Mi vida con Prince
Mayte García era una bailarina de 16 años cuando conoció a Prince. Un año después de su muerte, la primera esposa del genio del pop lo cuenta todo sobre sus años con él. Sexo, amor y los dos trágicos embarazos que acabaron por separarlos. Por Ben Hoyle / Fotos: Kevin Mazur y Getty Images
• Extracto: el día que Prince y yo perdimos a nuestro hijo recién nacido
Aquella Navidad, Prince se sentía solo.
Su Majestad Púrpura era una de las principales estrellas del pop planetario. Y aunque llevaba algún tiempo sin lanzar un álbum rompedor, acababa de firmar un contrato descrito como el más lucrativo en los anales del negocio musical. Prince tenía amigos, admiradores y un sinfín de mujeres que se echaban en sus brazos. Sin embargo, en los últimos días de 1992, con 32 años, se encontraba arrumbado en Miami, deseando ver a su última musa, una corista adolescente que estaba pasando unos días en Puerto Rico con su abuela.
«Sí, era controlador y me robaba el rímel, pero conmigo fue siempre muy tierno»
Mayte García tenía 16 años la primera vez que vio a Prince. En las nuevas y reveladoras memorias sobre su vida en común, The most beautiful, García describe así su reacción tras verlo actuar en directo en Barcelona en 1990: «Mi mundo nunca más volvió a ser el mismo».
Por supuesto, la joven no creyó a Prince cuando este le dijo que iría a verla desde Florida. Pero lo hizo. Apareció en la modesta casita de la abuela Mercedes vestido como era su costumbre. «Nada de ropas sobrias», explica Mayte. Llevaba maquillaje y perfume de mujer. Y recuerda todavía el sonido que hacían sus tacones sobre el suelo enlosado. Prince no hablaba una sola palabra de español, pero charló con la familia «de forma muy respetuosa».
Estudio, hogar y, tras su muerte, museo; Prince construyó Paisley Park tras el éxito de Purple rain. En la Foo Foo Room (foto) guardaba sus premios y los master de sus grabaciones
Esa noche, Mayte fue a su hotel y lo encontró en su habitación, sentado en lo alto de un piano y contemplando el océano. «Voy a cambiarme el nombre», anunció a la recién llegada. ¿Qué nuevo nombre iba a adoptar? El músico señaló un símbolo de la portada del álbum en el que había estado trabajando. Aquella cosa. «Estoy seguro de que serás la única que no tratará de convencerme de que no lo haga». Mayte sonríe al recordarlo. «Pensé que era un capricho pasajero». Pero no fue así. Poco después la estrella pasó a ser «el artista anteriormente conocido como Prince». Más tarde ella se convertiría en su primera esposa y en la madre de su hijo. Pero, aquella noche en Puerto Rico, él no trató de seducirla. Sencillamente había aparecido para saludarla y ver cómo estaba.
Mayte se enteró de la muerte de Prince el 21 de abril del año pasado. Para entonces llevaban años sin verse. Sentada en su coche estacionado junto a una autovía de Los Ángeles, la ciudad donde vive, respondió a un mensaje de la segunda exmujer del cantante, Manuela Testolini, que le pedía que la llamara. García recuerda que gritó «¡no!» al enterarse de que Prince había muerto por sobredosis accidental de fentanilo.
Mayte se ha tomado su tiempo para contar cómo era el Prince Rogers Nelson que ella conoció. Un hombre que en poco recuerda al Prince de las revistas. Sí, era controlador y estaba obsesionado con la música. Sí, era propenso a robarle el rímel del bolso y hacía que sus estilistas retocasen las ropas de Mayte para que le sentaran bien a él. Pero Prince también era deportista, ingenioso y tenía sentido del humor. «Soltaba más juramentos que un camionero», era un amante considerado y «un romántico incurable».
El día que lo quemó todo
Mayte tiene ahora 43 años y trabaja como profesora de danza del vientre. En su muñeca izquierda luce un gran tatuaje con el símbolo de Prince entrecruzado con la inicial de su propio nombre. Es el mismo monograma que estuvo omnipresente en Paisley Park -el gigantesco complejo residencial de Prince en Minneapolis- hasta que el matrimonio se fue a pique. Ese día, la estrella quemó todo cuanto le recordara a Mayte, incluida la urna con las cenizas del hijo que tuvieron, Amiir, muerto poco después de nacer.
«Hay muchas mujeres -le dijo el cantante- que están celosas de ti porque eres virgen». Él esperó a que fuese mayor de edad
Mayte se hizo el tatuaje dos semanas después de la muerte de Prince. Todavía habla de la estrella en presente. Y aún llora por las noches, en parte por su compañero fallecido, en parte por los dos hijos que no sobrevivieron (un segundo embarazo acabó en aborto natural).
Mayte nació en una base militar en Alabama. Su padre era piloto y su madre, profesora de baile. A los siete años ella misma ya se ganaba un dinerito con la danza del vientre. Fue más o menos a esa edad cuando un amigo de la familia empezó a abusar sexualmente de ella. «Creo que fue uno de los motivos por los que conservé la virginidad y no salía con los chicos».
Años después trasladaron a su padre a Europa y hasta allí lo siguió toda la familia. Por entonces, la verdadera fan de Prince era su hermana; fue ella quien la convenció para ir a su concierto en Barcelona. Cuando Mayte vio a Prince en el escenario, todo cambió de golpe. «Pensé: tengo que conocerlo y tengo que bailar para él».
Mayte García, primera esposa de Prince, posa embarazada para su marido. El bebé, Amiir, nació con síndrome de Pfeiffer tipo 2, sin párpados ni ano, y apenas vivió una semana
Su madre ideó un plan para que Prince la contratara como bailarina. Sabía que la estrella iba a pasar por Alemania al mes siguiente y obligó a su hija a grabar un vídeo, que lograron entregar a uno de los miembros de la gira. La estrategia surtió efecto. Prince estaba interesado en conocerla. Mayte tenía seguridad en sus dotes como bailarina y se sentía «completamente serena» cuando fue a encontrarse con Prince. El cantante medía 1,57, era más bajito que ella, pero calzaba botines con tacón, de forma que sus miradas se cruzaban. El cantante dijo que la cinta le había gustado y preguntó: «¿De verdad tienes 16 años?». «Me sentía orgullosa de ser tan joven», recuerda ella.
Comer palomitas y…
Mayte cree que en el interés de Prince por ella no había ningún matiz dudoso. La invitó a su suite presidencial en un hotel de Fráncfort, pero no hicieron más que comer palomitas y mirar otras cintas en las que ella aparecía bailando.
Fue el comienzo de una sorprendente amistad: aquel hombre conocido por su fijación con el sexo telefoneaba casi todos los días a una colegiala a la que enviaba vídeos de sus últimos trabajos y, de vez en cuando, billetes de avión en primera clase y entradas vips para sus conciertos.
«Al ver a nuestro bebé recién nacido, el rostro de Prince pasó de la alegría al terror más absoluto»
En 1992, Mayte entró a formar parte del cuerpo de baile de Prince. Pero su relación seguía siendo solo amistosa. Un día, el cantante le envió una nota en la que le explicaba la razón de que la quisiera y apreciara tanto. «Tú no tienes una historia detrás». La nota proseguía así: «Yo [el artista, de hecho, dibujó un ojo] no sé cómo decírtelo. hay muchísimas mujeres que están celosas de ti por el hecho de que eres virgen».
Prince y García en la gala de entrega de los premios del canal musical VH1, en 1995, poco antes de quedarse embarazada por primera vez. Eran buenos tiempos para la pareja
Desde que cumplió los 18 años, Mayte quiso que su amistad fuera a más. Aunque ya pasaban algunas noches juntos, «nunca llegábamos por debajo del cinturón». Y entonces, durante la grabación de un vídeo, él le dijo que había llegado «el momento». Una semana más tarde, Mayte anotó en su diario. «9 de febrero de 1993. Ya no soy virgen».
23 posturas diferentes
En su libro, Mayte se muestra discreta en lo tocante al sexo. Pregunto qué tal era acostarse con un hombre que había cantado sobre 23 posturas diferentes en un encuentro de una noche. «Muy muy tierno -responde-. No puedo hablar por las demás mujeres. Pero conmigo siempre fue muy tierno, atento y dulce. Es verdad que yo en escena bailaba con unas esposas puestas, pero entre nosotros no había nada de todo eso».
«Manuela, su segunda esposa, y los testigos de Jehová hicieron una campaña para separarlo de mí»
Prince no le cantaba en la cama, pero sí solía poner su propio tema Let’s have a baby cuando estuvieron empeñados en concebir. Llevaba rímel y colonia de mujer, «pero era muy masculino», dice.
Para Mayte, Prince tenía dos personalidades. Por un lado estaba su «insaciable obsesión por el sexo», pero ella nunca llegó a ver a ese Prince. «Yo veía a mi compañero. Que nunca hacía cosas raras. Me quería. Me respetaba». No envidiaba a las mujeres que satisfacían aquel otro aspecto de su personalidad. «Él a mí me tenía en un pedestal».
Se casaron en 1996 en una iglesia de Minneapolis. El embarazo llegó rápido y los meses previos al nacimiento de su hijo fueron «una maravilla». Prince aprendió todo cuando pudo sobre el asunto. El día que le iban a hacer la cesárea, él apareció vestido de enfermero.
Pasamos a lo que sucedió a continuación, y Mayte de pronto está al borde de las lágrimas. «Me resulta durísimo», dice. Cuando el pequeño Amiir vino al mundo, el rostro de Prince mostró una alegría que ella nunca antes había visto…, pero, al cabo de unos segundos, su expresión pasó a reflejar «el terror más absoluto».
Su hijo había nacido con el síndrome de Pfeiffer tipo 2, una dolencia genética que causa terribles anomalías. Las manos y los pies de Amiir daban la impresión de estar palmeados; no tenía párpados ni tampoco ano. Solo vivió una semana, y el sufrimiento no pudo ser más intenso. «Sentía que había fallado; que le había fallado a él, que había fallado a los dos». Perdidamente enamorada de su marido, afirma: «Si me hubiera pedido que me tirara por un precipicio con él, lo habría hecho». Prince hizo todo lo posible por ayudar a su mujer, pero Mayte cree que aquella tristeza hizo que él se convirtiese en testigo de Jehová.
Estudiando la biblia
Cuando perdieron a su segundo hijo por un aborto, Prince fue menos comprensivo. Mayte pensó en salvar su matrimonio con una adopción, pero la nueva fe de Prince lo llevó a pensar que sus penalidades eran un castigo divino.
Mayte se marchó a vivir temporalmente a España, pero él apenas la visitaba. La estrella pasaba cada vez más tiempo con Manuela Testolini, parte de su grupo de estudio de la Biblia. Con el tiempo, «esa gente de los testigos» se salió con la suya, tras montar «una campaña en toda regla para que se separase y se alejase de mí», afirma. Se divorciaron en 2000.
«No sé cómo pude superar aquello», dice entrecerrando los ojos. Cuando se casó, a los 18 años, tenía una desahogada posición; tras el divorcio no tenía casi nada. Dio por sentado que Prince le echaría una mano si un día necesitaba ayuda. Ahora que ha muerto, se siente «devastada». Lo que más le extraña es la ausencia de un testamento. «Cuando estuve casada con él, había hecho uno», asegura.
A partir de 2000 Mayte tuvo varios novios; fue conocida su relación con Tommy Lee, antiguo esposo de Pamela Anderson y músico del grupo Mötley Crüe. Pero nadie llegó a ocupar el vacío que había dejado Prince, su primer amor y el padre de su hijo muerto. El fallecimiento del artista la pilló completamente desprevenida. A Prince, en los últimos tiempos, «lo mantenían completamente apartado» de la gente, y ella ya no formaba parte «del círculo», por lo que no tenía idea de lo mucho que dependía de los opiáceos para combatir el dolor crónico provocado por sus atléticas proezas en el escenario.
Prince falleció el 21 de abril de 2016. Tenía 57 años. Nada más conocerse su muerte, los fans colocaron todo tipo de objetos para homenajearlo en la valla de Paisley Park, su mansión en Chanhassen (Minnesota)
Durante el decenio que pasó a su lado nunca le vio tomar drogas. Siempre tenía un bolso negro a mano, pero ella creía que dentro había vitaminas, maquillaje, una Biblia y dinero. «Eso sí -recuerda-. Hubo algunos incidentes inquietantes, en los que se comportó de modo extraño… Varias veces me dijo que se sentía enfermo o que tenía migraña. Al pensarlo ahora, me doy cuenta de que era algo más. Por entonces no me daba cuenta. Quizá porque no quería darme cuenta».