Las autoridades calculan que unos 2000 marroquíes y más de 50 españoles se han unido a la yihad. La mayoría procedía del eje Tánger-Castillejos-Ceuta. ¿Cuál es el motivo? Viajamos hasta allí para averiguarlo. Texto y fotos Carlos Manuel Sánchez

«Para entender Marruecos, hay que estudiar física cuántica. Aquí hemos inventado la política cuántica.Porque es un país donde todo es y no es, donde cualquier cosa puede estar prohibida y permitida al mismo tiempo».

Los reclutadores actúan como una secta. Eligen a sus ‘presas’ en los barrios populares y se los ‘trabajan’ durante meses

Estoy en Tánger, en el barrio de Messallah, a una caminata del puerto viejo. Mi guía es un hombre de negocios tangerino. «Marruecos ha sido amenazado por el Estado Islámico (aquí lo llamamos DAESH para no asociar ‘Estado’ e ‘islam’). Pero la yihad recluta a muchos marroquíes a pesar de la vigilancia de las fuerzas de seguridad. La gente se mofa de los salafistas, que quieren vivir como en tiempos de Mahoma, pero también los teme. Cualquier chaval intercambia whatsapps con parodias en los que los radicales aparecen como unos paletos. El problema es que nuestro enemigo se toma muy en serio a sí mismo. Por cierto, ellos también intercambian whatsapps, pero con vídeos de salvajadas y adoctrinamiento».

Se calcula que se han ido unos 2000 marroquíes a la yihad y más de 50 españoles; la mayoría, del eje Tánger-Castillejos-Ceuta. ¿Por qué? Estoy aquí para indagar los motivos. Se sabe también que unos 800 quieren volver. Han llamado a sus familias para decírselo. Y los servicios de inteligencia lo saben. Pero la Policía los está esperando. Todos saben quiénes son. Ya se ha condenado a unos cuantos a cadena perpetua. Juicios rápidos. Algunos se marcharon porque eran fanáticos. Otros, por desesperación. Si tienes hambre y los yihadistas te prometen 3000 euros para tu familia, te marchas. Y que al menos tus hijos tengan una oportunidad. Pero luego te ves en una guerra, en el desierto, pasándolo mal. Y la mayoría solo habla dariya (el dialecto popular), no entiende el árabe clásico de Siria e Irak. Al conductor de aquel camión bomba, el taxista ceutí, le dieron a leer un papel antes de la matanza. Se notaba que no se enteraba. Se reía… Usan a marroquíes y españoles como carne de cañón, como suicidas».

VIAJE DESDE LA PENÍNSULA

Llegué en un ferri de Algeciras con bandera chipriota; los aduaneros marroquíes indagaron el nombre de mi publicación cuando les dije que soy periodista. «Leerán lo que escriba. Lo leen todo», me informa mi interlocutor. Me cuenta su historia en un español repujado de galicismos. Trabajó en Arabia Saudí, donde fue condenado a recibir 80 latigazos por ir al zoco con una mujer con la que no estaba emparentado. Se libró alegando la permisividad de la tradición suní de Marruecos, en contraste con el rigorismo de los saudíes. Hace poco ha cambiado de mezquita para no tener que mezclarse con los que critican a los que no siguen la coreografía exacta de gestos a la hora de rezar. «Uno me dijo que debíamos mantener no sé cuántos centímetros de distancia entre los que orábamos para mantener fuera al demonio». ¿Significa eso que el integrismo avanza? «Depende, pero véalo usted mismo» .

NADA ES LO QUE PARECE

Salimos a dar una vuelta. ¿Ley seca? Veo tiendas donde se vende alcohol. «El único veto es el precio». Veo locales de apuestas similares a los que han proliferado en España. «El juego está prohibido por el Corán, pero genera buenos ingresos para el Estado». Veo bancos y cajeros con pinta occidental. «Pero ahora se han puesto de moda los bancos islámicos, que dan créditos sin intereses, porque la religión prohíbe la usura. Para que se te conceda un préstamo, los avalistas deben dar testimonio de que eres buen musulmán». En los locales nocturnos puedes pedir un gin-tonic. «Para mantener tranquilos a los islamistas, de vez en cuando la Policía hace una redada. Pero antes alguien avisa al dueño para que alerte a los clientes habituales».

Veo que nueve de cada diez chicas jóvenes llevan velo. «Sí, un poco por miedo, otro por obediencia al padre, incluso por moda… Es más fácil encontrar marido si vistes según el código islámico. Pero hay mucha hipocresía. Y las reconstrucciones de himen se practican por unos 500 euros. Incluso se vende un kit chino de ‘virginidad’ que endurece las paredes vaginales durante un rato».

Algunos se enrolan en la yihad por fanatismo; Otros, por hambre. Los islamistas les prometen 3000 euros para su familia. de los que se han ido, la mitad quiere volver.

Tánger se acuesta a las tantas. Y se levanta tarde. Hoy comparto dolor de cabeza con media ciudad porque ha rolado el viento en el Estrecho. Voy caminando con mi guía hasta las inmediaciones de un antiguo cementerio ocupado por indigentes. Crecen los matojos entre las lápidas y las basuras. En la zona de Sidi Bouabid hay unas casas que comparten un patio de tierra, lleno de ropa y alfombras que se secan al sol en tendederos hechos con ramas. Aquí vivió Richard Robert, alias Yacoub, el terrorista de los ojos azules, proclamado emir en 2001 por un grupo takfirí, la corriente más secreta y mesiánica del salafismo. Puede decirse que el califato empezó aquí y entonces. Robert, un expatriado francés convertido al islam, fue apresado tras los atentados suicidas de Casablanca en 2003 (45 muertos, 20 de ellos en Casa España); y condenado a cadena perpetua por la justicia marroquí como ideólogo. Robert se defendió diciendo que era un agente francés infiltrado. Lo sorprendente es que fue trasladado a una cárcel francesa tras su oportuna reconversión al catolicismo. Y que su pena está siendo revisada.

De aquellos barros (un año más tarde fueron los atentados del 11-M) vienen estos lodos… La yihad siempre ha conseguido rehacer su infraestructura en Tánger.

Bajamos hasta la plaza del 9 de Abril, donde un policía patrulla es escoltado por dos soldados. «Es así en todas partes desde la irrupción del Estado Islámico. Una medida de seguridad. Pero la verdadera seguridad es la idiosincrasia de la Administración. ¿Sabe lo que es el m’kadem? Es un funcionario peculiar. Hay en cada distrito. Cualquier papel tiene que firmártelo él. Pero su auténtica misión es conocer a todo el mundo en las calles que tiene asignadas». Y mi guía me cuenta que la Primavera Árabe fue flor de un día en Marruecos. Literalmente. Ese día hubo manifestaciones. La Poli limitó a grabar con cámaras. Luego reunieron a los m’kadem en un polideportivo y los pusieron a visionar las imágenes. Poco después se arrestó a los cabecillas.

CASTILLEJOS

Cojo un taxi hasta esta ciudad marroquí que, en árabe, se llama Fnideq. Un Mercedes del 79. Por la carretera veo la enorme terminal portuaria, las urbanizaciones de playa, a los subsaharianos que malviven en cuevas. Y controles de los gendarmes. Hay transportistas que les lanzan la mordida por la ventanilla, un billete de 20 dírhams hecho una pelotita, sin detenerse… Castillejos es una ciudad mercadillo nutrida de las mercancías que llegan de Ceuta. Contrabando por el paso de El Tarajal. Veo desmontar un coche y sacar decenas de quesos del hueco de una rueda. La ciudad ha duplicado su población en unos años. Si te empadronas aquí, consigues un permiso especial para entrar a Ceuta. Difícil que con tanto trasiego los m’kadem puedan ‘fichar’ a la gente. También sucede en los barrios marginales de Tánger, Nador y Tetuán, donde los delincuentes usan espadas fabricadas por herreros. De Castillejos es Kokito, un comerciante del zoco que exhibía en Facebook las cabezas degolladas de sus víctimas. También es una ciudad de reclutadores. Funcionan como una secta. Eligen a sus ‘presas’ en los institutos. Criban a los candidatos. Se los ‘trabajan’ durante meses. Y cada vez captan a más jóvenes. Y a más chicas.

EL PRÍNCIPE

Al otro lado de la frontera, El Príncipe. Un laberinto de casas sin escrituras, pero que pagan el IBI, donde viven unas 12.000 personas. Llego de noche, acompañado por un vecino que saluda «¡eh, primos!» a los agentes de la Unidad de Intervención Rápida de la Policía Local apostados a la entrada. «No se atreven a meterse, pero por lo menos están ahí…» , dice mi guía. Veo pintadas contra los ‘chotas’ (‘chivatos’). «Mire, esa es la iglesia del Cristo de Medinaceli. Casi todos somos musulmanes. Pero nunca le hemos hecho nada. En la selva hay leones y hienas, pero también hay gacelas, ¿fhamti (‘entiende’)? En El Príncipe, igual. Esto es un barrio. Si una viuda no tiene para celebrar la Pascua, le compramos un borrego entre todos. Porque todos nos conocemos. Aquí puedes comprar lo que quieras, armas cortas, largas, fusiles… Pero lo que queremos la mayoría es un futuro para nuestros hijos. Yo estoy pensando en emigrar. Si un hombre es hombre, lo es en cualquier parte. Sí, conozco a los chavales que se fueron a la yihad. Cada cual tendría sus razones… Casi todos han muerto. Pero en realidad todos habían muerto antes de irse, porque cuando te vas ya has renunciado a tu vida, ¿fhamti?» .

«Recuperar» El Príncipe

Una brigada de limpieza trabaja en las laderas que circundan El Príncipe, junto al hospital de Ceuta. El Ayuntamiento ha prometido inversiones de 20 millones de euros hasta 2020 para regenerar el conflictivo barrio.

Castillejos, el trampolín

La ciudad marroquí de Castillejos, pegada a la frontera de El Tarajal, es usada por los yihadistas como trampolín. Estar empadronado allí facilita el tránsito por la frontera de Ceuta. En la imagen, taxis en el zoco de Castillejos.

Barrios infiltrados

El experto Gil Garré alerta sobre la infiltración yihadista en los barrios marginales de Castillejos. Dos marroquíes detenidos allí reclutaban a mujeres para enviarlas a Siria; algunas, para emparejarse con militantes del EI.

Fátima (Vecina de la casba)

«Solo queremos vivir tranquilos»En la casba de Tánger, nadie quiere acordarse de Jamal Zougam, que vivió en una de sus callejuelas. Fue condenado a 42.917 años de prisión por los atentados del 11-M en Madrid (191 asesinatos). Por las manos de Zougam pasaron los teléfonos móviles que sirvieron para activar las bombas. Solo queremos vivir tranquilos y en paz , cuenta una vecina. Dos de las víctimas de ese día eran de Tánger. una niña y un muchacho , recuerda otra.

Hassan Filali (marmolista de Tánger).

«Cuando te amenazan, es normal que haya tensión». Hay tensión aquí; normal si el Estado Islámico te amenaza. En el puerto atracaron fragatas marroquíes antimisiles para defendernos a los civiles . Su taller está sostenido con un puntal para que no se venga el techo encima. Hassan ya ha fabricado su propia lápida con un hueco para la fecha. En la pared tiene un calendario musulmán y otro gregoriano. Un símbolo de la dualidad de Marruecos, que se debate entre los siglos XV y XXI.

Mohamed (Carnicero de Tánger).

«Con la religión, no te ganas la vida». La gente se ha dado cuenta de que la vida se gana trabajando, no solo con la religión , dice este carnicero, que resume así el descontento desde las elecciones que ganaron los islamistas. El recibo de la luz se ha disparado. Me cruzo con una manifestación en la que hay gritos de Gobierno de barbudos, corrupción y sobornos . La Policía vigila, pero no interviene. En cuanto a los yihadistas, un barbero de la medina reconoce. Mientras se vayan lejos de aquí, allá ellos .

Isma Mohamed (Trabajadora social y vecina de El Príncipe)

«Si El Príncipe fuera radical, no podría vestir así». El Príncipe es un barrio, para lo bueno y lo malo. La gente se ayuda, pero también cierra filas. Está harta de ser estigmatizada. El paro (65%) y el fracaso escolar (90%) son nuestros problemas. La lengua materna de los niños es el dialecto árabe local, y al llegar a la escuela, que es en español, les cuesta mucho adaptarse. Hay gente que ni sabe llamar al 112. No puedo decir nada de las chicas que se han ido a la yihad. Unas lo harían porque tienen familiares que se fueron; otras, por convencimiento. Pero si esto fuera un barrio radical, yo no podría ir por la calle vestida como quiero. No obstante, hay zonas donde, si sacas una cámara, algunos reaccionan como si fuera una pistola . Isma posa en una replaceta al costado de la calle San Daniel.

 

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