Fuera de las cámaras no son el rey del «glam» y la modelo somalí que revolucionó las pasarelas. Son simplemente el señor y la señora Jones, el verdadero apellido de Bowie. Quizá ahí resida el secreto de que lleven 20 años juntos. Por Helena de Bertodano

 «No estoy casada con David Bowie», dice Iman con vehemencia, negando con la cabeza y con el dedo índice enhiesto. «A ese señor ni lo conozco . Imán bebe un sorbito de té y se me ocurre que, quizá esté hablando con una doble de la célebre supermodelo somalí. Pero entonces sonríe y está clarísimo que se trata de ella, la primera mujer negra protagonista de importantes campañas publicitarias, la antigua chica de Revlon y musa de Yves Saint Laurent, la que se negaba a trabajar si le pagaban menos dinero que a otras modelos. «Yo estoy casada con David Jones. Son dos personas diferentes por completo». Jones, por supuesto, es el apellido de nacimiento de Bowie. Iman y Bowie llevan dos décadas juntos.

«El nuestro es un amor de los que surgen una vez cada millón de años» , le gusta subrayar a Bowie y tienen una hija de 10 años, Alexandria, que también lleva el apellido Jones y a quien el propio Bowie cortó el cordón umbilical. «Veinte años y los que nos queda» -dice Iman con orgullo. «El nuestro es un matrimonio de los de verdad». Y añade que su David no es el legendario rockero de la época del glam, sino un caballero de pies a cabeza. «Es divertido, entrañable. Un gran tímido en el fondo», insiste.

Iman Mohamed Abdulmajid nació en Somalia en 1955. Hija del embajador en Arabia Saudí, hablaba 5 idiomas cuando el fotógrafo Peter Beard la descubrió a los 19 años en Nairobi donde Iman, ya casada, estaba estudiando Ciencias Políticas y la convenció de que se fuera con él a EE.UU. En América, Beard aseguraba que había sido pastora de cabras y que no hablaba una sola palabra de inglés. «El cuento tenía gracia» -dice Iman, riéndose. Una historia a lo Pigmalión. «Era un tanto insultante, la verdad, pero no puedo culpar a Peter. Me presté al juego sabiendo lo que hacía». Muy pronto se convirtió en chica de portada, con unos emolumentos de hasta 50.000 dólares por día.

En 1994 fundó Iman Cosmetics, una compañía actualmente valorada en 25 millones de dólares y más tarde estableció una línea de ropa, Global Chic, de venta por Internet. Estamos hablando en la cafetería de un hotel, en el elegante Soho neoyorquino, no lejos del espacioso loft donde viven Iman y Bowie. Tengo 55 años , repite varias veces a lo largo de la entrevista, como si la edad fuese motivo de orgullo. «Estoy hecha una vieja», añade entre risas, consciente de que su aspecto la desmiente. «No me preocupa envejecer. Quizá porque no provengo de un país occidental. En Somalia, los cumpleaños casi ni se celebran. Y la muerte tampoco tiene mucha importancia para nosotros. Soy incapaz de comprender el miedo que los occidentales tienen al envejecimiento. Por mucho que se recurra a la cirugía, la persona sigue siendo la misma por dentro».

Haciendo abstracción de su operación de aumento de pecho de hace casi 30 años, Iman nunca se ha sometido a intervenciones cosméticas. «Nunca más en la vida voy a operarme. Mis amigas usan bótox y me parece perfecto. Pero a mí no me interesa. Las inyecciones y yo no nos llevamos bien». Sin embargo, poco antes de cumplir los 30, los cirujanos le sometieron a una reconstrucción facial después de haber sufrido un accidente de tráfico en Nueva York. «Me estampé el lado izquierdo de la cara contra la mampara interior de un taxi. El susto fue de cuidado. Tuvieron que recomponerme el pómulo izquierdo con piezas metálicas, y por eso lo tengo un poco más alto que el derecho», explica señalando el área afectada con el dedo. «También tengo un ojo algo más pequeño que el otro y me he quedado sin cejas, literalmente, pues los cirujanos hicieron la incisión siguiendo la línea de las cejas». No se advierten cicatrices de ningún tipo.

Iman insiste en que «nunca ha pensado en sí misma como en una mujer guapa. Ya me gustaría. Siempre he tenido la autoestima baja. En Somalia, las mujeres son guapísimas; así que nunca me piropearon en la adolescencia y ningún chico me pidió salir. Tuve que convertirme en modelo para que me vieran hermosa y, si de joven nunca te han dicho que eres guapa, de mayor no terminas de creértelo. Esa baja autoestima nunca termina de esfumarse. Lo digo muy en serio. Me siento como esas mujeres con sobrepeso que un día consiguen adelgazar, pero continúan sintiéndose gordas. Lo importante no es tu aspecto actual, sino lo que sentías sobre tu físico cuando eras joven».

Iman, la mediana de cuatro hermanos, describe su niñez como feliz. «Mi familia era pobre cuando nací. No pasábamos hambre, pero íbamos a la escuela pública y dormíamos en colchonetas tiradas en el suelo. Así fue hasta que a mi padre lo nombraron embajador y de la noche a la mañana pasamos a ir en coche con chófer. Después, también de la noche a la mañana, nos convertimos en refugiados» .

La revolución de 1969 hizo que su familia se exiliara en Kenia. Los ojos se le empañan cuando describe el ansia de sus padres por volver a su país. «Hoy viven en Virginia, pero se mueren de ganas de regresar a Somalia. Me llena de tristeza que no vayan a ser enterrados en su patria». Iman no se lo pensó dos veces cuando, estando en Nairobi, le surgió la oportunidad de irse a EE.UU. Falsificó su pasaporte y no reveló sus planes ni a sus padres ni a su esposo, de quien ya no estaba enamorada. «Irme a América me permitió escapar de mi matrimonio».

Iman pronto se encontró trabajando como modelo para Vogue. Yves Saint Laurent dijo de ella que era su mujer ideal y lanzó en su honor una serie de colecciones con el nombre genérico de Reina de África. Todo eso no evitó que sufriera escenas de racismo y que en varias veces le tocara hacer de secundaria de modelos rubias de ojos azules. «Más de una vez llegué a sentirme como un objeto de segunda clase. La editora de una revista me llegó a decir que el secreto de mi éxito era que parecía una mujer blanca bañada en chocolate». Cuando Iman y Bowie se conocieron, ambos se habían retirado ya de la vida nocturna. «No hacíamos otra cosa en la década de los 70. Yo me iba de fiesta a Studio 54 y salía de la discoteca a las 8 de la mañana, me pegaba una ducha en casa y me iba directa al trabajo ¡Un horror de vida! Ni siquiera sé si me lo pasaba bien. ¡No me acuerdo de nada absolutamente!» .

Lo suyo fue, como le gusta comentar, un «auténtico flechazo». «La noche en que nos conocimos -rememora Bowie- yo ya estaba pensando en nombres para nuestros hijos. Nuestro amor fue absolutamente inmediato.  Iman asegura que su vida junto a Bowie no es tan glamurosa como pudiera parecer. ¡No somos ni Brad Pitt ni Angelina Jolie!». Tiene claro que funcionan como pareja porque se casaron en el momento idóneo. Ambos habían tenido tiempo de vivir la vida por su cuenta. «No era mi primer matrimonio, ni tampoco el de David». Bowie antes había estado casado con Angie, la madre de su hijo Duncan [su nombre completo es Duncan Zowie]. Por su parte, Iman se había divorciado sucesivamente de su marido somalí y de un jugador de la NBA con quien tuvo una hija, Zulekha, que ya tiene 32 años.

Tanto David como yo lo habíamos pasado mal en nuestros anteriores matrimonios. Creo que fue importante conocernos en la madurez, cuando uno ya sabe lo que quiere y lo que no. «El respeto y el sentido del humor también ayudan. Lo demás es cuestión de suerte». Iman dice que, antes de conocer a David, ya era fan declarada del músico. «Iba a todos sus conciertos, y siempre me invitaban a las fiestas de después, pero yo nunca iba. Tenía claro con qué objetivo invitan a las chicas. Así que les decía que no». Se conocieron por mediación de su peluquero en Los Ángeles. En 1990 los invitó a una «fiesta» que luego resultó ser más bien una cita a ciegas. «Reconozco que suena patético. la modelo y el rockero que se conocen gracias a su peluquero. Un cliché de lo más trillado». Bowie siempre ha reconocido que al final de esa velada ya tenía claro que quería casarse con ella, pero Iman no estaba por la labor. «No quería embarcarme en una relación con una estrella del rock. Ni por asomo. Nadie en sus cabales lo hace».

¿Qué le hizo cambiar de opinión? El propio David. «Teníamos muchísimas cosas en común, y siempre me estaba agasajando…  Un día que íbamos por la calle, se me soltó el cordón de una de mis deportivas, David se arrodilló y se puso a anudármelo en medio de la acera. En ese momento me dije que era el hombre de mi vida».

Bowie le propuso matrimonio a bordo de una barcaza iluminada con velas que surcaba las aguas del Sena. El cantante sigue enviándole flores el 14 de cada mes, pues aquella proposición tuvo lugar un día 14. No es para menos, ya que Bowie reconoce sin ambages que Imán le cambió la vida. «Ya no siento aquella soledad que me invadía hasta entonces, era algo muy intenso». Tanto, que impregnó casi todo lo que escribí hasta conocerla .

El retrato que pinta de David Bowie su esposa no coincide con la figura que muchos tienen del artista. David no tiene nada de enigmático cuando anda por casa con las zapatillas puestas. Lo que más le gusta es leer los periódicos ingleses todas las mañanas y escuchar la BBC. «David no se cree nada si no lo ha escuchado antes en la BBC». Iman dice que el músico ya no insiste en que se vayan a vivir los dos a Gran Bretaña. «Una vez fuimos de visita en verano y coincidió que hizo muy buen tiempo. David luego intentó colarme la patraña de que lo normal era que hiciera días soleados en Inglaterra »

Según explica, «Bowie es un padre muy responsable y atento. Es todo un padrazo. Siempre está con Lexi, por ejemplo, leyendo un libro». David suele recoger del colegio a la pequeña Alexandra [Lexi, para la familia Jones] y luego juega con la niña. Queríamos tener un hijo juntos más que nada en el mundo -rememora Bowie-. «Soy feliz donde estoy, me siento más cómodo que nunca. Me gusta ser quien soy, estar con quien estoy y lo que hago. Siento que he encontrado el equilibrio en mi vida».ç

Mientras su marido juega con Lexi, Iman prepara la cena. «Me encanta cocinar revela, pescado sobre todo». Los fines de semana, David solía pedirle que le preparase copiosos desayunos de estilo inglés, pero Iman dejó de hacérselos después de que Bowie fuera intervenido por un problema coronario en 2004. «Hoy está bien de salud y se lo ve feliz», afirma Iman. Pero desde la operación el cantante ha reducido de forma drástica su producción musical y se pasa la mayor parte del día leyendo libros o informándose de todo por Internet. «Siempre está hablándome con entusiasmo de lo último que acaba de leer. Es un sol».

Bowie y ella están a punto de celebrar su aniversario de boda. Iman me enseña un gran anillo con un diamante rojizo, una joya del siglo XIX. «Me lo regaló cuando cumplimos 15 años de matrimonio». ¿Y qué demonios piensa regalarle cuando cumplan los 20? «Ni idea, la verdad. Espero que no sea ropa», bromea. Iman asegura que la gente hoy no se fija mucho en ella cuando anda por la calle. «A veces alguien se acerca y me dice que soy clavada a Iman. Yo entonces respondo. ‘Es que soy Iman’. Pero las personas también me conocen como la mujer de David. Y me parece perfecto. Yo tengo claro quién soy y no necesito que los demás me lo vayan diciendo constantemente».

También te puede interesar…

En la cama (y otros lugares íntimos) con David Bowie

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos