Este chef asturiano, dueño de un imperio gastronómico en Estados Unidos, ha plantado cara a Donald Trump. Enfrentado al nuevo presidente en una demanda millonaria, José Andrés, amigo personal de Obama, se ha convertido en un héroe para muchos americanos. Hablamos con él en su casa de Washington. Por Ixone Díaz Landaluce / Fotos: Greg Powers

«Llegué a Nueva York en 1991 con el poquito dinero que me dio mi madre para empezar. Era una noche de frío en Manhattan, con todas las chimeneas funcionando a tope, como en la Gotham de Batman. El taxista me dejó en la quinta puñeta. La vida es una aventura».

Así recuerda José Andrés su aterrizaje, hace casi 25 años, en Estados Unidos. El cocinero español es el paradigma del sueño americano. Nació en Mieres (Asturias), se crio en Cataluña, cocinó en la Marina española después de salir de la escuela de hostelería, fue discípulo de Ferran Adrià, con 21 años cruzó el charco y dos años después abrió Jaleo, su primer restaurante en Washington. Ahora gestiona un imperio de 25 locales y más de 800 empleados y es toda una personalidad en Estados Unidos, donde ha presentado programas de televisión y hace unos meses recibió la Medalla Nacional de las Humanidades de manos de su amigo, el expresidente Barack Obama.

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Carismático, se mueve con la misma soltura entre los políticos de Washington que entre los desahuciados de Haití. Gestiona Minibar, su restaurante con dos estrellas Michelin, pero también proyectos solidarios como LA Kitchen, que forma en hostelería a personas en riesgo de exclusión. Dejó la escuela demasiado pronto, pero ha dado clases en Harvard y, aunque es campechano, cita a Kennedy.

En los últimos meses, además, se ha convertido en un improvisado héroe después de haberle plantado cara en los tribunales a Donald Trump. En 2014, el cocinero y el magnate firmaron un contrato para abrir un restaurante en el nuevo hotel de Trump en Washington. Pero cuando este se presentó a las primarias republicanas y tachó a los inmigrantes mexicanos de «violadores» y «drogadictos», el cocinero rompió el contrato. Trump lo demandó por incumplimiento y le exigió diez millones de dólares y él contraatacó con otra demanda y le pidió ocho. El caso sigue en los juzgados.

XLSemanal. Obama dijo que usted era «el paradigma del sueño americano». Últimamente cuesta creer que ese ideal siga vivo, ¿no cree?

José Andrés. Estados Unidos siempre ha sido ese lugar en el que todo el mundo tenía la esperanza de un mañana mejor. Y creo que lo sigue siendo, a pesar de que ahora parezca que, en vez de ser un país de inmigrantes, es un país antiinmigrantes.

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El expresidente se llevó al chef en dos viajes muy significativos: a Kenia, tierra de sus ancestros, y a Cuba. En 2013 le concedió la nacionalidad estadounidense y el pasado septiembre (foto), la Medalla de las Humanidades.

XL. ¿Qué le preocupa más de esta nueva era política liderada por Trump?

J.A. Nunca se había visto algo así. Ahora, el que no piensa como tú es tu enemigo. El mundo no es así, pero existe un interés político por representarlo de esa manera: el bien contra el mal. La nueva Administración está siendo todo lo que habíamos temido y un poco más.

XL. Desde luego, es el líder más controvertido de la historia reciente.

J.A. Liderar no es llegar solo a la cima de la montaña con los cuatro que te siguen, liderar es quedarte a medio camino, pero llegar con todos. Tenemos una persona que ni quiere subir a la montaña ni sabe adónde va. Y al que se quede por el camino ¡que le den! No es el tipo de liderazgo que necesita el mundo. Necesitamos líderes de inclusión, no de exclusión.

«Trump ha conseguido enfrentar a todo el mundo. Es radiactivo»

XL. Usted no se ha escondido: hizo campaña por Hillary Clinton.

J.A. Yo hice campaña por un mundo mejor. Ella me nombró embajador de una iniciativa para fomentar las ‘cocinas limpias’ en los países en desarrollo. Más de dos mil millones de personas en el mundo siguen utilizando carbón. Por eso quería que ganara ella. Cada uno tiene su motivación. Pero yo no tendría que haber participado en la campaña.

XL. ¿Por qué?

J.A. Tengo restaurantes, doy de comer a todo el mundo, no quieres posicionarte, pero en este caso todo lo que una parte decía era tan radical que había que ayudar a la otra. Pero así es la democracia: el que gana gana. Eso sí, ganar unas elecciones no te regala el liderazgo, te lo tienes que ganar.

XL. ¿Qué explicación tiene usted para el resultado electoral?

J.A. Hay una clase de blancos pobres que se ha sentido abandonada, se ha revelado y ha apostado por una persona que al menos tenía ganas de levantar las sábanas y volver a hacer la cama.

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XL. Mucha gente lo considera un héroe: el chef que le plantó cara a Trump. Ahora mismo, el proceso judicial entre ustedes sigue abierto. ¿Cómo lo está llevando?

J.A. Es una situación que preferiría no estar viviendo. Hacía mucho que se escuchaba que tenía posibilidades de ganar y quizá esa fue una de las razones por las que decidí seguir adelante. Pero en realidad fue una decisión de negocios pura y dura.

«Obama seguirá liderando Estados Unidos en muchos aspectos. Va a mantener el norte moral del país»

XL. ¿Qué pasó exactamente para decidir romper el contrato que los unía?

J.A. Yo iba a invertir en un hotel en el que él iba a ser el arrendador durante 50 años. Para mí era algo muy personal: llevaba 20 años soñando con abrir un restaurante en el Old Post Office de Washington. Pero entendí que no era una inversión lógica hacer negocios con una persona que estaba enviando un mensaje tan contraproducente. Algún día podré contar más, pero ahora mismo no puedo. Y, a pesar de todo, volvería a tomar la misma decisión mil veces.

XL. Hay mucha gente que está llamando a la resistencia contra las medidas de la Administración Trump. ¿Este proceso judicial es su forma de resistir?

J.A. No. También me han atizado por defender a Ivanka, porque creo que está muy preparada y puede ser una pieza importante. Yo no estoy en la resistencia, pero me posiciono en los temas que me preocupan.

XL. ¿Por ejemplo?

J.A. Si recortan el presupuesto para los comedores escolares y por ello dejan sin comida a 15 millones de niños pobres, haré lo que sea para que eso no ocurra. Hay gente que piensa que debe haber una batalla diaria contra el nuevo Gobierno, pero yo no lo veo así. Esto es una democracia. Eso sí, hay que asegurarse de que el sistema judicial sea independiente y pueda hacer su trabajo. El problema es que la Casa Blanca no tiene ningún respeto por los jueces. Esto es inédito.

XL. Todo en la era Trump es inédito.

J.A. Sí, es una persona que vive creando problemas y situaciones límite constantemente. Y todo el mundo está cayendo en su trampa. Estuvimos una semana hablando de cuánta gente había asistido a su toma de posesión mientras hay niños muriéndose de hambre en América y millones de personas sin asistencia médica. Este es el momento que vivimos. El caos es nuestra nueva rutina.

XL. Congresistas y senadores de ambos partidos comen y cenan en sus restaurantes. ¿Cuál es el runrún en Washington? ¿Aguantará Trump?

J.A. Todavía es pronto para decirlo. Además, yo solo soy cocinero, aunque tengo amigos en los dos lados. Pero lo cierto es que este es un mundo nuevo. Es todo un poco radiactivo. Ha conseguido enfrentar a todo el mundo. Es un hecho.

«¿Yo en política? Si con 60 o 70 años me aburro de cocinar, a lo mejor…»

XL. Supongo que siente nostalgia de la era Obama. Usted ayudó a Michelle en el huerto de la Casa Blanca y formó parte de la delegación oficial que visitó Cuba. ¿Cómo son los Obama de cerca?

J.A. El tipo de personas que cualquiera querría tener como amigos. Creo que vamos a ver a un presidente Obama muy presente en la vida política norteamericana. En muchos aspectos va a seguir siendo el líder de Estados Unidos. Los Obama van a mantener el norte moral de este país.

XL. Ha dicho que le gustaría meterse en política, ser alcalde. ¿Sigue con esa idea?

J.A. Yo dejé la escuela muy pronto y no sé si sabría ser otra cosa que cocinero. Pero si un día, con 60 o 70, me aburro de cocinar, a lo mejor…

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Jaleo, el primer restaurante que abrió en EE.UU, allá por 1993, fue pionero en introducir en ese país la cocina de tapas. Hoy es una franquicia con locales en Maryland, Virginia, Las Vegas y Ciudad de México

XL. Cuenta la leyenda que decidió emigrar a Estados Unidos después de una bronca con su jefe, Ferran Adrià.

J.A. Ferran y yo somos superamigos, familia. Lo de la pelea fue una tontería. Yo estaba esperándolo en un restaurante, salí a buscar una cabina para llamarlo y, cuando llegó, yo no estaba. Él se enfadó conmigo y yo, con él. Entonces, me dijeron que buscaban cocineros en Nueva York y no lo pensé dos veces.

XL. Y ahora tiene un pequeño imperio. Y no solo eso: es cocinero, filántropo, presentador… ¿Cómo llega a todo?

J.A. Solo vives una vez. ¿Para cuándo lo voy a dejar? ¿Para cuando esté bajo tierra? Podría haberme dedicado a la tele y viviría más tranquilo, pero no me motivaba. Hay gente que hace tele y tiene el restaurante vacío… y al revés.

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En Estados Unidos con DC Central Kitchen, que usa la comida como herramienta contra la pobreza. En la foto, en una clase de comida energética para alumnos de primaria en Washington DC

XL. Ha hecho de la lucha contra el hambre su cruzada personal. ¿Cómo surge esa vena solidaria?

J.A. No queda más remedio. No quieres pasar a mejor vida y pensar que no has hecho nada. Al final, que haya hambre en el mundo es un ojo morado para un cocinero. Es muy complicado irte de vacaciones al Caribe sabiendo lo que pasa en Haití y atender un dos estrellas Michelin en Washington sabiendo lo que pasa cinco calles más allá.

«El hambre en el mundo es un ojo morado para un cocinero. Es complicado atender un dos estrellas Michelin sabiendo lo que pasa cinco calles más allá»

XL. Desde luego son dos conceptos difíciles de conciliar. ¿Le crea mala conciencia?

J.A. No, el día que me abro una lata de caviar no me da vergüenza, pero eso no quita el que aspire a que todo el mundo tenga un plato de lentejas. Pero para eso el ser humano tiene que dejar de ser el mayor problema del hombre. Nosotros mismos hemos puesto en peligro a la humanidad.

XL. Por cierto, le han concedido al fin dos estrellas Michelin después de haberlos criticado. ¿Le sorprendió?

J.A. Bueno, eso dice mucho de Michelin y también de mí. Yo me podría haber callado, pero siempre he pensado que Michelin ha sido muy injusta con España. Y lo sigo pensando. Estoy muy contento, pero la vida continúa.

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El chef visitó Haití por primera vez tras el terremoto de 2010. Poco después creó World Central Kitchen, una ONG que lucha contra el hambre y la pobreza.

XL. Hay pocos restaurantes de cocina española en el mundo. ¿Por qué?

J.A. Cada vez más cocineros salen fuera: Arola, Ruscalleda, los hermanos Morán…

XL. Me refiero quizá a los restaurantes normales, no a la alta cocina. ¿Tenemos una de las gastronomías más ricas del mundo, pero no sabemos venderla?

J.A. Es cierto que son casos muy puntuales y que hay que preguntarse por qué no hemos sabido exportarla. Si la tapa es la reina de la cocina rápida, ¿por qué en España no surgen conceptos que compitan con McDonald’s? ¿Por qué no tenemos, por ejemplo, la paella Pizza Hut? La cantidad de conceptos gastronómicos que se inventan cada año en Estados Unidos es realmente impresionante. ¿Por qué un país tan creativo como España no es capaz de hacer lo mismo? Falta iniciativa empresarial, que los jóvenes tengan acceso a los inversores…

XL. ¿Cómo ve España desde la distancia?

J.A. Me gustaría que las banderas dejaran de ser armas arrojadizas. Estoy cansado de eso. Yo me siento superasturiano y supercatalán. Me crie en Cataluña, hablo catalán; creo que tenemos que dejar de ser tan críticos y ser más respetuosos. Fuimos un ejemplo de transición y, aunque seguro que algunas cosas se podrían haber hecho mejor, me gustaría que todo el mundo lo reconociera. Pero bueno, viendo lo que está pasando aquí, es para estar contentos: nuestra derecha no está mal y nuestra izquierda tampoco.

XL. ¿Se siente valorado en España?

J.A. Yo siempre he tratado de poner mi granito de arena, como el programa de televisión que hice para la televisión pública norteamericana. Me costó sangre, sudor y lágrimas, pero quería vender nuestra cultura gastronómica; España como destino turístico, los productos españoles… Me siento muy querido, pero tampoco me miro mucho al espejo. Como decía Kennedy: «No hay que preguntarse lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país». En el dar está la verdadera satisfacción.

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