Escritores, críticos, editoriales, medios de comunicación… Juan Manuel de Prada no deja títere con cabeza en su novela ‘Mirlo blanco, cisne negro’. Un descarnado retrato del mundo literario y sus vanidades. Por Virginia Drake

Fue mirlo blanco, saboreó las mieles del éxito antes de tiempo y pagó por ello. Abonó también la correspondiente factura de quien se considera un reaccionario que se revuelve contra la modernidad. Nunca formó parte de la pomada literaria y se siente orgulloso. Escritores famosos, agentes, críticos literarios, editoriales, medios de comunicación, jerarcas de la Iglesia y tertulianos… todos, en el punto de mira de Juan Manuel de Prada, que, como comprobará el lector, también tiene mucho de cisne negro.

XLSemanal. Después de escribir Mirlo blanco, cisne negro (editorial Espasa), ¿se ha quedado satisfecho?

Juan Manuel de Prada. Te confesaré que su escritura me resultó muy dolorosa, porque me he tenido que mirar en el espejo. Pero ha sido una experiencia liberadora, purificadora y catártica.

XL. ¿Es su novela más autobiográfica?

J.M.P. No, en realidad nada me ha sucedido tal y como lo cuento. Pero muchas de las zozobras y anhelos de los protagonistas son los míos.

XL. ¿La sociedad literaria es tan cruel y canalla como la pinta?

J.M.P. Creo que hago un retrato de ella bastante benigno. Mi experiencia fue más penosa que como la retrato en el libro, donde pongo bastante sarcasmo y sentido del humor.

XL. Entre escritores, ¿perro come perro?

J.M.P. Sí, sin duda alguna. La sociedad literaria es muy caníbal y muy endogámica. Puesto que en ella las recompensas materiales son muy escasas o inexistentes, se hipertrofian y se desarrollan una serie de pasiones innobles. la envidia, la vanidad, la ira, el resentimiento… Yo participé poco de la vida literaria, pero la he padecido.

XL. ¿Es usted un ángel puro que padece los pecados capitales de la sociedad literaria, pero que se mantiene virginal?

J.M.P. Un angelito desde luego no soy ni lo pretendería, pero no he participado de estos ritos caníbales porque tuve la suerte o la desgracia de triunfar desde fuera de Madrid. Y digamos que por cada escritor que triunfa hay cien que no lo hacen y que forman las camarillas en torno a las abejas reinas o los machos alfa.

«La sociedad literaria es caníbal. Se desarrollan las pasiones innobles: la envidia, la vanidad, la ira…»

XL. En esta novela se puede jugar a adivinar qué escritores están detrás de cada descripción. Parece claro que están Andrés Trapiello, Francisco Umbral…

J.M.P. [Ríe]. Esos personajes están, sí; porque dejaron una huella en mí; sobre todo en esos años juveniles, cuando procuraron hacerme mucho daño.

XL. ¿Por qué se estropeó la relación entre Umbral y usted?

J.M.P. Con Umbral tuve una relación muy intensa. Yo le profesaba una gran admiración. Le mandé mi primer libro –Coños– y él, de forma muy generosa y sin conocerme de nada, publicó un artículo muy encomiástico por el cual me dio a conocer. A partir de ahí iniciamos una relación muy fuerte, de maestro y discípulo, que duró año y medio. Pero Umbral era un hombre muy difícil de trato y sospecho que más que un discípulo lo que quería era un pigmeo que estuviese a su sombra y que no creciese. Cuando vio que yo sí iba a crecer, se revolvió contra mí de forma muy dolorosa.

XL. ¿Qué pasó?

J.M.P. Le entró un ataque de cuernos con mi primera novela, Las máscaras del héroe, y me dejó plantado en su presentación. Pienso que era la novela que él hubiera deseado escribir siempre porque él merodeó estas cuestiones de la vida literaria y de los políticos. Umbral, además, conspiró entre bastidores para que la novela fuese denigrada y trabajó para boicotearla. A partir de ahí nuestra relación se fue al garete.

XL. ¿Cómo fue su relación con Camilo José Cela?

J.M.P. A Cela lo traté mucho también en aquellos años. Fue una relación pacífica, fecunda y luminosa. No fue tan intensa como la de Umbral, pero tampoco tan conflictiva. Yo lo conocí ya aposentado en la gloria, cuando ya era Nobel y disfrutaba de una plácida vejez al lado de Marina Castaño.

«Cela no era un carcamal manipulado por Marina. Él estaba muy enamorado. Me decía que ella lo ponía cachondo y lo hacía feliz»

XL. Se ha escrito tanto sobre la relación entre Marina y Cela…

J.M.P. En contra de lo que se está diciendo ahora en su centenario, Cela ni estaba secuestrado por Marina Castaño ni había abandonado a sus amistades literarias para frecuentar a banqueros y empresarios.

XL. ¡Bueno…! Parece que Cela sí se trabajó el apoyo de ciertos millonarios.

J.M.P. Pero lo hizo siempre. Es sabido que, en los años cincuenta y sesenta, Camilo José Cela vivía gracias al dinero que le daba Huarte. Al dinero, a los pisos, a las casas, a los chóferes… Cela siempre tuvo una gran habilidad para vivir de los ricos y en su vejez también lo hizo. Pero él estaba muy enamorado de Marina y a mí me lo dijo varias veces.

XL. Cuente cómo se lo decía [risas].

J.M.P. Pues me decía que era una mujer que lo ponía muy cachondo y que lo hacía muy feliz [ríe]. Habrá a quien le caiga mejor o peor el Cela de sus últimos años, pero lo que no se puede es falsificar su vida y hacer creer que fue un hombre feliz en las primeras décadas de su carrera y que en las últimas fue un carcamal manipulado. Eso es falso.

XL. ¿Usted sería capaz de aguantar media vida al lado de un escritor?

J.M.P. Solo si tuviera la vocación de mujer abnegada y sacrificada. Vivir con un escritor es difícil porque vives con sus demonios interiores; la creación es un tirano que a veces te lleva hasta el abismo. En muchas ocasiones son las mujeres que viven con los escritores quienes los mantienen cuerdos, son el contrapeso que equilibra su locura.

juan manuel de prada entrevista xlsemanal

En 1997 recibió el Premio Planeta por ‘La tempestad’. Ha ganado decenas de premios; entre ellos, el Nacional de Narrativa en 2004

XL. Ganó el Premio Planeta con 26 años, vivía en Salamanca y sorprendió a propios y extraños que se lo dieran; entre otras cosas, porque suele decirse que este premio se da por encargo.

J.M.P. Arrastra esa fama de que está amañado, pero la verdad es que en mi caso no solo no estuvo amañado, sino que sospecho que fue una sorpresa para los propios miembros del jurado, en contra de las previsiones que circulaban ese año. Estoy seguro de que había otros candidatos a los que yo desplacé. Hubo otro caso similar con un escritor desconocido hasta entonces -Juan Eslava Galán- cuya novela gustó tanto al jurado que decidió cambiar los planes previstos. Juan le quitó el Premio Planeta a Fernando Fernán Gómez, con el consiguiente cabreo de este.

Cuando Umbral vio que yo iba a crecer como autor, se revolvió contra mí. Trabajó para que mi novela fuese denigrada

XL. Se le recuerda como un ‘pitagorín’ que estaba de pronto en todas partes.

J.M.P. Ahora soy un ‘pitagorón’ [ríe]. Entonces no sabía nada, era un muchacho bastante cándido y no te imaginas la cantidad de leches que me llevé. Hubo gente que me golpeó con ensañamiento, aunque yo eso lo acepté como reglas del juego. Sin embargo, hubo casos de verdadera crueldad.

XL. ¿Como por ejemplo?

J.M.P. Quizá una de las personas que de forma más vil trató de hacerme daño en aquella juventud fue Andrés Trapiello, que me ridiculizaba en sus diarios de todas las maneras habidas y por haber. Aun así, encajé aquello deportivamente, hasta que un día llegó a hacer un retrato esperpéntico de mi madre, a la que no conocía de nada y vio un día fugazmente porque nos encontramos con él en la calle.

XL. ¿Por qué no le gustó?

J.M.P. Le debió de parecer una paleta, una señora provinciana. Hizo de ella un retrato repugnante.

XL. ¿Es complicado moverse en la sociedad literaria sin pertenecer a un grupo concreto de opinión?

J.M.P. Sí. Digamos que, tras la muerte de Franco, España necesitaba hacerse un lavado de cara. Había que crear una cultura nueva y un medio de comunicación tuvo la intuición, la osadía y la rapidez de reflejos para crear un canon literario desde la nada.

XL. Se refiere al Grupo Prisa…

J.M.P. Sí. Este medio nos hizo creer que los grandes escritores españoles eran todos colaboradores suyos. Y la España acomplejada y deseosa de aparecer ante el mundo como demócrata de toda la vida asumió ese canon, y este medio se convirtió en una especie de hacedor de prestigios literarios. Esto hizo que todos los escritores se dedicaran a lamerle las almorranas a este grupo de comunicación y a tratar de asimilar este tipo de escritor que el medio había encumbrado.

XL. ¿Era difícil sobrevivir al margen?

J.M.P. Era complicado. Me atrevería a decir que quizá yo sea el único escritor que ha adquirido cierto relieve sin haber sido bendecido por este medio.

XL. ¿Cree que no estar integrado en la ‘pomada’ literaria es lo que suscitó tanta animadversión hacia usted?

J.M.P. En un primer momento, el éxito fulgurante que tuve desde la periferia generó mucho encono hacia mí; pero este odio era endogámico, del mundillo literario. La razón fundamental es mi fe religiosa, la que yo siempre he querido defender en tribunas públicas. Hoy día lo que denota que un escritor esté peor o mejor visto no es que sea de derechas o de izquierdas, porque el sistema necesita su negociado de derechas y de izquierdas para fingir la trifulca política sobre lo accesorio; lo que realmente molesta es tener una cosmovisión opuesta a la imperante.

XL. ¿La mayor parte de los escritores dejan la religión en el ámbito privado?

J.M.P. Yo no podría. Yo tengo dos vocaciones muy fuertes que han sobrevivido en circunstancias muy penosas ambas. una es mi vocación literaria, y de su supervivencia trata Mirlo blanco…; y otra es mi vocación religiosa, de la que algún día quiero escribir un libro.

Un grupo de comunicación creó un canon literario desde la nada, y los escritores se dedicaron a lamerle las almorranas

XL. ¿Puede que gran parte de su éxito literario se deba precisamente a ese declarado compromiso religioso que lo hace diferente a los demás?

J.M.P. Indudablemente yo tengo muchos seguidores que, por este motivo, me guardan una enorme lealtad que yo agradezco. Pero no nos engañemos, la influencia que tiene el mundo anticatólico es infinitamente superior a la que tiene el católico.

XL. Cuando usted se declara abiertamente antiabortista y publica sobre los males del divorcio, las jerarquías católicas lo abrazan…

J.M.P. En un primer momento que coincide con mi época de gran éxito juvenil y con los gobiernos del PSOE, desde esos círculos se me aplaudía mucho, pero honestamente creo que se me quiso dar el abrazo del oso.

XL. ¿Qué quiere decir?

J.M.P. Cuando yo combatía el aborto en la época zapateril, me daban palmaditas, felicitaciones e incluso incitaciones desde instancias episcopales. Sin embargo, cuando seguí defendiendo lo mismo pero en época pepera, eso ya no era igual; pasé a ser lo contrario. una persona intransigente y exagerada. El oficialismo católico es camaleónico. Cuando sea más viejecito, contaré que he conocido a personas dentro de la Iglesia ultraconservadoras con Juan Pablo II, tradicionalistas con Benedicto XVI y progresistas con Francisco.

XL. También sorprende que alguien divorciado, como usted, hable tan duramente en contra del divorcio.

J.M.P. Yo no he sido nunca estricto con el divorcio, lo que yo he considerado es que el divorcio es la mayor plaga que sacude a las sociedades contemporáneas. Pero estarás conmigo en que nadie está más autorizado para calificar de plaga el cáncer de mama que la mujer que lo ha sufrido…

XL. ¿De verdad quiere justificar así su oposición al divorcio que usted ha practicado?

J.M.P. Claro; una persona que ha padecido en sus propias carnes esa plaga está más cualificada para saber lo que implica.

XL. ¿Es cierto que el divorcio lo llevó a una depresión?

J.M.P. Totalmente; para mí era una quiebra personal muy profunda y un duro golpe, porque yo creo en las cosas que defiendo. Esa tragedia personal me hundió en una depresión fortísima y me mantuvo cinco años sin escribir. Solo gracias a la ayuda de mi familia y a la de la que hoy es mi mujer pude salir de ese agujero.

XL. ¿Nunca imaginó pasar por una experiencia así?

J.M.P. No es eso, yo nunca me consideré perfecto. Pero para mí el divorcio fue de una dureza vital extraordinaria, un desgarro muy profundo. Lo que me sorprendió es que la reacción que recibí de los ambientes anticatólicos y de algunos ambientes católicos fue prácticamente la misma.

XL. Como el cisne negro, durante los años que dejó de escribir, usted también encontró hueco en los medios de comunicación, de los que no dice nada bueno. ¿De verdad se prostituye un escritor en las tertulias televisivas y en los programas radiofónicos?

J.M.P. Esa es una crítica que me hago a mí mismo. Nadie me podrá reprochar que en esta novela soy duro con los críticos, con los editores y con el mundo literario cuando los dardos más envenenados y los golpes más duros me los reservo a mí mismo.

XL. De los tertulianos dice que no se separan del móvil durante el programa por si, desde Génova o Ferraz, les mandan una directriz concreta.

J.M.P. ¡El argumentario!, que llaman ellos. A las consignas lo llaman ‘argumentario’ [ríe]. En este aspecto estoy narrando una realidad que conocí de cerca.

XL. ¿A usted lo llamaban?

J.M.P. Nunca. Génova y Ferraz saben a quién tienen que llamar, por favor.

XL. ¿Qué pasó durante esos años en los que aparece en televisión?

J.M.P. Durante esos años, sin restar un ápice de responsabilidad a mis excesos -porque yo por temperamento soy una persona pasional que se lanza al vacío, sobre todo si hay muchos alrededor que me jalean-, me tiré varias veces a la piscina sin mirar si había agua. Pero eso no tiene nada que ver con el ejercicio de caricaturización enfermiza que algunos quisieron hacer de mí, muy específicamente Wyoming, que todas las semanas me ridiculizaba para intentar hacer de mí un friki grotesco, ante la absoluta pasividad del Grupo Planeta, que es el propietario de la cadena donde se hacían todas esas fantochadas.

«El oficialismo católico es camaleónico. Cuando combatía el aborto en época zapateril, me daban palmaditas; cuando defendía lo mismo con el PP, yo era intransigente»

XL. En su novela, también el protagonista se queja de falta de apoyo de su editorial ante los ataques que recibe.

J.M.P. Es totalmente demente estar invirtiendo por un lado en un escritor al que luego intentan destruir desde su propia televisión. Todo el prestigio que había acumulado como escritor lo intentaban demoler cada noche.

XL. La imagen que da de los medios de comunicación en esta novela es terriblemente negativa.

J.M.P. Es que hubo una época en la que recibí ataques desde ámbitos muy diversos. Por suerte, no todos los medios son así. Yo llevo años colaborando en la tertulia de Julia Otero, con el grupo Vocento, donde he podido expresarme siempre con total libertad.

XL. Salir airoso de las guerras fortalece.

J.M.P. Sí, claro; digamos que estoy curtido en dolores. Te fortalece también el apoyo de esa gente que siente que tú le estás dando voz. Yo doy gracias a esos lectores que en los momentos más duros mantuvieron su confianza en mí. Pero yo tengo las espaldas anchas y más conchas que un galápago.

XL. En esta línea de seguir haciendo amigos, dice que el liberalismo es el principio de todos los males…

J.M.P. Hay un libro de Unamuno que se titula Contra esto, eso y aquello y yo creo que es obligación del escritor mantenerse vigilante y repudiar todas las modas de su tiempo, y mucho más si son modas ideológicas. Yo soy un antimoderno, un reaccionario; y como buen reaccionario me tengo que revolver contra las ideologías modernas, esto es natural y por eso soy tantas veces el malo de la película. Hay quien me quiere ver muerto civilmente, sin duda; y no diré que muerto físicamente, porque hoy día los malvados son muy civilizaditos… y no son partidarios de la pena de muerte [ríe].

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