El gran héroe del cómic que derrocaba tiranos en plena dictadura. Por Fernando Goitia

Víctor Mora nació en Barcelona el 6 de junio de 1931, trece años antes del desembarco de Normandía. Ambos acontecimientos no guardan relación alguna, pero a Mora le gusta subrayarlo. consecuencia, probablemente, de su querencia por la Historia y la vitalidad que al veterano autor y guionista de leyendas del cómic patrio como el Capitán Trueno, Jabato o el Corsario de Hierro le proporcionan sus recuerdos.

Estos fluyen en avalancha al verse rodeado por sus personajes. Mora observa al capitán Trueno, Sigrid, Goliath, Crispín; los ve deambular por el estudio donde tiene lugar esta entrevista como si no se creyera que están vivos. Sin embargo, están más vivos que nunca, o eso le hacen ver Sergio Peris Mencheta, Natasha Yarovenko, Manuel Martínez y Adrián Lamana, los actores que han revivido en el cine [El capitán Trueno y el santo grial se estrena el 7 de octubre] las aventuras surgidas de la pluma de Mora hace 55 años. Por aquel entonces, tenía 25 y ya había vivido la Guerra Civil, la ocupación nazi en Francia, la muerte de su padre, el regreso a casa en el franquismo y la incorporación precoz a la editorial que marcaría la historia del tebeo en España. Bruguera.

Después vendrían el éxito, la militancia política, la cárcel, más personajes populares, sus primeras novelas y premios literarios y los problemas de salud. Sus recuerdos sobrevuelan la estancia, despejan su cerebro de 80 años, esforzado superviviente a un derrame que, hace más de una década, casi le cuesta la vida. Mora ha perdido audición, motricidad se mueve en silla de ruedas y facilidad de palabra, pero conserva la lucidez y a su eterna compañera, Armonía Rodríguez. Sus miradas y las atenciones que se prodigan dan fe de la fortaleza de su vínculo. Tan sólido como el que une a los cuatro personajes y a su autor.

XLSemanal. Creó al capitán Trueno en 1956. Después de 55 años, ¿cómo es esto de ver a sus personajes en vivo?

Víctor Mora. Muy extraño. Estoy como en una nube. Cuesta creer que me rodeen mis creaciones, mis hijos. Desde luego, ellos han envejecido mejor que yo [se ríe]. Los actores están muy bien elegidos, me encanta estar aquí, tomando fotos todos juntos y hablando contigo.

XL. ¿Alguna vez visualizó al capitán en la persona de un actor? No sé, Richard Burton, Sean Connery, Harrison Ford

V.M. Nadie pensaba en hacer películas con personajes de cómic en los 50 o 60. De hecho, nadie dijo nada hasta los 90. Pero, mire, el rostro de Trueno salió un poco de José Antonio [Primo de Rivera], Rock Hudson, Gregory Peck y Cary Grant. Cualquiera de los que menciona, de todos modos, lo habría hecho bien. Pero Sergio me gusta mucho.

XL. Es el tercer intento de hacer una película en 15 años. ¿Por qué ha costado tanto?

V.M. El primer proyecto fue con Juanma Bajo Ulloa, pero no nos llegamos a entender. Él quería rodar una historia dominada por la relación del capitán con su madre y en la que el capitán no aparecía hasta la mitad. No entendí nada. Luego, con Daniel Calparsoro tampoco cuajó. Nunca sentí que se tomaran las cosas en serio.

XL. ¿Cómo nació El capitán Trueno?

V.M. Los caballeros medievales, como El príncipe valiente, que defendían la libertad frente a la tiranía, siempre fueron mis héroes favoritos. Yo tenía 25 años. En aquella época, a Bruguera le funcionaban ese tipo de historias y les propuse al capitán Trueno. Era uno más de tantos guiones y personajes que había entregado en los más de seis años que llevaba allí. El capitán les gustó mucho, pero nadie esperaba tanto de él. Fue un éxito absoluto, algunas semanas vendía más de 350.000 ejemplares semanales. Una barbaridad para la época.

XL. En España incluso hoy es una barbaridad. Una serie que duró 13 años con millón y medio de lectores semanales

V.M. No sé, era un personaje progresista, por no decir subversivo para la época; un justiciero que se oponía al poder autoritario y brutal, estaba a favor de la democracia y defendía a los débiles. Así es como yo entendía su éxito, aunque igual no fue eso, claro.

XL. No sé si sabrá que en algunos lugares de España, como el País Vasco, o entre alguna gente de izquierdas se identificaba a su héroe con el régimen

V.M. [Se ríe]. Igual esas personas no saben que estuve en la cárcel por militar en el PSUC [Partido Socialista Unificado de Cataluña] o que mi padre fue republicano y que murió en el exilio en Francia. Pero bueno, en España siempre ha habido mucha confusión. Yo, desde luego, amo a Cataluña y a España.

XL. ¿No le controlaban entonces lo que escribía en los guiones?

V.M. Siempre tuve libertad total. Intentábamos pasar inadvertidos. Mis jefes eran de izquierdas, habían militado siempre en el lado republicano, pero los Bruguera, que llevaban tres décadas en el negocio, tenían dinero e influencias y esto les permitía ciertas cosas. Les dejaban en paz, vamos, pero jugábamos para driblar la censura.

XL. El capitán Trueno gritaba. ¡Santiago y cierra España! . ¿Fue un ardid para contentar a la censura?

V.M. No, no. Esa es una frase histórica, la pronunciaban las tropas españolas de la Reconquista y consideré que encajaba con el personaje, sin más. Nadie me lo impuso ni pretendía hacerlo más cristiano o más patriota español.

XL. ¿Algún censor le dio muchos dolores de cabeza?

V.M. Hubo uno especialmente, digamos, inteligente que ordenó borrar todas las armas espadas, puñales, mazas que sujetaban los personajes de El capitán. Cuando vio que todos salían con el puño en alto, se lo pensó dos veces [se ríe]. ¡Es que eran imbéciles! También tú ibas aportando cosas al personaje para que te dejaran tranquilo.

XL. Personajes como Trueno, el Corsario de Hierro o Jabato nunca se casaron y tenían novias con convicciones propias. ¿Le dio problemas esta, digamos, liberación femenina?

V.M. Fueron muy pesados, sí [se ríe]. Para que Sigrid y Trueno se dieran un beso, ¡madre mía! Y un abrazo, ¡atención, eh! Ni tocarse. Nunca ocurría nada y no se veía lo que hacían por la noche, claro [se ríe]. Nunca los casé, aunque al Ministerio de Información y Turismo no le hiciera gracia que anduvieran juntos sin vínculos matrimoniales, como publicó en un oficio. Ni siquiera cuando se reencontraban, tras meses sin verse, se podían besar. Era ridículo, se saludaban desde lejos Hola, Sigrid , a metros de distancia. Sigrid me trajo de cabeza.

XL. O sea, que se pasó años queriendo llevarlos a la cama.

V.M. Es que daban muchas ganas solo por el hecho de que te lo prohibieran. Al final de los 60, cuando la censura se relajó, los puse en una cama dándose un beso. Todo muy correcto, sin pasarse, claro.

XL. Si le parece, vayamos al principio. Entró en Bruguera antes de cumplir los 18. ¿Y esa precocidad? ¿No había mucha competencia?

V.M. [Se ríe]. Bueno, les gustó mi trabajo. Con 24 años, incluso llegué a jefe de redacción. Me decían. Hay que hacer 75 páginas de tal cosa . Pues me sentaba y, ¡hala!, 75 páginas. Siempre escribí con una facilidad extraordinaria por haber leído mucho desde niño. Se lo debo a mi padre, que amaba los libros y me los hizo amar a mí. En mi barrio me apodaban el abogado de los pobres porque siempre iba leyendo. Pasé de niño casi sin escolarizar a escritor. De pronto, escribir me salía automático. Les ocurre a muchos escritores.

XL. Pero ¿cómo entró en la editorial?

V.M. Bueno, cuando murió mi padre vivíamos en Limoges, en la Francia ocupada por los nazis recuerdo bien cómo nos adoctrinaban en la escuela, y regresamos a Barcelona. Como mi madre era viuda de un funcionario de la República, policía de la Generalitat, como castigo no le concedieron cartilla de racionamiento. Era obstinada, alquiló un puesto en el mercado de la Boquería y sacó adelante el negocio. Yo quería ayudar, me angustiaba aquella situación. Estuve de aprendiz de muchas cosas. No volví a la escuela, pero leía sin parar. Cuando la hacía enfadar, me decía. Parece mentira, Víctor, ¿de qué te sirve leer tanto?

XL. Por lo visto acabó por servirle de algo, ¿no?

V.M. Así es. Mi pobre madre [suspira]. Yo escribía y dibujaba historias como las que leía en los tebeos, y a la gente le gustaba. Ofrecí mis servicios a Bruguera y las cosas se arreglaron para nosotros. Primero me dejaron colaborar, hasta que me hicieron redactor. Aquello fue un pasó de gigante en mis aspiraciones.

XL. ¿De ser escritor?

V.M. Yo ya me sentía escritor, pero también dibujaba. El redactor jefe, Rafael González, periodista a quien el franquismo prohibió ejercer por socialista y tuvo que pasarse al tebeo, siempre me repetía. Mora, usted es escritor . Así que dejé el dibujo de lado.

XL. ¿Cómo era el trabajo en la editorial? Con tantos personajes propios, ¿no sufría estrés?

V.M. No sé bien qué es eso. Yo disfrutaba con mi trabajo. Saltaba de una historia a otra y de un personaje a otro sin problemas. Cada uno eran diez páginas por semana. El guion mostraba la acción viñeta a viñeta con su correspondiente texto, si lo tenía. Todo era muy claro y preciso y, si tenía documentación gráfica o algo requería bocetos explicativos, se los daba al dibujante.

XL. ¿Cómo funcionaba entonces el tema de la autoría?

V.M. Yo me preocupé solo de mi trabajo, siempre fui un buen chico, hasta que vi todo el dinero que Bruguera ganaba a cambio de mi sueldo. A lo mejor haces el tonto con este tema, Víctor , me dije. Fueron años de lucha. Cedí cosas, pero también conseguí otras. Al irme de la editorial, todos mis personajes estaban a mi nombre.

XL. ¿Acabaron mal?

V.M. No. Es cierto que me exprimieron mucho, pero también les debo mucho.

XL. Los primeros números de El capitán no iban firmados, ¿tiene algo que ver con esto de los derechos?

V.M. Es que el editor veía como una grosería por tu parte que quisieras firmar tu trabajo. Ahora nos suena absurdo, aunque en España no haya aún mucho respeto por el autor.

XL. Empezó a firmar con seudónimo. Víctor Alcázar. ¿Tanto le costó usar su propio nombre?

V.M. Y el seudónimo ya fue una gran victoria en la lucha contra la cara dura. Lo de Víctor Alcázar fue un guiño a los censores. Me dije. Víctor Alcázar les gustará [se ríe].

XL. Como escritor, ¿nunca le angustiaron los corsés que le imponía su trabajo?

V.M. No recuerdo aquellos años con rencor. Hice lo que pude, pero es cierto que cuando empecé a escribir novelas, en los años 60, sentí una libertad inédita. Pensar solo en la historia en sí misma despertó muchas cosas en mí. De pronto, me sentí un escritor de verdad. De todos modos, las historias del capitán gustaban a mucha gente y, supongo, también a los censores. Por eso no me molestaron mucho.

XL. Pero fue a la cárcel, ¿no?

V.M. Sí, pero no por mi trabajo. Con todo lo que viví, rechacé el fascismo de una forma natural y me atrajo todo lo que se oponía a ello. Mi mujer y yo nos afiliamos al PSUC, que en los años 50 estaba prohibidísimo. Nos detuvo la Brigada Social por masonería y comunismo. Pasamos seis meses presos [sonríe].

XL. ¿Cómo fue?

V.M. Me amenazaron mucho, pero no recibí ni una bofetada. Debió de ser influencia de la gente de Bruguera, algo movieron. A Armonía, sin embargo, le dieron una buena hostia en el ojo. Claro, es una mujer dura y para hacerla callar la sacudieron. Tuvo suerte porque en aquella época a la gente le daban unas palizas brutales en prisión. Luego, de vez en cuando, la Policía venía a casa de noche, a registrar.

XL. Dice que no lo detuvieron por su trabajo, pero sus novelas no eran nada amistosas con el régimen

V.M. Así es, pero mi etapa de novelista fue después de eso, ya en los años 60. En el franquismo puro y duro de los 40 y 50 no habría podido publicar esas cosas.

XL. Antes hablaba de su madre. Y de su padre, ¿qué recuerdo le queda?

V.M. Tengo grabado lo que me dijo antes de morir. Llegó un día y me soltó. Víctor, papá se va a morir. Has de ser valiente . Eso intenté siempre. Me decía que no llorara, pero he llorado más de una vez por él. Lo eché mucho de menos. Me influyó mucho, aunque solo viviéramos diez años juntos.

XL. Y Armonía, ¿ha sido su Sigrid?

V.M. No. No tiene nada de Sigrid, ni yo de capitán Trueno [se ríe], pero también es una mujer extraordinaria. Cuando me dio el ataque en 1996, me caí por una cosa en el cerebro, y me sacó adelante. Sin ella estaría muerto o tonto [sonríe]. Cualquier otra me lleva a un asilo y que me cuide mi tía. Ya le dijeron los médicos. Y usted, ¿qué va a hacer con este señor? . Y Armonía. Se queda conmigo. Nos vamos a casa y nos iremos arreglando . Llevamos juntos toda la vida, nos conocimos en Bruguera; ella también era guionista, estuvimos juntos en la cárcel, en fin.

XL. Bueno, Víctor, pues eso es todo. Muchas gracias.

V.M. Ah, bien, ya hemos charlado. Tienes mucha paciencia.


EL AUTOR HABLA DE SUS CRIATURAS

1. Trueno. un héroe sin fisuras. Fuerte, simpático, defensor de la justicia y la libertad, jamás tiene una flaqueza. Es un hombre que antepone los ideales que defiende a todo lo demás

2.Goliath. El gigante con gancho Le di al capitán dos compañeros para mostrar el bien supremo de la amistad. Este gigante tuerto de tosca apariencia y corazón de oro acabó siendo el favorito de los lectores .

3. Crispín. Las bromas de un niño Con Crispín, joven escudero de Trueno, se identificaban los más jóvenes y, con sus bromas a «maese Goliath», aportaba ese toque de humor tan importante para atraer

4. Sigrid. Una mujer de una pieza. Ella ama al capitán con todas sus fuerzas, gobierna un reino con sabiduría y empuña la espada con firmeza solo cuando ve que la razón ya no alcanza.

Fenómeno editorial durante 13 años, El capitán Trueno reinó en el tebeo nacional. Vendía 350.000 álbumes por semana. Mora escribió todos (618), salvo la veintena que salieron durante su estancia en prisión.

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