Memoria del Sangrador

Neutral corner

Los peleadores eligen apodos intimidatorios, que sugieren cierta capacidad de hacer daño al prójimo. El Asesino. El Sacamantecas. El Quebrantahuesos. He aquí apodos que declaran la guerra psicológica al rival y anuncian una furia destructiva que va a subir al ring. Otros apodos aluden a virtudes menos brutales y más sutiles, como la supuesta listeza del Lince, rico en ardides, igual que el Odiseo de Homero.

En cualquier caso, ningún boxeador se impone un apodo que potencie un defecto en lugar de una virtud o que lo convierta en objeto de mofa ante los demás. Imagínense subir al ring siendo, qué sé yo, el Asfixiado, o el Media hostia. Tan humillante como ser rey y pasar a la historia como el Pasmado.

Por la honestidad de su apodo, siempre tuve especial predilección por un boxeador llamado Chuck Wepner, alias el Sangrador de Bayonne. Ustedes pensarán que el de Sangrador es un buen apodo porque seguramente creerán que se refiere a una habilidad de este púgil en concreto para hacer sangrar a sus rivales. Como Dexter con una cuchilla en la mano.

Pero no. Chuck Wepner fue el Sangrador por lo mucho que sangraba él cuando le abrían las cejas durante los numerosos K. O. que sufrió, hasta el punto de que sólo en esa parte del rostro llegó a sumar 329 puntos de sutura. Dan para ganar varios años en Eurovisión.

Casi octogenario, Chuck Wepner aún despacha hoy en el mostrador de una licorería, y no siempre saben sus clientes que detrás de ese rostro remendado, granítico, se esconde una de las historias más hermosas del boxeo. Tanto que Silvester Stallone se la robó a Chuck para crear su personaje de Rocky. anduvieron en pleitos durante años por ese motivo después de los Oscar obtenidos por la historia del «hijo predilecto de Filadelfia», quien, por cierto, Stallone quiso que sangrara espectacularmente por las cejas, hasta el punto de pelear cegado.

Lo traigo hoy a colación porque el Sangrador fue uno de los rivales de Mohamed Alí de los que nadie se ha acordado a la hora de la muerte del Más Grande. Todos hemos rememorado los combates gloriosos contra Frazier en Nueva York y Manila y contra Foreman en Zaire. Pero tal vez no convenía acordarse del Sangrador, un tosco bloque de cemento humano con un bigotito como de policía que languidecía como peleador de club barrial, igual que Rocky, hasta que por causa de los trapicheos de promotores como Don King le cayó en suerte la insólita oportunidad de pelear contra Mohamed Alí justo cuando éste volvía de proclamarse campeón del mundo en Zaire.

Si Alí despreciaba a sus iguales, ya pueden imaginar el desdén con el que subió a medirse con el pobre Sangrador para despacharlo sin romper a sudar siquiera. Ésa era su intención. Un día en la oficina, cuatro guantás y a esperar rivales dignos. Pero Alí, ni nadie en realidad, podía imaginar que Chuck Wepner atraería toda la épica sobre sí al ofrecer una de las mayores demostraciones históricas de tesón y capacidad de sufrimiento.

Todo, mientras el rostro se le empapaba de sangre, a lo Rocky. En las imágenes de la pelea es posible ver el estupor de Alí ante la resistencia del Sangrador, ante su negativa a irse al suelo pese al castigo recibido. El estupor se convierte en terror cuando, mediado el combate, el Sangrador se saca del alma un golpe inesperado que tira a la lona al más hermoso y mitológico de los campeones. Durante su tiempo de plenitud, a Alí, si no recuerdo mal, lo derribaron sólo tres veces. Henry Cooper en Wembley. Joe Frazier en el Madison Square Garden. Y el puñetero Sangrador, que ahí lo tienen, despachando licores con unas cejas más cosidas que las de Frankenstein.

Pagó cara la osadía. Alí se vengó empleándose a fondo con un rival corajudo, pero muy por debajo de su nivel. Chuck Wepner recibió una paliza que ni quisiera Chuck Wepner podía resistir en pie. Pero, por primera vez, Alí salió del ring habiendo perdido lo que siempre ganaba. el relato, la fotogenia moral. Por supuesto, al Sangrador no lo invitaron a su funeral.

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