De inquietante físico, este actor alejado del Hollywood de las ‘celebrities’ vuelve a la gran pantalla encarnando esta vez a un marciano verde. Por Ixone Díaz-Landaluce

Sus ojos son de un azul casi cegador. Su rostro, lleno de arrugas pese a que solo tiene 55 años, es la cartografía de una carrera de tres décadas en el cine. En las distancias cortas, Willem Dafoe exhibe una presencia serena, a años luz de la pompa hollywoodiense. Y eso que ha logrado aquello con lo que todo actor sueña: taquillazos (Platoon, Nacido el 4 de julio o Spider Man), la mieles del cine independiente (La última tentación de Cristo o Anticristo) y foguear sus instintos teatrales en un grupo vanguardista neoyorquino.

«Dios sabe que he hecho cosas por dinero. Otras veces he dejado de hacerlas porque me pagaban demasiado y no había tanto personaje. Y eso me asusta»

Ahora vuelve al cine comercial con la cinta de ciencia ficción John Carter, en la que da vida a un marciano verde de tres metros de altura. Pero Dafoe no renuncia a su yo más intelectual, ese que exhibirá en abril cuando presente en Madrid La vida y muerte de Marina Abramovic. «El estreno tendrá lugar en el Teatro Real, pero será en inglés», explica. Mientras se toma un café, habla sobre los retos de la industria del cine, pero sin hablar de sí mismo más de lo necesario. No es vanidad ni obsesión por mantener su vida privada, sino la necesidad de seguir siendo un misterio.

XLSemanal. En su próxima película, la tecnología es muy importante. Usted actúa lleno de sensores que capturan el movimiento. ¿No le asusta que acabe engullida la interpretación tradicional?

Willem Dafoe. Es cierto que ahora los estudios solo quieren hacer películas de superhéroes y con grandes efectos especiales. Ya no se hacen películas medianas. o son gigantescas o muy pequeñas, lo cual es una amenaza. ¡Yo vivo en el medio! Pero espero que el público aún quiera ver historias humanas con las que puedan conectar.

XL. ¿No se resiente ante tanta tecnología el ego del actor?

W.D. Bueno, en todas las películas, tú creas un material y luego alguien construye con él algo diferente. Pero claro que hay ego. ¡Siempre lo hay! Sin embargo, en mi caso nadie sabe quién soy realmente, nadie me entiende y hace mucho tiempo que lo he dejado por imposible…

XL. ¿Por qué dice eso?

W.D. No importa quién soy yo, sino lo que hago.

XL. ¿Ser un misterio ayuda a ser un actor más solvente o más atractivo?

W.D. Lo que quiero decir es que, cuando me siento invisible, más me excita mi trabajo. Los momentos más creativos son esos en los que te olvidas de ti mismo. Para mí siempre ha sido así. Nunca me he visto a mí mismo como un actor, sino como un artista, alguien que crea.

XL. ¿Qué le sigue apasionando de esta profesión? 

W.D. Me gusta esa sensación de perderme en mí mismo, alcanzar tal nivel de concentración me hace sentir muy vivo. Aunque hay cosas que, con el tiempo, resultan más difíciles…

XL. ¿Por ejemplo? 

W.D. La parte de puro negocio de esta profesión. Esta industria cada vez parece más el mundo de Paris Hilton. La fama rápida y todo eso. Tiene mucho que ver con el boom de Internet. El negocio del entretenimiento invierte más energía en la distribución que en la producción. Me hace gracia que Internet fuera financiada por el porno y que, en cierto sentido, lo siga estando.

XL. ¿Alguna vez ha aceptado algún papel por una razón equivocada? Por dinero, por ejemplo.

W.D. Nunca al cien por cien, pero Dios sabe que he hecho cosas por dinero. Y otras veces he dejado de hacerlas precisamente porque querían pagarme demasiado y no había suficiente personaje que lo justificara. Y eso me asusta, ganas por un lado y pierdes por otro.

XL. ¿Qué lección sobre este negocio cree que ha aprendido demasiado tarde?

W.D. Muchas, pero no puedes aplicar lo que te pasó hace 15 años a lo que te ocurre ahora. El negocio ha cambiado. ¡Yo he cambiado! Aprendes tus lecciones intuitivamente. De hecho, hay muchas cosas que pensaba que había aprendido y veo que sigo cometiendo los mismos errores una y otra vez. Es mi naturaleza y la acepto. Me siento muy estúpido, muy estúpido…

«No hace falta ser un genio para ver que en Occidente y la gente en el poder tienen miedo. La energía ahora mismo viene de otros lugares del planeta»

XL. ¿Alguna vez se ha sentido infravalorado por Hollywood?

W.D. ¿Infravalorado por quién? Sé que la comunidad de Hollywood existe, pero yo no formo parte de ella. Y no lo digo con ninguna actitud. Simplemente, no pertenezco a Hollywood. No vivo allí, no conozco a nadie allí, hago alguna película allí y me gustan algunas personas… Pero no es mi vida. ¿Podría ser parte de ello? No lo creo. Aunque no puedo decir nada malo de esas personas… Como ves, digo «esas personas». [Risas].

XL. Ha interpretado a muchos villanos. ¿Es siempre más interesante el lado oscuro?

W.D. Sí, porque representa aquello que escondemos, lo que no sale a la luz, lo que está reprimido. Y enfrentarnos a eso es liberador. No digo que nos haga mejores personas, pero nos permite abrir la mente y el corazón. No te redime, pero te ayuda a aceptar que está ahí. Todos, más o menos, tratamos de vivir en la luz, pero creo que es sano ejercitar nuestro lado oscuro a través de la fantasía. La mayoría de la gente trata de ser buena persona, fracasa constantemente claro, pero cuando el lado oscuro gana, corre hacia la luz después de un tiempo.

XL. ¿Es tan difícil envejecer en este oficio como dicen? 

W.D. Envejecer es difícil y punto [risas]. Parece una broma, pero pienso mucho más en envejecer a secas que en cómo afectará eso a mi carrera. Vas por la calle con un chaval de 16 años, ves a una mujer joven, la miras y ves cómo ella no te hace ni caso, pero mira al chico. ¡Porque tú tienes aspecto de abuelo! No puedo acostumbrarme a eso…

XL. Entonces, ¿no nota que la industria sea cruel con los actores maduros? 

W.D. Claro que la edad influye, porque al final los chavales son los que dirigen la industria. Pero los verdaderos amantes del cine son los de mi edad, que tienen tiempo y dinero para ir al cine. No se trata solo del tamaño de la pantalla, también tiene que ver con socializar con otras personas. Internet tiene cosas buenas, pero una de las cosas malas es que ahora se arriesga poco.

XL. ¿Y por qué cree que eso ocurre?

W.D. Porque el objetivo es hacer productos que apoyan la visión del mundo de la gente ligera de cascos. Han entendido que esa es la forma de hacer dinero. Pero, culturalmente, necesitamos que las personas se vean forzadas a enfrentarsenas a las otras y a discursos que no sean exclusivamente el suyo. La ironía es que vivimos una crisis económica brutal y mucha gente es mucho más blandita de lo que era antes. Psicológicamente se sienten muy cómodos porque tienen todo tipo de cosas que los protegen de otras experiencias. su café, su iPhone, su ordenador…

XL. Háblenos un poco de su vida personal. ¿En qué momento se encuentra ahora? 

W.D. Bueno, mi vida personal es muy simple, porque es fundamentalmente mi profesión.

XL. ¿Y eso?

W.D. Bueno, tengo una familia y relaciones sentimentales, pero viajo demasiado. Ahora, al menos, me llevo a mi mujer conmigo. Antes, eso no solía hacerlo.

XL. Quizá por eso ha trabajado con su mujer, la directora Giada Colagrande. ¿Repetirá o es mejor no mezclar los asuntos domésticos con los profesionales? 

W.D. Mira, me gusta mi mujer y por eso me encantó trabajar con ella. Tiene 36 años y hace cintas muy personales que no me recuerdan a nada que haya visto antes. Por eso, me gusta apoyarla y, cuando está haciendo algo, me resulta irresistible y quiero formar parte de ello. Pero, al mismo tiempo, es su trabajo y es ella la que tiene que invitarme.

«No tengo ninguna confianza en los políticos. En los gobiernos infiltrados que parecen proteger a sus colegas»

XL. Vive entre Italia y Estados Unidos. ¿Qué tal lo trata el viejo continente? 

W.D. Me encanta Italia, allí siempre estás rodeado de belleza. Obviamente, no me gusta su política y lamento su posición respecto al mundo, pero la gente -con su sentido del decoro- me encanta. Los italianos son generosos, emocionales, saben comer y vivir bien.

XL. ¿Y cómo va el italiano?

W.D. Bene, bene [Risas].

XL. Hablando de política, ¿qué piensa cuando lee los periódicos últimamente?

W.D. Que todo está íntimamente conectado. Eso me resulta muy interesante. No hace falta ser un genio o tener una visión del mundo muy sofisticada para ver que Occidente y la gente que está en el poder tienen miedo. La energía, ahora mismo, viene de otros lugares del planeta. No digo que haya que abandonar, pero creo que es un momento de reflexión interesante para Europa y Estados Unidos. Aunque esa especie de depresión generalizada que nos invade está arrastrando a mucha gente…

XL. ¿Confía en que los políticos arreglen esto? 

W.D. En absoluto. No tengo ninguna confianza en ellos. Tanto en Italia como en Francia hay muchos hombres de negocios infiltrados en los gobiernos que parecen estar protegiendo a sus colegas. En el caso de Estados Unidos era particularmente sangrante durante la era Bush, que recibió votos de las clases bajas, pero estaba protegiendo claramente a las altas esferas. Es muy triste ver lo fácil que es engañar a la gente. Los gobiernos están manejados por personas que saben cómo manipular.

XL. ¿Y qué nos queda a los ciudadanos entonces?

W.D. Pienso mucho sobre eso, pero quizá soy demasiado egoísta porque la conclusión es que lo único que yo, como ciudadano, puedo hacer es seguir actuando. Contando historias puedes desafiar la forma de pensar de la gente. Pero Dios sabe que muchas veces pienso que llevo una vida completamente frívola y que debería dedicarla a ayudar a otra gente.

XL. Una anécdota de su juventud me ha llamado la atención. En el instituto entrevistó a tres ‘outsiders’ para un proyecto audiovisual. Eran un adorador de Satán, un camello y un nudista. Lo tacharon de pornografía y lo echaron del instituto. ¿Qué lección aprendió?

W.D. ¡Que el buen arte siempre se castiga! [Risas]. Lo que para una persona es pornografía para otra es arte. Aquello, simplemente, me volvió paranoico. Yo crecí en la inocencia de que nadie querría hacerme daño nunca. Esa fue la primera vez, y me ha pasado en otras ocasiones, que algo que yo hacía amenazaba a otras personas. Sentí que era injusto, pero ahora sé que es parte de la vida.

XL. ¿Lo empujó esa represión precoz a querer ser artista?

W.D. Me cabreó mucho. Y eso siempre es buena energía para hacer cosas.

XL. Entonces ¿estar enfadado ayuda a crear?

W.D. No necesariamente, pero cuando eres joven, creo que te da el empujón necesario. Ya sabes. Deja ese porro y ponte a currar . [Suelta una carcajada].

PRIVADÍSIMO

  • Es el sexto de ocho hermanos. Su padre era un prominente cirujano y su madre, una de sus enfermeras.
  • Conoció a la directora de teatro Elizabeth LeCompte, madre de su hijo, en los 80. Se separaron en 2004. Ahora está casado con otra directora, Giada Colagrande.
  • Es un fanático del yoga. Se llama William, pero lo cambió por Willem de niño para evitar que la gente lo llamara Billy. Nunca ve sus propias películas.

Nuevo XL Semanal
El nuevo XLSemanal

A partir de ahora consulta los nuevos contenidos en la web de tu periódico

Descúbrelos