El secuestro de ciudadanos occidentales es muy lucrativo. De hecho, es la principal fuente de ingresos de los islamistas radicales. Y, como ha demostrado la ejecución del periodista James Foley, un arma de gran impacto. Le contamos cómo funciona este ‘negocio’ y cómo lo viven los rehenes a través de los objetos que cuatro de ellos conservaron de su cautiverio

Arrodillado, con las manos atadas a la espalda y vistiendo ese uniforme naranja famoso por ser el atuendo habitual de los reos de Guantánamo, James Foley se dirigió por última vez a su familia mirando a la cámara.

«No aceptéis ninguna compensación por mi muerte de parte de las mismas personas que han clavado el último clavo de mi ataúd con la reciente campaña aérea en Irak». Era, obviamente, un mensaje escrito por sus captores en el que cargaba particularmente contra su hermano John, miembro de las Fuerzas Armadas estadounidenses. «Cuando tus colegas lanzaron la bomba en Irak, firmaron mi certificado de muerte. Ojalá hubiera tenido más tiempo. Ojalá pudiera ver a mi familia una vez más. En definitiva. ojalá no fuera estadounidense». Acto seguido, un hombre vestido de negro lo degollaba.

Las terribles imágenes, colgadas en Twitter el 19 de agosto, dieron la vuelta al mundo. Era el final más dramático posible a un cautiverio que empezó en noviembre de 2012, cuando el periodista norteamericano fue secuestrado en Siria. Durante ese tiempo, Foley estuvo en manos del Estado Islámico, una organización islamista radical que se caracteriza por la crueldad de sus brutales métodos.

El de Foley no es un caso aislado. Aunque las cifras son inciertas -entre otros motivos, porque las autoridades recomiendan a las familias de los secuestrados actuar con la máxima discreción posible-, se cree que hay unos 20 rehenes occidentales más en manos de diferentes organizaciones islamistas radicales. El futuro de todos ellos es incierto y depende, entre otras cosas, de su pasaporte.

El 12 de agosto, una semana antes de que se hiciera pública la ejecución de Foley, su familia recibió un e-mail de los secuestradores. Reiteraban las amenazas y acusaban al Gobierno de no acceder a sus pretensiones. el pago de cien millones de dólares por su liberación. Pero el problema no era la exorbitante cifra. La razón era más sencilla: los Estados Unidos no pagan rescates.

El Reino Unido también aplica la misma política. Y aunque oficialmente el Consejo de Seguridad de la ONU ha aprobado por unanimidad una resolución para no ceder ante este tipo de chantajes, la realidad es que algunos países sí pasan por caja, financiando, de rebote, la actividad criminal de estos grupos terroristas. «Los países que pagamos somos considerados por los terroristas como una vaca a la que ordeñar», reconocía hace unos días el ex alto funcionario de la inteligencia francesa Alain Chouet.

The New York Times denunciaba recientemente que varios países europeos -entre ellos Francia, España, Italia, Suiza o Austria- han pagado más de 94 millones de euros a Al Qaeda y sus filiales en concepto de rescates desde 2008. En concreto, España habría desembolsado más de ocho millones de euros. El Gobierno español nunca lo ha reconocido, pero tampoco lo ha negado. Y aunque oficialmente Francia niega haber cedido ante este tipo de chantajes, se cree que el año pasado desembolsó 30 millones para liberar a cuatro nacionales secuestrados en Mali. Según el diario neoyorquino, que entrevistó a rehenes, negociadores y diplomáticos de diez países durante su investigación, los pagos suelen canalizarse a través de otros países, a menudo enmascarando la transacción como ayudas al desarrollo.

Para Al Qaeda, los secuestros son un negocio boyante. En 2012, David S. Cohen -subsecretario del Departamento del Tesoro americano- ya advirtió de que eran la principal fuente de financiación del terrorismo . No es el único que lo dice. Nasser al-Wuhayshi, líder de Al Qaeda en la Península Arábiga, ha escrito. El dinero de los secuestros es un botín fácil. Un comercio rentable y un valioso tesoro . Cada vez más. Si hace diez años la vida de un secuestrado estaba ‘tasada’ en 150.000 euros, ya se han llegado a pagar 7,5 millones.

Al Qaeda apenas se ensucia las manos en el proceso. Para evitar problemas, ‘subcontratan’ los secuestros a otros grupos criminales que suelen cobrar un diez por ciento del rescate como comisión. Después, todo sigue un protocolo estratégico. Primero, silencio. Para inculcar el pánico en las familias y que estas ejerzan más presión en los gobiernos. Luego, un mensaje o un vídeo en que el secuestrado solicita a su gobierno que negocie.

Aunque las amenazas son constantes, las ejecuciones son escasas. Para Al Qaeda es más rentable mantener a sus rehenes con vida e intercambiarlos por grandes sumas de dinero. Por esa razón, el futuro de los secuestrados de nacionalidad británica y estadounidense es más incierto.Aunque es cierto que los Estados Unidos no pagan, eso no quiere decir que no negocien. En mayo, el Gobierno estadounidense liberó a cinco presos de Guantánamo a cambio de la libertad del soldado Bowe Bergdahl, secuestrado en Afganistán en 2009. La vía militar es la otra opción. Tras la ejecución de Foley, el Ejecutivo liderado por Barack Obama reconoció que este mismo verano llevó a cabo una operación militar secreta en Siria para tratar de liberar a varios secuestrados. Foley estaba entre ellos. Pero la operación no tuvo éxito.

La resolución de otros casos es todavía un misterio. Apenas cinco días después del asesinato de Foley, el periodista norteamericano Peter Theo Curtis era liberado tras estar casi dos años secuestrado por una milicia siria vinculada a Al Qaeda durante una operación en la que medió Catar y por la que no se pagó rescate.

No todos tienen la misma suerte. El que está en una situación más difícil en este momento es el periodista Steven Sotloff. Obama, la vida de este ciudadano estadounidense depende de tu decisión , advertía el verdugo de James Foley sujetando a Sotloff en los segundos finales del vídeo de la brutal ejecución.

LAS AS

– Suecia. Harald Ickler

Iban a ser cuatro semanas de aventura en el Sáhara argelino, pero las vacaciones de este ciudadano sueco y sus compañeros se torcieron el 17 de marzo de 2003. Un grupo salafista los secuestró. Fueron 54 días de cautiverio. Cada vez hace más calor Pensamos que el mundo se ha olvidado de nosotros , escribió en su diario el 13 de abril. Un mes después fueron liberados por el Ejército argelino. Según The New York Times, Alemania pagó cinco millones de dólares.

– Francia. Nicolas Hénin

Durante sus diez meses de cautiverio, este periodista francés, secuestrado en Siria en junio de 2013, vivió en una minúscula celda junto con varios prisioneros más. Entre ellos estaba el reportero James Foley, brutalmente ejecutado por el Estado Islámico el pasado mes de agosto. Con Foley llegó a estar esposado durante más de una semana. Pero ambos corrieron diferente suerte. Las negociaciones del Gobierno francés hicieron posible la liberación de Hénin en abril.

– Italia. Sandra Mariani

Esta italiana hacía turismo en el desierto argelino cuando fue capturada por la filial de Al Qaeda en el Magreb. Durante los 14 meses que duró el cautiverio, sufrió disentería. Pensó que iba a morir. Desesperada, explicó a sus captores que su familia no tenía dinero. Le contestaron. Vuestros gobiernos siempre dicen que no pagan, pero siempre lo hacen . Fue liberada en Burkina Faso en abril de 2012 a cambio de un rescate que rondó los ocho millones.

– Finlandia. Leila Kaleva

En octubre de 2012, Atte Kaleva viajó al Yemen para terminar de escribir su tesis doctoral sobre el islamismo radical. Cuando su mujer, Leila, fue a visitarlo en Navidad, el matrimonio finlandés fue secuestrado en Saná. Durante su cautiverio, Leila fue obligada a vestir con burka y a aprender árabe. Fueron liberados cuatro meses después. Aunque Finlandia niega haber pagado, The New York Times afirma que los gobiernos de Omán y Catar habrían desembolsado 20 millones de dólares para su rescate.

DOS DESTINOS

– El asesinado. James Foley

Las imágenes colgadas en Twitter por los yihadistas que mostraban la ejecución del periodista estadounidense James Foley conmocionaron al mundo. Los servicios de inteligencia han identificado al asesino como el ciudadano británico Abdel-Majed Abdel Bary, que terminaba. Obama, cualquier intento de negar a los musulmanes la posibilidad de vivir bajo el califato islámico resultará en un baño de sangre para tu gente .

– El liberado. Peter Theo Curtis

Este periodista estadounidense llevaba dos años secuestrado en Siria por Al Qaeda. Cinco días después del asesinato de Foley fue liberado. No está claro que fuera para ‘compensar’ la salvajada de la ejecución de James Foley, pero no parece que se pagara ni un dólar por su rescate. En la operación medió Catar.

LA VIDA EN CAUTIVERIO

Higiene. Conseguir un cepillo de dientes no es fácil para un secuestrado. Le cortan el mango para que no lo convierta en arma.

Comida.Les dan poca comida y casi siempre enlatada. Muy rara vez, alimentos frescos o leche.

Vestimenta. Suelen facilitarles ropa de la región donde están para que aparezcan en los vídeos con aspecto islamista.

‘Ocio’, Unos turistas suecos conservaron este libro en cautiverio. Habla de unas vacaciones que se convierten en pesadilla.

Sueño Duermen casi siempre sobre el suelo. El periodista Nicolas Hénin hizo esta almohada con unos pantalones.

Resistencia Hénin llevaba puesta esta chaqueta cuando fue agredido por sus captores, de ahí el rasgado.

Doctrina Los secuestradores adoctrinan a sus víctimas. A Leila Kaleva le dieron estos cuadernos para que aprendiese árabe.

Utensilios El sueco Harald Ickler comió en este recipiente los 54 días de su cautiverio. Sopa de harina con agua y azúcar o sal.

Medicinas Los analgésicos o antidiarreicos se convierten en una obsesión para los cautivos. Solo se los dan en casos extremos.

Memoria Si disponen de papel y lápiz, los secuestrados escriben diarios, como este de Maria Sandra Mariani.

Normas Las mujeres son obligadas a cubrirse. En el caso de la finlandesa Leila Kaleva, con este radical burka.

Atuendo Si el secuestro no se prolonga demasiado, conservan la vestimenta con la que son capturados.

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