Fueron pioneros de la globalización, se emborrachaban con cerveza y tomaban alucinógenos, pero también eran poetas exquisitos… Lo que no sabías de los vikingos. Por Carlos Manuel Sánchez/ Fotos: Cordon

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→ ¿Eran tan buenos navegantes?

Los vikingos no usaban brújula ni mapas, solo las estrellas y quizá también unas extrañas piedras que captaban la luz del Sol en los días nublados. Esas rocas cristalinas de espato de Islandia, un polarizador natural, han sido estudiadas por la Royal Society. Cuando las nubes les impedían orientarse,  oteaban el cielo con un cristal de espato, cuyo brillo aumentaba si lo apuntaban hacia donde estaba el Sol, y podían determinar así la hora y el rumbo. Fueron pioneros de la globalización, pero sus grandes descubrimientos geográficos, como Islandia, Groenlandia o Terra Nova, se deben más a la casualidad y a las tormentas que a su pericia navegando.

→ ¿Sus barcos eran invencibles?

Sus astilleros fabricaban dos tipos de navíos: el knoerr, de unos 17 metros de eslora y vela cuadrada, era un barco mercante capaz de cargar cien toneladas; y el temido langskip de guerra, conocido en las crónicas como drakkar, por la cabeza de dragón que adornaba la proa. Esa pieza era de quita y pon. Lo llevaban para asustar a los lugareños cuando se disponían a atacar y prescindían de él cuando llegaban a un puerto en el que pretendían comerciar en son de paz. La propulsión combinaba remos y vela. Eran muy manejables, pero naufragaban con cierta facilidad y se demostraron muy inferiores a las naves andalusíes.

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→ ¿Planificaban sus expediciones?

Lo justo. Eran espíritus inquietos. La inactividad los aburría. La oscuridad de los meses invernales los volvía taciturnos. Las costumbres de los clanes daneses estable-cían, además, que el primogénito lo heredaba todo, así que para el resto de la parentela convenía emigrar. Bebían reunidos junto a un fuego. Si alguien contaba una historia sobre lo bien que le iba a una granja vecina o la riqueza de una costa cercana o lejana, sin pensarlo dos veces, montaban una flota. De España, por ejemplo, les llegaron oídas de su lucrativo comercio de esclavos, en especial eunucos. Eran castrados en Córdoba por cirujanos judíos.

→ ¿Tenían espíritu militar?

Según el historiador Griffith, sus éxitos militares se deben a una peculiar mezcla de «grandes dosis de pragmatismo; un código de honor básico, la lealtad al patrón y el respeto a la ley, usos, religión y tradiciones de su tierra. Estos preceptos se hallaban más enraizados en actitudes civiles que especificamente castrenses (…) Pocos guerreros vikingos se acomodan a la categoría de soldados regulares. La guerra y la paz eran inseparables en la sociedad. ¿Quién podía dudar de que la espada y el escudo serían necesarios para defender la granja y el barco»

→ ¿Eran tan feroces?

Eran mercaderes. Pero descubrieron que los pobladores de algunas regiones, sobre todo los que vivían cerca de abadías y monasterios, eran pacíficos y poco duchos en el manejo de las armas. ¿Y qué mejor negocio que el saqueo? Espadas, hachas y martillos eran su armamento. Se defendían con un escudo redondo. Pero no todos los guerreros podían permitirse una cota de malla o el casco (sin cuernos). Sus tácticas eran terroristas. Pero si no veían una ventaja clara o les gustaba el lugar, terminaban diluyéndose con los oriundos. Dice un manual vikingo del siglo X: «Sé amigo de tus amigos, devuelve regalo por regalo, sonríe donde te sonrían y miente con disimulo».

→ ¿Luchaban drogados?

Unos pocos guerreros entraban en combate en estado de trance, posiblemente por la ingestión de alguna droga o quizá autoinducido. Ululaban y echaban espumarajos por la boca. Eran los berserker, formaban una extraña hermandad y actuaban como una fuerza de choque con un poder intimidador superlativo. Hasta sus propios compañeros los temían, pues no distinguían entre amigo y enemigo. Pero en tiempos de paz no se adaptaban a vivir en sociedad, y la población vikinga les hacía el vacío.

→ ¿Era una sociedad machista?

Con unos tipos tan duros en casa, sería lógico pensar que las mujeres vikingas serían sumisas, pero no. Acostumbradas a pasar largas temporadas a cargo de la granja mientras sus hombres estaban lejos, no estaba mal visto que tuviesen amantes. Y podían divorciarse si alegaban que su cónyuge era homosexual o impotente. En ocasiones también acompañaban a las expediciones y en algunos casos incluso guerreaban.

→ ¿Y ellos eran tan brutos?

Podían serlo. Pero también eran presumidos y limpios para los estándares de la época. Cuenta un cronista medieval que «se lavan y peinan todos los días, se bañan semanalmente y se cambian de ropa con frecuencia, así que pueden socavar la virtud de las mujeres casadas e incluso seducir a las hijas de nuestros nobles». Se emborrachaban con cerveza y tomaban alucinógenos, pero también eran poetas exquisitos; sus sagas, las narraciones familiares, eran una mezcla de periodismo y culebrón. Crearon el primer parlamento democrático del mundo. Tenían un panteón de dioses muy complejo, con Odín a la cabeza.

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