Francisco Sánchez: Astrofísico / 80 años. Hace mucho tiempo de sus logros, pero su mirada brilla todavía al hablar de su gran pasión. Por Mónica González Salomone

Su carrera científica empezó, sin él saberlo, el 2 de octubre de 1959, con un eclipse total de Sol visible desde Canarias. Sánchez no lo vio. Era entonces un joven toledano que estudiaba Físicas en Madrid. Pero los astrónomos de todo el mundo congregados en las islas para la ocasión lo vieron muy bien; tanto que, de hecho, se extrañaron de que no hubiera allí un observatorio astronómico permanente. Sánchez dice que esos sabios extranjeros tocaron el «orgullo patrio». Un año después, ya profesor de la Universidad Complutense, recibió una exótica oferta laboral. determinar si el cielo de Canarias era bueno para la astronomía.

El trabajo exigía vivir semiaislado durante meses en las laderas de un volcán, con temperaturas extremas. Aceptó. Hoy, los observatorios del Instituto de Astrofísica de Canarias son algunos de los templos mundiales de la ciencia.

Desde los observatorios del Teide, en Tenerife, y el Roque de los Muchachos, en La Palma, se investiga el origen del cosmos, la vida del Sol y los agujeros negros. Nada satisface más a Sánchez que encontrar a autores españoles en las mejores revistas científicas. «Eso es… ¡maravilloso!».

XLSemanal. En el Observatorio del Teide, usted y su esposa dormían en una cabaña sin luz. ¿Pensó en dejarlo?

Francisco Sánchez. Muchas veces. ¿Por qué decidimos seguir? Creo que tiene que ver con que soy un chico de la posguerra, acostumbrado a las dificultades… Nos decían que teníamos que ser inasequibles al desaliento. Y me lo creí. Además, la naturaleza del Teide es de una belleza descomunal y, cuando empezamos a medir, vi que el sitio era realmente magnífico para la observación astronómica. Y había que luchar por España. Ahora, ese patriotismo suena ‘carca’, pero era así. Pensé que valía la pena quedarme, por la astrofísica, que me encantaba, y porque el sitio era magnífico. Yo era un soñador.

XL. Pero al principio no sabía nada de astrofísica.

F.S. Entonces se enseñaba en España astronomía clásica, no una ciencia que aplica la física moderna a los astros. ¡Yo soy el primero que puso ‘astrofísico’ en el DNI!

XL. ¿Cómo aprendió?

F.S. Me empeciné. En 1962 fui a París para aprender y me enamoré de esta ciencia. Eso de que somos polvo de estrellas, que los átomos que nos componen han sido fabricados en el interior de una estrella… me llegó al alma.

XL. En Francia conoció al dueño del primer telescopio extranjero del Observatorio del Teide.

F.S. Le mostré los datos de calidad del cielo, que eran excepcionales, y en 1964 él se trajo su telescopio al Teide para un par de meses. Le propuse trabajar juntos: yo ponía el cielo y él, el telescopio. Ese fue el modelo que seguí después para crear los observatorios. Me di cuenta enseguida de que, si no formábamos a gente, íbamos a ser víctimas del colonialismo científico.

XL. Y estuvo tentado de irse a la NASA por aquel entonces…

F.S. Era la época de las primeras sondas interplanetarias. La NASA necesitaba saber más sobre cómo era el espacio entre los planetas, por ejemplo: si había micrometeoritos que pudieran afectar a las naves. Me ofrecieron irme a Estados Unidos a principios de los setenta. Estuve muy tentado. Decidí ir al rector de la Universidad de La Laguna, de quien dependía, y decirle que o me pagaban el doble, o me iba. Es que ¡me pagaban como material de oficina no inventariable! Me subió el sueldo y me quedé.

XL. ¿Cómo convenció a las instituciones científicas extranjeras de que trajeran sus telescopios?

F.S. No se creían los datos sobre calidad del cielo, así que vinieron a hacer sus propias mediciones. Pero venían con mentalidad colonial, buscando solo un enclave. Dije que no, que teníamos que aprender nosotros.

XL. ¿Y le hicieron caso?

F.S. Costó. La verdad es que yo era un inexperto con muy mal inglés codeándome con profesores importantes y tenía un complejo horrible. Pero me lo quité cuando me di cuenta de una cosa: yo era un nuevo rico, alguien que de repente tenía un recurso, el cielo, que los demás querían; sí, mi currículum no era bueno, ¿y qué? A mí el pelo de la dehesa no se me iba a caer, pero mis hijos ya no serían como yo, sino como ellos. Y negocié durísimamente. Conseguí que el 20 por ciento del tiempo de observación en sus instrumentos fuera para nosotros. Ellos seguro que pensaron que nunca lo aprovecharíamos, pero sí y desde muy pronto.

XL. ¿Ha habido obstáculos burocráticos en España?

F.S. ¡Uy! He conocido a 27 ministros. Ha habido de todo. Desde que empezamos a despuntar, ha habido zancadillas por todos lados. Pero ya se sabe: ladran, luego cabalgamos.

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