Fundó la aplicación de ‘ligoteo’ Tinder, que arrasa en todo el mundo, pero salió de la compañía con un portazo: denunció a uno de los directivos por acoso sexual y acusó a Silicon Valley de machista. Tras el escándalo, ha vuelto a la carga con otra idea. Esta vez quiere que las mujeres estén al mando. Por Ben Machell

Me encuentro con Whitney Wolfe en un bar del centro de Londres. Wolfe se hizo famosa por ser cofundadora de Tinder, la aplicación de ‘ligoteo’ que ha transformado la forma en que toda una generación se maneja con el amor y el sexo. Hasta cierto punto, es la responsable de que millones de personas en todo el mundo hagan lo que ella y yo justamente estamos haciendo en este momento: concertar una cita, presentarnos, sentarnos en un rincón y ver cómo van las cosas.

«Soy la clase de persona que hace lo que quieres y consigue lo que se propone. Siempre he sido muy ambiciosa»

Y bien, las primeras impresiones: Wolfe es delgada, simpática y, si esto fuera una cita de tipo romántico que no lo es en absoluto, no tendría que preocuparme mucho por la posibilidad de silencios incómodos. «No soy tímida asegura. Nunca lo he sido. Soy la clase de persona que hace lo que quiere y consigue lo que se propone. Siempre he sido muy ambiciosa».

Whitney Wolfe tiene 26 años, apenas cuatro más que cuando Tinder se lanzó al ciberespacio. Tras licenciarse en la universidad, en Texas, se fue a Los Ángeles para trabajar con un pequeño equipo de programadores todos, hombres que se habían propuesto crear una aplicación de ‘ligoteo’ basada en la tecnología de localización geográfica de los teléfonos inteligentes.

La idea era mostrarte fotografías de otros usuarios, emplazados en ubicaciones próximas, para que, dependiendo de si te gustaba lo que veías, pudieras moverlos a la izquierda para descartarlos o a la derecha para registrar tu interés. Si las dos personas efectúan el movimiento hacia la derecha -si tú y esa persona desconocida situada cerca de tu ubicación os gustáis-, la aplicación os empareja y podéis comenzar a intercambiar mensajes, coquetear y, quizá, organizar una cita. El nombre Tinder (‘yesca’) fue, precisamente, idea de Wolfe.

El éxito de Tinder entre los jóvenes es tal que, si tienes menos de 30 años, es poco probable que necesites que te expliquen lo que te acabamos de contar. Sin embargo, al principio no resultó fácil vender el concepto. «Mis amigos pensaban que estaba loca -recuerda-. Lo encontraban disparatado y hasta repelente. Me vi obligada a hacerles cambiar de idea» . Y lo consiguió. El invento hoy tiene 50 millones de usuarios en todo el mundo y está valorado en 750 millones de dólares.

Querella por acoso sexual

Su historia, sin embargo, no terminó del todo bien. El año pasado, Wolfe se marchó de Tinder dando un portazo: se querelló contra la compañía por acoso sexual y discriminación en el trabajo. En su momento había estado saliendo con Justin Mateen, otro de los cofundadores. Whitney era la vicepresidenta de marketing de Tinder, mientras que Mateen era el director de marketing de la compañía; de forma que no solo era su novio, también su jefe. Pero con el tiempo rompieron. Y la situación se volvió desagradable.

En la denuncia, Wolfe aseguraba que Mateen la había llamado «zorra» y «puta»  y que le había dicho que iba a despojarla de su condición de cofundadora, alegando que el hecho de contar con una mujer joven como cofundadora hacía que la compañía pareciese «de chiste».

«En Silicon Valley se usa a las mujeres para que den su punto de vista, no para tomar decisiones»

Wolfe también asegura que el consejero delegado de Tinder, Sean Rad, no movió un dedo para cambiar la situación. El caso finalmente se resolvió con un acuerdo extrajudicial, por el que ninguna de las dos partes reconocía haber hecho algo reprensible. Se rumorea, eso sí, que Wolfe se sacó un millón de dólares.

Sin embargo, en las redes sociales el tema no se zanjó tan rápido. De pronto, millares de usuarios anónimos empezaron a tachar a Wolfe de «guarra» y de «putón» . En un abrir y cerrar de ojos, nuestra entrevistada había dejado de ser una persona única una mujer joven que estaba codirigiendo una compañía tecnológica en muy rápido crecimiento para convertirse en el centro de una historia de sexo, dinero, envidia y traición.

«Si buscas mi nombre en Google, verás que no lo he tenido fácil -afirma Wolfe-. He leído esos comentarios sobre mi persona, sobre mi aspecto físico, esos juicios de valor, y es lo más doloroso del mundo» .

Machismo de nueva tecnología

El escándalo vino a subrayar el hecho de que el universo de las empresas de Silicon Valley está marcado por el machismo y la misoginia de los hombres jóvenes que copan la gran mayoría de los empleos. Con todo, nuestra entrevistada hace lo posible por evitar que sus palabras puedan ser consideradas un ataque frontal contra sus antiguos jefes. Varias veces dice de forma explícita «con esto no me estoy refiriendo a Tinder» . Por ejemplo, al hablar de la cultura de «nerds muy machitos» que se da en Silicon Valley o sobre el hecho de que a las mujeres que son consejeras delegadas se las llame precisamente así: «mujer consejero delegado», pues resultan escasas en extremo.

Según ella, el problema de las empresas de tecnología no solo es que están dominadas por varones -cuatro de cada cinco programadores de Silicon Valley son hombres, y tan solo una media docena de las principales cien empresas están dirigidas por mujeres-; es que, además, se trata de unos tipos difíciles. «Cuando fueron adolescentes, no terminaron de ser aceptados, y ahora son muy poderosos y en cierta forma es como si estuvieran vengándose de todos -afirma_. Pero muchas veces tengo la impresión de que estos jóvenes tan despiertos y tan dotados para la tecnología se toman demasiado en serio a sí mismos y no saben dónde están los límites. Muchos de ellos son poco más que unos chavales».

Wolfe reconoce que, después de la denuncia y de tanta publicidad no deseada, lo más lógico hubiera sido mantener un perfil bajo. Pero en su lugar se dijo que no, que iba a lanzar su propia aplicación para ligar por Internet. «Lo estuve pensando mucho y me pregunté. ¿por qué tengo que ponerle punto final a mi carrera profesional? ¡Tan solo tengo 24 años! Y soy una mujer inteligente. Hubiera hecho mal en salir corriendo de una situación desagradable».

«En Silicon Valley imperan los ‘nerds’ machitos»

Su nueva aplicación para contactar en la red se llama Bumble. Wolfe ha desarrollado el concepto con Andrey Andreev, el milmillonario ruso de la tecnología que en su momento fundara Badoo, una red social que cuenta con más de 260 millones de usuarios. Lanzada a principios de este año, Bumble -que hoy tiene un millón de usuarios en Estados Unidos ha sido específicamente diseñada para las mujeres. Funciona de modo muy parecido a Tinder, pero con una diferencia clave: una vez que dos usuarios han sido emparejados, tan solo la mujer puede iniciar una conversación, cosa que tiene que hacer en el plazo de 24 horas o, de lo contrario, pierde el emparejamiento. Hay una doble explicación para esto. La primera de ellas es que estamos en 2015 y la idea de que los hombres siempre tienen que dar el primer paso resulta anticuada y hasta perjudicial.

Dar el primer paso

«Yo misma, si antes enviaba un mensaje a un chico o me mostraba insinuante, después me sentía insegura y tenía remordimientos. Estamos hablando de una inseguridad casi incontrolable». Lo cual es ridículo, como apunta Wolfe. «Puedo viajar por el mundo entero y puedo fundar mis propias compañías. ¿Y resulta que no puedo ser la primera en mandar un mensajito? Un hombre puede hacerlo perfectamente, pero se supone que tú, como mujer, no puedes. Un hombre soltero puede traer chicas a casa por las noches, decirles adiós a la mañana siguiente, y a todo el mundo le parece muy bien. De hecho, la gente piensa que un chico así es un fenómeno. Un ganador. Pero si hablamos de una mujer soltera, la cosa cambia. La gente lo percibe como algo negativo».

La otra razón por la que Wolfe y su equipo de colaboradores de uno y otro sexo han diseñado la aplicación tiene que ver con el principal problema que han de afrontar las mujeres que se relacionan con hombres a través de Internet: los insultos y mensajes de tipo misógino que mandan los varones cuando se sienten rechazados. Avergonzados y rabiosos, no es raro que empiecen a insultar a su contacto o a comportarse como un baboso y exigir que le mande fotos con desnudos o enviar fotos suyas indecorosas por el móvil.

«Sin embargo, si quien inicia la conversación es la mujer, libera al hombre de mucha de esa presión -explica Wolfe-. Porque está diciéndole que no tiene que preocuparse por un posible rechazo. Que no necesita mostrarse agresivo».

Según asegura, los usuarios masculinos de Bumble se comportan de forma más educada que los de otras aplicaciones parecidas. «¿Sabes lo que hacen muchos? Cuelgan fotos en las que aparecen con su madre. Hay muchas menos fotos en las que aparecen descamisados. Se diría que hacen lo posible por portarse correctamente». Todo esto suena muy bonito. Pero ¿de verdad coincide con la experiencia real de los usuarios de Bumble?

Rompiendo el hielo

Con ánimo de descubrirlo, me bajo la aplicación, creo un perfil y traslado a la derecha la primera cincuentena aproximada de mujeres solteras que Bumble me enseña. Al final del día estoy emparejado con un puñado de ellas. Algunas se abstienen por completo de enviarme un mensaje durante las siguientes 24 horas y se esfuman de mi vida para siempre. Otras me escriben un breve «hola» , y cuando respondo que,»ejem, soy un periodista con pareja y, en realidad, solo quiero hablar con mujeres sobre su experiencia como usuarias de Bumbl» , me responden con el silencio. Cosa que no puedo reprocharlas. Un par de chicas me escriben por primera vez haciendo comentarios sobre mi físico -mis hoyuelos de escolar o mis cejas tan tupidas- y una incluso me envía un mensajito con intención de que nos pongamos a chatear de inmediato. (Ella: «Hola. Soy una osa polar que está pegando saltos». Yo: «???» . Ella: «Estoy rompiendo el hielo»).

Finalmente, consigo intercambiar mensajes con unas cuantas mujeres que no tienen reparo en contarme su experiencia con Bumble. Nina tiene 36 años, es funcionaria y se apuntó hace una semana. Me cuenta que en la vida real nunca ha dado el primer paso a la hora de relacionarse con un hombre, pero que con Bumble sabe que ella es quien lleva la iniciativa y tiene mayor poder decisorio para conseguir que las cosas vayan al ritmo y del modo que ella quiere.

Amber tiene 24 años y trabaja en el sector editorial. Según cuenta, «en Tinder no paraba de recibir fotos de mal gusto y mensajes machistas», cosa que en Bumble, hasta la fecha, no le ha sucedido.

«Si el proyecto hubiera sido puesto en manos de un grupo de hombres, no creo que Bumble hubiera llegado a nacer -observa Whitney Wolfe. Nos costó lo nuestro convencer a muchos programadores y desarrolladores para que aceptaran trabajar en el asunto. Unos cuantos se negaban de plano, porque no le veían futuro. Estamos hablando de desarrolladores, pero también de desarrolladoras»

Según agrega, lo habitual en el mundo de la tecnología a la última es que «se haga uso de las mujeres para que den su perspectiva, pero no para que tomen decisiones. La idea es que la mujer dé su opinión sobre lo que los hombres han creado, pero sin tener ni voz ni voto durante el proceso de creación».

El culebrón de los cofundadores de Tinder

  • El acusado: Justin Mateen. El director de marketing de Tinder y Wolfe fueron pareja durante diez meses. Según ella, la relación siempre fue turbulenta, pero, cuando Wolfe lo dejó, Mateen comenzó a insultarla y a amenazarla.
  • El ingeniero: Jonathan Badeen. El vicepresidente de la compañía es el ingeniero que construyó realmente la aplicación.
  • El gran jefe: Sean Rad. Consejero delegado y amigo de Mateen desde los 14 años, su relación no sufrió por el asunto Wolfe. Es como mi hermano gemelo dijo. Es judío persa como yo, nuestros padres son amigos, fuimos juntos al colegio .
  • La víctima: Whitney Wolfe. Wolfe tenía 22 años cuando conoció a Rad en una cena y se unió al equipo que fundaría Tinder poco después. Fue ella, de hecho, quien dio con el nombre. Tres años más tarde abandonaba la compañía.
  • El nuevo socio: Andrey Andreev. Este millonario ruso, fundador de Badoo red social con 260 millones de usuarios, se unió a Wolfe hace un año para lanzar Bumble, un émulo de Tinder específicamente diseñado para las mujeres.

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