Deportistas que participan en los actuales juegos olímpicos de Invierno han mejorado su rendimiento con el buceo a pulmón libre. Por Fátima Uribarri

Antes de descender por las pistas nevadas de Pyeongchang (en Corea del Sur), Regino Hernández y Lucas Eguíbar -participantes en la competición de snowboard cross en los Juegos Olímpicos de Invierno- se han zambullido en la piscina más profunda del mundo, situada en Italia, para mejorar su capacidad respiratoria y su habilidad para manejar el estrés. Compartían inmersiones con triatletas, expertos en esgrima y otros esquiadores. La apnea, suspensión voluntaria de la respiración bajo el agua mientras se recorre una larga distancia o se baja a gran profundidad, es un magnífico método de entrenamiento. El cuerpo reacciona a la inmersión disminuyendo los latidos del corazón y bajando el consumo de oxígeno; además, acude menos sangre a la periferia del cuerpo -brazos y piernas- porque se dirige sobre todo al corazón y el cerebro. Pero no solamente tiene beneficios físicos, sus practicantes hacen hincapié en la gran mejora mental que proporciona: «Aprendes a controlarte antes de una carrera, por ejemplo», cuenta Regino Hernández.

La piscina más profunda del mundo está en Italia

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Para tocar el fondo, hay que descender 42 metros (como 12 pisos). Contiene 2,5 millones de litros de agua y se encuentra en el hotel Millepini, en el pueblo de Montegrotto Terme, al norte de Italia. Como sus paredes son de cristal, los curiosos pueden observar a los buceadores; muchos de ellos, deportistas de diferentes disciplinas que practican la apnea para mejorar su rendimiento.

Y el más arriesgado es francés

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Guillaume Néry aguanta más de 7 minutos sin respirar. Ha descendido 126 metros, una marca que solo es capaz de superar el ruso Alexéi Molchánov, con 129 metros. Néry intentó batirlo en 2015, pero se cometió un error con la línea de buceo y bajó hasta 139 metros. Sufrió un barotraumatismo (lesión causada por el cambio de presión) y se tuvo que retirar de la competición.

ASÍ VA REACCIONANDO EL CUERPO EN SUPERFICIE

Nada más zambullirnos, el cuerpo comienza a reaccionar para consumir menos oxígeno. Disminuyen los latidos cardiacos; los vasos sanguíneos periféricos se estrechan; la sangre fluye hacia los pulmones, el corazón y el cerebro.

10 metros: la presión comprime los pulmones y actúa sobre el tímpano. es necesario hacer maniobras de compensación de los oídos.

50 metros: se siente la presión del agua en el tórax, pero el flujo de sangre a los pulmones lo compensa y permite seguir bajando.

60 metros: comienza el ‘hambre de aire’. Son contracciones del diafragma que el buceador debe controlar.

90 metros: los músculos producen ácido láctico (responsable de la sensación de cansancio).

129 metros: récord en la modalidad ‘peso constante con aletas’. Aumenta el riesgo de sufrir lesiones por el cambio de presión.

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