¿Que su hijo prefiere quedarse en su habitación solo antes que jugar con sus amigos? ¿Que habla poco y únicamente si se le pregunta? No se preocupe. Puede que sea introvertido. Por Priscila Guilayn

La soledad es un invento moderno

«No soy socialmente torpe, no odio a la gente, no soy engreída y soy perfectamente capaz de mantener una conversación. Pero no siempre quiero. Es que soy introvertida».

La frase es de la escritora estadounidense Sophia Dembling, autora del blog The introverts corner (La esquina del introvertido), una de las últimas voces en unirse a la reivindicación de las personas poco dadas a expresar sus sentimientos y reacias al contacto social, frente a la sobrevalorada extroversión imperante en la sociedad actual. Y que la introversión no es mala tiene ejemplos palmarios. Bill Gates, el fundador y presidente de Microsoft, el segundo hombre más rico del planeta, fue un niño y un adolescente que huía de la gente; prefería devorar libros en el sótano de su casa, algo que indujo a sus padres a arrastrarlo a la consulta de un psicólogo cuando Gates tenía solo 12 años. Pero el niño no sufría ningún problema. Sencillamente prefería estar ‘a su bola’ y tenía una enorme capacidad de concentración, lo que sin duda sería una ventaja a la hora de pasarse horas escribiendo código.

«Los introvertidos son a los extrovertidos lo que las mujeres eran a los hombres en los años 50: ciudadanos de segunda clase, aunque con mucho talento». La afirmación es de Susan Cain, autora de Quiet: The power of introverts in a world that cant stop talking (Silencio: El poder de los introvertidos en un mundo que no puede parar de hablar). Cain, titulada por las prestigiosas universidades de Princeton y Harvard e introvertida confesa, defendió durante siete años como abogada a empresas del tamaño de General Electric, JP Morgan o Goldman Sachs hasta que se convirtió en consultora de liderazgo. Actualmente da claves a ejecutivos de Wall Street sobre cómo negociar, y sus teorías y análisis sobre los beneficios de la introversión han merecido la atención de prestigiosas publicaciones como la revista Time. Para escribir su libro, Cain rastreó estudios científicos que respaldaran su convicción de que ser introvertido tiene sus ventajas y de que, bien encaminadas, estas características pueden llevar al éxito personal y profesional a quienes, en la infancia, se les suele pronosticar un futuro no demasiado halagüeño.

Los introvertidos son excelentes negociadores porque piensan antes de hablar y escuchan mejor

«Descubrí que los introvertidos somos excelentes negociadores porque pensamos antes de hablar, nos expresamos con tranquilidad y escuchamos lo que dicen los demás», afirma Cain. Ser buen oyente, además, es «la clave de un buen liderazgo», subraya, porque los introvertidos escuchan más a sus trabajadores y, por eso, suelen ser más respetados.

Y sigue enumerando ventajas. Los introvertidos son, según ella, buenos conversadores porque hablan poco, pero dicen mucho; son esforzados, porque, acostumbrados a trabajar en solitario, pueden lograr ellos mismos lo que los demás hacen en grupo; tienen una vida interior más intensa y satisfactoria, porque, como buenos amantes de la soledad, disfrutan de una mayor conexión con uno mismo y reflexionan mejor; y son discretos y moderados, con lo que prefieren los buenos modales en una discusión antes que perder los papeles.

introvertido niña

Pueden hasta ser más felices. Cain cita un estudio del psicólogo Matthias Mehl, de la universidad de Arizona, quien grabó 79 conversaciones durante cuatro días para concluir que las charlas serias y significativas generan más felicidad que las triviales y carentes de contenido. Las conversaciones profundas acaban entrando en temas íntimos, lo que implica confianza, un elemento de peso a la hora de generar felicidad. Partiendo de este estudio, Cain argumenta que, si bien los introvertidos conversan menos, cuando lo hacen son más profundos y, por lo tanto, la experiencia resulta más satisfactoria.

Steve Wozniak, cofundador de Apple, le reveló a Cain que «los inventores que he conocido son como yo, tímidos que viven en sus cabezas. Son como artistas. Y los artistas piensan mejor solos; no en comités ni en grupo».

Hablan menos, pero, cuando lo hacen, son más profundos. Y las charlas serias generan más felicidad que las atriviales

Llegados aquí es importante entender que no es lo mismo ser introvertido que tímido. Los introvertidos eligen tener pocos amigos y los tímidos, por miedo, no llegan a tenerlos. Lo que uno no quiere, el otro no puede. Los introvertidos tienen buenas relaciones, aunque muy pocas; buena competencia social y, como son introspectivos, pueden poseer una personalidad fuerte y bien estructurada. El niño tímido, por su parte, pierde muchas oportunidades para aprender porque el miedo le impide relacionarse y se aísla. Lo que personas como Cain reivindican es combatir ese estigma social de que ser introvertido sea algo malo, pero no restar importancia a la timidez patológica.

Cain explica que el ideal de extroversión de nuestra sociedad empezó en 1920 con las grandes empresas, que fomentaron el culto a la personalidad en lugar del culto al carácter. Antes lo importante era ser disciplinado y honrado tanto en privado como en público. Pero el culto a la personalidad, que valora más cómo nos perciben los otros, hizo que se ensalzara sobre todo a los habladores y carismáticos. Con todo, ella cree que esto va a cambiar. Observó que en las oficinas diseñadas ‘en abierto’, sin paredes y con poca privacidad la creatividad es menor. De igual forma, el concepto de brainstorming, o tormenta de ideas, es cada vez menos popular porque no propicia nuevos conceptos. En grupo, la gente tiende a callar lo que piensa y se alinea con la primera idea que se expone, que no necesariamente es la mejor. Pero, de momento, en una sociedad que incentiva el histrionismo social, que enaltece el tener millones de amigos (aunque sean virtuales), que engrandece a los poseedores de opiniones para todo y en la que se prefiere el riesgo a la prudencia y la certeza a la duda, los introvertidos son como un pez fuera del agua. Se sienten perseguidos, como Sophia Dembling: «Los padres se preocupan cuando sus hijos prefieren jugar solos; a los adolescentes se los incita a salir de sus burbujas… ¡Pero nosotros solo queremos estar a nuestro aire!».

LOS QUE MIRAN HACIA DENTRO

Cuántos son

Es difícil encontrar cifras precisas que distingan entre timidez e introversión, pero según el psicólogo estadounidense Jonathan Cheek, del Wellesley College, dos de cada seis personas son introvertidas.

Puede ser innata

La introversión puede ser innata. Es lo que concluyó el psicólogo Jerome Kagan, de Harvard, tras realizar en 1989 un estudio con 500 bebés de cuatro meses. Analizó sus reacciones al estallar globos, enseñarles móviles de colores o exponerlos al olor del alcohol. Un 20 por ciento lloró o agitó sus brazos y otro 40 por ciento se mantuvo tranquilo. Esto hizo suponer a Kagan que los primeros serían adolescentes introvertidos y los segundos, extrovertidos. Años más tarde refrendó su teoría al volver a estudiar a los mismos niños.

No confundir con la timidez patológica

La introversión voluntaria no es igual que la timidez patológica. Un niño con los síntomas físicos de la inhibición -sudor, tono vacilante, dificultad para mirar a su interlocutor…- necesita ayuda porque sufre. «El apoyo de los padres es definitivo -advierte la psicóloga Inés Monjas-. Es imprescindible hablar sobre sentimientos, porque la timidez está asociada a la insatisfacción y la baja autoestima». Pero nunca hay que presionar ni agobiar a un niño tímido.

Tres introvertidos confesos

Javier Gutiérrez, actor: «Me pasaba fines de semana encerrado jugando a las chapas. Tenía una imaginación desbordante»

«Solía pasarme fines de semana enteros encerrado en mi habitación organizando campeonatos de fútbol con chapas y grababa la ?retransmisión? en un radiocasete. Prefería eso que bajar a la calle a jugar con mis amigos. En casa era más extrovertido. Imitaba a los vecinos y contaba historias con una imaginación desbordante. Con el paso del tiempo, la interpretación se ha convertido en algo terapéutico para mí, pero en las promociones y los estrenos me sigo sintiendo incómodo. Mi introversión me ha ayudado a conocerme mejor… y también a justificar irme de alguna fiesta aburrida».

Enrique Vila-Matas, escritor: «Hace años que dejé de ser tímido, pero simulo que lo sigo siendo. Así, me dejan en paz»

«Yo fui un niño tímido. Ya adulto, la timidez ha contribuido a que no me atreviera a levantar mucho la voz contra ciertos canallas del mundillo literario. Y eso, en el fondo, ha sido beneficioso porque así no me he entretenido en trifulcas. Le debo mucho a la timidez. Es una fuente inagotable de desgracias en la vida práctica, pero nos permite tener una interesante vida interior. Le diré algo que, por timidez, no había confesado hasta ahora: hace años que dejé de ser tímido, pero simulo que lo sigo siendo. Es más cómodo que crean que soy un pobre apocado, un infeliz timorato? Así, todo el mundo me deja en paz

David Cantero, periodista: «Me aterraba salir a la pizarra y no lo he superado: por eso, no voy a concursos»

«Yo era un niño introvertido y a la vez era muy travieso, algo insólito. Mis padres respetaron siempre mis rarezas, que me gustara pasar inadvertido y ser silencioso. Sigo siendo así, pese a la popularidad. Aunque la timidez está superada y me siento tranquilo en público, algo queda. De niño, salir a la pizarra del colegio me aterrorizaba. Ser evaluado ante los demás me colapsaba. Eso no lo he superado; por eso, jamás voy como invitado a concursos. No los soporto. Y también mantengo vivo un gran sentido del ridículo que utilizo a mi favor, como alarma contra las estupideces y los excesos».

Introvertidos frente a…

Bill Gates. Se siente más cómodo con las máquinas que con los humanos, pero no tiene ningún problema de comunicación. Lo que tiene es una enorme capacidad de concentración.

Barack Obama. Reconoce que sus mejores momentos son los que pasa solo. No le gusta asistir a fiestas y socializa lo justo. Tiene el espíritu del escritor que era o quería ser antes de meterse en política

Leo Messi. Su mundo interior es inescrutable hasta para Guardiola. Parco en palabras, cuando le preguntan por su timidez, se limita a responder que no lo es; que sencillamente no tiene mucho que decir.

… extrovertidos

Steve Jobs. Dicen que nació para ser líder. Siempre le gustó ser el centro de atención. Bien es cierto que, con tanta extroversión, podía ?atropellar? a los demás y ser intimidante

George Bush. Tiene el típico carácter texano, aunque no naciese en Texas, de charla fácil y golpecitos en la espalda. Es sabido que su locuacidad o campechanería le han causado más de un problema.

Cristiano Ronaldo. Sus compañeros de la infancia cuentan que siempre tuvo claro que iba a ser una estrella. Hay quien ve chulería en su actitud desafiante, pero sin duda disfruta de su papel protagonista.

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