se enseñan en los delfinarios para entretener a los turistas y que implican saltos, equilibrios, inmersiones, juegos con pelotas… Pero lo asombroso viene cuando su entrenador les hace una seña que significa «improvisad». O dicho de otro modo, de todas las acrobacias que sabéis, elegid una, la que os venga en gana.

Los delfines se toman entonces su tiempo debajo del agua. Parecen conversar. Un psicólogo comparativo, con equipo submarino de grabación, registra lo que están parloteando. De repente, emergen y ambos realizan al unísono la misma pirueta, que es diferente en cada sesión. ¿Se ponen de acuerdo? Si es así, sería la prueba de que estos cetáceos hablan un lenguaje complejo. Un idioma que los seres humanos llevan 60 años intentando traducir.

Descifrando el ‘delfinés’

El debate científico sobre cuáles deben ser nuestras expectativas a la hora de abordar el estudio de la inteligencia de los delfines se ha polarizado en los últimos años. Una corriente es optimista. Stan Kuczaj, el psicólogo que trabaja con Hector y Han, cree que estamos a punto de dar un paso de gigante en nuestra comunicación con estos mamíferos marinos. Para Kuczaj, estaríamos en la víspera de un momento tan decisivo como el que supuso la traducción de la piedra de Rosetta para la arqueología o el descifrado de la máquina Enigma para la criptografía. Y basa su optimismo en el perfeccionamiento de dos herramientas novedosas. La tecnología de grabación de sonidos de alta frecuencia, que solo tiene una década. Y la minería de datos para filtrar esos resultados y analizarlos, que apenas tiene dos años.

Biólogos e informáticos colaboran para crear un algoritmo que permita descifrar los silbidos.

Incluso los chicos de Google se han involucrado, según desvela National Geographic. Thad Starner, responsable de las Google Glass, colabora con la bióloga Denise Herzing en un prototipo de traducción simultánea del ‘delfinés’. Herzing, conocida como la Jane Goodall de los mares, aporta miles de horas de grabaciones submarinas de ‘conversaciones’ entre delfines. Y Starner, experto en computación, el algoritmo de búsqueda capaz de hallar significados en una base de datos tan opaca y sin pistas para relacionar elementos. Aunque aseguran que ya han traducido un silbido emitido por un delfín y que significaría ‘sargazo’ (un alga), la comunidad científica se tomó el anuncio con cautela.

Otra corriente es más escéptica. «Sí, tienen vidas sociales complejas. Su ritmo cardíaco se incrementa cuando se percatan de que un miembro de su familia está sufriendo. Dan la alarma en caso de amenaza. Y los experimentos han demostrado que pueden anticipar eventos futuros -explica el zoólogo Justin Gregg-. Pero todo eso también lo hacen los pollos».

Inteligencia alienígena

La bióloga Liz Hawkings discrepa: «Son animales salvajes y, en general, los animales salvajes solo emiten sonidos o transmiten información que es esencial para su supervivencia. Pero en el caso de los delfines, esta comunicación es mucho más sofisticada de lo que se creía». Por eso -sostiene Hawkings-, resulta tan difícil de traducir.

A la sofisticación se añade otra dificultad. La inteligencia de los delfines no está emparentada con la humana. No son primates. Evolutivamente, no somos de la familia. Según el escritor científico Joshua Foer, un delfín es lo más parecido a un extraterrestre, a una inteligencia alienígena. Los delfines ‘ven’ con el oído, con un sónar biológico tan efectivo como los rayos X, capaz de penetrar a través de los objetos. Su sistema de ecolocación es más sofisticado que el de los submarinos nucleares. Solo duermen con la mitad del cerebro y pueden estar despiertos y alerta durante quince días seguidos…

Cada delfín utiliza un silbido como firma, inventa un nombre para sí mismo cuando es joven y los demás lo pronuncian

Pero una de las cualidades que tenemos en común delfines y humanos es que nos encanta charlar. Su vocabulario es muy rico. Silban, chasquean, gorjean, percuten, emiten paquetes sonoros, ráfagas, chirridos, clics y también pulsos vibratorios con el orificio que tienen en la cabeza, ‘golpes’ auditivos que sirven para disciplinar a los jóvenes y alejar a los tiburones. Su espectro es mucho más amplio que el de los humanos. Y los científicos intentan aislar alguna ‘palabra’ en esa verborrea. Una unidad lingüística fundamental. El primer ladrillo con el que edificar un diccionario ‘delfinés’-humano.

La primera pieza del Puzle

Hay pruebas de que existe, al menos, un vocablo que sí hemos identificado. Cada delfín utiliza un silbido personal como firma acústica. Puede decirse que cada delfín se inventa un nombre para sí cuando es un alevín, combinando varios sonidos diferentes que ha aprendido de su madre, y lo conserva toda su vida. Intercala ese nombre en sus chapurreos para identificarse. Otros delfines lo aprenden, memorizan y pronuncian. Y se saludan entre ellos. Ninguna otra especie hace algo así. «Estos silbidos son nombres abstractos, lo cual es inaudito en el reino animal, a excepción de los humanos», explica Randall Wells, coautor de la investigación. Quizá para que los humanos entendamos a los delfines debemos empezar por ahí, por saludarlos en su propio idioma; por aprender, en el caso de Hector y Han, sus verdaderos nombres, los que ellos se dieron a sí mismos. Una cuestión de cortesía.

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