Cayetana Fitz-James Stuart vendió la valiosa tiara que luce en esta imagen para comprarle un caballo a Cayetano. Así, por lo menos, lo afirma en las memorias que acaba de publicar. Por J.L Rábago

• Joyas que nacieron durante las dos guerras mundiales

Pero ¿quién pagó la fortuna en la que está valorada? ¿Por qué no hay registro de la transacción? ¿Cómo puede haber desaparecido sin dejar rastro una maravilla de diamantes que perteneció a los zares? Le seguimos la pista a la joya de la duquesa.

Tras leer las sorprendentes confesiones de la duquesa de alba en sus memorias Yo, Cayetana, muchos joyeros, algunos historiadores y ansiosos coleccionistas se preguntan por el paradero de ‘la rusa’, y no nos referimos a ninguna dama eslava, sino al incierto devenir de una preciada diadema…

• Cayetano Martínez de Irujo: «La cocaína me perturbó por completo»

La aristócrata aseguraba haber tenido que vender la tiara conocida como ‘la rusa’ para comprarle a su hijo menor un caballo con el que competir. La revelación causó sorpresa. Cayetana Stuart -porque así le gustaba llamarse cuando se trata de abreviar sus apellidos- ha hecho gala toda su vida de mantener el legado de la Casa de Alba intacto; y, aún va más lejos, se muestra orgullosa de haberlo aumentado desde que llegara a sus manos, tal y como le enseñó a hacer su padre. La duquesa cuenta que compró personalmente muchas antigüedades y valiosos cuadros, entre los que destacan un Picasso y un Renoir.

La diadema de la discordia

Bien es cierto que la propia duquesa asegura que la tiara forma parte de la herencia que recibió de su abuela materna, María del Rosario de Silva y Gurtubay, duquesa de Híjar, duquesa de Aliaga, condesa de Salvatierra y marquesa de San Vicente del Barco, entre otras dignidades. La propia Cayetana confiesa el enorme valor histórico y sentimental que para ella tiene tan singular joya al reconocer que fue precisamente esta diadema la causante de uno de los disgustos familiares habidos poco antes de la boda de su hijo Alfonso con María Hohenlohe: «En aquella época, estamos hablando de 1977, algo pesaba sobre mis hombros. Mi segundo hijo, Alfonso, había tomado la decisión de casarse. Yo tendría que haber estado contenta, pero no era así. Ya antes de la boda, mi hijo y yo tuvimos nuestras tensiones, algunos encontronazos serios [… ]. Sucedió el incidente de la diadema, la de platino y brillantes, la que conocíamos como ‘la rusa’ [se las llaman ‘rusas’ por su aspecto de kokoshnik, que era el tocado oficial que llevaban las damas de la Corte Imperial rusa] que yo había heredado de mi abuela Híjar. Era una joya muy querida y simbólica para la Casa y para mí. Y Alfonso, duque de Aliaga, grande de España, era el primero de mis hijos que se casaba. Yo entendía que no eligieran un lugar más adecuado para su boda (se casaron en Marbella), pero que ella no quisiera llevar nuestra diadema me costaba comprenderlo, puesto que yo se la había ofrecido con todo el cariño y respeto a la tradición. Finalmente, aceptó a regañadientes.El incidente de la diadema marcó ya un inicio desagradable con María, mi primera nuera. Todo lo contrario que sucedería con Matilde Solís, futura esposa de Carlos, que unos años después llevaría sin problemas ‘la rusa’ [… ]. Tras la boda, María y yo intentamos llevarnos bien, pero era imposible».

Tuve que vender la tiara -dice la duquesa de Alba- para que Cayetano pudiera competir». Pero, siendo buen jinete, la suerte le dio la espalda. También en su vida personal

Efectivamente, el duque de Huéscar se casó 11 años después que su hermano Alfonso (en 1988) con Matilde Solís en Sevilla; y, pese a que muchos pensaron que la novia luciría la misma diadema que Cayetana en su primera boda con Luis Martínez de Irujo, por tratarse de la futura duquesa de Alba, llevó la famosa ‘rusa’ en día tan señalado. «Mati estaba radiante -comenta- y lució con la cabeza bien alta la diadema de nuestra Casa, ‘la rusa’, y fue poco después cuando la tuve que vender». Efectivamente, aquel 18 de junio de 1988 fue la última vez que la tan querida tiara de la casa de Híjar era utilizada por alguna de las mujeres de la familia.

La historia del caballo

Corrían los años 90 cuando Cayetano se perfilaba ya como un excelente jinete. Tras vivir durante diez años en Holanda -alejado de nuestro país por los problemas que acarreó a la hípica la peste equina-, participó en los Juegos Olímpicos de Barcelona y quedó en un honroso cuarto lugar. «A partir de Barcelona ya tuve mucho apoyo de mi madre, moral y económico -reconoció Cayetano en una entrevista publicada en XLSemanal-, aunque ella se preguntaba por qué, si ya era tan bueno, no me compraban un caballo como se lo habían comprado a Luis Astolfi. Conseguí entonces, a través de Luis María Ansón y de Gustavo Villapalos, que Alberto Ruiz-Gallardón creyese en mí y me comprase uno del mismo nivel que el de Astolfi. Toda la vida se lo agradeceré a Gallardón porque se montó un follón terrible y lo pusieron contra las cuerdas de mala manera. Tengo un dosier acojonante de la barbaridad que vivimos porque la Comunidad de Madrid había comprado un caballo al hijo de la duquesa de Alba. Yo sufría la presión, pero la prensa se dedicó a atacar a Ruiz-Gallardón y a mi madre encarecidamente [… ]. Con todo el cacao, el caballo estuvo parado seis meses y, después, la presión fue absolutamente imposible. Se lesionó y acabaron vendiéndolo. A partir de entonces sí tuve todo el apoyo de mi madre, dentro de las posibilidades que tiene esta Casa, que dispone de poco para gastar».

Es entonces cuando la duquesa de Alba entra en acción: «Hubo cuestiones, de todos modos, bastante complicadas: tuve que vender la diadema rusa para que Cayetano se pudiera comprar un caballo maravilloso, Gigoló, con el que competir». Pero la inversión de la duquesa no arrojó del todo los frutos deseados. Gigoló era un magnífico caballo -pudo haber costado entre 80 y 100 millones de pesetas- y su primera competición internacional de cierta relevancia montado por Cayetano fue en Caen (Francia) en mayo de 1996. Un año después, Gigoló participa en varios concursos nacionales; entre ellos, la Copa del Mundo de Sevilla. En los dos años siguientes, Cayetano apenas obtiene grandes resultados y en 2001 el caballo cambió de jinete y reapareció montado por un júnior -Carlos Mollinedo- que se hace con el trofeo Príncipe de Asturias de juveniles.

Como reconoce la propia Cayetana, aquellos años no fueron fáciles para la familia. Siendo Cayetano un buen jinete, la suerte le daba la espalda. Tampoco en su vida personal las cosas le fueron mejor: «Yo estaba acostumbrada a que cambiara de novia como de camisa -cuenta la duquesa-. La mayor locura de mi hijo fue una mujer cuyo nombre me resisto a dar, pero me aseguran que en unas memorias es absurdo no citarlo. Mar Flores. Ha sido uno de los episodios más desagradables que han sucedido en esta Casa. Fue espantoso, una espiral que nos agarró a todos».

El noviazgo de Eugenia y Francisco Rivera le devolvió la sonrisa a Cayetana. El 23 de octubre de 1998 se dieron el ‘sí quiero’, pero ‘la rusa’ ya no estaba en la familia y Eugenia lució la diadema de la emperatriz Eugenia, aquella con la que se casó su madre en primeras nupcias.

La increíble historia de la duquesa

Al historiador José Luis Sampedro, autor de La Casa de Alba, mil años de historias y leyendas, entre otros, le cuesta mucho creer la historia que Cayetana Stuart refiere en sus memorias cuando explica las razones que la llevaron a la venta de ‘la rusa’: «Si es verdad que se vendió -y parece que es verdad que la ha vendido-, sospecho que la duquesa de Alba tendría más problemas económicos, más gastos, que la mera compra de un caballo, por muy bueno que este fuera. Yo creo que la fortuna de la Casa de Alba da para hacer frente a ese gasto sin necesidad de vender una joya tan importante. Si ella está retratada por Gyenes con la diadema, si la han llevado las mujeres de sus dos hijos mayores en sus respectivas bodas, si tanta importancia le da a la tradición… no tiene ningún sentido que para comprar un caballo la venda, sin estar en la más absoluta ruina, que no lo está».

¿Cómo cree que esta tiara rusa, de platino y brillantes, llega a la abuela de la duquesa de Alba? «Si es verdad que -como en cierta ocasión dijo Cayetana- ‘la rusa’ había pertenecido a la madre del zar Nicolás II, podría haberla llegado a comprar la duquesa de Híjar directamente a la emperatriz María Fiódorovna durante su exilio o a través de algún mediador en el mercado de Londres, Ginebra o Nueva York. La madre del zar se exilió en 1918 y puso en venta antes de morir, en los años 20, muchas de sus joyas».

Parece que la duquesa de Alba vendió su diadema con mucha discreción, ¿pudo venderla mejor si la hubiera ofertado públicamente? «En general, es así y, si la pieza es muy importante, se habla con un joyero de prestigio internacional, en Suiza, en Nueva York, en Tokio, en Londres, que es donde hay más potencial. Pero si se le quiere dar el valor histórico que tiene, lo normal es sacarla a pública subasta y hacer una gran publicidad de ella, tal y como se está haciendo ahora, por ejemplo, con la Peregrina, la perla que Richard Burton le regaló a Liz Taylor y que proviene de la Casa Real española. En ocasiones, si la propietaria no quiere dejar rastro de su venta, la pieza se suele desmontar y los joyeros la venden por partes, confeccionando brazaletes, gargantillas, broches, anillos, pulseras…».

¿En cuánto ha podido vender la diadema la duquesa de Alba? «El valor de estas piezas es difícil de concretar. Hay que evaluar muy prosaicamente su origen, el tamaño de las piedras y, sobre todo, su calidad. Suponiendo que es verdad que perteneció a la madre del zar y que las piezas son de cierta calidad, pongamos que puede valer entre 35 y 90 millones de euros, dependiendo del momento y del comprador. Habría, entonces, que calcular el número de caballos que se pueden comprar con una cantidad así».

¿Quiénes son los compradores habituales de estas joyas? «Pueden ser muy variados: desde el norteamericano multimillonario, el antiguo tejano del petróleo que quería impresionar, hasta las estrellas de cine que se lo podían permitir como Liz Taylor, o los coleccionistas y los mitómanos del poder que compran lo que ha pertenecido o presuntamente ha pertenecido a la realeza».

¿Era ‘la rusa’ la mejor diadema que tenía la duquesa? «Posiblemente sea mejor la que dice que perteneció a la emperatriz Eugenia, de perlas y diamantes. Hay que partir de la base de que las perlas, si son buenas, son infinitamente más caras que los diamantes. Las perlas grandes y perfectas son mucho más caras que los diamantes grandes y perfectos. Un collar de perlas excepcional es mucho más caro que un collar de diamantes excepcional, sin duda alguna».

Por su forma de expresarse, ¿duda de que la rusa perteneciera a la madre del zar Nicolás II y la que Cayetana asegura que perteneció a la emperatriz Eugenia tenga ese origen? «Es que en ninguno de los dos casos está documentada su procedencia. Yo escribí a la duquesa para interesarme por la diadema de la emperatriz Eugenia, le pregunté si sabía de la existencia de algún documento que hablase de ella o alguna fotografía o miniatura en las que la emperatriz mostrase esa pieza, y la duquesa me remitió a los responsables de su archivo, donde nadie del equipo de investigadores y asesores que tiene trabajando en la biblioteca y en el archivo dio razón de ella. De la rusa tampoco parece haber nada. El archivero, que es una persona muy preparada y que sabe perfectamente qué documentación tiene a su cargo, me respondió que de esos asuntos se ocupaba personalmente la duquesa de Alba. La única versión que tenemos de ‘la rusa’ y de la diadema de la emperatriz Eugenia es la que ella da cuando se casan sus hijos y que la prensa recoge. Lo cual no prueba ni desmiente su procedencia».

Finalmente, ¿quién cree que tiene ‘la rusa’? «Siendo optimista y pensando que no se ha desmontado porque se le ha respetado su supuesto valor histórico, pudiera estar en manos de un coleccionista ávido por tener este tipo de piezas, porque se creyera que ha pertenecido a María Fiódorovna, la madre del zar Nicolás II, posiblemente de Kuwait, de Tokio o de Estados Unidos. Siendo más prosaico, me inclino a pensar que no la volveremos a ver porque ha sido desmontada y convertida en joyas de menor entidad y comercializadas posteriormente».

Las diademas, solo para reinas y princesas

En España, apenas se les encarga ya a nuestros joyeros la elaboración de nuevas diademas. El príncipe Felipe, por ejemplo, mandó hacer una para la princesa Letizia a la firma Ansorena, procurando darle poca publicidad al asunto. Y es que, en nuestro país, las tiaras no tienen mucha demanda por las escasas posibilidades que hay de lucirlas. Quienes las han heredado las exhiben casi exclusivamente en las bodas, quedando restringido su uso a la novia y, como mucho, también a la madrina. Si la pieza no es demasiado importante ni llamativa, las llevan también las jóvenes en su puesta de largo y poco más.

En nuestro país, ni en las funciones operísticas del Teatro Real ni en actos palatinos se considera ya correcto su uso en personas ajenas a la familia real. Cuando en las cenas de Estado se recibe a un mandatario extranjero, solo pueden llevar diadema las mujeres directamente relacionadas con el rey. la reina, la princesa de Asturias, las infantas y, en contadas ocasiones, las hermanas del rey, siempre y cuando los invitados a los que agasajar tengan vinculación directa con la familia real española. Es por esta razón que muchas de las antiguas tiaras se desmontan con facilidad de su armadura para convertirse, al menos circunstancialmente, en espléndidos collares o gargantillas aptos para lucirse en numerosas ocasiones.

 

También te puede interesar esta artículo de joyas españolas…

Cómo llegó la perla Peregrina a manos de la actriz Liz Taylor

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos